Nunca un acontecimiento político ha revelado el verdadero carácter antikurdo de la OTAN de forma tan explícita como el proceso diplomático de las últimas cinco semanas, desde que los dos países escandinavos, Suecia y Finlandia, solicitaron su ingreso en la alianza transatlántica. Con su veto, Turquía cerró la puerta a la alianza de seguridad y realizó una política dirigida contra los kurdos y contra la democratización de Oriente Medio en el sentido turco, clave con la que Suecia y Finlandia, tras comprometerse precisamente con esta postura política, pueden luego entrar en la OTAN. Según la demanda de Turquía, los dos países deben adoptar el carácter, los estándares y las prácticas de la alianza si quieren formar parte de ella.
Por ejemplo, al igual que Gran Bretaña, deben alinear sus políticas en Oriente Medio para evitar la autodeterminación kurda, porque intereses geoestratégicos como la apropiación de recursos allí, como ha sido posible desde el final de la Primera Guerra Mundial, estarían entonces en peligro. También deben, como Alemania, perseguir a los kurdos y negarles derechos –cuales sí tienen- si participan en actividades políticas, deportarlos a Turquía a pesar del riesgo de tortura y muerte, suprimir sus organizaciones, símbolos y organización, confiscar toneladas de productos culturales de una cultura que ya está amenazada, etc.
Al igual que Francia, deben socavar, si es necesario y a petición de Turquía, la exposición de los asesinatos de mujeres políticas kurdas por parte del servicio secreto turco en suelo europeo. Al igual que Dinamarca, deben “hacer el truco” contra los kurdos y por Turquía, por ejemplo, prohibir una estación de televisión kurda en la tradición de la histórica primera transmisión kurda (MED-TV) a cambio del puesto de Secretario General de la OTAN para el danés Jens Stoltenberg. Los políticos suecos y finlandeses, como Jens Stoltenberg, tienen que tergiversar los hechos y afirmar que Turquía ha sufrido más con respecto al terror del Estado Islámico (ISIS).
Tienen que hacer esto a pesar de saber que el gobierno turco del AKP/MHP en torno a Erdogan, en alianza con la Hermandad Musulmana, Al Nusra y otros grupos yihadistas en el Oriente Medio, apunta a un fascismo teocrático. Que los kurdos hayan detenido al Estado Islámico es algo que todos los países de la OTAN deben tratar con ambigüedad. Sí, sin duda, los kurdos han impedido que el Estado Islámico se convierta en un Estado poderoso y, en cambio, se han unido a otros grupos de población para construir una democracia popular feminista. Sí, de hecho, con eso los kurdos han evitado más ataques terroristas en Europa y en otros lugares, y así han salvado la seguridad y la vida de las personas. Pero Suecia y Finlandia deben considerar a Turquía, en este momento, como una instancia para el control y la orientación del yihadismo y la prevención de la democracia en Oriente Medio, porque, desde el punto de vista de la OTAN, se aplica mejor un peligro yihadista controlable que una democracia popular incontrolable y la soberanía de una región geopolíticamente importante y rica en recursos naturales. Uno piensa en yacimientos de gas y petróleo, ¡región rica!
Con ese trasfondo, Finlandia y Suecia siempre deben expresar comprensión por las “preocupaciones de seguridad” de Turquía, incluso si es Turquía la que está librando una guerra contra la seguridad de las personas en su propio territorio y en el extranjero; incluso si por “preocupaciones de seguridad” se entiende, en principio, la perpetuación del carácter turco-fascista de la diversidad étnica y religiosa de Turquía.
En resumen, como todos los países de la OTAN juntos, Suecia y Finlandia deben vender armas y tecnología armamentística a Turquía, para que luego puedan ser utilizadas contra los kurdos. Para mantener la apariencia legal y “legitimar” los crímenes y el terror de Turquía contra los kurdos en su propio Estado y más allá, Suecia y Finlandia, como todos los demás países de la OTAN, deben etiquetar a los kurdos y a las organizaciones kurdas como “terroristas” y aislarlos. Porque este es el estándar y la base. Si se llega a este punto, entonces no (!) tienen que hacer nada, y mucho menos decir nada, si Turquía comete crímenes de guerra contra los kurdos con armas químicas o drones armados, maltrata la naturaleza de Kurdistán, administra por la fuerza ciudades kurdas o encierra masivamente de políticos kurdos y personas políticamente activas en prisiones sin ninguna base legal; si persigue la identidad, el idioma, la historia, la cultura o los medios kurdos de una forma u otra. Tienen que vivir con esto tanto kurdos así como suecos y finlandeses.
Todas estas y otras prácticas similares deben ser seguidas por los estados de Suecia y Finlandia, aunque -o quizás “porque”- los kurdos están luchando por la democracia, la igualdad de derechos para hombres y mujeres, así como la de grupos étnicos y religiosos, por los derechos humanos y libertad en Kurdistán y Oriente Medio. Puede parecer paradójico ahora, porque Suecia y Finlandia defienden estos valores como ningún otro país, ya que se consideran países modelo de democracia occidental y estándares de derechos humanos. ¡Pero no deben preocuparse, porque el sello del terror sirve sólo para la posibilidad y el velo de esta paradoja!
Este es el significado del estigma terrorista de los kurdos, esta es la práctica y la política de los estados de Europa occidental desde el final de la Primera Guerra Mundial, desde la existencia de la OTAN hacia el pueblo kurdo. Este es el marco del memorándum entre Turquía, Suecia y Finlandia, el contenido de este memorándum en otro idioma y, en otras palabras.
FUENTE: Remezan Mendayi / ANF
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