El presidente Recep Tayyip Erdogan ha anunciado que Turquía está a punto de comenzar otra invasión en el norte de Siria. La esperanza que es Rojava, y ahora también la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES), más amplia y multiétnica, encontró una base en las grietas que se abrieron en el caos de la guerra civil siria; pero ninguna de las potencias internacionales o regionales, que ahora pisotean a Siria, quiere que esto sobreviva. La amenaza inmediata proviene de Turquía, pero es una amenaza que solo podría materializarse debido al insensible interés propio de otras potencias.
Después de la última invasión, en octubre de 2019, Turquía firmó acuerdos de alto el fuego tanto con Estados Unidos como con Rusia, quienes han establecido bases a lo largo de las líneas del frente. Pero estas potencias extranjeras han hecho la vista gorda ante las violaciones diarias del alto el fuego por parte de Turquía, y no se puede confiar en ellas para evitar otro ataque importante. Por su propia cuenta, las Unidades de Defensa del Pueblo (YPG) y las Unidades de Defensa de la Mujer (YPJ), y el resto de unidades que componen las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), se enfrentan a una ardua lucha contra el segundo mayor ejército de la OTAN y sus aliados.
Desde la fundación de la República turca, hace 99 años, el gobierno turco ha impedido que la gran minoría kurda de Turquía exprese su identidad. Hoy, Erdogan considera a los kurdos y su resistencia organizada como el mayor obstáculo en su camino hacia un poder mayor. También los ve como una oportunidad para impulsar el apoyo popular a través de un agresivo nacionalismo étnico anti-kurdo. Su ataque a todo lo kurdo se extiende incluso al paisaje, donde ha quemado bosques e inundado sitios antiguos. Dentro de Turquía, está intentando destruir todas las organizaciones políticas y culturales kurdas; y, como el mundo está presenciando en su respuesta a las solicitudes de Suecia y Finlandia para unirse a la OTAN, quiere obligar a otros a ayudar en esta persecución. En Irak, se está apoderando de áreas cada vez mayores de la región del Kurdistán y cubriéndolas con bases militares, y está siendo acusado de utilizar múltiples armas químicas en este proceso. Y en Siria, donde los kurdos y sus vecinos intentan establecer una región organizada en torno a la democracia de base, los derechos de las mujeres y la coexistencia multicultural, ha llevado a cabo políticas de turquificación y limpieza étnica, atacando áreas civiles e infraestructura vital, y socorriendo a una conjunto de militantes mercenarios que fusionan la violencia extrema con una interpretación brutal del Islam.
Todo esto ha suscitado el mínimo de comentarios internacionales, dejando a Erdogan libre para actuar con impunidad. De hecho, su última amenaza es la continuación de un plan que anunció públicamente ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2019, que se puede resumir como invasión, ocupación y limpieza étnica. Mostró al mundo un mapa en el que una gruesa línea roja cortaba una franja de 30 kilómetros del norte de Siria, a lo largo de la frontera turca. Las YPG y las YPJ operan solo en Siria y no representan una amenaza para Turquía, pero Erdogan las considera parte del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), al que califica como una organización terrorista. Esta es la base de su afirmación de que la expulsión de las YPG/YPJ de esta franja es necesaria para la seguridad turca. Le dijo a la ONU que tenía la intención de crear una “zona segura” y usarla para asentar a los refugiados que se encuentran actualmente en Turquía. No mencionó que aunque estos refugiados son sirios, no son de esta zona, por lo que no sería un regreso a casa; ni que al dar cabida a los refugiados crearía un nuevo grupo de desplazados; ni que las partes de Siria ocupadas por Turquía, lejos de ser seguras, son algunos de los lugares más peligrosos y brutales de la tierra.
La invasión de Turquía a Siria en 2019 se llevó a cabo poco después de ese anuncio de la ONU, y luego de una llamada telefónica con el entonces presidente Donald Trump, quien le aseguró a Erdogan que las tropas estadounidenses en la región no se interpondrían en el camino. En esa ocasión, Turquía se hizo con el control de un tramo de esa franja de 30 kilómetros, que discurre entre Serekaniyê y Girê Spî, antes de acceder a al alto el fuego. Esto fue 19 meses después de que Rusia, que controlaba el espacio aéreo sobre el oeste de Siria, permitiera a Turquía atacar y ocupar Afrin. Estas dos invasiones desplazaron a cientos de miles de personas. El pasado mes de octubre, Erdogan anunció que llevaría a cabo una nueva invasión, pero en ese momento ni Rusia ni Estados Unidos estaban preparados para despejar sus bases y abrir paso. Ahora, cuando vuelve a amenazar con terminar de rehacer el mapa, la respuesta de las potencias internacionales es motivo de gran preocupación. Y, como en tantos otros ámbitos, la guerra en Ucrania ha añadido otro peligroso factor a la ecuación.
La franja de 30 kilómetros que Erdogan quiere ocupar no solo cubre un área sustancial. Esta franja incluye la mayoría de las principales ciudades del norte y el este de Siria, más de la mitad de la población de la región, la mayor parte del área en la que hay una mayoría kurda, casi todos los principales asentamientos cristianos de la región, las principales prisiones donde hay milicianos de ISIS, el cruce hacia la región del Kurdistán de Irak (Bashur), y gran parte de la tierra más fértil de la zona. La ocupación turca sería un golpe catastrófico para todas las personas de la región y sus esperanzas de controlar su propio futuro, y también para las esperanzas que su nuevo paradigma social ha traído a la gente de todo el mundo.
A Erdogan no solo le permitiría infligir otro golpe contra los kurdos, sino que también lo acercaría a su sueño de retomar partes centrales del antiguo Imperio Otomano, específicamente aquellas áreas que fueron reclamadas en el Pacto Nacional hecho por los kemalistas en 1920 pero no se incluyeron en el Tratado de Lausana, que fijó las fronteras de la República turca tres años después. El próximo centenario del Tratado de Lausana le da a éste un significado especial.
Las aventuras militares de Erdogan han adquirido una nueva urgencia ante la posibilidad de su derrota electoral. Las elecciones presidenciales y generales deben tener lugar en junio del próximo año, pero la caída de la lira y el aumento de los precios han dejado a una gran parte de la población en dificultades financieras. Erdogan busca eclipsar sus preocupaciones con una victoria estimulante, que no ha podido lograr en Irak, pero incluso los tambores nacionalistas de una elección podrían ser suficientes para superar a una oposición descoordinada. Su programa de asentamiento de refugiados es también su respuesta al creciente sentimiento anti-refugiados y a los políticos de la oposición que explotan el tema. Su enfoque beligerante de las relaciones internacionales se dirige a una audiencia nacional y ha ganado impacto a partir de las posibilidades abiertas por Ucrania. La posición estratégica de Turquía entre Occidente y Rusia ha alentado durante mucho tiempo a otros miembros de la OTAN a hacer la vista gorda ante otras actividades de Turquía, y ha permitido que Turquía intente enfrentar a la OTAN y a Rusia entre sí. Ucrania le ha dado a Turquía una importancia aún mayor y más posibilidades de presión táctica en ambos lados, incluida la influencia que conlleva poder vetar una membresía a la OTAN.
Estados Unidos, que tiene bases en la parte oriental de la franja de 30 kilómetros, ha dejado clara su oposición a otra invasión turca, y el presidente Joe Biden sabe que una repetición de la traición de Trump a sus aliados de las FDS sería profundamente impopular en el Congreso y entre los estadounidenses. Sin embargo, no se han comprometido explícitamente a defender a las FDS en caso de un ataque turco. La alianza Estados Unidos/FDS es en sí misma un accidente de la historia que solo se produjo después de que los grupos yihadistas a que Estados Unidos en un principio trató de respaldar se convirtieran en un lastre, y se dieran cuenta de que las YPG/YPJ eran las únicas capaces de enfrentarse a las crecientes fuerzas del Estado Islámico. Estados Unidos apoya los ataques de Turquía contra las guerrillas de izquierda del PKK y no simpatiza con los intentos de la Administración Autónoma de remodelar la sociedad.
Después de la retirada parcial de las fuerzas estadounidenses ordenada por Trump, las FDS no tuvieron otra alternativa que llamar al ejército sirio de Bashr Al Assad, respaldado por Rusia, para ayudar a proteger las ciudades de Kobanê y Manbîj, y después de los altos el fuego, se construyeron bases rusas a lo largo de la parte occidental y central de la línea del frente. El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, ha calificado de “comprensible” la implicación de Turquía en Siria, pero Rusia también ha estado realizando maniobras aéreas en estas zonas. Rusia no desea que Turquía ocupe más Siria, sin embargo, agradece cualquier oportunidad de agravar los desacuerdos entre los países de la OTAN, y espera que la presión turca obligue a la Administración Autónoma a buscar un acercamiento al régimen de Al Assad, algo que extinguiría su autonomía.
De los otros actores principales en el país, el gobierno sirio no quiere perder más territorio y ha pedido a la ONU que intervenga; e Irán, que también apoya al gobierno sirio, no quiere ver más territorio bajo el control de su rival turco.
Los acuerdos de alto el fuego de 2019 estipularon la retirada de las YPG y las YPJ de la franja fronteriza de 30 kilómetros, al tiempo que permitían la participación turca en las patrullas fronterizas. Aunque Estados Unidos y Rusia están destinados a actuar como garantes, la población local se queja de que Turquía viola el alto el fuego todos los días sin que esto provoque una respuesta de sus bases. Turquía nunca ha dejado de llevar a cabo su guerra de desgaste en el norte de Siria, que tiene como objetivo la destrucción progresiva de todo lo que la autoridad autónoma está tratando de crear. Bombardean áreas civiles e infraestructuras vitales, usan sus drones para asesinatos selectivos y ponen en riesgo cientos de miles de vidas y medios de subsistencia al cortar el flujo de agua en el Éufrates.
Erdogan ha anunciado que los primeros objetivos de Turquía serán Manbij y Tel Rifaat, ambos tomados por las FDS en 2016, y ahora administrados y defendidos por la población local como parte de la Administración Autónoma. (Sus fuerzas de defensa son parte de las FDS, pero no son las YPG/YPJ). Manbij fue tomada por ISIS y es una ciudad multiétnica de mayoría árabe donde la administración reúne a personas de todos los orígenes .Tel Rifaat fue tomado por otro grupo rebelde islamista, después de un fuerte bombardeo ruso. Era un área de mayoría árabe, pero ahora también alberga una gran proporción de la población desplazada de Afrin, que continúa sufriendo los bloqueos del régimen sirio que lo rodea, así como los ataques turcos. Las FDS informan que, incluso antes de la invasión terrestre, Turquía y sus mercenarios bombardearon esta región 4.855 veces solo en mayo. Días atrás, un dron impactó en una clínica de ginecología. Otras partes de la franja de 30 kilómetros también son objetivos, y cada vez que sus agresiones pasan sin una reacción internacional significativa, Erdogan se anima a ir más allá. Los principales partidos de la “oposición” turca ya están apoyando su plan de guerra, y Erdogan ha anunciado que después de Manbij y Tel Rifaat “haremos lo mismo en otras regiones paso a paso”.
Cualquiera que tenga dudas sobre lo que esto significaría para estas regiones solo necesita mirar los muchos informes sobre el estado de terror sufrido por aquellos que permanecen en las partes de Siria, ahora bajo ocupación turca. Aquí, las milicias armadas compiten por el saqueo y la extorsión, y complacen los caprichos de sus miembros más sádicos, mientras que las mujeres y los no musulmanes sufren una mayor opresión en nombre de una interpretación dura y egoísta del Islam, y las células de ISIS encuentran un refugio seguro. Solo en mayo, en Afrin, se informó que al menos 44 civiles fueron secuestrados.
Con el equilibrio actual de las fuerzas internacionales, es difícil imaginar un futuro positivo para la Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria, pero necesitan todo el apoyo y la solidaridad que podamos brindarles para proteger tanto como puedan los logros de la Revolución de Rojava. Esto es importante no solo para la gente de la región en sí, sino también para el Medio Oriente y el resto del mundo. Solidaridad significa generar un mayor conocimiento y apoyo, y presionar a los líderes políticos, y a sus medios de comunicación establecidos, para que no sucumban al chantaje turco.
Las organizaciones internacionales deben hacer algo más que reaccionar ante la última amenaza de Turquía. Pueden adoptar una postura proactiva y poner fin a que el PKK aparezca en las listas internacionales como organización terrorista, las que Turquía utiliza como “justificación” para cada opresión contra los kurdos en todas partes. Tal como lo reconocieron los tribunales belgas en un caso histórico, el PKK es parte de una guerra civil y no debe ser tratado como una organización criminal. El PKK está comprometido con la Convención de Ginebra, no representa una amenaza para otros países y lleva mucho tiempo exigiendo un acuerdo político. Las organizaciones internacionales deberían presionar por un regreso a las negociaciones de paz que podrían traer un futuro justo y digno para los kurdos en Turquía y más allá.
FUENTE: Sarah Glynn / Bella Caledonia / Traducción y edición: Kurdistán América Latina
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