Con la derrota del Estado Islámico (ISIS) en la ya mítica batalla de Kobanê, se hizo viral la imagen de las combatientes de las Unidades de Protección de las Mujeres (YPJ). La milicia kurdo-siria, de composición exclusivamente femenina, nos rompía los prejuicios respecto al papel de la mujer en un Oriente Medio que consideramos el bastión del patriarcado más recalcitrante.
Y, a pesar de la sorpresa, no nos detuvimos a mirar más allá. Occidente juzga superficialmente, siguiendo el dictado de la imagen y el relato interesado de la prensa generalista, que trató de convertirlas en una bonita anécdota, producto de consumo. Pero las YPJ son la consecuencia de una lucha que empezó hace 40 años, con el empoderamiento de las mujeres en las montañas libres de Kurdistán.
Desde su creación en 1978, el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) concibió la lucha por la liberación de la mujer como un requisito para la liberación colectiva, y su fundadora Sakine Cansiz puso toda su energía en cimentar la organización de las mujeres como vanguardia de la revolución.
El profundo estudio de la realidad social y política, pasada y presente; el desarrollo de metodología para el análisis y transformación de la personalidad; el persistente uso del debate, la crítica y la autocrítica, y un sublime sentido del compañerismo, han contribuido a la creación de un corpus ideológico de gran transcendencia para la conceptualización de la transformación social basada en la liberación de las mujeres, así como de estructuras organizativas sólidas en su base y flexibles en su adecuación a las circunstancias históricas. Los resultados obtenidos por la Revolución de Rojava en sus diez años de existencia son deudores del esfuerzo de empoderamiento de las mujeres kurdas a lo largo de cuatro décadas.
Ahora, la experiencia recogida en la práctica del confederalismo democrático en el norte y este de Siria hace su aporte a la evolución ideológica del Movimiento de Liberación de Kurdistán, planteando nuevos retos y aportando propuestas sorprendentes. Mientras las instituciones sociales se adecúan de forma constante -se está trabajando en un nuevo Contrato Social y mejora de las estructuras de gestión-, se sigue avanzando en el desarrollo teórico con un enfoque más científico y holístico. Con la implementación de instituciones para cubrir las necesidades de las mujeres durante la Revolución de Rojava -como Mala Jin, la aldea de mujeres Jinwar, Aboriya Jin, academias, etc.-, se prendieron los primeros hilos para tejer Jineolojî, la ciencia de la mujer y de la vida.
Con el desarrollo de Jineolojî, la lucha de liberación de la mujer adopta una nueva perspectiva que amplía el horizonte de las ciencias sociales, no solo porque supera el enfoque fragmentado de éstas sobre la sociedad humana, sino porque busca anular su papel como herramientas de dominación. Jineolojî pone la ciencia a pie de calle, impulsando el análisis y la investigación en sus academias específicas -que se encuentran en todas las ciudades del noreste de Siria-, así como en la educación secundaria y universitaria. Su reto es ser una ciencia hecha desde la propia sociedad y para dar respuesta a sus necesidades. El Instituto Andrea Wolf, en Rojava, abre sus puertas a internacionalistas que desean profundizar en los valores de la Revolución desde el trabajo en Jineolojî, mientras que el Comité de Jineolojî en Europa nos acerca sus desarrollos.
Podemos aprender mucho del Movimiento de Mujeres Libres de Kurdistán si logramos soltar el lastre del orientalismo y descolonizar nuestra mente. Su humildad y coraje me deja perpleja: “No hacemos ninguna afirmación de haber superado los retos sistemáticos presentados por la sociedad patriarcal a las mujeres. Por eso necesitamos continuar organizándonos. No aceptamos el estar pasivas o inactivas. Hemos heredado las teorías e ideologías del feminismo y vemos como nuestra misión el contribuir a él y avanzarlo”.
FUENTE: Consuelo Núñez / Madrid en Acción / Rojava Azadi Madrid / Edición: Kurdistán América Latina
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