Denuncias, movilizaciones, declaraciones públicas, cartas enviadas a organismos internacionales y un largo etcétera se vienen acumulando desde hace más de un mes con el fin de alertar sobre los ataques químicos que las fuerzas militares turcas realizan contra diferentes zonas de Bashur (Kurdistán iraquí), en las zonas controladas por las guerrillas de las Fuerzas de Defensa Popular (HPG) y las Unidades de Mujeres Libres (YJA-Star).
Los ataques con armas prohibidas, ordenados por el presidente Recep Tayyip Erdogan, comenzaron a efectuarse luego de que el intento de invasión militar turca se estancara a pocos kilómetros de la frontera con Bashur. Desde abril de este año, las fuerzas turcas intentan controlar zonas como Avaşîn, Metina, Zap y Garê. En esta última, el ejército turco pudo sostenerse en el terreno apenas unos días ante la tenaz resistencia guerrillera.
Desde hace varios años, el gobierno de Erdogan dejó en claro –y lo repite públicamente- su plan para conquistar territorio ajeno y revivir el viejo sueño otomano. Al mismo tiempo, el mandatario turco y sus ministros también reconocieron en varias oportunidades que uno de los inconvenientes más difícil para concretar el plan, es el Movimiento de Liberación de Kurdistán (MLK) que no solo tiene una fuerte presencia en Bakur (Kurdistán turco), sino también en las regiones kurdas de Siria (Rojava), Irán (Rojhilat) y en vastas zonas de Bashur, principalmente en las montañas de Qandil, donde la insurgencia tiene sus bases.
En este caso, las denuncias difundidas por diferentes organizaciones que integran el MLK apuntan a que los soldados turcos que ingresan al montañoso territorio kurdo de Irak, lanzan bombas químicas en los túneles que las guerrillas utilizan para su protección. Si bien los bombardeos aéreos turcos se cobran víctimas, ya sean civiles o insurgentes, las unidades terrestres no pueden avanzar demasiado ante la tenacidad de los combates encabezados por las HPG y YJA-Star.
Ayer, decenas de kurdos y kurdas que integran la diáspora en Europa protestaron frente a la Corte Internacional de Justicia y en la sede de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), en La Haya, en Países Bajos.
Durante la movilización, Fatoş Göksungur, co-presidente del Congreso de la Sociedad Democrática Kurda en Europa (KCDK-E), denunció el silencio internacional ante los crímenes cometidos por Turquía. Por su parte, Ahmet Karamus, co-presidente del Congreso Nacional de Kurdistán (KNK), aseguró que “el dictador Erdogan usa las armas más avanzadas contra el pueblo kurdo, sin distinción de mujeres, niños y ancianos”.
Los ataques químicos de Turquía fueron registrados en varios videos captados por las propias guerrillas y difundidos en medios de comunicación kurdos. Además de violar las leyes internacionales con respecto a la utilización de armamento prohibido, el Estado turco viola sistemáticamente la soberanía territorial de Irak. Pese a esto, y a las repetidas denuncias al respecto, tanto el gobierno de Bagdad como el Gobierno Regional de Kurdistán (GRK), encabezado por el Partido Democrático de Kurdistán (PDK), apenas se refieren a lo que sucede. En el caso particular del PDK, la agrupación comandada por el clan Barzani es uno de los aliados más férreos que tiene Turquía en sus políticas represivas contra el pueblo kurdo.
Este miércoles también se conoció la demanda que más de 100 parlamentarios, periodistas, intelectuales, y activistas por los derechos de las mujeres y por los derechos humanos de Bashur para que la OPAQ y a la oficina de Asuntos de Desarme de la ONU, investiguen en profundidad el uso de armas químicas por parte de Turquía. A su vez, el Grupo de Amistad Kurdo en el Parlamento Europeo (PE) respaldó este llamado y pidió la conformación de una comisión que investigue los hechos.
Pero esta catarata de denuncias contra Turquía –que apenas tienen repercusión mediática- no son las primeras. A finales de 2019, las mismas denuncias se pronunciaron desde Rojava, donde la población también sufrió ataques químicos.
A finales de octubre, el Centro Kurdo de Relaciones Públicas (Civaka Azad) publicó un informe completo sobre la invasión a Bashur, y alertó que desde el 23 de junio de 2021 el ejército turco lleva a cabo una operación militar transfronteriza, la cual ya provocó numerosas bajas. Desde Civaka Azad advirtieron que los ataques ordenados por Ankara afectaron a los asentamientos civiles, que tuvieron que ser evacuados como resultado de los bombardeos aéreos generalizados de la aviación turca. En el informe se recordó que desde 1991 Turquía estableció decenas de bases militares en la región kurda en el norte de Irak, y en la actualidad hay más de 10.000 soldados estacionados de forma permanente en el país.
Por su parte, la organización no gubernamental Christian Peacemaker Teams – Kurdistán iraquí (CPT-IK), difundió una investigación titulada Sin retorno: el impacto civil de la Operación Garra-Rayo de Turquía, en la cual analizó que si bien el Estado turco afirma que su objetivo son las guerrillas kurdas y el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), “la realidad es que los civiles que viven en las regiones fronterizas son los más afectados por los bombardeos”, que devastaron “la región donde viven cientos de familias”.
Las propias HPG denunciaron que en los últimos cinco meses el ejército turco llevó a cabo al menos 138 ataques con armas químicas. Además, desde la insurgencia explicaron que muchos sobrevivientes pudieron corroborar que los ataques se realizan con un gas color verde, que deja un sabor dulce en la boca, y otro de color blanco o gris, que huele a cloro.
El peligro que genera Turquía en Bashur se profundizó cuando hace unos días el Parlamento turco aprobó que las fuerzas armadas del país pueden extender por dos años más sus misiones transfronterizas. Para los kurdos, la medida legislativa es un nuevo cheque en blanco para que el gobierno de Erdogan continúe con su plan neo-otomano, ya sea lanzando bombas convencionales o utilizando armas químicas prohibidas.
FUENTE: Leandro Albani / La tinta
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