La escritora kurda Meral Şimşek es una de las afectadas por la sistemática criminalización de la libertad de expresión y pensamiento por parte del régimen en Turquía. Por sus libros y relatos, está siendo juzgada en Malatya desde principios de año. Şimşek, miembro del PEN, afirma que, pese a la audiencia judicial que se realiza hoy, no será silenciada.
Meral es de Amed (Diyarbakır), capital histórica de Kurdistán, y su familia es patriota. Conoció la cara cruel y siniestra del Estado a una edad temprana. Su hermana y su hermano fueron asesinados en la lucha por la liberación del pueblo kurdo. Cuando tenía 13 años, fue detenida y torturada por primera vez: descargas eléctricas, violación con un palo… Llevó consigo las huellas de esta tortura durante años. Basándose en su propia historia, escribió libros con los que ha dado a conocer al mundo el sufrimiento del pueblo kurdo. Por ello, fue premiada nueve veces en Alemania, Irak e Inglaterra. Ahora, el Estado turco la acusa de pertenecer al partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) y de propaganda terrorista.
“El juicio es una venganza”
Meral considera que el juicio en su contra es, sobre todo, una venganza. Como ella misma cuenta, fue secuestrada en Malatya en abril de 2019. Sus secuestradores se presentaron como policías y la presionaron para que se convirtiera en informante del Estado. Como hizo público este hecho, la incluyeron en la lista negra. La abogada de derechos humanos Eren Keskin llevó el caso a la ONU y denunció a la policía de Malatya.
“Las personas que me secuestraron y me mostraron sus tarjetas de identificación policial, me amenazaron con que acabarían conmigo si los desenmascaraba y no aceptaba su oferta –recuerda-. Un año y medio después de que presentáramos una demanda, no se presentaron cargos contra mis secuestradores, sino contra mí. El 9 de diciembre de 2020, los agentes de policía entraron en mi apartamento en mitad de la noche y me arrestaron. Me confiscaron mis premios, mi equipo electrónico y todo. Me llevaron al departamento antiterrorista de la policía de Malatya y me registraron desnuda”.
Meral también puntualiza que en el momento de su detención, “acababa de ser operada. Debido a las torturas de los años 90, me tuvieron que extirpar el útero, también perdí un trozo de intestino. Cuando tenía 13 años, fui torturada y abusada con un garrote bajo custodia policial en Mazıdağı, Mardin. La tortura era para hacer hablar a mi hermano mayor y a mi hermana mayor. Aunque le dije a la policía de Malatya que acababa de ser operada, me hicieron una revisión vaginal”.
Nombre en clave
Tras varios días, Meral fue puesta en libertad pero con cargos en su contra. Sólo un mes después, se presentaron cargos en Maltaya. En la acusación, todo se considera un delito: sus libros, sus premios, sus cuentos, los eventos literarios en los que participó. “Incluso mi relato Arzela, que ganó dos premios en Inglaterra y del PEN británico, se considera una prueba de mi supuesta pertenencia y propaganda organizativa –especifica-. En realidad, se trataba de un concurso al que me habían invitado. Se invitó específicamente a personas que pudieran escribir un relato en el marco de un concepto sobre el futuro de los kurdos”.
Sobre esto, agrega: “Yo participé en él y escribí un relato. El país utópico que aparece en el relato, fue utilizado como prueba. El nombre de mi protagonista se supone que es mi nombre en clave. Aunque la historia ni siquiera está ambientada en Turquía, también se presenta como un proyecto de futuro del PKK. Arzela ha sido incluida en una antología de doce autores, y se han hecho reportajes sobre ella. La antología se publicará también en Estados Unidos”.
Otra de las acusaciones se refiere a “los poemas y fantasías de mi obra biográfica Nar Lekesi (Mancha de granada), que, basada en la historia de mi familia, pone de manifiesto el sufrimiento del pueblo kurdo en los años 90 –explica-. E incluso mi respuesta a la pregunta de un lector, en un acto en Batman, se considera un delito. Cuando me preguntaron por qué no escribía en kurdo, respondí que me avergonzaba no poder escribir en mi lengua materna. Esto se recoge en la acusación. Es muy tragicómico”.
Luchar contra los jabalíes, los soldados y el pantano
Con la acusación, se supo que Meral Şimşek estuvo bajo vigilancia técnica y física durante un año y medio. Para escapar de la interminable represión, cruzó la frontera hacia Grecia, a finales de junio, y allí experimentó la violencia policial. En el camino, conoció a Dicle Mohamed, una mujer kurda de Rojava (Kurdistán siria). Las dos mujeres fueron conducidas por rutas dudosas a una zona que luego resultó ser una zona militar restringida. Durante doce horas, hambrientas y sedientas, lucharon contra jabalíes, soldados y el pantano.
Cuando llegaron a una carretera, se encontraron con dos policías. Meral mostró su carné internacional del PEN y dijo que la perseguían en Turquía. La golpearon y volvió a sufrir violencia sexual. En ese momento, comprendió que ni siquiera las escritoras están seguras en ningún sitio.
Reacción ilegal
Meral cuenta que las autoridades griegas fueron notificadas de su llegada a través de un bufete de abogados en Atenas, pero no hicieron nada. De lo que ocurrió después, cuenta: “No sólo me acosaron y maltrataron, ya que me quitaron el DNI, el teléfono, la cartera y la tablet. Había agua en el coche y la pedí, pero no nos dieron nada. Cuando aún estábamos vestidas, nos palparon y maltrataron para un supuesto registro. Después de eso, dieron aviso en algún lugar. Pensé que habían avisado a la policía del pueblo, porque se suponía que mis abogados nos esperaban allí. Casi habíamos llegado cuando nos sorprendieron”.
“Mientras esperábamos, llegó una furgoneta blanca sin matrícula –destaca la escritora-. Me quedé horrorizada, porque sabía por lo vivido en Turquía lo que significa un coche sin matrícula. Una mujer y un hombre, de entre 30 y 35 años, bajaron del vehículo y se acercaron a nosotros. Nos desnudaron brutalmente en medio de la calle y nos registraron. Ya había amanecido y los coches civiles pasaban por delante de nosotros, pero no les importó. La mujer se puso un guante negro y primero me hizo todo, incluyendo la revisión vaginal. Luego le hizo lo mismo a Dicle con el mismo guante, aunque tenía la regla”.
El relato de Meral continúa: “Después nos sacaron de allí y nos entregaron a personas con máscaras negras, que a su vez nos entregaron a otras personas enmascaradas. Nos llevaron al río fronterizo Maritsa (Evros). Me resistí porque pensé que iba a morir. Me golpearon. Luego nos tiraron a Dicle y a mí al agua. No nos devolvieron nuestras pertenencias. Estábamos en la región de Ipsala, en la zona restringida. Los militares turcos estaban allí y nos atraparon. Junto con Dicle, me detuvieron porque desobedecí la prohibición de salir del país que se había impuesto. Nos enviaron a la cárcel de Edirne. Después de ocho días, me pusieron en libertad con condiciones de denuncia”.
Ahora se están llevando a cabo procedimientos adicionales contra Meral Şimşek por violar la zona restringida en la frontera de Ipsala. Debido a que los malos tratos en Grecia le causaron una retraumatización de sus experiencias en Turquía, está recibiendo atención psicológica de la Fundación de Derechos Humanos de Turquía (TIHV) y tratamiento médico.
“No me quedaré callada”
Meral es madre de dos hijos. Por sus libros y relatos, se enfrenta a una pena de hasta 15 años de prisión. El juicio se lleva a cabo hoy. La autora recibe el mayor apoyo del PEN internacional. Şimşek reitera que el juicio pretende vengarse por haber denunciado a los policías de Malatya. “En este juicio, la literatura se juzga con mi persona”, dice y subraya que se pretende silenciarla.
También cuenta que nunca quiere dejar de escribir: “Mi aventura de escribir empezó poniendo mi dolor en palabras. Más tarde, busqué la manera de transformar el dolor en esperanza y belleza. He escrito sobre el berdel (intercambio de novias concertado por las familias), sobre la pobreza, sobre la crueldad de Hizbulá, sobre la violencia estatal y masculina y, sobre todo, el sufrimiento que viven las mujeres y los niños. Sin embargo, se quiere que esto no se conozca y se silencie a todos los que hablan de ello. Si permanecemos en silencio, la sociedad también lo hará. Sin embargo, yo no me callaré. Ninguna sentencia judicial puede detener mi camino hacia la esperanza”.
FUENTE: Zeynep Kuray / ANF / Edición: Kurdistán América Latina
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