Magda Tagtachian busca una definición en su mente y, de repente, la dice: “Geopolítica-romántica”. Así define Rojava, publicada este año por Penguin Random House, su tercera novela que tiene como escenario al convulso Medio Oriente y como protagonistas a los pueblos armenio y kurdo.
Periodista en el diario Clarín durante 20 años, en un momento de su vida Tagtachian decidió dar un paso más: convertirse en escritora, pero siempre teniendo a su oficio bien cerca. Con Nomeolvides Armenuhi (2016) y Alma Armenia (2020), la escritora vuelve a sus recuerdos, a la memoria profunda de sus orígenes armenios, y a sus reflexiones sobre la vida, el amor y la muerte. Una característica que marcan sus textos es el contexto político y social de una región cruzada por las persecuciones étnicas y las disputas entre los poderes mundiales. En las dos primeras, las historias están marcadas por el genocidio armenio cometido por el Imperio Otomano -y luego continuado por el naciente Estado turco-, y por la guerra entre Armenia y Azerbaiyán por el territorio autónomo de Artsaj. El amor, las relaciones humanas olvidadas o silenciadas, y la búsqueda de la identidad son también una constante en la escritura de Tagtachian.
Con Rojava, la escritora ahora logra tender un puente que en Argentina puede parecer lejano: trazar las relaciones históricas, por momentos conflictivas, pero que en los últimos años se volvieron solidarias, y de reconocimientos y luchas mutuas, entre los pueblos armenio y kurdo.
Si el título de la novela (como se denomina al Kurdistán sirio) puede sonar ajeno, el libro despeja muchas incógnitas al respecto. Pero no sólo eso: desde la ficción da un paneo del proceso político y social que se desarrolla en el norte de Siria, donde diferentes pueblos llevan adelante una resistencia constante contra el Estado Islámico (ISIS), los ataques militares de Turquía, la negación del gobierno sirio y, al mismo tiempo, soportan las mezquindades de Rusia y Estados Unidos.
En la novela, Tagtachian bucea en el mundo de las Unidades de Protección de las Mujeres (YPJ), la fuerza de autodefensa kurda que se conoció a nivel mundial durante los combates contra ISIS, principalmente en la ciudad de Kobane, una de las más importantes de la región de Rojava.
En diálogo con La tinta, Tagtachian habla sobre su nuevo libro, en el que las protagonistas principales son tres mujeres: la joven Nané, la periodista Alma y Tolhildan, comandanta de las YPJ.
“Elegí esos pueblos por ser minorías desplazadas, que aún padecen el negacionismo y la injusticia –cuenta la periodista-. El pueblo armenio, aunque tiene un Estado, es permanentemente amenazado por el régimen turco de Recep Tayyip Erdogan y por el presidente azerí Ilham Aliyev, quienes declararon públicamente que son socios. El plan actual del régimen de Erdogan es reinstalar el sultanato y el neo-otomanismo en la zona de Medio Oriente. Y es un tema que casi no existe en los medios locales. Como venía hablando en mis dos novelas anteriores del pueblo armenio, me interesaba ampliar la mirada y sumé al pueblo kurdo, porque me interesa mucho echar luz sobre la relación kurdo-armenia”.
Tagtachian explica que en sus novelas la búsqueda de justicia es una constante, pero no sólo para el pueblo armenio, víctima de un genocidio que le costó la vida a un millón y medio de personas, sino también para los kurdos o los yezidíes, la minoría del norte de Irak que en 2014 sufrió una extensa matanza en manos de ISIS.
“Tengo público lector que no tiene idea de qué es Armenia, qué es el genocidio armenio y mucho menos qué son los kurdos y los yezidíes. No tienen ni idea –analiza-. Porque no escribo para el público armenio solamente ni para el pueblo kurdo. Mi necesidad interna es hacer justicia o aportar un grano de arena para la visibilidad, utilizando mis herramientas de periodista y narradora. Pero sí de darle visibilidad de forma masiva y eso es lo que hace una novela romántica, o geopolítico-romántica, porque hay una historia de amor”.
Con las herramientas que Tagtachian nombra, su forma de trabajo caló todavía más profundo en su nueva obra. “Hoy me doy cuenta, después de escribir Rojava, que mis novelas transcurren en la actualidad y con una investigación periodística que permite novelar las noticias. Porque no son novelas históricas, son actuales”, dice. A esta definición, agrega: “Con los personajes, ya sean femeninos o masculinos, me gusta poner el dedo en la llaga y que incomoden en algún lugar. Me interesan más las zonas grises y contradictorias”.
En el proceso de investigación para la novela, de forma inevitable apareció el descubrimiento. En este caso, el del pueblo kurdo, que históricamente habita las mismas tierras que los armenios. Pese a esa cercanía, la negación estatal, la invisibilización de la historia compartida y los silencios impuestos, funcionaron (y funcionan hasta ahora) como la frontera más difícil de romper.
“Siempre llego a los temas por intuición. Había algo en las primeras fotos que vi de estas mujeres milicianas, en 2014, cuando se empezó a hablar de ellas mientras luchaban contra el Estado Islámico, que intentaba implantar el califato en la zona –asegura la autora-. Hubo algo que me llamó mucho la atención sin saber bien quiénes eran. Y ahí me empecé a meter, a investigar, a recortar. Empecé a leer sobre el pueblo kurdo, del que no sabía nada. A medida que me metía, más investigaba. Encuentro una identificación muy grande, no solo con las cosas más obvias en relación con los armenios, como los bailes o las comidas, que son muy parecidas, sino hasta incluso en la forma de vestir, en los colores. Hay algo orgánico e intuitivo que me hace sentir muy identificada, casi como en familia, y que lo descubrí leyendo y conociendo la vida de estas mujeres”.
En pleno proceso de investigación y escritura, en Tagtachian también nació la reflexión. “Hay algo que me sorprendió, y me ha llevado a preguntarme que si los kurdos y los armenios estuvieron fundidos ancestralmente en esa zona, si no habrá también sangre kurda en mis ancestros”, afirma.
¿Cómo escribir sobre las mujeres de Kurdistán sin caer en ciertos estereotipos que se repiten desde hace bastante tiempo? Ese fue otro desafío para la autora. Para romper ese lugar común, Tagtachian se refiere a la comandanta Tolhildan: “Algunas lectoras me dijeron que se enojaron con el personaje, pero yo la amo por todas las contradicciones que tiene. Hay una confrontación entre esas mujeres. El diálogo entre ellas te permite ver esas aristas para no caer en lo trillado. Por supuesto que admiro su coraje, su valentía, no solo la de Tolhildan, que tal vez tiene la historia más pesada. En el diálogo entre ellas tres, con posiciones diferentes, hay un cuestionamiento. En esos diálogos me gusta mostrar las debilidades, las fortalezas, las dudas de cada ser humano, más allá de la etnia que las representa y más allá de la jerarquía que tengan”.
FUENTE: Leandro Albani / La tinta
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