“¡Esta vez, no nos van a engañar!”, explica Neda¹, una iraní profesora de francés en Teherán. “Ni yo ni ningún otro miembro de mi familia iremos a votar este año”, confirma también Reyhaneh, 35 años. Las elecciones presidenciales iraníes, previstas para el próximo 18 de junio, se acercan, pero la población parece desinteresarse de ellas e incluso algunos, en las redes sociales, llaman a boicotearlas con el hashtag #nohabrávoto.
En efecto, los y las iraníes ya no confían en las promesas de reforma. El presidente Hasan Rohani llega al final de sus ocho años de mandato -el periodo máximo que le permite la Constitución- sin haber conseguido mejorar la situación económica. Además de la mala gestión económica, la población también sufre de la reanudación de sanciones internacionales contra la República Islámica de Irán después de la retirada, en mayo de 2018, de Estados Unidos del acuerdo nuclear, inicialmente firmado en julio de 2015 en Viena. “Yo quizás iré a votar si llegamos a salvar el acuerdo nuclear”, afirma Ahmad desde Teherán. “Porque con esas sanciones, ningún presidente podrá hacer nada por y para el país y la población”, añade.
La suerte está echada
Además de los problemas económicos a los que se enfrentan en el día a día -una inflación del 40 por ciento, la caída del valor de la moneda nacional (el rial), el aumento de la tasa de desempleo-, los y las iraníes tampoco han olvidado la violenta represión de las manifestaciones de noviembre de 2019, que provocó más de 400 muertos según los expertos de la ONU, ni la caída, meses después, del avión ucraniano derribado por error por la defensa antiaérea iraní en el que murieron sus 176 ocupantes.
A esa desilusión, también se añade la decisión, a finales de mayo, del Consejo de Guardianes -órgano compuesto de seis religiosos nombrados por el líder supremo y otros seis juristas elegidos por la Asamblea iraní, y habilitado a vetar los candidatos a las elecciones- de descartar las candidaturas de los reformistas cercanos al presidente saliente, así como cualquier rival serio al candidato ultra conservador Ibrahim Raisi, perdedor hace cuatro años frente al mismo Hasan Rohani.
Para muchos iraníes, la suerte está echada: Ibrahim Raisi tiene libre el camino hacia la victoria. “En un momento dado, el régimen necesitaba alguien como Mohammad Jatami -presidente reformista de 1997 a 2005- y entonces han hecho todo para que gane. En otro momento, necesitaban alguien como Mahmoud Ahmadineyad -presidente conservador de 2005 a 2013- y también lo arreglaron para que él fuera elegido. ¿Cómo no pensar que esta vez no será diferente?”, se pregunta Vali, un iraní que solía implicarse en la política de su país.
La guerra de sucesión al puesto de líder
Conocido por ser el jefe del Poder Judicial y director de la potente fundación religiosa Astan-e Qods-e Razavi, Ibrahim Raisi también es respaldado por el líder supremo Alí Jamenei, de 82 años, y parece estar bien posicionado para relevarle. Para Clément Therme, doctor en historia internacional y especialista en Irán, el verdadero desafío de estas elecciones es la sucesión del líder supremo. “El reto no es quién va a ganar estas elecciones, sino, más bien, la guerra de sucesión al puesto de líder”, explica el experto. “Todos los candidatos se posicionan con antelación para tener una influencia sobre la sucesión”, añade.
Pero Ibrahim Raisi también está acusado de crimen de lesa humanidad por haber condenado a muerte a miles de prisioneros en 1988. Su llegada al poder, como presidente, podría entonces complicar las relaciones entre Irán y Occidente, y eso en el contexto de negociación para salvar el acuerdo nuclear. “Nos dirigimos presumiblemente hacia un próximo gobierno iraní fundamentalista o conservador. Ellos se han opuesto al JCPOA -acuerdo nuclear- desde el principio, así que no hay ninguna garantía de que la nueva administración iraní, si es efectivamente conservadora o fundamentalista, mantenga el acuerdo”, explica Roozbeh Mirebrahimi, periodista e investigador iraní independiente establecido en Nueva York.
“Si no voto, gente incompetente llegará al poder”
Según las encuestas, la abstención será el verdadero ganador de estas elecciones. Un duro golpe para el régimen que suele utilizar la alta tasa de participación para legitimarse. De hecho, ya en febrero de 2020, durante las elecciones legislativas, la abstención llegó hasta cerca del 57 por ciento, algo que jamás había ocurrido desde la Revolución de 1979.
Sin embargo, para Mariam, de 30 años, no ir a votar puede resultar peligroso. “A mí también me sorprendió la decisión del Consejo de Guardianes y al principio tampoco quería ir a votar (…), pero luego me dije que, si no voto, gente incompetente llegará al poder. Como fue el caso durante el primer mandato de (Mahmud) Ahmadineyad o, más recientemente, en las elecciones legislativas de febrero de 2020, que dieron como resultado la llegada de Mohammad Qalibaf (conservador) como presidente de la Asamblea (Majles)”, lamenta la joven.
Es por eso que, para evitar la llegada al poder de los conservadores, Mariam irá a votar por el reformista Abdolnaser Hemmati, antiguo gobernador del Banco Central iraní. Sin embargo, para Vali, votar por el menos malo de los candidatos tampoco es una solución. “Siempre nos atraen hacia las urnas asustándonos con la llegada de tal o cual candidato. Pero yo suelo votar por los reformistas desde 1997, ¿y qué ha cambiado? La verdad es que nada. Son todos los mismos, ¡los reformistas peores que los conservadores y los conservadores peores que los reformistas!”, concluye, resignado.
Notas:
¹Los nombres propios de quienes brindaron sus testimonios fueron cambiados por seguridad.
FUENTE: Sara Saidi / El Salto Diario
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