El 3 de agosto pasado se conmemoró el segundo aniversario del inicio de la Masacre de Shengal (Sinjar), que es también el 74º genocidio que sufre el pueblo yazidí a lo largo de su historia, esta vez a mano de las bandas fascistas de Daesh, el autoproclamado “Estado Islámico de Irak y el Levante”.
En junio de 2014, Daesh lanzó una ofensiva que en pocas semanas arrasó al endeble ejército iraquí. Oficiales y soldados huían despavoridos ante el avance de los terroristas dejando atrás sus armas y equipos de los que estos se sirvieron. Los bancos de las ciudades de Irak que eran tomadas nutrieron las arcas de la organización criminal, incluso soldados desertaban para incorporarse a sus filas, que ya contaban con la afiliación de numerosos ex efectivos del desarticulado ejército baasista de Saddam Hussein.
Gran parte de las provincias de Anbar, Niniveh, Kirkuk y Salahdin fueron tomadas por Daesh, cuyo líder declaró un califato a finales del mes de junio a las zonas bajo su control. Una estricta vigilancia fue impuesta sobre las poblaciones. Se desataron matanzas y crímenes contra la humanidad a diario, bajo la excusa de que la Sharia era infligida, o bajo cargos de traición, espionaje, o simplemente porque alguien se negara a convertirse de credo.
La región sur del Kurdistán, Bashur, también conocida como Kurdistán iraquí, no fue ajena a la avanzada de las hordas de Daesh. Numerosas poblaciones fueron tomadas mientras el Gobierno Regional del Kurdistán, encabezado por Masoud Barzani, ordenaba retirarse al Ejército Peshmerga de varias zonas para proteger su feudo, en torno a Hewlêr (Erbil). Los habitantes de la pequeña ciudad de Shengal, al pie de las montañas homónimas, y los aldeanos de la zona, quedaron en manos de los criminales ante la retirada de los Peshmerga.
La mayoría de los pobladores de la zona son kurdos que profesan el yazidismo, y son considerados “adoradores del Diablo” por los mercenarios del califato. A su paso, estos asesinaban despiadadamente a todos los hombres sin importar su edad, y secuestraban a las mujeres para someterlas y venderlas como esclavas entre los distintos grupos.
Las mujeres secuestradas iniciaron su largo suplicio en las caravanas terroristas que traficaban petróleo y otros bienes, ante la estupefacta opinión pública mundial. Miles de personas fueron asesinadas. Muchos continúan desaparecidos al día de hoy, y cientos fueron descubiertos enterrados en fosas comunes.
Mientras los líderes mundiales se debatían en generalidades, guerrilleras y guerrilleros del PKK, junto a milicianos y milicianas de YPG e YPJ que cruzaron la frontera, lograron contener el el avance de las bandas criminales subiendo a las montañas de Shengal y establecieron un corredor seguro para rescatar a decenas de miles de personas que se habían refugiado en las cumbres, sin ningún tipo de provisiones de agua y alimentos.
Es al día de hoy, que tras la liberación de Shengal por fuerzas kurdas conjuntas del PKK, YBŞ, YPG/YPJ y el Ejército Peshmerga en noviembre de 2015, miles de mujeres yazidíes continúan esclavizadas en manos de Daesh, ya sea en ciudades como Mosul, o en lejanos bastiones que la organización todavía controla en Siria. Algunas de ellas fueron rescatadas tras la liberación de poblaciones en Irak, Siria y el Kurdistán, y han brindado testimonio al mundo de su suplicio.
A continuación, podemos ver un video grabado durante la apertura del corredor humanitario en las Montañas Shengal, a fines de 2014.