En el dramático contexto de la guerra en Siria, la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES) puso en práctica un Contrato Social votado en 2016 y basado en un tríptico Estado-partido-pueblo. Derechos humanos, libertad religiosa, economía social, industrial ecológica: Pierre Bance relata una experiencia política sin precedentes en Oriente Medio.
“No sabían que era imposible, así que lo hicieron”
(Mark Twain)
Para quienes aún no conozcan el riguroso trabajo de investigación y análisis de Pierre Bance, doctor en Derecho y especialista en la situación de los kurdos en Oriente Medio, el título de su último trabajo puede resultar intrigante. Pues un título como La fascinante democracia de Rojava, puede sugerir que es una hagiografía sin reservas de la experiencia realizada en el norte y este de Siria por los kurdos y sus aliados, después de que librar a esta región del Estado Islámico (ISIS).
De hecho, lo que relata Pierre Bance, y que fascinará, al lector es el compromiso de la AANES en la gestión democrática de alrededor de un tercio del territorio sirio, probablemente la mitad de su PIB, y con entre 5 y 6 millones de sus habitantes. Una administración que presenta propuestas innovadoras tanto en el ámbito social como en el societal, se esfuerza por resolver los espinosos problemas del derecho y la justicia, y hace retroceder al patriarcado, todo ello en condiciones que no propician la innovación: cadena de ataques turcos, bloqueo económico organizado conjuntamente por el Gobierno Regional del Kurdistán Iraquí (KRG) y Ankara, lentitud en todos los ámbitos de los miembros de la Unión Europea (UE) y la ONU , satisfechos con declaraciones pero sin un seguimiento tangible.
Un doble reflexión teórica
Pierre Bance nos advierte, de inmediato: “Tres actores mantienen viva la democracia de la Federación del Norte de Siria: el Estado, el pueblo, el partido”. El desafío es importante, ya que debemos articular el liderazgo político del Partido de la Unión Democrática (PYD) kurdo con el respeto al pluralismo étnico en las asambleas deliberativas y la decisión de qué, aunque tiene muchos atributos, no quiere ser un Estado, sino una simple “administración”. Y, sobre todo, con la expresión irrestricta de los deseos populares en forma de democracia directa.
Para que este complejo dispositivo funcione y para que no se repitan los errores que la historia ha conocido en Europa del Este, los kurdos de Siria y sus aliados de otros grupos étnico-religiosos sirios, se apoyan en una doble reflexión teórica: la de Murray Bookchin, propagandista estadounidense de la ecología social y el municipalismo libertario, y la de Abdullah Öcalan, líder histórico de los kurdos, promotor del confederalismo democrático que, desde la isla-prisión turca de Imrali, sigue pensando en la transición entre estados totalitarios y confederaciones en las que los pueblos afirmen su punto de vista partiendo de la unidad territorial más pequeña: el municipio.
Este doble enfoque está consagrado en el Contrato Social votado en diciembre de 2016, en una Asamblea Constituyente en la que estuvieron representados 22 partidos políticos. El autor pretende realizar una lectura analítica de este documento de referencia “en su triple dimensión de derecho, práctica institucional, crítica política”. Para ello, señala cuando son necesarias las aporías y contradicciones del texto, pero también los innegables aciertos de su aplicación práctica. Los dos ejemplos más obvios son el de la emancipación femenina y la consideración del pluralismo étnico y religioso: dos elementos esenciales en el proyecto de la AANES, lo que significa que al frente de todos los órganos de gestión se sientan un hombre y una mujer de diferentes etnias.
Dotada de esta herramienta legal, ¿la federación avanza hacia el socialismo con su cuota de colectivizaciones y nacionalizaciones que algunos consideran imprescindibles? No exactamente, porque el artículo 43 del Contrato Social establece que “el derecho a la propiedad privada está garantizado, salvo que contradiga el interés general, y esté regulado por la ley”. A lo que se añade una precisión, en el artículo 11: “La Federación Democrática del Norte de Siria (…) adopta los principios de la economía social y la industria ecológica”. Esto, sin duda, es insuficiente para quienes planean hacer avanzar una sociedad en una marcha forzada, pero ya es mucho si lo evaluamos a la luz del contexto cultural e ideológico de Oriente Medio.
Compromiso con Washington, Moscú y Damasco
Rodeada de regímenes autoritarios, teocracias conservadoras, democracias caóticas, dictaduras en las que se afirma la primacía de la ley religiosa sobre las leyes civiles, la federación presta especial atención a los derechos de las personas. El artículo 22 del Contrato Social establece que “la libertad de fe, conciencia, pensamiento y expresión, así como el derecho a la autoorganización, están garantizados para todos”. Observados los esguinces -en particular en el pluralismo político-, se hicieron correcciones para que los opositores no encontraran ningún obstáculo en la afirmación de sus opiniones o de su organización. Estos principios sólo pueden vivir gracias a la garantía de una justicia imparcial y a las fuerzas de seguridad cuyo comportamiento está libre de toda crítica al ejercicio de la “violencia legítima”. Además, se ha abolido la pena de muerte.
En su parte histórica, la obra no evita el delicado tema de la política diplomática y los compromisos militares de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) con Estados Unidos como con Rusia. Tampoco ignora la complejidad de las relaciones con el régimen de Damasco, que mantiene su exigencia de integración de la región gestionada por los AANES en su redil. Un requisito al que la federación no pretende suscribir, argumentando que cualquier retroceso es imposible y que su particularidad debe tenerse en cuenta -si no extenderse al resto del país-, sin embargo la autonomía que ha adquirido no la anima a reclamar su independencia.
Durante mucho tiempo, Abdullah Öcalan evacuó cualquier perspectiva de un “Gran Kurdistán” étnicamente puro y nacionalista. Ha llegado el momento de que los kurdos de los cuatro países en los que constituyen minorías significativas (Turquía, Irak, Siria, Irán) ayuden a pensar en la cuestión del Estado-nación como una necesidad transitoria con, en perspectiva, su extinción en beneficio del municipalismo y su contribución a una democracia viva.
En la conclusión de su abundante trabajo, Pierre Bance señala que las nubes negras continúan acumulándose sobre “el Municipio de Rojava”, y no desea haber escrito “una nueva página en la memoria de los vencidos”; prefiere que consideremos que “los kurdos no son un pueblo elegido, al que idealizar, sino un pueblo en revolución, al que apoyar”.
FUENTE: Jean Michel Morel / Orient XXI
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