Es pronto para hablar de un cambio significativo en la política turca hacia el norte y este de Siria y hacia las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), dirigidas por los kurdos, con la llegada de Joe Biden a la presidencia de Estados Unidos.
Sin embargo, observar la próxima política estadounidense en la zona nos lleva a un grupo de inferencias, como el rechazo de los demócratas a la política del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en fases previas en el Mediterráneo Oriental, Libia, la crisis azerbaiyana-armenia, y las políticas hostiles hacia el norte y este de Siria.
A esto hay que sumar las atroces violaciones cometidas por el gobernante Partido Justicia y Desarrollo (AKP), como obstruir el camino democrático y convertir a Turquía en un Estado autoritario que reprime a la oposición, destituye a los parlamentarios y a los jefes electos de los municipios, además de celebrar juicios simulados y encarcelar a los miembros de la oposición.
Este creciente rechazo estadounidense a las políticas turcas internas y externas representa la piedra angular para el proyecto del gobierno turco de cambiar su manera, a pesar de la intransigencia, la franqueza y la escalada mediática esperada de Ankara.
El pragmatismo que distinguió la política del partido gobernante desde que llegó al poder, volverá a aflorar a pesar del dogmatismo, que se convirtió en el rasgo más destacado, si no el único, en la composición del partido.
No cabe duda de que la era del ex presidente estadounidense Donald Trump representó la etapa culminante de la febril política turca, que buscaba generar tensiones regionales e internacionales.
De hecho, dar a Erdogan las manos libres de esta manera engañó al propio Erdogan, que se apresuró a obtener la mayor cantidad de nuevas áreas de influencia, que causaron tensiones regionales e internacionales, firmando acuerdos y tratos con oponentes de Estados Unidos, como Rusia, y sus enemigos, como Irán.
Darle a Turquía las manos libres de esta manera se ha convertido en una maldición para el partido gobernante, que puede apresurarse a mitigar estas políticas precipitadas.
Quizás, las políticas turcas en el norte y el este de Siria son una de las pruebas directas de la posibilidad de hacer un cambio en las actitudes de la línea dura de Turquía, o de hacer un descargo de responsabilidad con el que se conoce la política de Erdogan durante las crisis.
Los kurdos de Siria buscaron acicalar a Turquía antes y después de ocupar Afrin y Serekaniye (Ras Al Ain), pero sin más, ya que la intransigencia turca y la continuación del camino de la escalada y la amenaza seguían siendo la característica más destacada.
A cambio de la retórica de paz, a pesar de las calamidades que afligieron a los kurdos de Siria y adoptando la política de “abrir puertas”, Turquía mantuvo una política nihilista que dependía de la guerra sin pensar en invertir en la paz y beneficiar los lazos culturales y sociales entre los dos lados de la frontera, y lo que los kurdos de Siria pueden formar como un puente para la convergencia entre dos países vecinos.
Además, la paz puede traer como beneficios en desarrollo, culturales y políticos en ambos lados de la frontera, y la posibilidad de aliviar la tensión entre Washington y Ankara con respecto al problema del norte y este de Siria.
En ambos casos en los que Turquía esperaba poner fin al papel de los kurdos de Siria y su presencia equilibrada dentro de las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), como una fuerza en desarrollo kurda y siria, la apuesta turca no logró un colapso general, lo que confirmó que la cuestión de borrar la presencia kurda, o terminar con la presencia de las FDS, es más complicada que una ocupación importante aquí o un cambio demográfico allá.
Más bien, la Administración Autónoma estaba, en medio de la guerra, pagando los salarios de su personal administrativo, mientras las FDS se enfrentaban a ISIS o sus células durmientes o despiertas.
En cuanto a la retórica de la guerra y la ocupación, el camino hacia el proceso de paz requiere de la combinación de varios factores, como que Estados Unidos impida que se repita la agresión turca e insista en eso, y que no muestre la laxitud mostrada por la administración Trump.
Sobre todo, porque la amenaza de sanciones económicas detuvo el curso de la guerra turca que fue objeto de desarrollo durante la ocupación de Serekaniye y Tel Abyad, además de la seria ira mostrada por el Congreso de Estados Unidos y su impacto en la decisión turca, ya que la agresión turca parecía inexplicable en vista de las garantías dadas por las fuerzas de la Coalición Global y las FDS, especialmente la cuestión de sacar a los combatientes de estas últimas de la franja fronteriza.
Caminar por el sendero de la paz también requiere un papel de Kurdistán que contribuya al proceso de construcción de confianza. Recordamos el papel fundamental que jugó el difunto Jalal Talabani entre el entonces presidente turco Turgut Ozal y Abdullah Öcalan, y lo que representó el asunto en ese momento desde un comienzo serio para pensar en la paz y la reversión de la política de guerra. Es cierto que las circunstancias y los personajes son diferentes, pero la idea sigue siendo la misma.
Lo más importante es que las señales explícitas que envían las FDS, a pesar de las tragedias causadas por Turquía a los kurdos de Siria y a los sirios al este del Éufrates, pueden recibir un oído atento si Estados Unidos busca apoyar el proceso de paz y el control del comportamiento de Turquía. La paradoja es que el lado que incurrió en miles de víctimas que perdieron sus vidas, hogares y propiedades como resultado de las hostiles políticas turcas, fueron los iniciadores de la paz, mientras que el lado agresor busca la guerra y la solución de problemas con devastación generalizada.
Hay una pequeña posibilidad de lograr la paz, pero sin embargo estamos hablando de una oportunidad en la que la presencia de Estados Unidos en la región contribuye en los posibles cambios, y la pérdida de Turquía de la inutilidad que ha adquirido en los últimos años. Si no encontramos serias objeciones a la cuestión del establecimiento de la paz en la región kurda siria, la situación parece ser más difícil para Turquía y su gobierno, que busca guerras más que caminar por el sendero de la paz, incluso si es una táctica.
El problema más complejo radica en si el partido gobernante turco considera que la paz es uno de los signos de su fin.
FUENTE: Shoresh Darwish / North Press Agency / Traducción y edición: Kurdistán América Latina