La caída de Baghouz, el último bastión del autoproclamado califato del Daesh, en marzo de 2019, llevó al confinamiento de decenas de miles de sus combatientes y sus familiares en cárceles y campos bajo el control de las milicias kurdas en el noreste de Siria. Los foreign fighters, los combatientes extranjeros, quedaron en un limbo jurídico. Los países europeos se resisten a la repatriación de los suyos en medio del dilema entre seguridad, moralidad, derechos humanos y justicia.
En nuestro periplo por ese legado del califato estuvimos en los campos de Roj y Al Hol, y en la cárcel de Hasaka, donde los yihadistas viven en condiciones infrahumanas, hacinados y aislados del exterior en un antiguo instituto reconvertido en prisión. En esta prisión, hay unos 5.000 combatientes del Daesh. A pesar de las fuertes medidas de seguridad, ya ha habido varios motines e intentos de fuga. Los extranjeros, unos 2.000, son de más de 50 países, más de 800 europeos.
“Son los más peligrosos. La mayoría resistió hasta Baghouz. Fueron capturados en los combates más feroces”, nos explica el director de la cárcel, Robar Hassan. “Son como bombas de relojería. Si explotan, no sabemos lo que puede ocurrir. Están esperando una oportunidad para escapar”.
En la enfermería de la prisión vimos a yihadistas enfermos o heridos, algunos lisiados. Uno de ellos se nos acercó hablando en español. Era marroquí. Mustapha Ahdad nos dijo que había vivido en Santiago de Compostela y trabajado en el mar, que le detuvieron por tráfico de droga y fue expulsado de España. Como otros presos, no todo lo que dijo era cierto. Estuvo cinco años en la cárcel por tráfico de personas y fue expulsado porque estaba en situación irregular.
Nos dice que fue a Siria para ayudar a sus hermanos musulmanes que se oponían al régimen de Bashar Al Assad. Asegura no justificar lapidaciones ni decapitaciones, pero reconoce haber presenciado muchas y niega haber combatido o haber disparado. “¿Qué hacía entonces en el Estado Islámico?”, le preguntamos. “Estuve de conductor de camiones y grúas grandes”, me responde con una media sonrisa que oculta más de lo que dice. “¿Pero colaboraba con el Estado Islámico?”, proseguimos. “Bueno, eso sí. Eso sí. Pero en la guerra o matanzas, no”, afirma.
Nos autorizan a entrevistar a otros dos presos seleccionados por la dirección de la cárcel. Nos ponen la condición de no hablar con ellos sobre la situación del Daesh ni decirles que Al Bagdadi, su líder, ha muerto.
“Era joven, con el cerebro lavado, no pensaba, estaba alocado”
Uno es el belga Abdellah Nouamane. Se fue a Siria en 2013, solo tenía 17 años. Alega la misma razón que Mustapha para unirse al Daesh. Al preguntarle si defendía una ideología e interpretación que admite decapitaciones y lapidaciones, responde: “Era joven y no pensaba en eso. Para ser honesto, era como una película. Era joven, con el cerebro lavado, no pensaba, estaba alocado. Hacía lo que me daba la gana”. A pesar de su juventud, Abdellah pertenecía a la ya disuelta organización salafista radical sharia4belgium, que quería transformar Bélgica en un Estado islámico. Desde Siria, envió un mensaje de audio amenazando a su país. Es considerado uno de los terroristas yihadistas belgas más duros.
“Fui herido en el estómago en el 2015 y tengo todavía mis órganos fuera, se llama colostomía. Tengo una bala ahí”, nos cuenta. Dice que fue consecuencia de un disparo por error de otro yihadista, no en combate. Al igual que Mustapha, quiere volver a una vida normal. “No maté a nadie. El Daesh eran 12 millones de personas. ¿Y me quiere decir que los 12 millones mataron? Es imposible”, se defiende.
“Prefiero que me decapiten a la silla eléctrica”
Contra el alemán Mohammed Demer hay cursada una orden internacional por pertenencia a organización terrorista. Llegó a Siria en 2016 porque quería ver ese califato que vendía la propaganda del Daesh. “Si vuelve un Estado Islámico, da igual donde, iré, iré a cualquier país en el que se establezca al 100% la ley islámica”, afirma tajante. En sus declaraciones no se percibe distanciamiento del Daesh al preguntarle por lapidaciones y decapitaciones.
“No sé, no soy juez, no sé qué condenas se dictan, pero estoy completamente de acuerdo con la legalidad islámica, apoyo sus sentencias. Y si hay una condena a muerte, yo personalmente prefiero que me decapiten antes que ser asado en la silla eléctrica, o que me metan veneno en las venas”, responde, asegurando que solo quería y quiere vivir bajo un Estado islámico y que no combatió ni mató a nadie. “No, no tuve que hacerlo, por suerte”. Quiere ser juzgado en Alemania porque dice que allí tiene derechos y que la situación en la que están es inhumana.
Unos 5.000 hombres, mujeres y niños europeos se unieron al Daesh
“El tema tal vez más complejo es qué hacer con estos hombres de los que sí que hay evidencia de que han estado implicados en actividades de terrorismo allí”, dice Carola García-Calvo, investigadora principal sobre Radicalización Violenta y Terrorismo Global, del Real Instituto Elcano. “Ellos van a volver, vienen con rabia, vienen con ira. Se les ha impedido cumplir con su misión y van a venir con el mismo objetivo: matar al mayor número de infieles”, añade la presidenta de la Asociación contra el Radicalismo Extremista y Víctimas Indirecta (ACREAVI), Raquel Alonso.
Unos 5.000 hombres, mujeres y niños europeos se unieron al Daesh en Siria e Irak. Una parte importante estuvo envuelta en combates, asesinatos o masacres. Otros insisten en que sólo fueron para someterse a las estrictas leyes islámicas. Suponen todo un desafío para sus países de origen y, en concreto, para los europeos. No se les quiere repatriar por si, por falta de pruebas, acaban condenados solo a unos pocos años de cárcel, con lo que pronto estarían en la calle y podrían cometer atentados.
“Ningún país europeo quiere recibir en su tierra a terroristas. Son personas sumamente peligrosas porque reúnen dos cualidades: una, son personas adoctrinadas y, en segundo lugar, adiestradas operativamente. Eso significa que pueden venir a España y no solo adoctrinar a otras personas sino adiestrarlas o directamente cometer delitos”, asegura Miguel Ángel Carballo, Teniente Fiscal de la Audiencia Nacional.
Los kurdos de Siria e Irak se sienten abandonados ante la ingente tarea de juzgar a los foreign fighters. No repatriarlos ni someterles a un juicio justo podría llevar a incurrir en una violación del derecho internacional humanitario. La autoadministración kurda de Siria ejerce ahora el poder y la justicia de facto en gran parte de los antiguos dominios del califato del Daesh.
“Muchos países nos han dejado solos, nos sentimos abandonados en la región con esta bomba de relojería que puede explotar en cualquier momento. Se trata de un problema internacional”, denuncia el juez kurdo Khalid Bourges Ali, del Consejo de Justicia del Noreste de Siria, que pide compromiso y responsabilidad a Europa, y la creación de un tribunal internacional.
“Como consejo judicial, preferimos juzgar a todos los combatientes en el área de la autoadministración, donde tuvieron lugar los crímenes. Si queremos juicios justos tienen que celebrarse aquí. Así se daría, al menos, una pequeña compensación moral a las familias de las víctimas. Los testigos y las evidencias están aquí. Es complicado llevar a los testigos a otros países. Por eso, si queremos hacer justicia con principios internacionales y tener todas las evidencias, deben ser juzgados aquí”.
Unos defienden que sean juzgados en la zona, pero sin condenas a muerte. Otros que sean repatriados los más vulnerables, los huérfanos y los menores. Otros, que las mujeres también. La autoadministración kurda siria no está reconocida internacionalmente. Hay, por tanto, un vacío político y legal. Podría establecerse un tribunal penal internacional o una corte local con estándares internacionales en el Kurdistán sirio. Pero harían falta jueces, abogados, expertos, investigadores y cárceles en condiciones para el cumplimiento de las penas. Se podría trasladar a los extranjeros a Irak para juzgarles y evitar así el limbo jurídico kurdo-sirio. Pero en Irak hay pena de muerte y la tortura es endémica. Esto es inaceptable para los países europeos.
Cientos de yihadistas han sido ya condenados a muerte o cadena perpetua
Aun así, cientos de yihadistas, incluso europeos, han sido ya condenados a muerte o cadena perpetua, tras ser transferidos desde Siria. El retorno de los yihadistas es un debate abierto en todos los países afectados. La posición española es no proceder a una repatriación en bloque sino decidir caso por caso.
“Entendemos que llevarlos a juicio sin suficientes pruebas podría conducir a su liberación y vuelta a la comunidad y a la sociedad. Y eso podría ser muy peligroso. Pero tiene que haber una solución. Podría ser una especie de tribunal internacional o algo parecido que puede ser establecido en Irak o en Siria para juzgarles y condenarlos y, después, enviarlos a sus países”, dice Safeen Dezayee, jefe del departamento de Asuntos Exteriores del gobierno regional del Kurdistán de Irak.
El ejército norteamericano, en el marco de la operación Gallant Phoenix, ha recogido sobre el terreno evidencias de los crímenes del Daesh. Pero podría haber problemas con la cadena de custodia. Es muy importante saber cuál es el origen del material probatorio y si se ha vulnerado en su obtención algún derecho fundamental. En Irak, el equipo de investigación de Naciones Unidas, UNITAD, también ha recogido evidencias.
“Necesitamos adquirir pruebas en el lugar del conflicto. Esto es sumamente difícil. Fundamentalmente, se tiene que basar en pruebas de convicción recogidas en el mismo lugar de los hechos y normalmente no lo hace policía judicial sino las propias tropas, los propios militares”, explica Miguel Ángel Carballo.
12 mujeres españolas
40.000 militantes de más de 100 países engrosaron las filas del Daesh. Entre los siete países de los que más yihadistas acudieron figura Francia. Junto a los yihadistas desplazados de Alemania y Bélgica conforman la mayoría de los varios miles que fueron desde la Unión Europea. Un 30% fue volviendo a la par que el califato iba perdiendo su territorio. El resto ha muerto, sigue combatiendo o está en cárceles o campos de Siria o de Irak. Desde España marcharon 248 yihadistas, 48 españoles y el resto residentes de otras nacionalidades. De ellos, 30 son mujeres, 12 españolas.
“Está claro que no supone la misma amenaza un varón que ha estado combatiendo y tiene conocimientos en el manejo de armas y explosivos que, a lo mejor, un menor o una mujer cuyas labores han sido importantes también en ese califato, han estado sometidos a altas dosis de violencia, han estado en una convivencia de la Sharia muy, muy radical. Es necesario el análisis individualizado para valorar qué supone su retorno”, explica Cristina Andreu, jefa del Área de Inteligencia del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO).
El campo de Al Hol acoge a 10.000 niños y mujeres, muchas viudas, de combatientes del Daesh. Pocas se atreven a hablar. Las más radicales reprimen cualquier conato de distanciamiento de la ideología del Daesh. Varias han sido asesinadas y varias tiendas incendiadas.
“Las extranjeras más radicales están trabajando en secreto para reorganizarse. Quieren reconstruir el estado islámico dentro de este campo. Ha habido muchos crímenes relacionados con eso”, afirma el administrador civil del campo de Al Hol, Jaber Mustafa. “Desde luego, no debemos en ningún momento minusvalorar el papel que tienen actualmente las mujeres en el movimiento yihadista global”, dice la investigadora del Real Instituto Elcano, Carola García-Calvo.
Los niños están traumatizados y se radicalizan
Los niños estarán más traumatizados y radicalizados cuanto más tiempo pase. Y su reintegración a una vida normal será más difícil. Han sido sometidos a adoctrinamiento, incluso a entrenamiento militar, y podrían ser una amenaza en el futuro. “Estos niños han estado expuestos a situaciones de violencia extrema y han vivido una situación de guerra. Hay que tratar la huella de estos acontecimientos, hay que dedicar esfuerzos a la rehabilitación y reintegración de estos niños”, advierte Carola García-Calvo. “Se nos han mostrado en determinada propaganda niños de muy corta edad, alrededor de los 9 años, haciendo ostentación de empleo de armas de fuego: Es cierto que algunos de ellos también pueden suponer una amenaza”, añade Cristina Andreu.
Los programas de desradicalización no acaban de funcionar. Y las prisiones son focos de captación y radicalización. Así que se apuesta más por programas de desenganche. “Lo que se intenta en el espacio europeo es que se abandone la legitimación de la violencia porque se ofrece un marco de derechos, de libertades que permite que cualquier persona pueda defender sus ideas o sus creencias sin tener que usar la violencia. Pero que abandonen la ideología o el grado de radicalidad es muy complicado”, asegura José Luis Serrano, jefe del Área de Estrategia y de Prospectiva del CITCO.
Los países europeos se ponen de perfil ante las dificultades para el enjuiciamiento y la reinserción de los terroristas del Daesh que se desplazaron a Siria e Irak. Su retorno es todo un dilema entre seguridad, derecho internacional humanitario y reintegración futura que los países europeos no acaban de resolver. Pero es acuciante juzgar con garantías a tantos sospechosos de graves crímenes y acabar con el limbo legal en el que se encuentran y la bomba de relojería que representan. No hacerlo podría conducir a una repetición del error de Guantánamo y provocar una mayor radicalización y una reactivación de un Daesh que sigue vivo, tocado pero no hundido. “Daesh ya no es una célula durmiente, son células muy activas. Han llevado a cabo operaciones contra las fuerzas de seguridad, contra las comunidades y están urgiendo a reclutar gente e intentando ampliar sus áreas de operaciones. Es una amenaza global”, advierte Safeen Dezayee.
“La amenaza cambiará de escenario seguramente. Se trasladarán. Si en un enclave estas organizaciones están siendo muy atacadas, sin duda, morarán a otros espacios. El terrorismo, por desgracia, va a seguir en los próximos años atacando a las sociedades libres, democráticas, occidentales porque la yihad global pretende imponer un sistema teocrático fundamentalista”, concluye el jefe de la División Antiterrorista del CITCO, Teodoro Gómez.
FUENTE: Pilar Requena / RTVE