El portal de internet duvarenglish.com publicó un reportaje de Hale Gölnültas sobre las mujeres yezidies objeto de tráfico sexual en Turquía. Después de sobrevivir al secuestro, tortura y violaciones perpetradas por miembros del Estado Islámico (ISIS, Daesh) durante el 2014 en Irak, algunas mujeres y niños yezidies continúan siendo explotados sexualmente en lo que Gölnültas describe como “a deep-web slave market”.
Rescatada de una casa en Ankara, en la cual la mantenían recluida sus explotadores, la historia de Zozan K (un seudónimo utilizado para mantener su privacidad) es una de miles de trágicas y desgarradoras historias que se enmarcan en el genocidio yezidi que, desgraciadamente, ha sido ignorado por la prensa y academia en América Latina, y que en agosto de 2020 cumplió ya seis años de ser perpetrado.
El genocidio sufrido por los yezidies a manos del Estado Islámico es doblemente bochornoso: ocurrido en pleno siglo XXI y a los ojos de todo el mundo, ha sido inadvertido y minimizado tanto por políticos como analistas y académicos. Lo anterior demuestra que la experiencia del siglo XX en torno a masacres, genocidios, limpiezas étnicas y otros crímenes no ha servido de mucho para despertar conciencia, y mucho menos para establecer mecanismos de protección y prevención de estas tragedias humanas más allá de las exhibiciones en museos y discursos huecos e inútiles.
Durante el verano de 2014, el grupo terrorista islamista Daesh cometió todo tipo de crímenes internacionales en Irak. La Alta Comisión para los Derechos Humanos de Irak (IHCHR) afirma que al cumplirse el sexto aniversario del genocidio sufrido por los yezidies en las zonas de Sinjar y Nínive se debe recordar que no sólo se asesinó y secuestró a miles de yezidies sino también que más de 360.000 personas fueron desplazadas de manera violenta. IHCHR revela que existen más de 83 fosas comunes en donde se han encontrado cientos de cuerpos y que miles de yezidies aún siguen desaparecidos.
Los datos del genocidio son devastadores. Más de 5.000 yezidies fueron asesinados por ISIS; se calculan en más de 6.400 las mujeres que fueron secuestradas y esclavizadas (algunas de ellas vendidas con fines de explotación sexual). Mientras escribo estas líneas, alrededor de 2.800 mujeres y niños siguen desaparecidos.
Las llamadas de auxilio por parte de organizaciones de derechos humanos y dedicadas a ayuda humanitaria han caído en los oídos omisos de una “comunidad internacional”, que poco ha hecho para mejorar la suerte de estos miles de seres humanos más allá de discursos y proclamas que, año con año, se hacen desde parlamentos, instituciones y organismos internacionales y que con cada año que pasa suenen más huecos e hipócritas.
En junio de 2016, las Naciones Unidas declararon que Daesh había cometido genocidio contra los yezidies al intentar desaparecer tanto a la religión como a sus seguidores, lo que coincide con la definición de genocidio contemplada en el artículo 2 de la Convención para la Prevención y Castigo del Crimen de Genocidio de 1948, que estipula: “Cualquiera de los siguientes actos cometidos con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo racial o religioso, como tal: matar a miembros del grupo; causando daños corporales o mentales graves a miembros del grupo; infligiendo deliberadamente a las condiciones de vida del grupo calculadas para lograr su destrucción física total o parcial; imponer medidas destinadas a prevenir el nacimiento en el grupo y transferir a la fuerza a niños del grupo a otro grupo”.
Las llamadas desesperadas del IHCHR al parlamento Iraquí y a la comunidad internacional para lograr algún tipo de compensación para los yezidies, y buscar a las personas desaparecidas, no han encontrado resonancia en un Occidente indiferente e indolente a este genocidio. Nadia Murad, la famosa activista por los derechos humanos de origen yezidi, y Amal Clooney, cada aniversario levantan su voz para acusar a Occidente de pasividad e indiferencia ante esta tragedia, pero poco se ha logrado para brindar a los yezidies justicia, dignidad y reparaciones.
Si bien no abunda, hay bibliografía sobre los yezidies que vale la pena destacar. Un ejemplo es Gerard Russell, quien en su libro “Heirs to Forgotten Kingdoms”, describe la actualidad de grupos religiosos y étnicos como los mandeos, zoroastrianos, drusos, samaritanos, coptos, yezidíes y kalashas. Lo más interesante del libro de Russell, además de la descripción de las creencias e historias de estos grupos minoritarios, es que llevó a cabo entrevistas con miembros de esas minorías que residen en Occidente. En ese sentido, el capítulo dedicado a los yezidíes inicia con una charla que el autor sostuvo con Mirza Ismail, un yezidi residente en Canadá, que relata su vida personal llena de episodios de represión, persecución, intolerancia y exilio. La historia de Mirza Ismail simboliza la historia de su pueblo.
Los yezidíes componen un grupo étnico/religioso con un sistema religioso que algunos han descrito como “esotérico”. Si bien tiene similitudes superficiales con el islam, en el fondo la religión yezidí es diferente y merece una mayor atención y análisis que el que se puede ofrecer en esta reflexión. Otra característica importante es que los yezidies son kurdo hablantes (dialecto kurmanji), por lo que algunos académicos y estudiosos los describen como kurdos de religión yezidí, sin embargo en los últimos diez años hay tendencias internas en el mundo yezidí (incluida su diáspora) a definirse no como kurdos de religión yezidi sino como yezidies kurdo hablantes, lo que es un tema de estudio muy interesante en esta época de redefiniciones identitarias. Ejemplo de estas reconfiguraciones es la investigación de Tork Dalalyan, “Construction of Kurdish and Yezidi Identities among the Kurmanji-speaking Population of the Republic of Armenia”, aparecida en forma de artículo en el libro “Changing Identities: Armenia, Azerbaijan, Georgia”, publicado por la Heinrich Böll Stiftung en el 2012.
Si bien los orígenes del yezidismo están envueltos en un manto de leyendas, se debe reconocer, como hace Birgül Acikyildiz en su libro “The Yezidis: The History of a Community, Culture and Religion”, que el yezidismo es parte del mosaico étnico y religioso de Medio Oriente. Acikyildiz sostiene que la religión yezidi surgió en su forma actual entre los siglos XI y XII d.C en la zona montañosa del Kurdistán iraquí. Entre los mitos que rodean a los yezidies es el ser definidos como “adoradores del diablo”, cuando en realidad su religión contiene un sistema de creencias complejo y resultado de sincretismos religiosos que incorporó elementos zoroástricos, sufíes y del paganismo antiguo, y en el cual la figura de Tawusi Melek (el Ángel en forma de Pavo Real), figura central en el sistema de creencias yezidí al considerarse el custodio del universo y representante de Dios en la tierra. Acikyildiz hace un trazado histórico por las prácticas religiosas así como la arquitectura característica de los templos yezidies así como sus complicadas relaciones con sus vecinos.
Similar a drusos y alawitas, los yezidíes mantienen una jerarquía clerical rígida y estrictas reglas de comportamiento intragrupal, que también regulan las relaciones con otros grupos religiosos. Como suele pasar en este tipo de grupos sincréticos minoritarios, la endogamia así como los ritos de iniciación juegan un papel central en la preservación de la identidad religiosa y nacional.
Ubicados históricamente en el norte de Irak y algunas partes de Siria, Armenia, Georgia e Irán, los yezidíes, como se mencionó anteriormente, cuentan con un sistema de creencias que ha sido malentendido y agredido por sus vecinos musulmanes debido a la secrecía de sus ritos religiosos; al poco contacto que los yezidíes mantenían con el mundo exterior y por no ser una religión que busca adeptos fuera del grupo.
A lo anterior, se suma un crónico acoso y marginación que han dejado huella en la conciencia colectiva yezidí y en su historia, que recupera y transmite el recuerdo de setenta y dos persecuciones que a lo largo de los siglos han sido desatadas contra ellos. Árabes sunitas, turcos, kurdos musulmanes, ingleses y los otomanos han perpetrado ataques genocidas contra este grupo religioso/nacional a lo largo de la historia.
Los yezidies no esperaron pasivos su destino y resistieron la agresión, encontrando en sus montañas y cuevas a sus aliados contra las fuerzas otomanas, dentro de las cuales había tribus kurdas musulmanas que cometieron actos de violencia y pillaje contra los yezidies. Otra forma de resistencia será la preservación de costumbres y ritos a pesar de convertirse formalmente al islam, lo que les permitía sobrevivir a la represión.
El 3 de agosto de 2014, la desgracia se cernió de nuevo sobre los yezidíes. Las hordas fanáticas de Daesh llegarían a Sinjar para devastarlo, masacrar a sus habitantes y expulsar a los supervivientes de su territorio, acusándolos de idólatras y paganos. Miles de yezidíes aún deambulan y languidecen en campos de desplazados ubicados en la región kurda de Irak. Occidente no puede acusar de falta de información sobre lo que acontecía con los yezidies, pues las principales cadenas noticiosas mostraban imágenes de la agresión de un Daesh que en ese momento parecía imparable.
Después de más de cinco años de heroica resistencia y batallas encarnizadas, las fuerzas kurdas apoyadas por Estados Unidos y otros países lograron derrotar a Daesh en Siria e Irak. Las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF, por su siglas en inglés) lideradas por los kurdos terminaron con el “califato” instalado por Daesh, y si bien parece que el grupo radical islamista aún se mantiene operativo, la derrota sufrida a manos de las fuerzas kurdas fue decisiva. Los yezidíes encontraron en la región kurda de Irak un refugio y una protección, y en estos días se habla de establecer una suerte de autonomía yezidí en la zona.
Es difícil pronosticar el futuro de los yezidíes en un Medio Oriente inmerso en conflictos bélicos, intervenciones e invasiones de potencias regionales en países como Irak y Siria en los cuales viven los yezidíes y un proceso migratorio que ha llevado a muchos de ellos al exilio en Europa y América del Norte lo que, en cierto sentido, amenaza las formas tradicionales de la comunidad yezidí que tendrá que adaptarse a estos turbulentos tiempos. La carencia de un lobby o diáspora poderosa que hable en su nombre tampoco ayuda a que la causa yezidi alcance la importancia que merece en los salones de las instituciones y países occidentales. La causa yezidi encuentra en Nadia Murad, Amal Clooney y otros luchadores por los derechos humanos, una voz representativa y que, de alguna manera, ayuda a evitar el olvido de esta afrenta.
Tendremos que aprender a escuchar esas voces y mostrar empatía con este pueblo que ha sufrido y sufre un genocidio que aún no cierra sus heridas.
FUENTE: Manuel Férez / OrienteMedio.News / Edición: Kurdistán América Latina