Cada momento, una revolución

La autodefensa significa existencia. Sin ella no podemos sobrevivir, no podemos ser. Dentro de la comprensión de la autodefensa: ¿qué queremos decir con “el yo, el ser”? ¿Qué queremos decir con “defensa”?

El yo tiene una base universal, como parte del todo, de todo el universo. Si el yo, en la comprensión, en el sentimiento, sólo abarca el propio mundo, entonces las acciones no están conectadas, sino que sólo se refieren a la supervivencia de la propia vida. Así, la sociedad no puede ser, porque necesita que estemos conectadas para construirse a sí misma. Necesita crear una mente y un corazón común que sea diverso y completo, como el mundo que la rodea, que sigue creciendo y enriqueciéndose, comprendiéndose a sí misma. Cuanto más pequeño es el yo pensado y sentido, más distante está este yo del mundo, de la vida, más distante está de una defensa que intenta construir una sociedad ética, significativa y amorosa. Así que este yo debe existir con respeto y sentido, conectado al mundo en el que crece. También es un “nosotras” que es también un “nosotras” cuántico universal.

No estamos solas, porque nadie es la única. Yo, el ser, nosotras, estamos hechas de las mismas estructuras e influencias sociales, religiosas, culturales, familiares e históricas que han construido las otras yo, pero en diferentes combinaciones. Estas combinaciones nos hacen a cada una de nosotras únicas, pero también son lo que nos conecta. Hacerse fuerte desde nuestros diferentes contextos, significa dar una base sólida a esta identidad común. Porque necesita la fuerza y la diversidad de muchas para defender el mundo, y las diferentes sociedades y realidades que conlleva. ¿Quién es este “yo”? ¿Una persona? ¿El universo? ¿“Nosotras”? ¿Quién es “mi ser”? ¿Qué es “nosotras”? ¿Cómo aprendemos a convertirnos en “yo”? ¿Cómo unimos “yo” y “nosotras”? Es importante preguntar, buscar y explorar todo el cuadro, encontrando la profundidad y las conexiones que componen un yo creativo, amoroso y significativo.

La defensa es un acto de construcción de estructuras y puentes entre los humanos, la naturaleza y la existencia. De modo que todas las partes se completan entre sí en el todo. Un “yo” conectado defiende un mundo con un significado más amplio, dando sentido a todas las partes en este todo. Porque “defender” es crear en consideración a esta totalidad, que es un flujo continuo, y cambiando dentro de ella. Una “defensa” individualista y centrada en el ego destruirá el tejido que mantiene unidas las bases de la vida y la libertad. Tal “autodefensa” es una falsa defensa, un yo que destruye su conexión consigo mismo y con la vida. Hoy en día, la mayoría de nosotras nos conectamos “para defender algo”, es decir, un acto violento contra alguien. Así, se convierte en ganar y dominar, destruyendo la amenaza con el objetivo de sobrevivir. Pero con este enfoque de “ganar o perder”, el paradigma de “ellas y nosotras”, la filosofía de la separación, creamos una mentalidad “en contra”. Con esta definición y los actos cotidianos, aprendes a ver y sentir el mundo como un lugar hostil. Sólo puedes tener una vida segura si destruyes o controlas todas las posibles amenazas. Es una “defensa” que justifica los ataques contra el mundo en el que vivimos. Matar y destruir en nombre de la “vida”.

¿Qué aprendemos de ello? ¿Qué nos dice? Los ojos y el corazón con que vemos, sentimos y nos amamos a nosotras mismas y a nuestro mundo, determinan cómo nos moveremos en la vida. Determinan lo que creamos, nuestros sentimientos, energía, sueños o pesadillas, incluso la falta de sueños… ¿Somos realmente ese yo individual y único, que no es el resultado de toda la historia humana? ¿O somos la mejora de nuestras antepasadas? ¿Somos las mejores versiones de ellas? ¿Estamos haciendo más? ¿Nos estamos convirtiendo en mejores seres humanos a través del conocimiento y la experiencia? Todas nuestras acciones siempre tienen un impacto, y no importa cuán pequeño sea. ¿Estamos funcionando mejor con la lógica moderna? ¿Creemos? ¿En el pensamiento, en el sentimiento? ¿Creemos? ¿En algo? ¿En nosotras? ¿En las demás? ¿Por qué es importante entender qué, dónde estamos y por qué? ¿Qué y por qué tenemos que cambiar la mentalidad y las emociones de separación, desconexión y hostilidad? ¿Cambia algo si nos vemos como una parte viva del mundo, sus maravillas y su existencia… o no? ¿Es fácil cambiar la comprensión ya profundamente implementada, basada en el miedo? ¿Qué se necesita para convertirse en el propio «yo»? ¿Cómo aprendemos a ser parte de la comunidad? ¿Cómo aprendemos a entender el “nosotras” común no sólo como una construcción humana? ¿Cómo aprendemos a convertirnos en cualquier cosa? ¿Cómo aprendemos a convertirnos en “nosotras”? ¿Podemos convertirnos en nosotras mismas sin todo el “nosotras” común?

¿Por dónde empezamos? ¿Dónde comienza nuestro viaje? Nuestro viaje comienza antes de que nazcamos. Nuestro viaje, sea cual sea el género que tengamos, es el viaje de las mujeres a través de la historia. Es la historia de la ruptura del equilibrio entre los humanos, entre los géneros, entre todas las vidas, creando jerarquías de quién tiene “el derecho a la vida y quién no”. Todo lo que acogemos, todos los sentimientos, impresiones, pensamientos, son parte de la historia de estas rupturas, de nuestra madre, su madre, innumerables madres antes de ellas, innumerables mujeres antes de ellas. Sentimos lo que no se nos dice, no se nos explica. Sentimos la historia de las mujeres, a lo largo de miles de años. Sin filtrar y creciendo en el útero, la realidad de estos sentimientos nos crea. La vida de una mujer. Allí, en el nido cálido y reconfortante, en nuestra madre, aprendemos primero lo que ella siente, lo que aprendió… sobre sí misma, el mundo, el sentido de la vida y cómo todo esto está conectado a ella como mujer, determinando su lugar en esta Vida. Lo que ella siente cuando piensa en nosotras, sentimos si somos queridas o no, sentimos las dudas, la incertidumbre, la impotencia. Sintiendo cuánta seguridad hay, cuánta confianza en el futuro, ella percibe para ella y para nosotras, con nosotras. ¿Ama? ¿Es amada? ¿Respetada? ¿Confía? Cuanto menos de todo esto haya, más insegura es. No somos una copia exacta de nuestra madre, pero ella nos muestra primero a través de sus emociones, en qué tipo de mundo, en qué tipo de realidad nos encontramos. Esto podría significar sentir si eres bienvenida o no como una niña. Sentir que tu existencia está limitada a todas las reglas hechas para ti. Crecer con ello, cada paso del camino, este primer aprendizaje. Todo lo que sigue, lo que la familia, las amigas, la sociedad, nos enseña sobre nuestro papel, profundizará lo que aprendimos tan pronto. Muchos factores estarán involucrados en influir en nuestro ser, nuestras motivaciones y decisiones, nuestras maneras.

¿Cuántos de estos factores aprenderemos a ver como el destino? ¿Cuáles nos harán negarnos a nosotras mismas? La vergüenza, el miedo, el castigo, la constante observación por parte de Dios, por las tradiciones, por la familia, por el Yo, que aprendió a observarse e ignorarse a sí mismo de acuerdo con esta realidad. Y con esta mochila, preguntando de nuevo… ¿en qué aprendemos a creer? ¿Quién y qué tiene derecho a la vida? ¿El “derecho a la vida”? ¿Qué estamos esperando y viviendo? ¿Respetar y amar la vida y la existencia? ¿Por qué y hasta dónde? ¿Acaso hay alguna diferencia?

Entender qué valores perdimos, y cuáles son los resultados de eso, es el comienzo de la defensa, la autodefensa. Necesitamos recrear y devolver esos valores a nuestra vida común. Entender de dónde viene la “forma de pensar y sentir” que nos separa, dónde está arraigado el miedo, el prejuicio y el rechazo, por qué algunos son más dignos de ser vistos que otros… nos guiará a través de esta historia de rupturas y destrucción constante. Pero también nos llevará a través de una historia oculta de resistencia y de defensa, de un enfoque diferente al de matar a todos los que no se doblan o encajan. Hace mucho tiempo, los valores de la existencia estuvieron protegidos por las Madres. Los problemas más pequeños de la sociedad tenían soluciones comunales mediadas por roles matriarcales, que llevaban la profundidad de una humanidad que es parte de toda la existencia. Eran los pilares de la vida, de la vida en común, y la mayor forma de autodefensa. Autodefensa, que se definía por los actos de crear y construir, conectar y amar, alimentar y curar. Era la época de la Diosa Madre, nuestra Madre Naturaleza. Ella era defendida por todos, y era la que todo defendía. Las sociedades le dieron un significado, ella llevó sus valores a la vida diaria, compartiendo y cuidando para el todo común. Con su guía, las sociedades se protegieron con fuertes lazos y una comprensión común de su propia existencia, una vida en libertad enraizada en su unión.

Hace unos 5.000 años llegó el final de los tiempos del Neolítico. Los humanos aprendían rápido, siempre desarrollándose en diferentes direcciones. Lo que entendemos de la historia es que, alrededor de esa época, una mentalidad dominante comenzó a extenderse y a crear un nuevo concepto del ser. Separó a los humanos en categorías. Creó jerarquías basadas en el dominio de una mentalidad masculina dominante, que cambió toda la comprensión del ser humano dentro del mundo. Construyó diferencias basadas en la opresión del otro, entendiendo la libertad como una forma de preservación de los bienes materiales y de la consciencia individualista; haciendo grietas entre los pueblos; quemando puentes; quemando mujeres; quemando las raíces y el conocimiento. Hasta que, hoy, entramos en el siglo XXI lejos de este mundo de madres guía. El hormigón empuja nuestras almas hacia su frío cuerpo. No percibimos, nuestros corazones no han llegado a conocer o apreciar la profundidad de esta inmensa e imparable diversidad. La confianza originaria ha dado paso a una inquietud destructiva que calcula, pesa, pide beneficio para sí misma, para hoy, sin consideración de los recursos, sin gratitud por la vida. Las historias que escuchamos hoy nos retratan como la más sublime de todas las criaturas, divina y poseedora de todo. Ya no somos parte del todo, nunca estuvimos hechos del mismo material, valemos más, somos diferentes y tan originales que la creación tiene que doblegarse ante nosotros, y no al revés. Nuestro deber es controlar, dominar, porque la naturaleza es hostil y debe ser conquistada, porque está contra nosotros. El patriarcado y la dominación en su máxima expresión. Esclavizó a los seres vivos y les dio el poder de verse a sí mismos más dignos que las mujeres, la naturaleza y todos los que no se entienden como fuertes y poderosos. Métodos de opresión compartidos, para oprimir de una manera más inteligente. Dejar que los esclavos se sientan libres, al esclavizarse voluntariamente para obtener una parte del poder destructivo. Todo el mundo parece saberlo, mucha gente lo siente, pero ¿cómo salir de este círculo de deseos destructivos? Y… ¿realmente queremos salir de él?

Somos las generaciones que son capaces de ver, sentir y vivir los resultados extremos de este cambio de mentalidad de hace miles de años. Y cuando investigamos, encontramos las huellas de la resistencia, de la rebelión, de la belleza de no aceptar la destrucción y la explotación a nuestro alrededor y dentro de nosotros. Lo cual es, desde entonces, cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo… una lucha continua. Es una guerra de mentalidades. El objetivo de esta guerra es destruir la confianza que tenemos en nuestra fuerza común. Para defendernos dentro del yo comunitario necesitamos organizarnos con otra mentalidad, lejos del patriarcado y la dominación. Pero también hay una herida dentro de todos nosotros. Estamos listos para luchar, para defender, para darlo todo… pero la mentalidad contra la que luchamos vive en lo profundo de nuestras almas y corazones. Si no hacemos preguntas desde otro ángulo, sólo obtendremos respuestas lógicas y medibles, frías y sin vida. Si no analizamos con otros ojos, no podremos creer en el cambio de esta mentalidad espantosa. No podremos llevar acabo lo que nos es necesario. Tenemos que volver a aprender el amor. Nuestras acciones pueden ser una resistencia violenta, capaz de golpear a los opresores, física y económicamente, muy fuerte, capaz de matar a nuestros ejecutores, capaz de hacer un cambio de poder dentro de la construcción del Estado. Pero estamos recreando su mentalidad con nuestras acciones. Porque la violencia usada con ese enfoque es un ataque contra todos los seres vivos. Responder a la destrucción con destrucción.

Así que, si la respuesta para la destrucción es el amor, entonces deberíamos preguntarnos qué significa el amor. O, primero, mirar lo que no es. No deberíamos mezclarlo con esta mentalidad y emociones de propiedad, destrucción y sexualización, que son muy comunes cuando se “ama” en las sociedades actuales. Tenemos que volver a cómo crecimos y a lo que nos enseñaron sobre nosotras (en yo y nosotras) y la vida. El «amor» que vemos y sentimos hoy en día es principalmente la razón por la que la gente tiene miedo y desconfía de los demás, como resultado de la misma mentalidad que nos permite poseer el mundo o una mascota, o lo que sea. Chupando y escupiendo nuestras expectativas sobre el «amado», en la carrera de sentir algo positivo. Se trata de ser dueña de los corazones, de las almas, de poseer y controlar toda la vida, porque sólo entonces es real y especial, porque el «amor» puede ser sólo algo especial y exclusivo. En muchos hogares, en todo el mundo, las personas se matan entre sí, se oprimen, violan, asaltan, golpean… en nombre de este “amor”. La mayoría de las mujeres son el objeto de este “amor”. Nos están matando. Pero es la expresión más profunda de odio y de no amar nada. Es el miedo y el dolor, lo que crea más miedo y más dolor. Con este “amor”, nos quedaremos atrapadas dentro de esta realidad individualista y separadora que sentimos a nuestro alrededor.

El amor sólo puede crecer y vivir a través de la comunidad, dentro de la libertad de crecer, aprendiendo emocional y mentalmente, cómo sentirse conectada y amada por lo que eres. Se trata de aprender a sentir y pensar de forma distinta, apreciar los milagros y las cuestiones de la vida, amar las diferencias y las similitudes. Se trata de valores y sus límites. Se trata de responsabilidades, de cuidar por amor y no por miedo. Se trata de la libertad, lo que significa crear una vida libre. Esta vida libre no puede depender de un lugar, de un tipo de persona o de un ser. La libertad es para todas y para todo, porque la existencia de un yo individual, de una sociedad individual, incluso un solo pensamiento o sentimiento, no existe, es parte del todo. La Libertad es Amor, y el Amor es responsabilidad y vínculos comunales. Es organizar la vida junto con el amor. No podemos esperar un momento perfecto de amor, tenemos que crearlo todos los días, una y otra vez, creando amor y esperanza dentro de cada momento. Organizando nuestro amor, que no tiene otra prioridad que crecer en todas partes, podemos encontrar que es una fuente primaria de liberación.

Todo lo que hacemos tiene un impacto, representa una mentalidad, representa cuánto valoramos quiénes somos, de quiénes estamos rodeados, qué estamos viviendo, cuánto amamos, todo, siempre. Cuando hablamos del momento cuántico, entonces hablamos de la magia creativa de estar en el momento, cada momento. Ser una revolucionaria en el «ahora». Entendemos la dinámica del cambio como un estado de revolución constante.

Si no luchamos con este enfoque, todo lo que creamos será una repetición de una mentalidad destructiva, que ya nos enseñó tanta desconfianza, frustración, odio y miedo, trayéndonos al mundo en el que estamos. No somos dueñas de este mundo, somos parte de él. Nuestros actos de defensa deben contrarrestar la historia de la opresión con la dignidad y la esperanza de cada una, con el amor a la libertad, a la vida y a todo nuestro mundo. Nuestra existencia no puede estar por encima de la sociedad. La Sociedad, la Organización y el Amor son las formas más básicas y efectivas de autodefensa. Es este legado el que estamos defendiendo. El calor del fuego que mantuvo vivo el espíritu de la sociedad. Hace miles de años se mantuvo a través de las matriarcas de la sociedad. Hasta hoy se mantiene vivo y fuerte en cada pequeño paso, en cada decisión de luchar contra esta mentalidad tóxica de separación y odio. El camino hacia una revolución mundial de las mujeres es traer de vuelta la autodefensa comunal que liberará a toda la sociedad.

Tenemos que defender nuestro yo. Nosotras mismas. Juntas.

FUENTE: Dewi Bengî / Jineoloji.org / Edición: Kurdistán América Latina