“Nos queda lejos. Bastante tenemos ya con afrontar el Covid y la crisis económica. Mientras no lleguen demasiados emigrantes…”. Todas estas y algunas más, son las excusas fáciles a las que aferrarse cuando alguien nos recuerda que la Turquía de Erdogan ha abandonado sus confines de Asia Menor para adentrarse en el Mediterráneo oriental y se aproxima peligrosamente a los Balcanes, sin que ningún país sea capaz de ponerle freno. Turquía, ese país creado por Ataturk de los remanentes del derrotado Imperio Otomano para poner en pie una nación moderna y laica, clave para las relaciones entre Europa y Asia, hoy es quizá la mayor amenaza para la estabilidad de toda la cuenca mediterránea y Europa oriental.
Durante décadas, su pertenencia a la OTAN y sus lindes con Europa hicieron de Turquía un socio preferente del Mercado Común y un aliado imprescindible de Occidente. Pero la llegada de Erdogan a su gobierno ha ido transformando esta democracia oriental en una dictadura de corte islámico. El nuevo sultán, bendecido con prosperidad económica durante los primeros años de su mandato, ha ido sorteando todos los obstáculos con el apoyo de una población dispuesta a aceptar el retroceso en derechos a cambio de ingresos.
Erdogan no solo ha cambiado la Constitución para poder prorrogar su estancia en el poder, sino que, tras el conato de golpe de Estado del 15 al 16 de julio del 2016, ha encarcelado y silenciado a todos aquellos que se oponen a él, desde profesores a militares, pasando por los periodistas e incluso religiosos. Se siente tan impune que ha participado en la guerra civil siria apoyando a diversos grupos islamistas contra el gobierno de Bashar Al Assad, e incluso ha violado de manera reiterada el espacio aéreo iraquí para perseguir a los kurdos que no se doblegan a su voluntad.
Y ahora no solo está perforando la plataforma continental para extraer hidrocarburos, sino que quiere transformar Santa Sofía, la basílica ortodoxa por excelencia, en una mezquita. Si no actuamos con unión, diligencia y sin ceder a sus chantajes, pronto nos lo encontraremos dirigiendo Bruselas.
FUENTE: Yashmina Shawki / La Voz de Galicia