Muzaffer Ayata es un autor y político kurdo. Fue arrestado y juzgado durante el golpe militar del 12 de septiembre del 1980, y sentenciado a muerte en el mayor juicio contra el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) en ese momento. Tras 20 años en prisión, fue liberado y más tarde participó en actividades democráticas legales. Debido a la continua persecución política, acabó refugiándose en Alemania. Allí también se involucró en las instituciones políticas y sociales del pueblo kurdo. También fue juzgado por el Estado alemán y encarcelado durante tres años y dos meses. Una vez liberado, se le obligó a residir en una ciudad y acudir a firmar todos los días. Lo que escribió en su libro, de dos volúmenes, La Mazmorra de Diyarbakır es considerado un trabajo esencial sobre el tema que desarrolla a continuación. Además, Ayata es columnista en los periódicos Yeni Özgür Politika y Özgür Gündem. El artículo que publicamos ahora es la transcripción de su intervención “Retando a la modernidad capitalista – Conceptos alternativos en la investigación kurda”, de 2012.
Oriente Medio es la región donde todo el mundo va a resolver sus diferencias, donde las contradicciones son múltiples y los conflictos intensos. No es posible predecir el fin de estos conflictos en el futuro próximo. Pero, ¿cuáles son los motivos que han llevado a Oriente Medio a resistir en medio de todas estas contradicciones? Oriente Medio ha sido terreno fértil para el despertar de civilizaciones y religiones monoteístas. Es el centro alrededor del cual se han desarrollado muchas creencias religiosas; mitología, reyes-dioses… ¿Cómo puede ser que esta región, cuna de la civilización, haya acabado atravesada por crisis severas y contradictorias, y se haya convertido en una de las regiones más afectadas negativamente por el imperialismo y, al mismo tiempo, dependientes en gran parte del mismo?
Oriente Medio, bajo la administración del Imperio Otomano, consistía en relaciones feudo-tribales tradicionales. En ese momento, no existían conflictos severos derivados del nacional-estatismo, guerras civiles o particiones territoriales en la región. El Estado no tenía una influencia tan profunda en el estilo de vida de la sociedad. Las relaciones sociales naturales comunales continuaron, en gran medida. Pero las cosas comenzaron a cambiar, especialmente en los últimos 200 años, cuando los intereses capitalistas en la región comenzaron a ser identificados y perseguidos.
En la segunda parte del siglo XIX, mientras los otomanos se debilitaban gradualmente y se convertían en una pseudo-colonia de los estados imperialistas europeos, se comenzaron a establecer los cimientos que llevarían a Oriente Medio a la situación tan compleja que vive actualmente. La ocupación y la explotación por parte de los estados capitalistas, en base a sus propios intereses económicos, se acrecentó. Los otomanos estaban debilitados e intentaron beneficiarse de los conflictos entre los estados imperialistas para prolongar su esperanza de vida. Pero el imperio inglés poseía colonias transoceánicas, y para asegurar su camino a la India necesitaban una avanzada: Egipto.
Europa, que era el centro de la modernidad capitalista, se estaba dividiendo en dos bandos, posicionados a favor de los ingleses o de los franceses. Entonces, estalló la Primera Guerra Mundial, en la que los poderes más influyentes del momento estaban involucrados. Además, esta guerra involucraba a las masas. El resultado fue la desintegración de los imperios Austro-Húngaro y Otomano. Los estados capitalistas aumentaron su influencia como nunca antes, de África a Asia, y por todo el mundo. Se trata de colonialismo institucionalizado. El imperialismo inglés exportó estructuras basadas en el Estado-nación por todo el mundo, y contribuyó a su formación. Crear estados pequeños fue beneficioso para dictar más cómodamente y para operar sus políticas de “dividir y gobernar”.
Tras la guerra, cuando el mundo estaba una vez más dividido entre poderes, Oriente Medio se convirtió en uno de los núcleos más importantes de esta división. En Anatolia, el territorio arrebatado a los otomanos, fue entregado a los turcos, y la República de Turquía fue establecida. Desde los Balcanes hasta Libia, decenas de estados emergieron. La sociedad árabe, que previamente se había extendido sobre una extensión geográfica vasta, se encontró dividida en más de 20 estados diferentes. Los estados-nación no se establecieron como resultado del desarrollo natural de las relaciones entre personas, ni fueron fruto de sus deseos y esfuerzos organizativos. Al contrario, fueron formados, sobre todo, con la intención de colocar las reservas de petróleo y el resto de riquezas de la región bajo el control de los ingleses y los franceses. Las fronteras de Oriente Medio son superficiales y han sido dibujadas por los poderes hegemónicos. En este sentido, el Kurdistán dejó de existir y fue dividido entre Irán, Iraq, Siria y Turquía. El Kurdistán fue expulsado totalmente del sistema mundial y de la historia.
Los estados-nación que fueron formados en la región no trajeron para sus habitantes más libertad, igualdad y democracia. Al contrario, amplificaron, e incluso instigaron, la retórica religiosa y nacionalista, que en esencia era una manifestación local del imperialismo. Eventualmente, esto trajo consigo un fenómeno de ocupación interna y fue usado para justificar gobiernos dictatoriales represivos contra la gente.
Desde la Segunda Guerra Mundial hasta el presente, las sociedades de Oriente Medio han sido sujetas, bajo las estructuras de los estados-nación, a explotación, represión y a una devastación cultural y medioambiental. La guerra también tuvo profundas consecuencias en Oriente Medio. Estados Unidos ocupó el lugar de Inglaterra y Francia, y se convirtió en el poder hegemónico. A los profundos problemas que ya afectaban a Oriente Medio, se añadió la creación del Estado de Israel, que funcionaba como una extensión de Estados Unidos. Las élites judías, que habían jugado un papel importante en el desarrollo del capitalismo mundial, comenzaron a cometer un genocidio a través de sistemas con reminiscencias nazis. El Estado israelí, al expulsar al pueblo palestino de su tierra, hundió Oriente Medio en el conflicto ciego y violento entre Israel y Palestina.
Israel mantuvo el territorio palestino que había ocupado previamente gracias a la protección de Estados Unidos y de Occidente. El pueblo palestino se encontró resistiendo contra la misma situación vivida por el pueblo judío en el pasado: ser esparcidos por todo el planeta. Israel trató de protegerse frente a los estados árabes, a través del poder militar y de políticas de seguridad. El conflicto árabe-israelí sintetiza el conflicto islam-judaísmo, por este motivo ha sido incluso más difícil negociar desde la política. Llegados a este punto, la religión toma un cariz nacionalista. Ni los árabes ni los israelíes han encontrado una solución pacífica y democrática para esta cuestión.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el bloque socialista logró un equilibrio entre lo regional y lo mundial. Los movimientos de liberación nacional eran respaldados por la Unión Soviética generalmente. De acuerdo con los análisis del momento, los movimientos de liberación nacional eran percibidos como un componente aliado de la causa socialista. Muchos de los movimientos de liberación nacional apoyados por los soviéticos resultaron victoriosos. En base a esto, mientras la Unión Soviética continuara existiendo, habría un apoyo a la revolución palestina. Además, se aliaron con estados-nación baazistas como los de Siria e Iraq.
El sistema soviético colapsó en el momento en el que no logró proponer una alternativa real a la modernidad capitalista. Los estados-nación creados a partir de movimientos de liberación nacional se alejaron gradualmente de la esencia democrática para convertirse en una mera extensión de los poderes hegemónicos. Cada vez era más complicado para los estados imperialistas ocupar físicamente y colonizar abiertamente otros países. Aun así, estos nuevos estados-nación colaboracionistas se convirtieron en altavoces del poder colonial. Mientras la región necesita una democratización urgente, un cambio drástico de mentalidad y un despertar de la población, han entrado en juego, pisoteando todas las resistencias históricas, la adoración al Estado-nación y el nacionalismo, así como el saqueo, el robo y la intervención del imperialismo, que han agravado los conflictos existentes.
Oriente medio en la era post-soviética
Con el colapso de la Unión Soviética, y tal y como ocurrió tras las guerras mundiales, se re-dibujaron las áreas de influencia. La partición y la redistribución resultante, fue denominada por Estados Unidos como el Nuevo Orden Mundial. Respecto a nuestra región, recibió el nombre del Gran Proyecto de Oriente Medio. De acuerdo con este proyecto, todos los régimenes de esta área que fueran inadaptables o contrarios a los intereses de Estados Unidos serían eliminados. Occidente quería un reajuste regional para hacer la región más abierta y receptiva al capitalismo.
Los estados-nación fueron colocados por encima de las tradiciones históricas, basándose en las familias poderosas, las dinastías y los reyes que resurgieron fortalecidos. Arabia Saudí, Jordania, Siria, Iraq, los Emiratos Árabes y Egipto se convirtieron en estados que eran prácticamente propiedad de familias poderosas y monarquías. El conflicto Israel-Palestina, una herida abierta en la región, entró en erupción una vez más, pero con consecuencias diferentes. Como sabrán, Estados Unidos y Europa habían participado y apoyaban el proyecto del cinturón verde contra los soviéticos. De Turquía a Pakistán, instigaban hostilidad contra el socialismo en la región, manipulando el islam. De hecho, Estados Unidos apoyó a los talibanes y a Osama Bin Laden contra la ocupación soviética de Afganistán. Tras la derrota de los soviéticos y su retirada de Afganistán, los movimientos islámicos ganaron poder y legitimidad, y gradualmente se volvieron en contra de Estados Unidos.
Una de las razones fundamentales para este giro ideológico es el continuo apoyo de Estados Unidos a Israel contra Palestina. Dentro el mundo árabe islámico, el pueblo palestino pertenecía al grupo de los agraviados. Estados Unidos era percibido como los tiranos que apoyaban a Israel contra éstos. Además, Estados Unidos y otros países capitalistas han apoyado desde siempre a los régimenes despóticos y colaboracionistas a la hora de suprimir y eliminar las fuerzas revolucionarias, democráticas y socialistas en Oriente Medio. Hoy en día, podemos ver las serias consecuencias de esto, como la llamada Primavera Árabe. Mientras la oposición democrática era aplastada desde dentro, sólo los islamistas permanecían intocables. Entonces, algunos de ellos se volvieron en contra de Estados Unidos como resultado de la represión llevada a cabo por Estados Unidos e Israel. Además, Estados Unidos apoyaba a Iraq contra Irán, oponiéndose así al surgimiento del islamismo de Khomeini y su retórica. La guerra entre Irán e Iraq dejó millones de muertos y heridos, causó una catástrofe económica y un profundo daño medioambiental. La región presenció la guerra civil del Líbano que se alargó durante años. Al acabar la guerra entre Irán e Iraq, Saddam Hussein ocupó Kuwait, lo que llevó a la intervención militar estadounidense. Así comenzó la primera Guerra del Golfo. Tras el ataque contra las torres gemelas del 11-S, en 2001, Estados Unidos ocupó Afganistán e Iraq. El coste de estas ocupaciones fue la pérdida de vidas humanas, la devastación de la naturaleza y en lo económico condujo a una situación inextricable. El Nuevo Orden Mundial, denominado por los estadounidenses, llevó a la región a una situación más compleja y sangrienta nunca antes experimentada.
Estados Unidos, tras derrocar a Saddam Hussein, dirigió el foco de atención hacia Siria e Irán, a los que percibían como el último obstáculo para el control total de la región. Muy a su pesar, se encontraron con la inesperada resistencia de las zonas sunníes de Iraq, lo que redujo drásticamente el ritmo de la operación. Al día de hoy, Estados Unidos ha retirado sus tropas de Iraq casi en su totalidad. Pero Iraq está lejos de encontrar la paz, la tranquilidad y la democracia. Con el establecimiento de diferentes estructuras en las regiones chií, suní y kurda, todos los elementos necesarios para una nueva guerra civil y una nueva crisis están presentes.
La cuestión kurda en Oriente Medio y la búsqueda de una solución
El pueblo kurdo es uno de los más antiguos de Oriente Medio. Fueron divididos en dos por los otomanos e Irán, en 1639, bajo el Tratado de Zuhab. Con este tratado, se pretendía proteger los límites de las fronteras (que se mantienen al día de hoy). Una gran parte del Kurdistán quedó dentro de las fronteras turcas. En los últimos años del Imperio Otomano, mientras las áreas kurdas con autonomía se iban reduciendo, los kurdos se alzaron y sus rebeliones fueron sofocadas. Aun así, el verdadero recrudecimiento de la cuestión kurda y la negación del pueblo kurdo comenzaron con el establecimiento de la República de Turquía. El proyecto de Estado-nación de los kemalistas se convirtió en una camisa de fuerza para las comunidades de Anatolia y Mesopotamia. Los pashas y la élite civil y burocrática restante del Imperio Otomano, planeó e impuso un proyecto de una sola nación y una sola lengua, basadas en una única identidad étnica para la población. Este proyecto demencial tuvo como resultado numerosos genocidios y la aniquilación de diferentes pueblos.
Se acometió el genocidio armenio, que comenzó en el 1915. Fueron expulsados forzosamente de sus tierras y la región sufrió una limpieza étnica. Los griegos pónticos y anatolios fueron también erradicados a base de guerras, exilios y cambios demográficos. Los inmigrantes balcánicos y caucásicos, junto con otras minorías de Anatolia, fueron considerados turcos y asimilados rápidamente. Los asirios también sufrieron una limpieza étnica. La creencia aleví fue negada. En 1919, Mustafa Kemal fue a Samsun, donde buscaba unir y aliarse con los kurdos. Era consciente de que sin una alianza entre turcos y kurdos, los turcos no podrían formar nada. Kemal tenía siempre en mente ganarse a los kurdos. Hasta el congreso económico de Izmir, en 1923, defendía dar autonomía a los kurdos. En ese momento, mencionaba una y otra vez que se reconocerían la identidad y la cultura del pueblo kurdo. En la primera Gran Asamblea Nacional se discutió y trabajó el tema.
Pero el problema real comenzó tras 1923. Los turcos cambiaron de opinión: no iban a reconocer la identidad kurda y los derechos de este pueblo. Los kurdos comenzaron a ser rechazados, y sus identidades y nombres negados. Hasta la masacre de Dersim, en 1938, muchos de los movimientos kurdos en defensa de sus derechos fueron reprimidos violentamente, tanto los grandes como los pequeños (incluidas las rebeliones de Sheikh Said y Ararat). Los turcos pretendían disolver la sociedad kurda a través de métodos represivos como la cárcel, la ejecución o el exilio forzoso; con estas técnicas de desgaste se esperaba lograr eventualmente la rendición total. El pueblo kurdo fue uno de los pueblos de Mesopotamia que pagó el precio más alto. Incluso la lengua kurda fue vetada, y fueron sujeto de un genocidio cultural. Los nombres de los personajes más relevantes de la geografía kurda fueron borrados. Se llevó a cabo de manera absoluta y dura lo que llamamos “genocidio blanco”*.
El genocidio blanco del Kurdistán no se adhirió a las políticas coloniales usuales. El Kurdistán era una colonia, pero para evitar que la gente se enterara, y en última instancia para invisibilizar su existencia, se llevaron a cabo medidas extraordinarias. El Kurdistán se convirtió en parte de Turquía, por lo menos aquella parte que estaba dentro de las fronteras turcas, y los kurdos fueron considerados parte de la población turca. Esto se transmitió al resto del mundo como una verdad. Tras el Tratado de Lausana, en 1923, este estatus fue aceptado por todo el planeta. La República de Turquía es uno de los estados más racistas del mundo. La región se convirtió en un desierto tras la imposición de la turquicidad sobre la multiculturalidad, las múltiples creencias y la histórica riqueza cultural de Anatolia y Mesopotamia. De acuerdo con la retórica oficial, Anatolia fue una de las tierras de los turcos y siempre lo será, así que los kurdos no tienen otra alternativa más que ser turcos.
Tras su entrada en la OTAN, Turquía se convirtió en uno de los aliados más leales al capitalismo occidental. Para continuar con su proyecto de Estado-nación, basado en la raza y el genocidio blanco sobre los kurdos, tenía que asegurar la aprobación renovada y el apoyo de Occidente. Así, Turquía se convirtió en una aliada indispensable para Estados Unidos e Israel. Esta alianza, con sus intereses entrelazados, ha continuado hasta la fecha, y se ha fortalecido. Tras la década de 1960, el desarrollo del capitalismo turco se aceleró. Junto con los cambios sociales, aparecieron nuevas escuelas de pensamiento y organizaciones. Especialmente, tras el terremoto político de los movimientos juveniles europeos de 1968, hubo un resurgimiento de los movimientos juveniles democráticos y revolucionarios en Turquía. La juventud kurda en las universidades también se vio influenciada por estas escuelas y movimientos. Llevaba tiempo buscando la manera de auto-organizarse. Algunos se unieron a partidos de izquierda, como el Partido Laborista de Turquía.
La intervención militar del ejército turco del 12 de marzo de 1970 interrumpió este desarrollo. Los líderes de los movimientos juveniles fueron asesinados, ejecutados y arrestados. Aun así, el movimiento no pudo ser aplastado. Tras la década de 1970, comenzaron a darse conversaciones serias y una organización alrededor de la cuestión kurda. La tendencia ideológica más destacada era el socialismo. Casi todos los movimientos kurdos aceptaban un programa de liberación nacional, basado en el pensamiento socialista, inspirados en los acontecimientos de Cuba, Palestina y Vietnam. El principio del derecho de los pueblos a la autodeterminación, junto con el proyecto de un Kurdistán unido, independiente y socialista, siguiendo el modelo de Estado-nación, era aceptado abiertamente. Entre estos grupos estaban los apoístas, que estaban liderados por Abdullah Öcalan. Este movimiento se convirtió en un partido en su primer congreso, en noviembre del 1978, y tomó el nombre de Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK).
Otros grupos kurdos siguieron caminos similares y se organizaron. En este intento de organizar la revolución en el Kurdistán, se alcanzó el despertar político de la gente. Contra esto, el Estado racista y militarista buscaba formas de intervenir. En vistas de la masacre de Maras, en diciembre del 1978, se declaró la ley marcial en algunas de las ciudades kurdas más importantes. Ante la imposibilidad de detener las actividades políticas y la organización, el ejército tomó el control de Turquía con el golpe de Estado militar del 12 de septiembre de 1980. Todos los movimientos de izquierdas y la oposición fueron suprimidos, y cualquier actividad política fue prohibida. Las prisiones y los centros de tortura se llenaron hasta los topes. El país se sumió en la oscuridad. El Estado fue reorganizado bajo la hegemonía del ejército. Aún se sufren los efectos de esta reorganización. La opresión agravada, y años y años de terror, aplastaron y eliminaron a casi todos los movimientos de izquierda y a la oposición en Turquía.
La situación no fue diferente para los kurdos, y los grupos y organizaciones que pudieron huir al extranjero; no pudieron hacer frente a la opresión y reorganizarse teniendo en cuenta las necesidades del momento. Gran parte de las organizaciones fueron eliminadas y las que continuaron dejaron de tener influencia. La evolución más extraordinaria fue la que experimentaron los rangos (cuadros) del PKK liderados por Öcalan. Se estableció en Oriente Medio -en Siria y Palestina-, y desarrolló su trabajo ideológico, político y organizacional con los cuadros que lograron escapar. Se reorganizaron respecto a las nuevas necesidades y decidieron volver al Kurdistán. Este trabajo se sostuvo literal y figurativamente gracias a la tremenda resistencia de los prisioneros de guerra del PKK, y especialmente la de los de la prisión de Diyarbakir. Además de los congresos y conferencias realizados en esos momentos, algunos grupos comenzaron a entrar en el Kurdistán en 1982. A pesar de muchos retrasos y fallos, el 15 de agosto de 1984 comenzó la resistencia armada de la guerrilla.
Fue un inicio histórico. En un momento en el que la gente estaba intimidada, donde cualquier fuerza de oposición era erradicada, y bajo un clima tan oscuro y mortal, cualquiera no habría iniciado una resistencia tan arriesgada en el nombre de los kurdos y del Kurdistán.
La lucha por la liberación nacional abanderada por el PKK se limitaba a las acciones de la guerrilla, que se encontraba confinada en las montañas hasta la década de 1990. Al principio de esa década, el movimiento se hizo popular, y entró en el terreno político cuando se desintegró el bloque soviético. Muchos de los que se movían cautelosamente en el equilibro del sistema bipolar de este mundo, se vieron afectados. Aunque los kurdos tuvieron un inicio legítimo y espectacular, no recibieron el interés y el apoyo necesarios, de igual manera que les sucedía a los palestinos.
Öcalan, que lideró la lucha por la liberación nacional del Kurdistán, era muy crítico con los soviéticos, aunque reconocía que eran socialistas. Después del colapso del bloque soviético, y a pesar del mismo, continuó enfocado en la lucha y sus obstáculos, con una férrea determinación que le prevenía de cualquier influencia negativa en el movimiento y sus seguidores.
El PKK trató de seguir una política única e independiente. Aunque se apoyaba en el sistema mundial bipolar y en los equilibrios de Oriente Medio, no reposaba en ningún poder regional o internacional. Los soviéticos y los países árabes, así como el público internacional, dieron un gran apoyo al pueblo palestino. El problema fue llevado a las Naciones Unidas y lograron legitimidad internacional. A pesar de que el Kurdistán era también un grave problema en la región, y de que a nivel ideológico y organizacional habían alcanzado niveles más avanzados, nunca recibieron el interés y el apoyo internacional necesario.
No hubo ningún apoyo comparable con el que recibió Vietnam en 1970. No hubo una ola socialista y antiimperialista alzándose en el horizonte. Al contrario, con el colapso de los soviéticos, el socialismo perdió su prestigio, hubo una gran depresión entre los círculos de izquierda y democráticos del mundo, y una contracción.
Por otro lado, Turquía era miembro de la OTAN. Que el PKK fuese un movimiento socialista y revolucionario se recibió con frialdad en el mundo capitalista imperialista, en especial por Estados Unidos e Israel. Como resultado, la postura adoptada gradualmente llevó a su exclusión. La fortaleza creciente del movimiento kurdo y su habilidad para reclamar el reconocimiento de los kurdos en Oriente Medio, agitó aún más a los poderes imperialistas. El problema no solo estaba en la opresión, la tortura y la violación de los derechos humanos por parte de los gobernantes fascistas turcos. La resistencia impulsada por el PKK golpeaba contra estas restricciones. Los países europeos comenzaron a posicionarse en contra de la emergente lucha de liberación nacional, y comenzaron a apoyar abiertamente a Turquía.
El PKK, a pesar de defender el significado clásico del derecho de una nación a la autodeterminación a través de un alzamiento popular, defendía también un sistema más progresista, más democrático y secular que en el resto de estados y movimientos de Oriente Medio, incluida Palestina. A pesar de esto, las fuerzas occidentales, en especial Estados Unidos e Israel, continuaron apoyando a Turquía, que tenía el ejército más poderoso de Oriente Medio.
El camino del PKK hacia el cambio y la solución
Una vez que el PKK comenzó a tener una gran influencia en Oriente Medio en la década de 1990, se centró en la resolución de la cuestión kurda. Ésta no podía asumir el concepto de Estado-nación, ni la comprensión tradicional del derecho a la autodeterminación de una nación. Así que, para resolver la cuestión conjuntamente con Turquía, declararon el alto al fuego en 1993. Además, tras el derrumbe de la Unión Soviética, el PKK cuestionó la idea de soberanía y de un Estado basado en la ascensión del proletariado a un nivel más alto y más crítico. Decidieron que los estados-nación seguían las normas del juego de los sistemas imperialistas, y estaban necesariamente inmiscuidos en régimenes que oprimen domésticamente. En consecuencia, los dilemas teóricos e ideológicos continuaron sobre la mesa.
Mientras que el PKK continuaba buscando soluciones, ningún poder internacional quería ejercer como mediador en la cuestión kurda y llevarlo a las instituciones internacionales. El movimiento kurdo no recibió ni la atención ni el apoyo que merecía por parte del resto del mundo. No había lugar para el movimiento kurdo liderado por el PKK, especialmente tras la reorganización de Oriente Medio por Estados Unidos durante 1990. Estados Unidos trataba de establecer su Nuevo Orden Mundial en Oriente Medio, y al mismo tiempo tenía en el punto de mira al PKK, que no aceptaba la hegemonía imperialista, tenía una postura independiente y el potencial para proponer una alternativa para Oriente Medio. Estados Unidos e Inglaterra persiguieron especialmente a Öcalan y al movimiento kurdo de liberación nacional. A nivel regional, Turquía, Israel y Egipto eran los pilares de este bloque. El 9 de octubre de 1999, como resultado de las amenazas de Estados Unidos (de que Israel y Turquía entrarían en guerra con Siria), Öcalan abandonó Siria.
Para acelerar una solución pacífica y democrática para la cuestión kurda, el líder del PKK viajó a Europa. Europa, que había otorgado el estatus de refugiado a decenas de miles de kurdos, rechazó concedérselo a su líder. La presión ejercida y los esfuerzos de Estados Unidos e Inglaterra surtieron su efecto, y Europa cerró sus puertas al dirigente kurdo. Europa violó sus propias leyes y su sistema de valores democráticos, cediendo a las presiones estadounidenses, y cooperó. Incluyeron a Rusia en estos mismos pactos y en la persecución internacional. Así, Öcalan fue entregado a Turquía por Kenia. Öcalan describe este periodo como una conspiración internacional. Los poderes internacionales más influyentes unieron sus fuerzas para entregar al líder del pueblo kurdo a Turquía y, en consecuencia, abandonar a los kurdos a la incertidumbre y oscuridad. Estas acciones demostraron, una vez más, que los estados imperialistas y hegemónicos con sus pactos secretos antepondrían sus propios intereses a los principios de derecho, justicia y paz que ellos mismos declaraban.
El movimiento kurdo llegó un punto crítico frente a lo que parecía un final, y repensó su propia situación una vez más. Öcalan volvió a dejar su impronta en este proceso, tal como había hecho desde la fundación del PKK hasta su transformación en un movimiento de masas. Gracias a sus profundos conocimientos históricos, su análisis social y sus conocimientos filosóficos sobre democracia, lucha de clases, la cuestión de las mujeres, los estados-nación y las teorías sobre el poder, escribió desde su celda en la prisión su más profundo análisis hasta la fecha. Sobre todo, llegó a la conclusión de que el Estado-nación, a la vista de las formas que había tomado en Oriente Medio, debía ser superado, y que cualquier solución estatista debía ser abandonada. El movimiento kurdo democrático de liberación nacional experimentó el cambio teórico e intelectual más profundo desde su fundación. El desarrollo de estos análisis teóricos sugiere un modelo alternativo, tanto a nivel regional y local como internacional. A la vez, rechaza el sistema imperialista y el Estado socialista con poder centralizado. Öcalan analizó la evolución de la civilización y con sus conclusiones desarrolló el concepto de modernidad democrática como alternativa al poder a a la modernidad capitalista, centrada en el Estado.
En lugar de una resolución basada en estados-nación y fronteras, propone un modelo basado en la unión de los pueblos y de las culturas. ¿Las razones? Ni las hegemonías y dinastías tradicionales de Oriente Medio, ni las formas de Estado-nación impuestas en la región por los sistemas imperialistas, habían promovido la unión de los pueblos y la democracia. Nada novedoso habría resultado de añadir un Estado-nación kurdo a este callejón sin salida. Por esto, en lugar de crear un Estado-nación, el proyecto de una nación democrática tomó fuerza. Según esta, todas las creencias, culturas y pueblos que forman una nación podrán convivir preservando sus propios colores y su diversidad. Porque cualquier solución que parte de una nación homogénea y un Estado acaban desembocando en régimenes autoritarios y fascistas.
El modelo de nación democrática es el modelo más realista para resolver los conflictos de Oriente Medio. Los estados-nación basados en la religión y el nacionalismo han envenenado la región y la han abocado a las turbulencias de conflictos sin fin y guerras. Las intervenciones imperialistas sólo hacen exasperar los conflictos y choques así como devastar el medioambiente. Insistir en estos métodos no resolverá los conflictos de estas comunidades.
La situación en la que se encuentran los kurdos es complicada de entender. Fueron divididos en cuatro estados diferentes, cada uno de los cuales trata de asimilar la proporción de población que se encuentra bajo su control, distanciándola de sus propios valores históricos y culturales, para exterminarlos. Estos cuatro estados han continuado durante muchísimos años su alianza, a la que llamamos “la trampa kurda”. El movimiento de liberación nacional kurdo, a pesar de tener fuerzas regionales e internacionales en su contra, ha conseguido continuar su camino y salir fortalecido sin depender de ningún poder externo. Ha conseguido mantenerse independiente gracias a la extraordinaria sensibilidad y los esfuerzos del líder del movimiento, Öcalan. El pueblo kurdo, que estuvo al borde de la asfixia y abandonado a su suerte, ha logrado hoy uno de los inicios más interesantes de la historia, y tiene delante de sus ojos la solución definitiva, una solución regional y universal.
El pueblo kurdo ha logrado lo que parecía imposible, gracias a desplegar el movimiento político de mujeres más amplio y organizado en un entorno donde, hasta ahora, han reinado las características más conservadores y la cultura islámica. Incluso países fuertes que han pasado a formar parte del sistema occidental, como Turquía, no han sido capaces de incluir a las mujeres en su entramado socio-político a este nivel. El resto de movimientos en Oriente Medio están atrasados en lo que refiere a esta materia. Gracias a los esfuerzos de mujeres que no encontraban su lugar, que habían sido explotadas, surge este movimiento, que ha llegado a convertirse en un partido político que ha irrumpido del todo en nuestra vida política y social.
En lugar de una organización basada en el Estado, surge una organización basada en las aldeas, los pueblos y las ciudades y en las sociedades comunales civiles. Ya no hay una intención de destruir y tomar el Estado, sino de transformarlo y reducir su influencia en la vida social. En conclusión: “menos Estado y más democracia”. En lugar de dirigir los esfuerzos contra el Estado para fracturarlo, se ha entendido que es más conveniente democratizar la sociedad para desarrollar un movimiento de la sociedad civil. No habrá más hostilidad contra el Estado, y el Estado, en retorno, no evitará -mediante la represión- que la sociedad se organice. Llegados a este punto, aún existe la necesidad de un Estado para asegurar la justicia social y la seguridad. Fortaleciendo la sociedad y haciendo más pequeño el Estado, se deberían ampliar las libertades. Así como en estados y estructuras despóticas y fascistas el individuo no debería ser sofocado, en el capitalismo el individuo no debería ser exagerado ni la comunalidad debilitada. El equilibrio entre el individuo progresista y la comunalidad debe ser protegido. Contra la exageración del Estado, que lo convierte en un poder represivo sobre la sociedad, debemos fomentar una sociedad organizada.
Es necesario prevenir la alienación de la humanidad y la destrucción de las culturas locales, así como la explotación y la mercantilización de las mujeres. En lugar de los estados-nación se deberían establecer naciones democráticas. La armonía entre la naturaleza y la humanidad debe ser protegida. En lugar de beneficiar a los monopolios centralizados, nos debemos dirigir a una producción enfocada en satisfacer las necesidades básicas de la población. En sus libros, Öcalan ha analizado cuestiones universales y las ha reinterpretado. Podríamos hablar sobre estas durante días, pero en una conferencia limitada como ésta, solo podemos abrir caminos de discusión.
La Primavera Árabe y el cambio en Oriente Medio
Como he tratado de explicar, el movimiento de liberación nacional del Kurdistán no ha podido ser derrotado durante 30 años de resistencia y guerra, y así se ha demostrado. La ideología, el programa, la organización y la capacidad táctica de este movimiento han aumentado. A través de discusiones continuas y profundas, ha logrado su transformación y desarrollo. Actualmente, es el movimiento más progresista y experimentado en términos de capacidad intelectual, filosófica y organizacional. Aun así, y a pesar de su riqueza y legitimidad histórica, constantemente es objetivo de aniquilación por parte del racismo turco. Estos movimientos con aspiraciones genocidas han estado siempre respaldados por las fuerzas imperialistas. Visto desde esta perspectiva, el movimiento kurdo por una nación democrática está resistiendo contra grandes peligros por un lado, y por otro representa, gracias a su resistencia y su desarrollo, la opción de la nación democrática como una solución viable en la región como alternativa al Estado-nación.
Las revoluciones que comenzaron en Túnez el pasado año y se expandieron hasta Egipto y Libia, se han difundido ampliamente. Estos alzamientos son percibidos favorablemente por los medios occidentales y sus instituciones políticas, y reciben su apoyo. Gaddafi, que de vez en cuando entraba en conflicto con Occidente, se convirtió en el objetivo de una intervención militar. Libia fue devastada con bombardeos y Gaddafi fue asesinado brutalmente; de esta manera las reglas cambiaron. En Egipto, Mubarak fue destituido y encarcelado. Hoy en Siria, al mismo tiempo que hay movimientos populares, existe una oposición apoyada y armada por Turquía y algunos círculos occidentales.
Curiosamente, en el Kurdistán, un movimiento popular que se ha demostrado legítimo está siendo excluido y acusado de terrorismo. Pero en Libia y Siria, Occidente arma algunos círculos desconocidos, con quienes prepara el terreno para una sangrienta guerra civil. Además, están siendo retratados por Turquía y los imperialistas como la oposición legítima. No ha pasado aún un año desde estos alzamientos, y miremos qué está pasando con aquello que llamaban la Primavera Árabe. Las fuerzas imperialistas mantuvieron régimenes opresivos y sangrientos durante demasiados años, permitiendo la eliminación de la oposición democrática. Y ahora, aunque parece que apoyan estos alzamientos, realmente se están lavando las manos y exculpándose.
Pero sabemos que esto no es posible. A pesar de que en Libia y Egipto los gobernantes han cambiado, nada ha cambiado en esencia. Los países imperialistas, apoyando las fuerzas más afines y reconciliándose con ellas, no han cambiado los sistemas, han robado las primaveras de los pueblos. La oposición actual en Siria, de estar en el poder, sería más débil que la anterior y un aliado más apropiado para Occidente. Esto ha pasado también en Libia: la devastación y la pérdida de vidas humanas; la única ganancia es el sufrimiento sufrido. Así como en Iraq, los estados occidentales sacan más beneficio que nunca con la “reconstrucción” y haciendo estos estados más dependientes de ellos.
Estados Unidos derrocó a Saddam Hussein en una intervención militar abierta. Como todos sabemos, no hay una democracia establecida ni estable en Iraq al día de hoy. Iraq y la región son ahora el lugar de choques sectarios. No hay objeciones ni intervenciones occidentales contra los régimenes despóticos de Arabia Saudí, Jordania y el resto de países del Golfo, porque no suponen ningún problema para Estados Unidos.
En todos estos países, incluyendo aquellos donde se dieron alzamientos, no existe una oposición democrática fuerte ni una ideología alternativa ni organizaciones firmes. La oposición más fuerte es la Hermandad Musulmana, y partidos y organizaciones nacionalistas islamistas similares. En principio y en retórica, estos movimientos están en contra del sionismo y del imperialismo, pero en esencia no tienen ningún problema con el Estado-nación ni con comprometerse con el imperialismo. No tienen un proyecto holístico intelectual y social que pueda superar al sistema.
El movimiento palestino tiene una larga historia de auto-organización en Oriente Medio y continua teniéndola, no obstante, ha sido dividido en dos. Por un lado Al Fatah y por otro Hamas. Una de retórica nacionalista y la otra de corte islamista. Todos los movimientos islamistas están basados en un sentimiento de rechazo a Israel. Se trata de organizaciones basadas en el poder y el Estado-nación. Solo aquellas corrientes basadas en el islam o el nacionalismo no pueden ser una alternativa para democratizar Oriente Medio. Este círculo vicioso ha continuado desde el 1900 y se ha profundizado.
Oriente Medio es ejemplo para todos los conflictos y tipos de política en el mundo. A pesar de que se han intentado implantar estados-nación para resolver los conflictos y dominar la región, acaban convirtiéndose en régimenes despóticos y dinastías, estados dominados por familias poderosas. ¿Cuál es el motivo detrás de la incapacidad de Oriente Medio para encontrar tranquilidad y paz en el mundo bipolar, o en el establecido? El Estado-nación se ha ensalzado hasta el punto de convertirse casi en una religión, y los gobernantes han sido santificados hasta la idolatría.
Sabemos que el poder del Estado está centrado y concentrado en la explotación de su sociedad. En Oriente Medio, los reyes y las dinastías se han hundido en el consumismo y la explotación hasta perder el rumbo, a niveles que deberían, cuanto menos, incomodar al resto de la humanidad. El pueblo es pobre, su educación insuficiente y está desgastado tras las guerras y la opresión causada por sus gobernantes. Grandes masas de gente son excluidas de las dinámicas de la sociedad y de la política. La situación de las mujeres, que comprende a la mitad de la población, es mucho peor que antes. Los ricos recursos y el petróleo de Oriente Medio son saqueados por los monopolios internacionales y sus colaboradores regionales. El medioambiente y la naturaleza son destruidos, y la rica cultura de la región se enfrenta a una degeneración terrible y a su destrucción.
Para poder salir del callejón sin salida creado por las intervenciones imperialistas, la modernidad capitalista y los reaccionarios locales en Oriente Medio, es necesario el modelo más progresista posible cuya solución es el sistema federal alternativo sugerido por Öcalan, que se basa en la modernidad democrática y en la nación democrática. Una sociedad libre es posible y también un Oriente Medio democrático, donde los pueblos comparten la riqueza, las fronteras pasan a ser absolutas, las culturas y las creencias pueden practicarse libremente, las mujeres pueden recuperar su lugar en la vida social de manera organizada y con sus identidades reconocidas, y todos pueden beneficiarse de manera justa de la educación, la salud y la nutrición. Sin embargo, para que esto suceda es necesario un cambio de mentalidad y un despertar de la sociedad en Oriente Medio. Los intelectuales deben liderar este cambio. En ausencia de un cambio de mentalidad y en ausencia de este despertar, ningún proyecto podrá arraigarse. Podrá haber alzamientos como la Primavera Árabe, pero nunca evolucionarán a soluciones permanentes.
El movimiento democrático kurdo y la Primavera Árabe han agitado el status quo en Oriente Medio. Los obstáculos al cambio y la transformación han sido eliminados. Si somos capaces de organizarnos sobre las bases de la democracia, la pluralidad y la libertad, si unimos nuestros esfuerzos, podremos establecer la paz y la democracia en nuestra región de manera permanente. La Primavera Árabe debe convertirse en la primavera de Oriente Medio, y por lo tanto de la libertad, la armonía y la fraternidad de nuestra gente.
Notas:
*La destrucción una identidad nacional a través de erradicar su cultura e imponer la asimilación de la identidad hegemónica.
FUENTE: Muzaffer Ayata / Komun Academy / Edición: Kurdistán América Latina