“¿Por qué será qué hay vidas que importan más que otras? Me pregunto cuál sería la reacción si los bombardeos que está sufriendo el pueblo kurdo hubiesen sido en Europa”. Anoche la reportera gráfica de La Capital, Virginia Benedetto, interpeló con esta pregunta por Facebook. La única reportera gráfica del país que viajó en 2018 al sur de Kurdistán, norte de Irak, y retrató la vida de cientos de mujeres que desde hace años enfrenta al Estado Islámico (ISIS), resisten el ataque del Estado turco y piden vivir sin opresiones, tiró la pregunta al agua.
“Seamos solidarixs, dejemos de mirar para otro lado”, insistió Bendetto al pedir sensibilidad y reacción ante los últimos bombardeos turcos sobre el pueblo kurdo, ataques que la prensa de Occidente parece desconocer ampliamente.
Pero el Movimiento de Mujeres Kurdas en Europa, al igual que Benedetto, no se resigna a la indiferencia. El grupo escribió un comunicado que echó a andar como un mensaje en una botella con la esperanza de que la humanidad se entere lo que se vive y sufre por estos días desde ese rincón del mundo que hierve y derrama desde hace décadas.
“En las primeras horas del 15 de junio el Estado turco lanzó su última operación militar, Garra de Águila, contra las poblaciones kurdas”, señala el escrito que relata luego cómo cayeron las bombas.
Al menos 50 aviones de combate atacaron el campamento de refugiados de Makhmur, donde viven 15 mil personas, y las regiones montañosas de Bradost y Shengal, al norte de Irak. Los bombardeos no se apiadaron siquiera del hospital de Shengal y provocaron un importante incendio forestal, un tendal de víctimas y heridos aún no cuantificados, y la huida de miles de pobladores.
La furia turca sobre este pueblo no es nueva. Desde principios de 1990, más de tres mil aldeas kurdas sufrieron incendios, secuestros y ejecuciones en carne propia. El comunicado explica que Makhmur es un campo de refugiados autoorganizado bajo la protección de la ONU. Sobrevivientes del genocidio y femicidios de ISIS viven en la región de Shengal. Y a pesar de las políticas de despoblación, cientos de familias yezidíes (religión preislámica) regresaron y comenzaron a reconstruir sus casas e infraestructura destruidas. Y las mujeres organizaron su propia defensa y resistencia.
El Movimiento de Mujeres condena “firmemente los ataques genocidas” y el silencio de la comunidad internacional. “Llamamos a todas las fuerzas democráticas a romper con el sistema patriarcal y genocida y construir su autoorganización”, concluye el escrito con palabras que se leen como súplica.
Lo que no es cierto hasta acá es que todos los gobiernos hayan callado. El turco, como era de esperar, salió al cruce de manera inmediata y aceitada en la prensa internacional y sus palabras sonaron claramente antagónicas a las del comunicado de las mujeres kurdas.
Desde Bagdad, la periodista de la agencia Associated Press, Samya Kullab, informó que “Turquía desplazó tropas por el aire para una operación transfronteriza de tierra contra los rebeldes kurdos”.
La edulcorada expresión “desplazamiento” al principio de la nota duele. Es toda una posición política y periodística ante lo que se informa y retrata después.
La nota transpira vanagloria al citar las expresiones del Ministerio de Defensa turco. Apunta a “la primera ofensiva por tierra y aire” de las tropas en territorio iraquí y al “intenso fuego de artillería”.
Pero además justifica los ataques a las víctimas, calificándolas de “insurgencia” y “organización terrorista”, y aclara que esto es así a los ojos de Turquía, Estados Unidos y la Unión Europea.
Tal vez se pueda acercar acá una primera respuesta a la pregunta inicial de Benedetto. Sí, hay palabras devaluadas que algunos parecen no oír. Son de otras lenguas, lejanas, tienen otra intensidad, color y posición de clase. Para muchos y muchas importan menos, y las vidas también.
FUENTE: Laura Vilche / La Capital / Foto de portada: Un niño arroja una piedra al cielo en el campo de refugiados de Makhmur, sur de Kurdistán, norte de Irak (Virginia Benedetto)