La ocupación turca de Afrin, Serekaniye (Ras Al Ain) y Gire Spî (Tel Abyad) está creando las condiciones ideales para la propagación del coronavirus en Siria, con graves consecuencias para los esfuerzos por controlar la propagación de la enfermedad en un país devastado por la pobreza y la guerra.
Introduciendo la enfermedad
El 9 de mayo de 2020, las Naciones Unidas advirtieron que “varios” miembros del personal de seguridad turco presentes en Afrin, en el norte de Siria, habían dado positivo por coronavirus. Este fue el primer informe creíble de casos probables en el área.
Aunque preocupante, la noticia no era impredecible. Turquía tiene uno de los peores brotes de la enfermedad en la región. Y mientras la frontera está cerrada a los civiles, el personal militar se mueve regularmente entre el territorio turco y las áreas ocupadas en Siria a lo largo de la frontera.
A pesar de introducir potencialmente el coronavirus a Afrin, las fuerzas de ocupación han mostrado poco interés en prevenir su propagación allí. Un informe de la North Press Agency, con sede en Siria, advirtió que los grupos armados en el área, que ha sido ocupada por las fuerzas turcas y sus aliados del Ejército Nacional Sirio (ENS) desde 2018, prácticamente no habían tomado medidas para detener la propagación de la enfermedad.
“No hay instrucciones de salud, ni campañas de concientización, ni esterilización, como si viviéramos en otro planeta”, dijo una mujer que vivía en el centro de la ciudad de Afrin a North Press, y señaló que había dejado de usar una máscara y guantes debido al acoso.
Transferencias de población y desplazamiento
Uno de los objetivos principales de la Operación Rama de Olivo y de la Operación Primavera de Paz, era cambiar la demografía de áreas históricamente diversas, con grandes poblaciones kurdas a lo largo de la frontera con Turquía; una política equivalente a la limpieza étnica.
Según fuentes turcas, cientos de miles de sirios de otras partes del país, incluidos algunos que viven como refugiados en Turquía, han sido trasladados a estas áreas desde que comenzó la ocupación. Muchos viven en hogares robados y se han apoderado de empresas y tierras agrícolas dejadas por sus propietarios desplazados.
Los informes de transferencias continuas de población han aparecido este mes. Si bien ya es una violación del derecho internacional, tales casos ahora pueden estar contribuyendo a la propagación del coronavirus. Un gran número de personas que viajan entre ciudades en lugares cerrados sin ninguna prueba, rastreo de contactos y medidas de cuarentena, se convierte en un ambiente ideal para la propagación de la enfermedad.
Muchos de los habitantes originales de estas regiones también corren un mayor riesgo de coronavirus debido a las acciones turcas. Mientras que los gobiernos de todo el mundo instan a sus ciudadanos a lavarse las manos y evitar el contacto cercano con otros para frenar la propagación de la enfermedad, cientos de miles de desplazados internos de Afrin, Serekaniye y Girê Spî se refugian en campamentos de desplazados llenos de gente sin electricidad ni acceso a agua.
En Shehba, donde viven muchos desplazados internos de Afrin, un informe de ANF News describió las condiciones como duras. Un hombre que vivía en un edificio escolar parcialmente destruido, junto con otras 14 familias, le dijo a ANF que “unas 60 o 70 personas viven en esta escuela. La escuela ya está en una situación muy mala, y el Estado turco está atacando con morteros. Ya no sabemos qué hacer contra estos ataques”.
Presos políticos en riesgo
El 25 de marzo de 2020, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, instó a los gobiernos a tomar medidas para evitar que la COVID-19 se propague en las cárceles, en particular centrándose en prisioneros enfermos y ancianos y en aquellos encarcelados por razones políticas.
“Ahora, más que nunca, los gobiernos deberían liberar a todas las personas detenidas sin una base jurídica suficiente, incluidos los presos políticos y otros detenidos simplemente por expresar opiniones críticas o disidentes”, aconsejó.
Sin embargo, a pesar de la declaración de Bachelet, las fuerzas turcas y sus milicias afiliadas han mostrado pocos indicios de que liberarán a los miles de sirios que han detenido arbitrariamente ni de que terminarán con nuevas detenciones.
Desde los primeros casos reportados de coronavirus en Siria en marzo, las fuerzas de ocupación han secuestrado a decenas de civiles para pedir rescate, según informes de varias fuentes locales. Muchos de estos civiles tienen más de 65 años, un grupo que de por sí se encuentra en alto riesgo de contraer la enfermedad. Las cárceles en las que se encuentran las víctimas de estos crímenes son infames por la tortura, el hacinamiento y otras condiciones pésimas, incluso sin la amenaza del virus.
Los sirios encarcelados en Turquía enfrentan un destino igualmente sombrío. Una investigación reciente del portal Al Monitor descubrió que docenas de ciudadanos sirios capturados en Siria fueron detenidos ilegalmente en Turquía. El informe advirtió que muchos de ellos probablemente habían sido torturados, y al menos uno había sido forzado a aparecer en un video alabando a sus captores a pesar del maltrato.
Estos sirios enfrentan severas condenas por “alterar la unidad e integridad del Estado” y pertenecer a una “organización terrorista”, cargos que bajo la ley turca no pueden aplicarse a sirios por acciones cometidas en territorio sirio. Al igual que otros presos políticos en Turquía, detenidos por cargos similares, están excluidos del paquete de alivio para paliar el coronavirus del país.
Destrucción de medios de vida e infraestructura
Además de crear condiciones ideales para la propagación de enfermedades entre los sirios vulnerables, Turquía y sus grupos armados aliados han amenazado el acceso a necesidades como la atención médica, las tierras agrícolas y el agua limpia.
Turquía y el ENS no han dudado en atacar las instalaciones médicas. El hospital primario en Afrin fue blanco de un ataque aéreo turco, en marzo de 2018. Los desplazados internos de Afrin ahora dependen de puntos médicos y clínicas establecidas por la Media Luna Roja Kurda, cuyos trabajadores también fueron blancos de ataques repetidos en toda la región.
En Serekaniye, las únicas máquinas de prueba de PCR en la región, máquinas necesarias para la prueba de coronavirus, fueron tomadas por grupos armados cuando se apoderaron del hospital, dejando la región sin ninguna capacidad de prueba hasta que el Gobierno Regional de Kurdistán logró proporcionar nuevas máquinas.
Grupos respaldados por Turquía han cortado el flujo de agua desde la estación de agua Allouk, cerca de la ocupada Serekaniye varias veces, bloqueando el acceso al agua limpia para cientos de miles de personas.
Human Rights Watch (HRW) condenó enérgicamente los cortes de agua y advirtió que Turquía estaba “comprometiendo la capacidad de las agencias humanitarias para preparar y proteger a las comunidades vulnerables en la pandemia de la COVID-19”.
Recientemente, los bombardeos de las fuerzas turcas o sus grupos armados afiliados han provocado incendios en el territorio de la Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria (AANES). La generación de fuegos en cultivos, muchos atribuidos al Estado Islámico (ISIS), también amenazó la producción agrícola de la región el año pasado. Con la economía local fuertemente basada en la agricultura, y una crisis económica que ya plantea sus propias amenazas, las pérdidas en este sector tendría como consecuencia que muchos sirios sea incapaces de poner comida en la mesa en medio de la pandemia.
Haciendo de la pandemia un arma
Al continuar con políticas ya contrarias al derecho internacional en medio de una pandemia global, Turquía parece estar haciendo de la crisis del coronavirus un arma contra los sirios, que tienen pocos medios para combatirla.
La limpieza étnica y el desplazamiento masivo, el maltrato de los presos políticos y los ataques contra recursos civiles, han causado graves sufrimientos en el norte y el este de Siria por su cuenta. Cuando se combinan con una enfermedad mortal sin cura conocida, es probable que traigan nuevas formas de miseria y daño.
FUENTE: Meghan Bodette / Syrian Democratic Times / Traducción: Fernando Fernández / Edición: Kurdistán América Latina