La batalla por la vida y la libertad continúa, y se agudiza día tras día, encarnada especialmente en las vidas y los cuerpos de las mujeres en todo el mundo.
La modernidad capitalista se intenta fortalecer a cada paso, intentando imponer su cauce sobre las vidas de todos los pueblos, arrasando el planeta, e intentando borrar de nuestra mente la idea de que un mundo diferente es posible. Como mostramos de manera breve en nuestro reciente dossier, las mujeres hemos sido un foco de los ataques en los intentos por destruir toda esperanza de vida libre y democrática de los pueblos. Dado el rol de las mujeres en la sociedad, en la vertebración de las comunidades y de su vínculo con la tierra, el patriarcado a lo largo de la historia, y ahora en la forma de los estados capitalistas, ha necesitado imponer toda su violencia patriarcal contra nosotras para imponer el sin sentido de su devenir. Pero las mujeres, pese a que nos hayan intentado hacer creer lo contrario, nunca hemos estado pasivas. El rol de las mujeres en la resistencia y la defensa de la comunidad y la libertad, ha sido imprescindible para que las mujeres de hoy en día podamos mantener la esperanza.
Ese rol de resistencia y de autodefensa de la sociedad urge de nuevo frente a un nuevo ataque global contra las mujeres y los pueblos. Un rol que nunca se ha detenido y que por eso de nuevo es atacado de manera más feroz, como por ejemplo lo demuestra la invasión y la guerra llevadas a cabo en el territorio de la revolución de las mujeres, el norte y el este de Siria. Los estados tienen miedo de lo que está por venir si la sociedad se organiza, e intentan asegurar su poder atacando al centro de la sociedad, es decir a las mujeres.
La ofensiva patriarcal de la modernidad capitalista
Nos encontramos en un escenario dramático, pero no sólo por la reciente pandemia del coronavirus. Las vidas de las mujeres en todo el mundo hace demasiados años que se caracterizan por la violencia, el desplazamiento forzado, la precariedad, e incluso por el mismo asesinato; el número de feminicidios no deja de aumentar.
Alrededor del mundo, es el Estado patriarcal el que impone por la fuerza su poder para continuar vendiendo y explotando nuestras vidas, nuestros cuerpos, nuestra tierra y el planeta entero. En un mundo cada vez más desconectado de la tierra, basado en una economía capitalista financiera en la cual las crisis no sólo son cíclicas sino que cada vez más agudas, la pandemia del coronavirus no la podemos entender fuera del contexto que la ha incentivado y que nos hace entender, a su vez, la gestión llevada a cabo para hacerle frente.
La situación en Rojava viene marcada por el afán imperialista del Estado turco y de sus estados aliados (desde las potencias como Estados Unidos y Rusia a todos los miembros de la OTAN), que con la ayuda de mercenarios yihadistas de nuevo se dedican a ocupar, saquear, violar y asesinar a los pueblos del norte y el este de Siria. La brutalidad contra las mujeres -como fueron el caso de Hevrin Xelif o Amara Renas, que fueron asesinadas y sus cuerpos mutilados y mostrados públicamente -, o el secuestro u otros abusos cometidos contra las mujeres como arma de guerra que se desarrollan en zonas ocupadas como Afrin o Serekaniye, muestran claramente el proyecto de Turquía y de los grupos fundamentalistas respecto la vida y las mujeres. Imponiendo su sistema de dominación están creando un cambio demográfico, destruyendo la naturaleza, forzando la asimilación, ocupando la tierra y destrozando los progresos que se han hecho respecto a la liberación de la mujer.
En el resto del mundo, la crisis y la violencia contra las mujeres también son constantes. Centenares de miles de asesinatos de mujeres cada año, agresiones sexuales, mutilación genital y esclavitud sexual, cargas inacabables de trabajo invisibilizado, o el retroceso de derechos reforzado por el aumento del fascismo en todo el mundo (desde el Brasil de Bolsonaro a la Italia de Salvini). Se trata de una clara ofensiva contra las mujeres por parte de los estados capitalistas, con tal de mantener su poder después de la crisis mundial que vivimos a principios de siglo.
Las mujeres, frente a esa situación, no se han quedado paradas y en todo el mundo se organiza la resistencia. Lo vimos el pasado 8 de marzo, con millones de mujeres protestando en las calles, pero lo vemos también cada día con la cantidad de mujeres que se organizan. Como las compañeras latinoamericanas, que se organizan para defender sus tierras y sus comunidades; como las mujeres de la India, que se organizan para defenderse de la violencia machista; como las mujeres del sur de Europa, que se organizan para defender sus casas de los fondos de inversión.
El coronavirus como pretexto para aumentar la violencia
En este contexto de aumento de la violencia contra las mujeres en todos los ámbitos y alrededor de todo el mundo, la pandemia del virus Covid-19 ha supuesto una oportunidad más para los estados de la modernidad capitalista para seguir expandiendo y consolidando su dominio, y poder disfrazar como algo necesario un nuevo embate contra nuestras vidas.
Los estados capitalistas muestran una vez más, delante de la pandemia del Covid-19, que no tienen ningún interés -ni lo han tenido nunca-, en el bienestar de las personas ni del planeta. Fundados sobre la mentalidad patriarcal, llevan a cabo una gestión de la pandemia que consiste en asegurar su poder por medio de la intimidación a costa de quien sea.
Vemos que el coronavirus es una pandemia que hay que tomar en serio, pero también tenemos que ver que la gestión puede hacerse de muy diferentes maneras. En muchos países la gente está siendo forzada a trabajar, exponiéndose al virus, o está siendo despedida. Otras personas están solas en casa sin recibir ningún apoyo material ni emocional. En lugar de poner las ganancias y los intereses privados en el centro, deberíamos poner el cuidado de las personas, protegiéndonos del virus a través de la solidaridad entre las personas y los pueblos.
A su vez, los estados han apostado claramente por crear miedo entre la población, hacernos desconfiar las unas de las otras, y romper así nuestros vínculos. Nos animan a denunciarnos entre nosotras en lugar de ayudarnos, aún más si cabe en estos tiempos complicados. Intentan convertirnos en las culpables y, por tanto, en el enemigo que justifique el mantenimiento de las medidas de militarización y control de la población una vez el virus esté controlado. Como por ejemplo a través del endurecimiento de las fronteras de la Unión Europea que excluyen a los cientos de miles de refugiados que siguen huyendo de la guerra y la pobreza, fronteras que siguen fomentando el racismo y la desconfianza entre la población. O militarizando las calles y sacando a policías y ejércitos para detener a los transeúntes que se ven obligados a salir. No hay duda de que el ejército no está en las calles para detener el virus, sino para establecer mecanismos de control de la sociedad y así frenar su resistencia.
Ni una palabra sobre parar la devastación del planeta. Ni una palabra sobre detener la guerra. Ni una palabra sobre abordar de manera colectiva la cuestión de las curas, desde la atención médica a los cuidados familiares. Ni una palabra sobre democratizar las sociedades para no estar a merced de un mercado sin límites ecológicos ni sociales. El Estado quiere ser nuestro “macho protector” a través del control y la militarización de la sociedad, y nosotras, como mujeres, conocemos muy bien la mentira de esta historia.
Todas estas acciones muestran, una vez más, las bases de un sistema hostil hacia la mujer y la vida: las mujeres volverán a ser las que, después de ser desplazadas por la guerra, tienen que cuidar de sus familias en campos de refugiados en condiciones horribles. Serán ellas las que, tras haber trabajado durante 48 horas consecutivas en supermercados u hospitales, se enfrentarán a la violencia machista en sus hogares, que se verá aumentada a causa del aislamiento y la precariedad. Serán las primeras en perder sus trabajos y sus hogares, y por lo tanto estarán expuestas a más situaciones de violencia en el hogar.
Resistir como siempre, avanzar como nunca
Como mujeres, la nuestra es una historia de resistencia. Y ahora no va a ser diferente. La crisis de la pandemia del coronavirus muestra de nuevo que los estados patriarcales nunca van a poder dar una respuesta adecuada a los problemas que afrontemos como sociedad. Tenemos que construir una sociedad diferente que nos permita romper con la mentalidad masculina dominante que nos lleva día tras día, y aún más en las situaciones más críticas como esta, al desastre. Para eso, las mujeres debemos dar un paso adelante que nos permita no ir hacia atrás, tenemos que avanzar para no retroceder.
No podemos dejar que los estados-macho impongan su ley marcial, que destruyan los vínculos entre nosotras y que usen la pandemia para recubrirlo todo de normalidad e inevitabilidad. Como mujeres, debemos tomar de manera decidida nuestro rol para no permitir que esta pandemia sea usada para destruir aún más la sociedad, para infligir aún más violencia sobre nosotras, para seguir con un modelo que nos lleva a la desaparición del planeta.
En este sentido, y como hemos visto claro estas últimas semanas, no sólo la pandemia del coronavirus tiene afectación a nivel mundial, sino que la pandemia de la modernidad capitalista basada en la mentalidad patriarcal y su violencia también. Por eso, debemos fortalecer nuestros lazos como mujeres del mundo para plantar cara a esta ofensiva patriarcal y capitalista. Debemos unirnos para organizar la autodefensa y no aceptar el mantenimiento de estas medidas excepcionales, y sobretodo debemos unirnos para consolidar una fuerza de mujeres que de vuelta a todo el sistema mundial.
Porque el coronavirus nos muestra que no hay otra alternativa posible que una sociedad que ponga las personas y los pueblos en el centro de la toma de decisiones por medio de procesos democráticos, que se base en la liberación de las mujeres y que se relacione diferente con el planeta. Una alternativa que defienda la vida, como la que se está construyendo en los territorios liberados del norte y el este de Siria. Hoy más que nunca, la revolución de las mujeres se vislumbra como la solución a la crisis mundial en que nos encontramos. La solidaridad que construyamos hoy será la base de nuestras luchas del mañana, que por fuerza tenemos que desarrollar juntas.
¡Por eso enviamos fuerza y energía a todas las mujeres y a todas las personas del mundo frente a la pandemia del coronavirus, y llamamos a las mujeres de todo el mundo a organizarnos para hacer frente a la pandemia patriarcal de los estados con una lucha y una resistencia globales!
FUENTE: Women Defend Rojava / Edición: Kurdistán América Latina