Venir a Jinwar, en el norte de Siria, fue “la única oportunidad para tener una mejor vida”, dice Bedra Darwish.
La mujer árabe, de 35 años, oriunda de la población de Deir Ezzor, tiene siete hijos. Su marido murió hace un año luchando con las YPG (Unidades de Protección del Pueblo), una milicia de mayoría kurda que combate contra el Estado Islámico.
“Viví bajo el régimen del Estado Islámico y la situación era muy complicada para las mujeres -comenta-. Mi marido se hartó de seguir viviendo bajo el ISIS, por lo que, tan pronto como tuvo la oportunidad, se unió a las YPG”,
En el lejano noreste de la devastada Siria, Jinwar es la primera comuna feminista de Oriente Medio.
Lejos del frente donde el Estado Islámico vio desaparecer su Califato, Jinwar se sitúa entre tierras de cultivo y árboles frutales.
Creada por un grupo de mujeres activistas de diversas procedencias, la eco-aldea nació para ser un reducto de paz, amor y vida comunitaria.
Abrió sus puertas el 25 de noviembre de 2018, en el Día Internacional Contra la Violencia contra las Mujeres. Su cometido es ser un espacio alternativo para todas las mujeres del mundo.
Democracia, diversidad, ecología
La comuna se dispone en triángulo, formada por 30 viviendas que tiene de una a tres habitaciones. Doce de ellas se concedieron a mujeres kurdas, yazidíes y árabes, pero se espera la llegada de más población para el comienzo de la primavera.
Este lugar es un refugio para aquellas que sufren abusos, un hogar para madres que perdieron a sus maridos durante la guerra, así como para todas aquellas que quieren dejar atrás el sistema capitalista.
Jinwar, que está basada en la democracia, la diversidad y la ecología, necesitó varios años para llegar a completarse.
“Todas las mujeres ayudaron a construir viviendas usando barro, paja y madera, productos naturales que no contaminan el entorno -dice Nujin-. Usamos energías renovables, principalmente la solar”.
Bedra nos dice que su vida “es completamente diferente” ahora que vive en Jinwar: “No me volveré a casar nunca, porque tengo muchos hijos y ningún hombre se casará conmigo.”
Mujeres de distintas etnias viven en armonía. “En Jinwar hay kurdas y árabes y todas nos llevamos bien entre nosotras -nos comenta Bedra-. Yo no entiendo el kurdo pero la gente me ayuda con las traducciones. Si vuelvo a mi pueblo seré rechazada, por eso me quedaré aquí para siempre”.
Ven y libérate a ti misma
Una compañera de Jinwar, Hawan Suli, vive en la esquina de la comuna; usa un nombre ficticio para preservar su identidad. Vivió en Suleimaniya, Irak, y a los 13 años se casó por primera vez: “Era muy joven y no sabía nada de la vida, no entendía lo que el matrimonio significa”.
Se divorció de su primer marido y volvió a casarse. Ella le aclaró a su marido que “quería ser aceptada”, pero su situación no mejoró. “He sufrido mucho, mi experiencia con los hombres ha sido muy negativa”, recuerda
En el Kurdistán iraquí, el caso de Hawan es visto con normalidad y no existe ninguna ayuda estatal; en su lugar, son enviadas a refugios similares a regímenes carcelarios.
Hawan estuvo en uno de estos refugios durante un mes antes de que decidiera romper con la situación.
“Conocí sobre Rojava (la región autónoma al norte de Siria) en la televisión, al momento me puse en contacto con un partido político vinculado a las YPG. Ellos me trajeron aquí a través de Sinjar (Irak)”, cuenta.
Hawan se apoya en otras mujeres en su misma situación para “venir aquí y liberarse a sí misma”.
“Fue un poco complicado al principio porque estaba sola y hablo un dialecto distinto del kurdo, pero ahora me encuentro realmente bien con estas familias. He aprendido a hacer cosas, trabajo en la panadería y los campos. Quiero transmitir a todas las mujeres que están pensando en quitarse la vida que hay otras soluciones, como Jinwar”, manifiesta.
Llamamiento a fundar más eco-aldeas
La comuna es autogestionada por una asamblea que se celebra cada mes. Todas las mujeres pueden sugerir nuevas ideas para mejorar la vida comunal, y todas las opiniones son escuchadas y tienen el mismo valor.
Las asambleas son utilizadas para distribuir las tareas. Las diferentes funciones rotan por lo que todas ellas tienen la oportunidad de aprender diferentes trabajos.
La idea es crear más eco-aldeas como esta por toda la región del Kurdistán sirio. Los orígenes los podemos encontrar en las YPJ (Unidades de Defensa de las Mujeres), una milicia armada formada por mujeres kurdas, un fenómeno sin precedentes en el mundo árabe, que se unieron a la milicia cuando estalló la guerra civil en Siria. La lucha armada las hace iguales a los hombres y la lucha social parte de la liberación del patriarcado.
Las vecinas de la comuna tienen los servicios básicos para vivir por ellas mismas, pero la comuna no es un espacio enclaustrado. “Las vecinas pueden ir y venir, y las visitas están permitidas, pero los hombres no se pueden quedar”, nos dice Nujin.
Las mujeres trabajan los campos, cuidan del ganado, son entrenadas y enseñan a los niños en el colegio. Hay panadería, biblioteca, un dispensario de medicina natural y una cocina comunal en el medio del pueblo, al lado del parque para los pequeños.
La construcción de la piscina está prevista que finalice y esté abierta para todas el próximo verano. Tradicionalmente, bañarse en la piscina está concebido como una actividad exclusivamente masculina.
“Me enamoré de Jinwar”
Fatima Umm Nasrin es una mujer kurda de 34 años. Su vida cambió cuando su marido murió en Kobane, Siria, luchando contra el Estado Islámico. Vive en Jinwar desde hace cuatro meses.
“Era activista y conocí este proyecto, por eso me vine -nos dice Fátima, mientras sujeta a su hija de seis años-. Mi familia es bastante tradicional y vine de una ciudad conservadora, donde las mujeres no tenían permiso para ser independientes, pero he tratado de criar a mis hijas de otra forma porque quiero que tengan éxito en la vida”.
“No me volveré a casar nunca, estoy enamorada de Jinwar y quiero dedicar mi vida a este sitio”, asegura.
FUENTE: JM López / ABC News / Traducción: Rojava Azadi Madrid