La imagen no deja indiferente: un maniquí muestra las últimas tendencias de moda; apostado a escasos centímetros el mewzî*. Kobane sigue su vida, pero también está preparada.
No hacen falta las amenazas verbalizadas por Erdogan para saber que una de las siguientes etapas de esta larga guerra, será el ataque a la ciudad emblemática de la victoria contra el Daesh. Si consiguen dividir la zona de la Autoadministración Autónoma del Norte y el Este de Siria en dos, Kobane quedará aislada, y el afán imperialista de Turquía y sus aliados tendrá una gran oportunidad. Pero una oportunidad no significa una victoria, igual que un ataque no significa una derrota, como Kobane bien nos enseñó hace unos años.
En uno de los momentos de la guerra contra Daesh, cuando todo parecía perdido en la ciudad, un grupo de valientes defensoras de la libertad decidieron no claudicar, quedarse a resistir. Habían llegado miles de jóvenes desde todo Kurdistán y desde otros lugares del mundo, especialmente desde Bakur (el norte de Kurdistán, bajo el Estado turco). Jóvenes que, con apenas unas horas de formación en el uso del kalashnikov, iban decididas a la batalla porque no iban a entregar su tierra ni sus valores al fundamentalismo islámico. Jóvenes que hoy reposan en el cementerio de Kobane, pero que no han muerto; como dicen aquí, las şehid nunca mueren, porque su lucha impulsa la lucha de millones de jóvenes hoy en día. Quizás parecerá un eslogan, pero os puedo asegurar que aquí se puede sentir, como la realidad que es, sólo con la cantidad de cosas que se mueven en una misma cuando paseas por el cementerio de mártires de Kobane.
Una de las jóvenes luchadoras fue Şehid Arîn Mirkan, que decidió que no iba a permitir que los tanques de Daesh avanzaran un milímetro más, y fue a su encuentro en una acción de autosacrificio. Con esa acción, las demás combatientes tomaron su ejemplo de entrega y su fuerza, y tuvieron el coraje suficiente para derrotar a los yihadistas. Kobane fue liberada y hoy una imponente estatua recuerda a la joven, que impulsó esa heroica resistencia e imborrable victoria. Es uno de los tantos recuerdos que hay de la batalla. Como el cementerio de şehids; como los nombres de las calles y de los barrios que conmemoran a las mártires; como los miles de agujeros de bala que ves por doquier, en cada pared de cada casa; como la zona de ciudad que han dejado para la memoria de la resistencia tal cual quedó después de la contienda, con sus edificios derruidos, sus coches calcinados que un día fueron usados como arma por Daesh, sus miles de casquillos que encuentras a tu paso entre los edificios donde se encontró la línea de frente… Porque cada calle y cada casa fueron una trinchera de resistencia, y sus paredes son las de una ciudad que quedó tan marcada como sus habitantes.
Hoy la ciudad vuelve a estar amenazada, pero otras jóvenes siguen dispuestas, como Şehid Arîn Mirkan, a no ceder ante la oscuridad de la muerte. Siguen dispuestas a defender su tierra, a defender unos valores opuestos a los del imperialismo y la explotación, y ponen su vida al servicio de esa historia y esa causa.
Esas jóvenes esperan en la noqta** a que la guerra llegue, pero no llega. Y se hacen fotos con el móvil y hablan con sus amigas, miran películas y comen patatas y beben refrescos. Siguen su vida, pero están preparadas. Porque a sus 19 años, y después de más de 8 años que hace ya que Siria está en guerra, apenas han conocido la vida sin las amenazas de tropas, tanques y bombardeos; sin enterrar a amigas y familiares demasiado jóvenes; sin la duda constante de si podrás permanecer en tu tierra o tendrás que marcharte. Y como kurdas, nunca -hasta que empezó esa guerra y con ella la Revolución- habían conocido algo parecido a la libertad. Y a veces escuchan canciones que hablan de su tierra, Afrîn, de la tierra que les ha sido robada, de su gente que ha tenido que marcharse de sus casas frente al invasor, y no pueden evitar emocionarse y sentir rabia y tristeza. Y a veces van a ver a las familias para explicarles la situación y que no tengan miedo cuando empiecen los ataques, y las familias ven que jóvenes de todo Kurdistán y del mundo siguen llegando a la ciudad, porque no van a regalar ahora tanto sacrificio entregado, porque no van a dejar a su pueblo a merced de las bombas y el terror de los fascistas… Y a veces pasan la noche en vela para que el resto de compañeras, que ese día no se encontraban bien, no tengan que hacer sus horas de guardia.
Y ellas, que tienen el espíritu incombustible de las jóvenes, a veces se enfadan porque la guerra no llega, y tienen que permanecer a la espera, y pasan muchas horas sentadas en la noqta sin mucho que hacer. Porque a ellas no les han parit per a dormir: les pariren per a vetlar en la llarga nit del seu poble.*** Y quieren volver a sus pueblos y seguir trabajando para la Revolución en sus tareas de antes, porque a veces es difícil sentirse útil en la larga espera. Pero esperan.
Kobane sigue su vida y está preparada gracias a esas jóvenes. A las que hacen que el sacrificio de Şehid Arîn Mirkan no sea en vano. A las que hacen que las şehid no mueran porque siguen ellas con su lucha. A las que hacen que mientras las madres hacen la comida, los niños juegan en la calle, los vendedores pasean con sus carritos de algodón de azúcar y la gente pasea entre maniquís y mewzî, mientras dormen les seues gents, alguien está despert per tots, alguien sigue caminant entre l’amarga polseguera, asumiendo la voz de su pueblo que ha hecho de la resistencia su vida gracias a tantas personas que han puesto la suya al servicio del interés común, ya que tienen claro que la única opción de su pueblo es defenderse y son bien conscientes de no ser res si no s’és poble.
Notas:
*Mewzî: barricadas, posiciones para la guerra en la ciudad, preparadas con sacos llenos de tierra apilados.
**Noqta: lugar donde duermen las unidades militares.
***“no les han parit per a dormir: les pariren per a vetlar en la llarga nit del seu poble” y la cursiva
siguiente son fragmentos del poema de Vicent Andrés Estellés “La veu d’un poble”.
FUENTE: Aurora Picornell / Buen viaje / El Salto Diario