El joven Ridvan Karabulut lleva meses observando perplejo cómo cambia el paisaje ante sus ojos sin poder hacer nada, tras la decisión del gobierno turco de construir una presa que sumergirá bajo el agua a su hogar, Hasankeyf, una ciudad de 12.000 años de antigüedad. “No me quiero ir y de momento tampoco tengo a dónde ir”, señala Karabulut a Efe por teléfono.
Más de veinte culturas distintas han dejado su huella a lo largo de la historia en esta pequeña ciudad de 6.700 habitantes, situada en la provincia de Batman, en el sureste de Turquía, junto a la orilla del río Tigris. Dos enormes pilares de piedra en medio del río, restos de un puente del siglo XII que usó Marco Polo en su ruta de la seda hacia China, abren paso a Hasankeyf, que se alza en un valle con numerosos restos de la época neolítica, romana y bizantina.
Los acantilados sobre el Tigris están horadados por cuevas y pasadizos, y las márgenes del río son hábitat para una rica fauna de aves, reptiles y anfibios, que no se adaptará a un embalse. En los últimos meses, las autoridades turcas han trasladado a otra localidad siete monumentos, entre ellos tumbas y una mezquita del siglo XV, pero el resto desaparecerá bajo el agua cuando se complete la construcción de la presa, algo previsto para febrero.
“Es un desastre que se podría haber parado hace tiempo. Hasankeyf cumple nueve de diez posibles criterios para ser considerado Patrimonio de la Humanidad, pero Turquía nunca ha presentado la solicitud a la UNESCO”, comenta a Efe el ingeniero ambiental Ercan Ayboga. Ayboga dirige una plataforma de activistas que intenta detener desde hace años el proyecto de la presa de Ilisu, casi 100 kilómetros río abajo de Hasankeyf, que forma parte de un plan para construir 22 presas y 19 plantas hidroeléctricas a lo largo del país.
La nueva Hasankeyf
“Es un desastre se mire por donde se mire. Un desastre para las zonas históricas, para el medioambiente y para los habitantes de Hasankeyf”, señala Ayboga. Según la agrupación Iniciativa por Hasankeyf, el embalse de Ilisu inundará total o parcialmente cerca de 200 pueblos donde habitan 15.000 personas, pero se estima que el aumento del nivel del agua acabe al final afectando a unas 100.000 personas.
En respuesta, las autoridades turcas han construido “Nueva Hasankeyf”, una ciudad entera con 710 casas y 100 edificios gubernamentales, pero muchos vecinos lo consideran insuficiente. “La situación es muy dramática. Con el cambio de ciudad, mucha gente ha perdido su trabajo. No hay suficientes casas para todo el mundo y la mayoría de las familias ha tenido que pedir créditos y pagar parte de la nueva casa porque era más cara que el hogar que han malvendido al Estado”, señala Ayboga.
Solo las familias que estaban registradas en Hasankeyf hasta el año 2013 tienen derecho a acceder a una nueva vivienda. “Parejas jóvenes que no se han casado aún, personas solteras o que siempre han vivido aquí pero que no estaban registradas se quedan sin hogar”, lamenta el activista.
Es el caso de Ridvan Karabulut, que no ha conseguido una casa en Nueva Hasankeyf, pero tiene que dejar la suya en la ciudad antigua. “Me preocupa más el trabajo que la casa. Aquí gestionaba un taller de cerámicas con mi padre y vendíamos a turistas. ¿Quién querrá comprarme algo en la nueva ciudad?”, plantea.
A finales de noviembre, las autoridades derribaron uno de los mercados más antiguos de la zona y se empezaron a restringir los accesos a la ciudad. El gobierno también quiere convertir la Hasankeyf inundada en una atracción turística, porque parte de una ciudadela romana quedará al descubierto, aunque el proyecto no convence a los vecinos.
Irak en contra
“Turquía no quiere depender de otros países y quiera generar su propia energía, pero este proyecto no tiene sentido por la destrucción medioambiental e histórica que supone”, señala a Efe John Crofoot, urbanista y miembro de la plataforma para salvar Hasankeyf. Según el Ministerio de Urbanismo y Medio Ambiente turco, el proyecto, valorado en 1.500 millones de euros, generará energía para 1,3 millones de hogares.
El gobierno turco cree que la construcción de la presa de Ilisu podría ayudar económicamente a los habitantes de la provincia de Batman, donde el desempleo alcanza el 25 %, frente al 14 % de media en Turquía. “La presa puede generar empleo a los locales de forma temporal. Una vez terminada se quedarán de nuevo sin trabajo. Necesitamos empleos estables. No una presa”, comenta Karabulut.
Crofoot también se pregunta cómo afectará la gestión del río Tigris a los países de la región porque una vez construida la presa, Turquía podría regular su caudal hacia Irak. Las autoridades iraquíes también se oponen a la construcción de la presa. El año pasado, el caudal del río se redujo tanto que los habitantes de Bagdad podían cruzar el Tigris a pie. “La presa podría llegar a convertirse en una arma para Turquía. Podrán controlar el caudal del río y afectar a Irak. Su gestión creará fricciones diplomáticas en un futuro”, advierte Crofoot.
FUENTE: EFE / La Vanguardia