Rojava, Jineologî y Jinwar

La primera vez que escuché hablar de Jinwar fue de su voz en el barrio de Gracia, a partir de una comunicación vía Skype con una compañera que comentaba la situación en este momento al norte de Siria. La cartelera de la puerta del centro cultural decía JINWAR construir una col-lectivitat fora del patriacat. Organizaba y coordinaba Resistències. Frente a la pantalla no entraba una persona más, ni de pie ni sentada, de modo que algunos quedamos a un costado, en silencio y escuchando todas las intervenciones que se fueron dando. Luego de la charla, problemas de conexión vía Skype y un saludo enviado al pueblo kurdo, con el puño en alto al grito de Jin, Jiyan, Azadi, seguido de un aplauso que venía contenido con cada palabra y cada historia. Entonces pensé que debíamos concretar otro encuentro para hacer una nota más tranquila. Pues estas palabras son de las que merecen ser replicadas.

Esta vez, el encuentro fue en la estación Fontana del mismo barrio de Gracia. Encontramos un pequeño restaurante vacío (por la hora) y comenzamos la grabación. Al momento de presentarla, ella decide que no habría nombre propio…

–No digo el nombre, pero no por algún tipo de seguridad concreta, sino porque mi voz es la voz de muchas otras. Entonces me parece que personalizar es tomar un derecho que no tengo. A fin de cuentas, como las cosas que voy hablando son el producto de muchas cabezas, de muchas mujeres, de muchas ideas, quiero que la narración se centre como colectiva y no como “ah vale, esta persona está diciendo esta cosa”.

Formo parte del comité de Jineologî, regional de Cataluña, que seríamos aquellas compañeras que están llevando adelante toda esta idea de la Jineologî. Por otro lado, estamos con el grupo Azadi jin, que es un grupo de mujeres, boyeras y trans que está usando los métodos del movimiento de mujeres kurdas, e intentando recuperar conceptos y métodos que nos parecen interesantes; hacer un trabajo de solidaridad y organizarnos en torno a esto. Así que en ese sentido, sí que me puedo definir, pero sin nombre.

Termina esa última frase con una sonrisa cómplice y descontracturada, seguramente aparejada al juego en el que nos metimos, invitándonos a hablar de un movimiento tan interesante como colectivo sin pensar en una persona sino en tantísimas mujeres organizadas en una lucha común.

-¿Cómo diste con el movimiento kurdo?

-El año pasado algunas compañeras que nos habíamos interesado en el movimiento kurdo, empezamos a estudiarlo más, a ver más conexiones, incluso con sus contradicciones, porque evidentemente las hay en una ideología que está construida en un contexto concreto como el de Oriente Medio; un contexto bélico, de una represión mucho más fuerte de lo que podríamos vivenciar aquí; un contexto de clase y económico muy diferente al nuestro. Sin embargo, nos empezamos a acercar, sobre todo por el planteamiento de cara a la liberación de las mujeres y de esa lucha contra el patriarcado que se identifica como la lucha primaria. Ante cualquier cosa, el patriarcado es lo primero que se tiene que destruir como forma de poder. El movimiento todavía al día de hoy mantiene una estructura que viene del marxismo, sin embargo, para muchas de nosotras (que incluso venimos de un entorno libertario), un movimiento revolucionario como este, que plantea al centro de todo y en primera línea a las mujeres y su autoliberación, fue de una apertura total.

-¿Cómo está organizado este movimiento?

-El movimiento está organizado en diferentes frentes. Por un lado hay un partido que es el PKK, que lleva ya como 40 años. Se construye a mediados de los 70 por estudiantes kurdos y turcos, partiendo de una lucha más nacionalista de la identidad kurda y de recuperación de todo el territorio y la cultura que habían sido asimilados, reprimidos y oprimidos por Turquía. Nace como una organización política y luego armada, de guerrilla en la montaña de la zona kurda de Turquía y, como muchos de los movimientos de ese momento, es marxista-leninista. Tiene muchas etapas que no van al caso ahora, pero sí es importante saber que a finales de la década del 90, cuando ya estaban en la montaña y eran una organización declarada terrorista, es decir, cuando ya su trabajo es desde la clandestinidad, gracias sobre todo a algunas de sus figuras más carismáticas como Abdullah Öcalan (el líder reconocido del partido) y Sakine Canzis (una de las mujeres que formaron el partido), la organización da un giro. Inspirados por otros movimientos, lecturas y teorías, empiezan a plantear un cambio de paradigma en el que, por un lado, ya no buscan luchar por una nación para la creación de un Estado, sino con la propuesta de un modelo organizado en tanto confederación de diferentes comunidades que podrían ser kurdas, pero ya no sólo; por el otro lado: analizando la historias de la opresión, del poder y de la autoridad del fascismo y el capitalismo, comprenden que en realidad todo se puede reducir a una opresión primaria que es el patriarcado. En eso hay una importancia muy fuerte de las mujeres dentro del propio partido, que empiezan a chocar con sus propios compañeros y a reclamar los espacios de ideología política y de espacios separados, no sólo de organización social sino de organización militar. No sólo nosotras podemos luchar tanto como nuestros compañeros, y ser incluso más valientes que nuestros compañeros muchas veces, si no que queremos hacerlo nosotras mismas, organizadas por nosotras mismas. Esto es algo que en muy pocas partes del mundo se ha dado tan claramente como aquí. Entonces fue a partir de allí que muchas de nosotras superamos ciertas contradicciones que tienen que ver con el partido y con cierta estructura evidentemente vertical, porque vimos en esta cuestión algo super potente.

Desde el principio de la nota, nos acompaña Ana, responsable de la programación de género del centro cívico Pati Llimona. Ana va y viene con su cámara, tomando cada movimiento, cada gesto y mueca de ella.

En tanto, nuestra entrevistada va y vuelve del aro al lóbulo de la oreja, como un tic que la ayuda a recordar. Pero cada palabra sale fresca y concreta, Rojava estaba delinea un mapa perfectamente delimitado en su memoria:

-Rojava es una construcción que se inspira en las ideas del PKK, no como una nación sino más allá de las separaciones que se presentan hoy en el Kurdistán. Hay que decir que Kurdistán después de la Primera Guerra Mundial, con los acuerdos de Lausana, quedó separado en cuatro partes: el Kurdistán turco, iraní, iraquí y sirio. El PKK, como decía desde su creación en la década del 70, representa las ideas más socialistas en este contexto, pero hay muchos otros partidos y organizaciones en el territorio. Rojava, que es una forma de decir Kurdistán del Este, y este modelo político, se ha ido extendiendo a zonas que no son kurdas. Por eso, ahora no se habla de Rojava, si no del norte de las Siria, porque incluye Der Ezzor, Raqqa, Tabqa, que están dentro de este modelo organizativo.

-En este contexto, ¿cómo surge Jinwar?

-Dentro del territorio liberado de Rojava hay muchos proyectos que se desarrollan, y desde el 2012 Jinwar se concretó como un espacio en el que las compañeras venían pensando hace tiempo, que es el del separatismo, los espacios no mixtos; no sólo tienen que estar en la guerrilla, sino que también tienen que llegar a la sociedad. Por lo tanto, si hay mujeres que quieren vivir sin la autoridad del marido, del padre, del suegro, del hermano, y quieren hacerlo en una sociedad que en realidad no lo permite tanto, tenemos que poder construir este espacio. Mujeres que quieren, deben o se ven obligadas por la razón que sea: porque son viudas, porque mataron al marido, porque se separaron y la sociedad no lo acepta, o porque simplemente quieren vivir sin hombres. En este contexto, se plantea la construcción de Jinwar como el lugar donde cualquier mujer podía sentirse segura de vivir como le apetezca junto a otras mujeres.

Lo que pasó con Jinwar es que estaba a 10 kilómetros de la frontera y ahora mismo no existe. Es decir, son sólo las casas y las casas sin las mujeres, en realidad es otra cosa. Esa cercanía a la frontera ha hecho que en este momento Turquía haya bombardeado a muy pocos kilómetros. El pueblo ha sido evacuado, como ha sido evacuada prácticamente toda la zona, porque Turquía lo que quiere es que en realidad toda la gente de toda la zona se vaya; quiere el territorio libre para poder reconstruir demográfica y políticamente toda el área y quitarse del medio todos los enemigos históricos, ese frente revolucionario que para ellos podía contaminar como el fuego a la pólvora.

En este momento el diálogo se vuelve otro, en los ojos se comienza a fundar el brillo que no se le va a ir hasta que la nota termine.

-Entonces, ¿cómo llegaste a Jinwar?

-Yo tenía desde hace tiempo esa idea de que hay algunas revoluciones que pasan a lo largo de la historia, y algunas tenemos la suerte de poderlas vivir y poder apostar. Como fue aquí (en España) en el 36 cuando muchas brigadas internacionalistas vinieron a apoyar el proyecto revolucionario que había. Entonces, ¿cuántas posibilidades tenemos que eso pase y cuántas posibilidades tenemos de aportar? Entonces ahí empecé a ver qué posibilidades había de ir ahí, y el movimiento de mujeres de Europa, valorando opciones, por mis capacidades técnicas en electricidad, ven que la mejor opción sería ir a un pueblo que se estaba construyendo. Me dijeron que estaba esa posibilidad, que se estaba construyendo el pueblo y era bueno que haya mujeres con capacidades diversas para poder hacer cursos y talleres.

-¿Ese requerimiento sigue estando hoy?

-En este momento, bajo ataque de Turquía, hay un requerimiento, pero ese requerimiento es muy concreto. Se está pidiendo a gritos que vayan periodistas, médicos, y personal de enfermería porque es la necesidad de ahora en este contexto de guerra. Ojalá se pueda volver a ir de otra manera, porque creo que algo muy bonito que había en Rojava, y Jinwar era una demostración, era que, a la vez que hay un frente, también se está construyendo. Eso sucede al mismo tiempo, no en dos etapas donde primero se hace la guerra y después se piensa que sembrar. En el mismo momento en que estamos liberando territorio, estamos imaginando qué va a haber en ese territorio.

-¿Cómo fue esa primera experiencia? Es decir, ¿qué sentiste al llegar a ese pueblo?

-En un principio fue sentirme en una película de partisanos o algo así. Era sentirnos dentro de la historia, algo que decíamos a menudo con mis compañeras. Esa zona de la Mesopotamia que tanto habíamos estudiado en la escuela como la cuna de la civilización, el Tigris, el Éufrates y de repente estás ahí, y es como una sensación de decir: “bueno, estamos haciendo la historia”. La sensación es muy potente y es porque las compañeras aprendieron a hacer la lucha desde el corazón y desde el creer, que es algo que creo que muchas de nosotras hemos dejado de lado, tal vez porque siempre estamos en una lucha confrontativa y necesaria pero sin creer mucho que efectivamente vamos a ganar. Y estar ahí es sentir que, aunque están bajo ataque turco y no sabemos qué va a pasar, está la idea de vamos a ganar y vamos a desarrollar ese mundo hermoso que tenemos en nuestro corazón.

Jinwar al principio para mí ha sido muy difícil, porque yo venía mucho pensando en mi función como electricista, buscando desarrollar en el pueblo ese enfoque y luego termine haciendo de todo, desde jugar con los niños, plantar árboles, hacer clases de inglés, de conducción, etc. Nada que ver con la electricidad ni con el mundo fotovoltaico. Por un lado, es pensar que la revolución es como siempre nos imaginamos, que es la mujer kurda, miliciana con el kalashnikov, que por supuesto que lo es, pero también está toda esta otra parte, y para mí al principio fue difícil pensar en estar viviendo en el campo, haciendo cosas de campo. Pero luego con el tiempo toma otro significado, porque toma otro significado la posibilidad de poder vivir con otras mujeres que también están experimentando contigo esa nueva forma de vida, porque lo es para todas. Se trata de organizarse entre mujeres, no tener nunca una autoridad patriarcal que te esté diciendo para dónde tirar, sin ningún tipo de necesidad de normativa, reglas o leyes. Al final se construyen núcleos familiares super atípicos, porque a cada mujer cuando llega se le asigna una casa, pero luego ya se van moviendo de una casa a la otra, las amigas empiezan a vivir juntas, los niños van y vienen, lo que hace un modo de vida muy distinto del núcleo familiar convencional.

-¿Cómo está organizado Jinwar?

-Jinwar a nivel estructural es la confluencia de varios movimientos de mujeres que ya venían trabajando hace rato: por un lado, está el Kongra Star, que sería la organización que reúne todas las pequeñas asociaciones y organizaciones dentro del territorio; por otro lado, la Mala Jin, que aquí sería lo más parecido a la casa de la mujer, que son lugares donde las mujeres que tienen problemáticas o ciertas necesidades acuden y piden ayuda a diferentes mujeres; y también el comité de la Jineologî, que son estas compañeras que han empezado a escribir una nueva historia y una nueva ciencia bajo la perspectiva feminista y de liberación de la mujer. La ciencia ha sido siempre escrita por hombres, y nosotras la volvemos a escribir por completo en todos los aspectos. Entonces, estas tres organizaciones son la base de la ideación de Jinwar en cuanto proyecto político. Una mujer puede acudir, por ejemplo, porque es viuda y no quiere volver a vivir con el padre, entonces acude a la Mala Jin, cuenta su situación y pueden llegar a vivir al pueblo donde aceptan un pacto social en el que se presentan varias pautas, entre las que se destacan algunas: en principio, no existe propiedad privada de las casas, es decir, son de propiedad colectiva; la segunda, es que tienes que participar de la asamblea del pueblo que se da cada dos semanas y de los trabajos que de esta asamblea se deciden, ya que hay un proyecto de una cooperativa para fortalecer la economía de las mujeres del pueblo; y la tercera parte es que en Jinwar no pueden dormir hombres, las mujeres no pueden estar casadas dentro de Jinwar, y los hombres no pueden incidir de ninguna forma dentro de la vida del pueblo.

La hora ya se completa y aunque nos queden muchas preguntas por hacerle, seleccionamos algunas que más nos movilizan en torno a este pueblo y nos lanzamos a los últimos minutos con el reloj en mano.

-¿Cómo se vive el amor?

-Es una buena pregunta -sonríe, mira para arriba y dice-, no sé cómo se vive el amor. Se vive de una forma muy diferente, es un amor mucho menos sexualizado. Allí hay una palabra que es “hevalti”, que aquí sería como compañerismo, o algo más que el compañerismo como lo conocemos nosotros. Las compañeras hablan mucho de ese amor que lo envuelve todo y que por lo tanto tiene más que ver con la colectividad que con la relación específica o exclusiva. Luego es claro que muchas mujeres fuera de Jinwar tienen sus historias, lo que pasa es que no se llevan dentro del pueblo, y eso creo que da mucho margen de libertad también.

-¿La educación?

-La escuela dentro de Jinwar está tomando un sistema educativo reestructurado, partiendo de la perspectiva de la Jineologî, como una historia antipatriarcal.

-En el pueblo no puede haber hombres, pero sí niños. ¿Qué va a ser de esos niños cuando crezcan y sean hombres en Jinwar?

-En cuanto a los niños, hay algunos que ya tienen 12 años y tienen todas las características de un hombre formado en el patriarcado de alguna manera, y bueno, con ellos supongo que en un futuro se irán del pueblo. Pero es algo que siempre les preguntaba a las compañeras y la respuesta era “bueno, por un lado, no sabemos que será con estos niños cuando se hagan hombres. Ya lo veremos”. Una actitud propia de saber que ahora mismo hay otras preocupaciones en la creación de un espacio de estas características, en medio de una guerra. Para mí fue un sinfín de preguntas y la respuesta era esa: “Bueno, ya veremos”. Una circunstancia que tampoco te deja consolidar tanto. Sin embargo, para ellas no es que los hombres estén perdidos, simplemente son víctimas del patriarcado, de una forma diferente pero igualmente víctimas del patriarcado, que tienen que hacer un gran trabajo de reconocimiento de lo que el patriarcado ha hecho en ellos mismos, del desarrollo de sus emociones, en la relación con las otras compañeras y compañeros, etc. Entonces decían estos niños que han vivido en un pueblo de mujeres, que han recibido una educación que parte de la idea que el patriarcado es el primer enemigo a destruir y que cuenta otra historia, distinta a la que hemos estudiado y que a lo mejor han visto pasar por este pueblo a muchas mujeres ejemplares. A lo mejor estos niños serán hombres diferentes, que hayan aprendido de sus hermanas, de sus madres, de sus abuelas, que puedan matar ese macho que todos tenemos por socialización en milenios de historias, que pesa en todas y todos; entonces serán hombres diferentes y quizás podrán vivir en este pueblo.

Ya no nos queda más tiempo y la única mesa habitada en el restaurant ya hacía rato que cambió el libro y el café para prestar oídos a esta historia que parece tomada de un relato utópico y fantástico. Pero este frente de lucha existe, es un principio de una sociedad distinta, alejada del patriarcado y donde la inexistencia de la propiedad como sistema de dominación sea plausible,

-¿Te gustaría decirles algo a las mujeres de Argentina que puedan llegar a leer esta entrevista?

-En primer lugar, quiero recordar a una compañera argentina, que es Alina Sánchez, su nombre de batalla era Lêgerîn, que cayó el año pasado justamente en Rojava, y creo que ha sido un referente muy importante tanto para nosotras y algunas compañeras de Argentina, porque fue una de las primeras que construyó una relación fuerte entre estos dos mundos. Entonces creo que como fue el 36, Rojava es un sitio donde muchos y muchas internacionalistas convergemos y nos redescrubrimos en ese sentimiento y solidaridad internacionalista, que creo que es básico. Y en ese sentido, creo que sobre todo como mujeres o identidades no hegemónicas, tenemos una responsabilidad mutua de reconocernos, de apoyarnos a donde sea y de seguir luchando, porque los lugares, las posibilidades y posiciones son diferentes pero al final la lucha es la misma. Creo que esa solidaridad es necesaria, entendida no sólo como una solidaridad de “ah, qué bonita la lucha de las compañeras en Argentina, sino de “Ok, la lucha de las compañeras en argentina es la misma lucha de las compañeras en Rojava, la misma lucha de las compañeras feministas en Barcelona o de las compañeras en Sudán”; es decir, que hay un hilo conductor y en este momento se está viendo muchísimo, no sólo en términos feministas, en términos de revuelta en general, de este ya basta que sigue y se hace más potente. Yo creo que esa conexión es muy importante; es muy importante tenerse presente. Hay que construir más vínculos, por lo tanto, que las compañeras estén atentas, porque desde allí están atentas y desde aquí también estamos intentando estar atentas a esa tormenta que llegue, pillarle el ritmo y seguir adelante, luchando.

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SOLIDARIDAD CON JINWAR

En estos tiempos difíciles la comunidad de Jinwar precisa cualquier apoyo y ayuda como lo hacen las personas de toda Rojava.

Lo más importante es levantarse y organizarse contra esta devastadora ocupación del Estado turco y apoyar a la Administración Autónoma Democrática en el norte y este de Siria en todos los niveles.

Como se pudo ver anteriormente, este pueblo ha florecido y desarrollado día a día. Podemos estar realmente orgullosos de ver que con el esfuerzo común, la organización y el trabajo diario se han logrado tanto.

Últimamente, antes de que comenzara la guerra, hemos estado a punto de abrir un nuevo centro de curación en Jinwar y se han realizado muchos trabajos de reconstrucción y mantenimiento.

Especialmente en estos tiempos también necesitamos apoyo material, hemos creado para este fin una cuenta en Europa donde pueden realizar donativos.

IBAN: IT41Z3608105138238386938398

BIC: PPAYITR1XXX

Para realizar transferencias, pueden comunicarse a esta mail:

solidarity.jinwar@gmail.com

(Texto tomado de “Jinwar – Free Women’s Village Rojava” en Facebook)

FUENTE: Damián Payo / Senda Guevarista