Medio Oriente era famoso por ser la reserva energética del mundo. Ahora también lo va siendo por la revolución de las mujeres y la construcción de esperanza sobre la base de la autonomía democrática. Las potencias mundiales asociadas a grupos locales ejercen fuerte presión para construir sociedades autoritarias que les permitan el control de los recursos energéticos. La primavera árabe abrió una puerta democrática de los pueblos, que se cerró rápidamente en la mayoría de los países, pero fue aprovechada en el norte de Siria por la construcción política kurda preexistente. Desde este territorio ganado a pulso, Rojava articula alianzas a diestra y siniestra buscando sobrevivir sin perder su autonomía y desterrando al fundamentalismo del Estado Islámico de esas tierras.
Hace apenas un mes, Donald Trump dio vía libre a Turquía para invadir Rojava. La feroz resistencia de las FDS (Fuerzas Democráticas Sirias) a la invasión, así como las graves contradicciones despertadas en Estados Unidos, hicieron que Trump revirtiera parcialmente esa vía libre. Tras imponer sanciones a Turquía por pocos días, pactaron un nuevo acuerdo el 17 de octubre en el que fijaban una franja de seis kilómetros en la frontera con Siria, en el cual Turquía ejerza un control y que las milicias kurdas deban retirarse a al menos 30 kilómetros de la frontera. Una semana después, Rusia firmaba un acuerdo similar con Erdogan, con el agregado de que las fuerzas rusas patrullarían los primeros seis kilómetros con las tropas turcas y patrullarían los siguientes 24 con el ejército sirio de Bashar Al Assad.
La comandancia de las FDS y las autoridades políticas de la Administración del Norte y Este de Siria (Rojava) critican abiertamente la emergencia de este nuevo orden geopolítico en Medio Oriente, y al mismo tiempo mantienen abiertos canales diplomáticos con todos los actores, excepto con Turquía y sus socios fundamentalistas.
El objetivo de Rojava es claro: sobre la base del realismo político buscar las mejores condiciones para la sobrevivencia de la autonomía democrática en la mayor extensión territorial posible. Es así que en estas semanas organizaron el desplazamiento de la población civil fuera de las zonas más álgidas y fueron replegando las tropas.
Un equilibrio inestable
El actual acuerdo ubica a Rusia como árbitro de las disputas regionales y como posible garante de un salto en la acumulación de capital, vía la concreción de la “nueva Ruta de la Seda” que conectaría fluidamente a China con esta región más África y Europa. Sumado a ello, daría una salida confiable al petróleo y el gas hacia Europa. La IV Revolución Industrial daría allí sí el salto de calidad y cantidad que se viene avizorando sin concretarse.
Sin embargo, la incertidumbre sigue dominando la región, ya que ninguno de los grandes actores regionales termina de estar conforme con la actual situación.
Turquía (y sus socios fundamentalistas) vería cortada su expansión regional al mismo tiempo que se revuelve en una crisis apenas larvada.
La Siria de Al Assad tiene que reconocer a Rusia e Irán como actores decisivos en su política doméstica sin terminar de recuperar la característica básica del Estado moderno, el monopolio legítimo de la fuerza. En este momento Al Assad, mientras va recuperando el control de sus fronteras, parece buscar como objetivo principal subordinar a las FDS
Estados Unidos sigue con su política equívoca. Tras su patética retirada, ahora intenta volver sobre sus pasos para mantener un control militar de los pozos petroleros en Rojava. Al mismo tiempo, llevó a cabo esta semana pasada una operación de alto impacto al matar al líder del Estado Islámico, Abu Bakr Al Baghdadi. Paradójicamente o no, la información de inteligencia necesaria para el bombardeo yanqui sobre Baghdadi fue cedida por las FDS. El último giro ordenado por Trump fue que tropas de elite retornen a controlar los principales pozos petroleros del nordeste sirio.
El conjunto de estos actores estatales participan en unas nuevas negociaciones diplomáticas amparadas por la ONU en Ginebra, dando forma a un Comité Constitucional de Siria que debiera acordar una nueva Constitución siria como salida institucional a la guerra civil. Si bien el principal actor del nordeste de Siria (la Administración del Norte y el Este de Siria -es decir de Rojava-) sigue siendo excluido de estas negociaciones multilaterales, de todas maneras el gobierno de Rojava sostiene una activa diplomacia por medio de relaciones bilaterales.
En contraste con la marginación de las negociaciones de Ginebra, Rojava cuenta con una muy amplia solidaridad internacional, que abarca desde gobiernos de distintos niveles que lo hacen “en defensa del “Estado de Derecho y los Derechos Humanos” en una óptica democrático liberal centrada en los derechos civiles individuales y culturales de los pueblos hasta quienes se solidarizan en defensa de una democracia comunal, directa y por el derecho a que los pueblos experimenten nuevos modos de vida ecosocialistas y antipatriarcales ver por ejemplo.
El protagonismo de los pueblos asoma
Al mapa regional se suma la emergencia de triunfos parciales de las mayorías populares. Es el caso reciente de la renuncia del primer ministro del Líbano.
También se muestra en el avance de los hutíes en Yemen, que han desplazado al gobierno que respondía a Arabia Saudita, para conquistar el derecho a que las mayorías populares de ese país tengan un gobierno representativo.
En el caso de Iraq, si bien el gobierno actual es parte de la religión mayoritaria chiíta, en verdad es visto como fruto de un acuerdo “de cúpulas y de compromiso” entre Irán, Estados Unidos y dirigencias políticas iraquíes chiítas pero también sunitas y de la burguesía kurda.
Tras el desplazamiento del prácticamente único general popular y visto como no corrupto en Iraq (Abdel-Wahhab al-Saadi), comenzó un levantamiento popular en el que por primera vez destacan trabajadores y jóvenes chiítas. Las protestas por un desempleo del 40% e infraestructuras casi inexistentes se dirigen contra una corrupción estructural que ha evaporado ingresos petroleros cercanos a los 500.000 millones de dólares en estos años en los que Iraq ha vuelto a ser una potencia petrolera. El toque de queda no ha impedido las protestas, pero ha sido reforzado por más de cien personas asesinadas por francotiradores, además de miles de heridos de bala, en Bagdad y las principales ciudades chiítas.
Rojava en la encrucijada del caos geopolítico
La resolución de la crisis mundial tiene un lugar destacado en Medio Oriente. El filósofo esloveno Slavoj Žižek sintetizó la situación en una nota de la siguiente manera: “La capacidad de los kurdos para organizar su vida comunitaria se puso a prueba en condiciones experimentales casi claras: en el momento en que se les dio un espacio para respirar libremente fuera de los conflictos de los estados que los rodeaban, sorprendieron al mundo. En el norte de Siria el enclave kurdo centrado en Rojava es un lugar único en el desorden geopolítico de hoy: cuando los kurdos recibieron un respiro de sus grandes vecinos que los amenazaban todo el tiempo, rápidamente construyeron una sociedad que uno no puede dejar de designar como una utopía existente y que funciona bien. Es nuestro deber apoyar plenamente la resistencia de los kurdos a la invasión turca y denunciar rigurosamente los juegos sucios que las potencias occidentales juegan con ellos. Mientras el Estado soberano a su alrededor se hunde gradualmente en una nueva barbarie, los kurdos son el único rayo de esperanza (…) se trata de qué tipo de nuevo orden global está emergiendo. Si los kurdos son abandonados, será un nuevo orden en el que no habrá lugar para la parte más preciosa del legado europeo de emancipación”.
Estas observaciones de Žižek enfatizan en que una auténtica defensa de los derechos humanos implica una defensa de Rojava. Este mensaje dirigido a los pueblos supone también presionar a los Estados y a la ONU (que dicen defender esos derechos humanos) para un reconocimiento pleno de Rojava por su parte. Ello no obsta de analizar otros dos factores en juego.
En primer lugar, la decisión de Rusia (en su rol en la coyuntura como árbitro y garante regional) de elegir como socios fundamentales a la Turquía de Erdogan y la Siria de Al Assad, va sin dudas en contra de la vigencia de esos derechos humanos. El territorio en que estos derechos tienen mayor vigencia es taxativamente Rojava.
En segundo lugar, la zona más estable es también Rojava, si bien no exenta de dificultades. La gobernabilidad y seguridad jurídica que requiere la inmensa acumulación de capitales que supondría la concreción de la Ruta de la Seda (como base material de la implementación de la IV Revolución Industrial) es impensable, dada la actual correlación de fuerzas, sin algún tipo de reconocimiento institucional a Rojava o bien con un genocidio kurdo que vuelque masivamente la relación de fuerzas a favor del fascismo turco.
En tercer lugar: la cuestión migratoria. Hay más de cinco millones de desplazados sirios hoy, unos 3.6 millones sólo en Turquía. Erdogan quiere expulsarlos pronto y ni Europa ni Al Assad quieren recibirlos (en su mayor parte participaron de las protestas contra el gobierno de éste). El nordeste de Siria, sin tener una situación holgada, podría contenerlos en caso de algún acuerdo multilateral y con participación de la ONU, pero ello requeriría el reconocimiento legal de la Administración del Norte y Este de Siria.
En síntesis, Rojava necesita sostener la autoorganización al mismo tiempo que sus negociaciones realistas con las fuerzas en pugna. Pero el tenor de sus adversarios hace que ello no sea suficiente, necesitando movilizar crecientes fuerzas internacionales solidarias con la revolución. Excepto Turquía que busca destruirla como objetivo principal, el resto de los actores estatales no tienen simpatía con Rojava pero priorizan la consecución de otros objetivos, por lo cual parece ser posible llegar a compromisos pragmáticos con los mismos.
FUENTE: Leo Rodríguez / Anred