Cuando el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, cerró un acuerdo con Turquía la semana pasada para detener por 120 horas la operación militar de Ankara en el noreste de Siria, fue el enfoque enrevesado del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en el período previo a las negociaciones, lo que definió el proceso.
La caótica situación desencadenada por la operación militar ha aumentado el riesgo de sanciones contra Turquía tanto de Estados Unidos como de Rusia, que hasta ahora había estado trabajando estrechamente con Ankara.
Erdogan había respondido a los llamados de Estados Unidos y la Unión Europea para un alto el fuego con las milicias lideradas por los kurdos a través de la frontera, diciendo que no negociaba con terroristas, y prometió continuar operando hasta que haya liberado completamente lo que él llama un zona segura de 32 kilómetros de profundidad, al sur de la frontera de Turquía con Siria.
Una vez que Pence y el secretario de Estado, Mike Pompeo, se dirigían a Ankara para negociar un acuerdo, Erdogan dijo a los periodistas que no se reuniría con ellos. Varias horas después, el presidente invirtió el rumbo nuevamente, diciendo que lo haría.
Al mismo tiempo que Pence y Pompeo se dirigían a Ankara, el fiscal jefe del distrito sur de Nueva York, Geoffrey Berman, reveló que Halkbank, banco estatl turco, había sido acusado de violar las sanciones de Estados Unidos contra Irán hace más de seis años.
Mientras esto ocurría, los legisladores estadounidenses presentaron tres proyectos de ley que exigían sanciones severas contra Erdogan, su familia y Turquía.
Para colmo de males, se filtró a la prensa una carta sin tacto enviada por el presidente Trump, instando a Erdogan a hacer un trato con el comandante de las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), Mazloum Kobane, y a no “ser un tonto”, el mismo día en que Turquía lanzó su operación y justo antes de la delegación de Pence partió.
El tono y el contenido de la carta fueron profundamente insultantes, y fue sorprendente que Erdogan y sus portavoces permitieran que quedara sin respuesta.
La oposición de Turquía ha criticado a Erdogan tanto por la serie de vueltas en U que condujeron a su acuerdo, como por aceptarlo a pesar de los insultos de Washington.
Pero ahora es más importante la reunión de Erdogan con el presidente ruso Vladimir Putin, horas antes de que finalice el alto el fuego de 120 horas.
Si bien el ejército de Turquía ya avanzó en una parte de las zonas fronterizas entre las ciudades de Tel Abyad y Ras al Ain, el ministro de Relaciones Exteriores de Turquía, Mevlüt Çavuşoğlu, dijo que el destino de las ciudades claves de Kobane y Manbij dependerá de las conversaciones con Rusia.
Altos funcionarios rusos, incluidos Putin y el ministro de Relaciones Exteriores, Sergei Lavrov, han insistido en que Erdogan debe tratar con el presidente sirio Bashar Al Assad, cuyo gobierno Moscú han respaldado durante el conflicto de ocho años.
Esto significaría devolver el control de la frontera al gobierno de Al Assad, a cambio de garantías de que los grupos kurdos no lanzarán ningún ataque contra Turquía desde Siria.
Sin embargo, ese acuerdo, dicen los rusos, también significaría renunciar al plan de Erdogan para construir nuevos asentamientos para el envío de refugiados sirios en el lado sirio de la frontera.
Después de que Turquía lanzó su operación y Washington anunció una retirada total de sus fuerzas de Siria, las tropas estadounidenses dirigieron Manbij y otras áreas bajo su control, y no a Turquía, sino a Al Assad, lo que indica que Washington y Moscú gestionaron conjuntamente el proceso.
Es probable con esto estuviera en la mente de Erdogan, que prometió relanzar la operación si las FDS no cumplían con sus condiciones una vez finalizadas las 120 horas de alto el fuego, el martes. El presidente turco también dijo que discutiría con Putin la presencia de las fuerzas de Al Assad en algunas áreas de la zona de 444 kilómetros de largo y 32 kilómetros de profundidad prevista por Turquía.
Estas declaraciones pueden verse como un rechazo a la súplica de Putin para negociar con Al Assad. Esto plantea la posibilidad de sanciones de Rusia.
Junto con el caso de Halkbank y las posibles sanciones de Estados Unidos, esto podría resultar insoportable para la economía de Turquía, ya que el presupuesto de 2020 anunciado el 17 de octubre pasado muestra que está en una situación desesperada.
A pesar de la inyección de unos 80 mil millones de liras del banco central este año, el presupuesto aún pronostica un déficit presupuestario de casi 140 mil millones de liras (24 mil millones de dólares) en 2020.
Una parte sorprendente del déficit está vinculada al presupuesto de defensa de Turquía, que ha aumentado de 39 mil millones de liras a 141,1 mil millones de liras (24.8 mil millones de dólares) desde el presupuesto de este año.
Naci Ağbal, asesor jefe de presupuesto y estrategia de la presidencia turca, dijo que esta cantidad podría aumentar aún más debido a las operaciones militares de Turquía.
FUENTE: Zülfikar Doğan / Ahval / Traducción y edición: Kurdistán América Latina