Mientras escribo esto, los principales actores de la guerra civil siria, tanto internos como externos, están luchando para llegar a un acuerdo sobre quiénes serán los miembros de un comité para crear una nueva Constitución para la nación. Esta Constitución podría poner fin a una guerra brutal que ha durado años y cobrado innumerables vidas. A medida que se desarrolla este evento tan importante, hay una notable falta de representación de uno de los actores más importantes de la región.
El Consejo Democrático Sirio (MSD) representa una coalición de comunidades multirreligiosas y étnicamente diversas, que administran aproximadamente un tercio del territorio sirio. El MSD no está afiliada ni al régimen ni a los rebeldes. Las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), el ala militar del MSD, proporcionaron el grueso de los combatientes en la lucha contra ISIS, y lucharon con gran éxito debido a su determinación y apoyo de los aliados estadounidenses.
Sin embargo, a pesar de los muchos elogios que posicionarían al MSD como un socio serio en la mesa para cualquier negociación sobre el futuro de Siria, ha sido excluido de todas las discusiones, incluido el comité constitucional que se reunirá en Ginebra.
En la actualidad, en Siria existen tres modelos políticos en funcionamiento sobre el terreno. El primero es el modelo autoritario del régimen de Damasco. Este modelo es un matrimonio de nacionalismo, socialismo y religión performativa, habiendo sido la estructura predominante durante décadas.
El segundo sistema, establecido por la oposición, fue creado con intenciones democráticas, pero desde entonces se ha apartado de su objetivo y ha cedido terreno a los extremistas religiosos. La promesa de la oposición ha pasado de la democracia para todos a una dictadura de la mayoría, que se niega a garantizar derechos y protecciones para las minorías. En contraste con los dos primeros, el MSD propone un modelo de democracia secular, no nacionalista, en el que todas las personas pueden participar políticamente y expresarse libremente.
La situación en el norte y el este de Siria es un testimonio del éxito del modelo propuesto por el MSD. Ningún privilegio está reservado para ningún grupo religioso o étnico, pero los derechos están garantizados para todos. El régimen y la oposición están de acuerdo en muchos temas, como la presencia de la religión en el gobierno; es solo una cuestión de hasta qué punto la religión desempeñará un papel en el gobierno. En el mejor de los casos, veremos un retorno al antiguo régimen, en el que el presidente debe ser musulmán y la Sharia (ley islámica) es la fuente del derecho civil. En el peor de los casos, veremos el éxito de los radicales y la religión, convirtiéndose en la pieza central del Estado. Solo el MSD está firmemente comprometido con un Estado democrático y verdaderamente laico, con protecciones para todas las religiones.
Como la facción principal que luchó contra ISIS y ganó, liberando innumerables aldeas y ciudades del llamado califato, el MSD se negará a permitir que el extremismo religioso se apodere del futuro de Siria. Una de las herramientas más importantes para combatir la ideología de ISIS en Siria es la nueva Constitución.
¿Quién está mejor calificado para luchar contra la ideología extremista en el comité constitucional que aquellos que representan a las personas que lucharon y derrotaron a ISIS? Sacar al MSD de la negociación constitucional es equivalente a echar a ISIS por la puerta y dejar que vuelvan por la ventana. Al excluir al MSD del comité constitucional, se está enviando un mensaje muy claro: la marginación de los oprimidos continuará sin importar quién dirija el país. Esta es una situación intolerable para muchas minorías étnico-religiosas de Siria, cuales integro, y no es un plan para la estabilidad a largo plazo.
Tanto los modelos del régimen como la oposición ofrecen soluciones diferentes a los problemas de Siria. Sin embargo, ambos buscan resolver estos problemas a través de una única ideología e identidad unificadora que deben imponer a la población. Para la oposición, es la identidad árabe islámica, y para el régimen es un autoritarismo semi-secular. Sin embargo, en una nación tan diversa como Siria, ningún enfoque o identidad puede unificar a las personas.
Lo que ha funcionado en el MSD ha sido lo contrario. Es solo a través de abrazar la diversidad nacional que se puede encontrar cualquier unidad. Cada comunidad debe encargarse de manejar sus propios asuntos, con el apoyo y las garantías de igualdad del gobierno por encima de ellos. En el noreste de Siria, el establecimiento de ayuntamientos con miembros diversos ha ayudado a aliviar las tensiones entre diferentes etnias y religiones.
Si bien ningún sistema es perfecto, la descentralización ofrecida por el MSD es única y se ha demostrado que reduce los conflictos y la violencia entre las comunidades. Las formas de descentralización ofrecidas por el régimen y la oposición carecen de sustancia, garantizando solo derechos y responsabilidades limitadas a los municipios locales. En contraste, el MSD otorga a cada ciudad el derecho a su propia defensa, educación y desarrollo, con la ayuda del gobierno administrativo. Los acercamientos de la oposición y el régimen ya han sido juzgados. No han trabajado, ni lo harán, para Siria. La única respuesta es la unidad a través de la diversidad.
La actual asamblea de legisladores, políticos y delegados que planean reunirse en Ginebra no puede crear ninguna apariencia de un acuerdo efectivo para toda Siria cuando la totalidad de Siria no está representada. Sin la presencia del MSD en las negociaciones, sectores enteros de la sociedad se quedan sin voz. El MSD es la única voz para un sistema político que apoya el pluralismo religioso y nacional en Siria.
La presión internacional externa sobre los negociadores elimina la representación de los propios sirios, y hace de ésta una competencia de poderes más amplios en lugar de una negociación entre conciudadanos. No se puede decir que aquellos en el comité, que sirven solo como portavoces de quienes buscan la dominación y el poder regionales, negocian de buena fe. Mientras los intereses de las potencias externas tengan prioridad sobre los intereses del pueblo sirio, no puede haber una paz duradera o una solución democrática.
Una Constitución verdaderamente democrática no puede carecer de los mecanismos vitales de una sociedad verdaderamente democrática. Garantizar elecciones y votaciones populares no es suficiente. La medida del éxito del proyecto democrático en Siria será el tratamiento de los miembros más vulnerables de nuestra sociedad. Los kurdos, alevitas, sirios, asirios, drusos, armenios y circasianos, entre otros, que en conjunto representan alrededor del 40 por ciento de la población nacional, están todos en riesgo por la falta de compromiso del comité constitucional con los derechos de las minorías.
El Contrato Social, que se ha establecido en el norte y el este de Siria a través del MSD, es el único estatuto que garantiza explícitamente el derecho a elegir y practicar la religión, la igualdad de género, la autodeterminación, la democracia y los acuerdos comunitarios consensuales. Anteriormente, se desconocían los derechos para educar, hablar y aprender en la lengua materna de la comunidad nativa, algo que se está revirtiendo por la administración del MSD.
Es a partir de este modelo que una verdadera democracia puede comenzar a desarrollarse en Siria, y cada una de las comunidades puede opinar sobre cómo se las gobierna. La Constitución debe ser orientada hacia el futuro, buscando estabilidad y prosperidad a largo plazo para todos los sirios. Esto no se puede lograr solo a través de las propuestas de la oposición y el régimen, que carecen de capacidad de protección para los vulnerables y los desfavorecidos. Una Constitución así es una bomba de relojería, condenada a fallar.
¿Es posible sintetizar los tres modelos que existen actualmente en Siria? Requerirá compromisos difíciles, pero puedo decir con certeza que será imposible a menos que todos los sirios estén representados justamente en la mesa.
FUENTE: Bassam Ishak / Syrian Democratic Times / Traducción y edición: Kurdistán América Latina