“Con mis propios ojos he visto cómo los soldados turcos disparaban contra quienes intentaban apagar el fuego en la proximidad de la frontera”, aseguraba esta mañana en una entrevista telefónica concedida a este diario Suleiman Badodo, el ministro de Economía de Rojava o, de acuerdo a la denominación oficial de ese territorio de mayoría kurda, el copresidente del Departamento de Economía de la Administración Autónoma del Nordeste Sirio (AANES, según sus siglas inglesas). Está demostrado que tanto el Estado Islámico como la propia Turquía a través de sus milicias islamistas se han servido en ocasiones del fuego como arma de guerra desde que se adueñaron de varios territorios sirios controlados por los kurdos. Así, por ejemplo, poco después de la invasión de Afrin, varias de los mercenarios a sueldo de Ankara incendiaron olivares y cultivos durante la ofensiva y posterior ocupación de ese cantón para favorecer los cambios demográficos.
Como un polvorín
Pero ahora, además, las altas temperaturas del verano y las grandes extensiones de matorral reseco han hecho más fácil todavía recurrir a las llamas para estrangular la economía de la pequeña comunidad multinacional y multiétnica -kurda, siriaca, armenia, árabe y yazidí- que a duras penas sobrevive en medio de un vecindario geopolítico regentado por sociópatas como los presidentes de Turquía y Siria, Recep Tayyip Erdogan y Bashar Al Asad. Tan pronto como los fuegos se declaran, se extienden a una velocidad vertiginosa, y los esfuerzos de los bomberos se concentran a menudo en impedir que alcancen los inmuebles o el ganado, y por supuesto, en evitar también que se cobren vidas humanas. Fuentes del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos citadas por Kurdistán 24 estimaban en diez las víctimas civiles; claro que la cifra no ha sido oficialmente confirmada.
Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que más de cien kilómetros cuadrados de superficie han sido devastados por las llamas, desde el noreste de Siria hasta Irak, en dirección a Mosul. A nadie se le escapa que los fuegos se han enseñoreado especialmente de las áreas que controlan los kurdos, lo que ha desencadenado un agresivo cruce de acusaciones entre todos los contendientes que dirimen sus diferencias sobre la arena siria. Los representantes del Partido de Unión Democrática (PYD), la formación que lidera el aparato administrativo que gobierna Rojava, responsabilizan a Turquía y al Daesh de los incendios. Y la oposición del Consejo Nacional Kurdo de Siria (una organización creada por el kurdo-iraquí Masud Barzani) acusa a la Administración Autónoma de la falta de diligencia en su extinción, lo que equivale a culparle de su incapacidad para dirigir con eficiencia los destinos de los habitantes de esa zona.
Según los datos que nos ha proporcionado el ministro de Economía de Rojava, “alrededor de 45.000 hectáreas han sido calcinadas por los fuegos (en Rojava), lo que podría traducirse en unos daños materiales de cerca de 35 millones de euros. Eso va a tener graves repercusiones porque muy probablemente, el trigo que la Administración Autónoma compre a los agricultores no será suficiente para cubrir ni las necesidades anuales de harina, ni la siembra de semillas del año siguiente”.
La agresión que han sufrido es especialmente trágica, a la luz del bloqueo que sufre la AANES. “¿Han sido provocados los incendios que han devastado Rojava, Sinyar y algunas franjas del Kurdistán de Irak cercanas a la frontera turca?”, le preguntamos a Suleiman Baidodo. “Es cierto que el calor, la presencia de vidrios rotos o balas perdidas podrían ser la causa de al menos una parte de ellos. Este año llovió mucho durante el otoño, lo que ha favorecido el crecimiento de arbustos que, al llegar el verano, han convertido la zona en un polvorín”, nos responde el cotitular de Economía.
El Daesh está detrás
Sin embargo, hay una parte de esos incendios cuya importancia y número no ha sido aún determinada y que, a su juicio, han sido deliberadamente provocados para asfixiar las posibilidades de supervivencia de la población de Rojava. “Los medios de comunicación del Estado Islámico han reivindicado algunos de esos fuegos como una forma de lucha contra los kefires o infieles”, afirma, mientras precisa que otros no han podido sofocarse de la forma apropiada porque los sirios y los turcos lo impidieron. El caso más conocido es el que se declaró en las proximidades del aeropuerto de Kamisli. “Lo que sucedió es que el régimen sirio -que controla esa estratégica instalación y sus aledaños- no permitió acceder a nuestros cuerpos de bomberos para que tratara de reducir las llamas. Las mismas fuerzas del régimen lo apagaron después. Por otro lado, existen incluso imágenes en las que se ven a los soldados de Turquía impidiendo a balazos que la gente apague fuegos declarados junto a sus posiciones”.
A su vez, según una información aparecida en Kurdistán 24, el gobierno de Rojava rechazó el ofrecimiento de ayuda realizado por los Cascos Blancos. Lo que las autoridades de la AANES han aducido es que poseen los medios y la gente cualificada precisa para hacer frente a la emergencia. En el fondo, lo que subyace es su desconfianza hacia esta organización y las sospechas de su cercanía a sus enemigos turcos.
¿Dispone de recursos la Administración de ese territorio autónomo para compensar a los agricultores por sus pérdidas? El cotitular de Economía asegura que su departamento “ha solicitado al Comité de Agricultura y a las Asayish (Fuerzas de Seguridad Interna) que hagan un informe sobre el terreno, evaluando caso por caso, documentando las localizaciones de los fuegos y proporcionando una información precisa sobre las circunstancias que los provocaron y su alcance”.
“Cuando esté proceso concluya, el Comité de Economía podrá analizar con más detalle lo ocurrido y valoraremos cuáles son las medidas que se pueden tomar para compensar las pérdidas”, afirma Badodo.
Fuegos y bombas turcas
Por otro lado, la pandemia de fuegos de estos días no se ha restringido únicamente al territorio del norte de Siria. Los constantes bombardeos de Turquía sobre la población civil que habita en la franja de Irak próxima a línea fronteriza han desencadenado también grandes incendios, que han convertido en cenizas antiquísimos bosques, junto a todos los animales que los moran. Asimismo, idéntica situación a la de Rojava se ha registrado en la zona de mayoría yazidí de Irak, conocida como Sinyar, y en algunas zonas limítrofes que se extienden hacia Mosul.
En la labor de extinción de estos últimos incendios han colaborado, junto al Ejército de Irak y a sus propios camaradas kurdos de armas, varios voluntarios españoles de una milicia conocida como Unidades de Resistencia de Sinyar (YBS). Al igual que señalaba el cotitular de Economía de Rojava, los españoles no descartan que estos incendios sean una herramienta más del Estado Islámico o algunos de los enemigos de los yazidíes y los kurdos para debilitar más aún a estos pueblos y por ende, a su Administración.
Definitivamente, el Daesh no ha sido derrotado, y seguirá sembrando la muerte y la destrucción, aunque no controle un territorio. El ataque con coche bomba contra un cuartel de las Asayish o fuerzas kurdas de seguridad, registrado el pasado lunes en la ciudad de Kamisli (Norte de Siria, Rojava) ha sido, de hecho, atribuido a un ataque de los yihadistas.
FUENTE: Ferran Barber / Público