Hace unas semanas, en Argentina fue publicado el libro “Norita. La Madre de todas las batallas”, una biografía sobre Nora Cortiñas, integrante de Madres de Plaza de Mayo –Línea Fundadora-
El libro, escrito por el periodista Gerardo Szalkowicz y publicado por Editorial Sudestada, recorre la vida y las luchas de la principal referente de la defensa de los derechos humanos en Argentina.
La lucha de Nora comenzó en 1977, luego que la dictadura cívico-militar que controlaba el país fue la responsable de la desaparición forzada de su hijo Gustavo.
La vida de esta referente de los derechos humanos está repleta de historias, anécdotas y solidaridad. Una de las luchas que Nora abrazó sin vacilar fue la que encabeza hace varias décadas el pueblo de Kurdistán.
A continuación publicamos el fragmento del libro donde Nora se refiere a su relación con el pueblo kurdo:
La imagen va mostrando una cadena montañosa rocosa, un cielo azul intenso pincelado con pequeñas nubes, pocos destellos de áreas verdes, ramas secas, algunos picos nevados. El paisaje nos lleva a la región de Kulp, en el sudeste de Turquía, cerca de la frontera con Siria. Es la zona del Kurdistán turco. Siete mujeres caminan y conversan. Cinco de ellas van mostrando sus casas en ruinas. Las tuvieron que abandonar en la década de 1990 cuando el ejército turco arremetió una vez más y se las prendió fuego. Cuentan sobre sus hijos y esposos asesinados o desaparecidos. Otra mujer, mucho más joven, traduce al castellano. La séptima es Norita. Los siguientes planos las muestran subiendo pendientes y esquivando rocas hasta una cima donde visitan el cementerio. Norita se ayuda con un palo que hace de bastón. La curiosidad le desborda los ojos: no para de hacer preguntas. Nadie imaginaría que por esos días está cumpliendo 83 años. En otra secuencia comparten una comida típica y conversan sentadas en el piso. Luego se ve a Nora asesorándolas y acompañándolas a presentar una carta en la oficina de las Naciones Unidas en Ankara. Las escenas son parte del documental Pañuelos para la Historia, que entrelaza en esos encuentros la historia de las Madres de la Paz (de Amed, capital del Kurdistán histórico) y las Madres de los Sábados (de Estambul) con la de las Madres de Plaza de Mayo, a quienes admiran y toman como ejemplo. Una conmovedora simbiosis de dolores, ausencias, terrorismos de Estado y dignas fortalezas tejiendo un puente entre Oriente y Occidente.
El capítulo de los viajes de Norita merece un libro aparte. Conoce la Argentina de punta a punta. Son muy pocos los países que no visitó. Y apenas un puñado a los que fue de paseo. La han invitado de infinidad de lugares a dar charlas, participar de actividades, congresos, homenajes o simplemente a conocer procesos de lucha e intercambiar saberes. Una de las experiencias que más le impactó y con quienes generó lazos más intensos fue con las mujeres kurdas.
Al pueblo de Kurdistán no le asignaron un Estado Nación cuando Francia y Gran Bretaña se repartieron esa región de Medio Oriente después de la Primera Guerra Mundial. El territorio kurdo quedó desparramado entre Turquía, Irak, Irán y Siria. En esos cuatro países siempre se los reprimió y se les negó sus derechos identitarios, culturales y lingüísticos. Hacia principios de la década de 1980, con la creación del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), comenzó una lucha más constante y la cuestión kurda empezó a tener visibilidad internacional. Su resistencia armada, su propuesta societaria llamada “Confederalismo Democrático”, el rol protagónico de sus mujeres y el énfasis en el cuidado de la naturaleza han convertido al pueblo kurdo en ejemplo de vanguardia revolucionaria en todo el mundo.
Ese viaje fue algo muy especial. Fue así: un día me vinieron a ver dos chicos jóvenes, traían una carpeta y querían hacer una película con las madres de Kurdistán y me invitaban a viajar y filmarla allá. Lo primero que pensé fue ¿Kurdistán?, ¿con qué se come eso? No sabía ni que existía… Y a los chicos no los conocía, pero me generaron confianza y les dije que sí. Fue una locura, filmábamos subiendo y bajando las montañas, yo quedaba agotada. Pero fue una experiencia inolvidable. Es impresionante cómo el gobierno turco sigue tan asesino como hace cien años. Me emocionó mucho ver la fuerza de esas madres y compartir con ellas las similitudes que tienen nuestras vidas y nuestras luchas.
Corría el año 2013 y Nora volvía a dar rienda suelta a su intuición y su curiosidad. Se embarcaba, una vez más, en una incierta travesía del otro lado del mundo y con dos jóvenes treintañeros desconocidos. Uno de ellos es Nicolás Valentini, que recuerda: “Lo más fuerte fue ver cómo se comunicaba emocionalmente con las madres de Kurdistán. Además tuvo mucha paciencia con el tema de las traducciones y los tiempos, y una gran templanza para bancar todas las situaciones, caminar entre las montañas y adaptarse a la idiosincrasia del lugar. Un día estábamos en una actividad en la Plaza Taksim de Estambul, ella se puso el pañuelo y enseguida vino todo el mundo a saludarla y abrazarla. Esa popularidad me sorprendió mucho. Frente a situaciones tan adversas y opresoras que pueden aniquilarte emocionalmente, ella procesa todo de una manera que lo convierte en buena energía. Esa experiencia con Nora me cambió la vida, me enseñó a tomarme las injusticias de un modo mucho más alegre y transformador”.
El otro realizador del documental, y en rigor el ideólogo del proyecto, es Alejandro Haddad, maestro, poeta y escritor, pionero en el interés y la difusión en Argentina de la lucha del pueblo kurdo. Ravi (como le decían sus amigos y amigas) falleció en 2014, con sólo 34 años. Nora le había tomado un cariño especial por su particular sensibilidad y suele llevar en su cartera un libro suyo para leer algún poema en público.
En marzo de 2019, Nora volvió al Kurdistán turco. Esta vez para solidarizarse con las más de mil presas y presos políticos que se encontraban en huelga de hambre en reclamo del fin al aislamiento del líder kurdo Abdullah Öcalan, encarcelado en una prisión solitaria en una isla desde 1999. La principal referente de esa medida de fuerza era la diputada Leyla Güven, a quien Nora visitó cuando cumplía 114 días en huelga de hambre y estaba en un estado de salud muy deteriorado. “No lo hacemos para morir, lo hacemos para vivir dignamente –le explicó Leyla-. Cuando entraste a mi cuarto me llené de vitalidad, nosotras compartimos el mismo dolor pero también la misma esperanza”. Tomadas de la mano, después de un abrazo interminable y antes de una catarata de lágrimas compartidas, Nora le leyó un poema de Alejandro que se titula “Acaso”, dedicado a las guerrilleras kurdas.
Ellas no quieren vivir siempre muriendo
Limpian su fusil deseando que sea la última vez
Saben que no quieren estar eternamente así
que la guerra debe morir antes que ellas
Buscando en palabras lo que no logran las armas
Porque las armas hacen llorar a los niños, asustan a los pájaros
producen terremotos y espantan a los peces
Porque las guerras corrompen al vecino
acaban con las flores
tapan el aire de humo y despintan el paisaje humano
Ellas ya no quieren que los generales hagan negocio
ni tampoco sus fábricas de pólvora
ni sus inventos de comida chatarra
Por eso rompen el cerco militar con el diálogo en los labios y la paz en el corazón
Llevan un montón de propuestas en sus mochilas
y otro montón de oídos en la piel
También una canasta con comida, agua, frutas
una bandera sin estrenar y una pistola por si acaso
FUENTE: Editorial Sudestada / Kurdistán América Latina