Hasta ahora se ha mantenido la tensión informativa sobre los acontecimientos en Siria, porque las noticias se movían al nivel táctico y operacional, cosas concretas que pueden ser contadas. Existía un enemigo común: el Daesh (acrónimo del árabe para referirse a Estado Islámico o ISIS en sus siglas en inglés), cuya derrota era deseada por todas las fuerzas. Pero, ¿qué va a pasar tras la derrota “total” anunciada por Donald Trump el 23 de marzo?
Hay que recordar que el ISIS continúa presente y activo en Siria. Tras la conquista de sus últimos bastiones, las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF, en sus siglas en inglés) tuvieron que hacerse cargo de más de 55.000 mujeres y niños y transferirlos al campo de Al Hol.
Al Bagdadi habría ordenado este movimiento como parte de su nueva estrategia: reducir las cargas y evolucionar hacia operaciones ágiles, del tipo “golpear y huir” y atentados terroristas.
Los actores principales (Estados Unidos, Rusia, Irán, Turquía…) no han cambiado, pero sí lo han hecho sus posiciones, alianzas y estrategias.
Con la “derrota” de Daesh, el enemigo común, se inicia una nueva fase en este conflicto: más (geo) política y estratégica, y menos operacional. Ya no es el momento de batallas decisivas sino de posiciones, influencias y líneas de acción, que van a delimitar los resultados reales del mismo.
Hoy, las acciones se producen en tres áreas: Deraa, la provincia de Idlib y el sureste del Éufrates. Deraa está controlada por la antigua oposición; ahora se ha reconciliado con el gobierno, pero con disidencias y unas relaciones complejas con los funcionarios. Pero es un problema que se puede gestionar con el apoyo ruso.
En Idlib, el principal actor es el grupo Hayat Tahrir al Sham, ligado a Al Qaeda. Conquistar el enclave de Idlib es el objetivo principal para las fuerzas gubernamentales, apoyadas por Rusia e Irán, pero Idlib limita con la zona de influencia (quizás algo más) de Turquía. Idlib también está en contacto con un enclave de las Fuerzas Democráticas Sirias, pro americanas y apoyadas por los kurdos.
Aquí las nuevas alianzas juegan un papel principal: Putin quiere expulsar a Estados Unidos del escenario sirio, y Erdogan, tradicional aliado de Estados Unidos, quiere arrebatar a los kurdos, aliados norteamericanos, de su zona de influencia. Los intereses concurrentes han permitido una cooperación que hace apenas unas décadas se consideraría contranatura. Las próximas operaciones previsiblemente ocurrirán en esta zona, y no a mucho tardar.
El último escenario es el del Éufrates, esencialmente geopolítico, por ser una zona con importantes recursos. Las fuerzas enfrentadas son las gubernamentales, apoyadas por Irán y Rusia, al oeste del río, y las Fuerzas Democráticas Sirias, apoyadas por Estados Unidos, al este del mismo.
Si las fuerzas gubernamentales consiguiesen controlar Idlib, el siguiente paso para recuperar un eventual control total, sería cruzar el Éufrates en las zonas económicamente más rentables. La competencia entre las zonas de interés de Estados Unidos y Rusia en este escenario es manifiesta, y el mantenimiento de la presencia norteamericana, esencial. Una decisión poco meditada del presidente Trump podría facilitar los objetivos de Putin, e indirectamente los de Erdogan de debilitar a las posiciones kurdas.
El principal objetivo de la nueva geopolítica de Putin en Oriente Medio es recuperar las antiguas zonas de influencia de la extinta Unión Soviética, y Siria es un elemento clave para alcanzar este objetivo. Los Estados Unidos, aquejados de sus diversos síndromes, (Vietnam, Somalia, Irak…), ha decidido dejar la región de Oriente Próximo a su suerte. Primero Obama apostó por una “Estrategia de Pivote hacia el Pacífico”, que aterrorizó a sus socios en la zona, y con Donald Trump llegó la incertidumbre.
Las cartas se han vuelto a barajar y Bashar Al Assad se apunta como el ganador de esta segunda partida, gracias a Rusia e Irán -con o sin el apoyo de la milicia libanesa Hezbolá-. Turquía mantendrá (y controlará) su zona de influencia, mientras castiga a sus enemigos tradicionales, los kurdos.
¿Y Estados Unidos? Todo pasó “mientras dormías”. Un abandono total seria dramático para sus socios en la zona.
FUENTE: Emilio Sánchez de Rojas Díaz / El País