En medio del volcán geopolítico que es Medio Oriente emergió una de las experiencias políticas más radicales y trascendentes del mundo contemporáneo. Se trata del proceso revolucionario del pueblo kurdo en esa región al norte de Siria, en el que las mujeres han tenido un papel fundamental.
El pueblo kurdo está llevando a cabo una de las revoluciones sociales y políticas más trascendentes de la modernidad capitalista, poniendo en el centro la lucha de las mujeres contra el patriarcado, la democracia comunal de base y el respeto por el medio ambiente, y todo ello haciendo a un lado a los estados nación, y cuestionando las estrategias revolucionarias convencionales. Su éxito es insospechado: han creado zonas de libertad en una de las regiones más conflictivas del mundo.
Desde 2011, en el contexto de la Primavera Árabe, los kurdos se hicieron con el control de la región norte de Siria, conocida como Rojava, mediante una forma de organización que llaman confederalismo democrático, por la que se establecen comunas por pueblo, barrio o región, así como asambleas en las que participa toda la población.
Uno de los aspectos más destacados de este proceso revolucionario es lo que se ha llamado la Revolución de las Mujeres, que implica su participación paritaria en todas las comunas y asambleas donde se toman las decisiones, lo que incluye la formación de su propio ejército. La experiencia de lucha de las mujeres kurdas se ha convertido en una de las luchas contra el patriarcado más importantes del mundo contemporáneo.
Esta experiencia política es importante porque está cuestionando o poniendo de cabeza varias nociones políticas que se daban por sentadas, entre ellas la necesidad de todas las sociedades de organizarse a través de un Estado nación, así como la existencia de los partidos como medio indispensable para la participación política. El proyecto kurdo pone en cuestión otras ideas claves de la modernidad capitalista, como el progreso basado en el industrialismo y la explotación de los recursos, el sistema liberal de justicia y las nociones de orden estatal.
Los kurdos: mosaico de culturas
Los kurdos son uno de los más de 70 pueblos que han florecido en la región que el Occidente eurocéntrico ha llamado Medio Oriente, y de los cuales quedan apenas la mitad. Son el mayor pueblo del mundo que no tiene un Estado. Hay cerca de 50 millones de kurdos repartidos por cuatro estados nación: Turquía, Siria, Irán e Irak, además de una diáspora por varios países de Europa (especialmente Alemania) y otras partes del mundo. Toda la región del Kurdistán se extiende por unos 500 mil kilómetros cuadrados (una cuarta parte del territorio mexicano), desde los montes Taurus de la Anatolia turca a los montes Zagros del oeste iraní y el norte de Irak. Los kurdos son la tercera minoría étnica más importante en número de Asia Occidental, tras los árabes y los turcos.
El movimiento kurdo se reivindica como un pueblo ancestral que formó parte de la civilización de la antigua Mesopotamia y, como tal, es heredero de unas de las civilizaciones más antiguas y significativas de la humanidad. Los valles y montañas entre los ríos Tigris y Éufrates vieron nacer culturas que inventaron la escritura, los códigos legales, las religiones, las economías y los estados que marcaron esa región e influyeron en el mundo. En su tradición oral, los militantes del movimiento de liberación Kurdistán se cuentan como un pueblo cuya historia se remonta hasta cinco mil años y como una cultura central en la región del Creciente Fértil, una región productora de civilizaciones. Pero algunos historiadores acotan esa historia. Aunque admiten antecedentes milenarios, precisan que los kurdos actuales son descendientes de los medos desde los años 678 y 549 antes de Cristo. “La mención más antigua del término kurdo se encuentra en fuentes en pahalavi del Irán de la época sasánida (224-651)”, según Djene Rhys Bajalan (revista Istor núm. 70, otoño de 2017).
Las tierras habitadas por los kurdos ha sido siempre un territorio deseado y disputado por otras naciones, imperios y potencias. En el siglo VII, los kurdos enfrentan el ascenso del Islam; en ese momento la mayoría kurda practicaba una variedad de orientaciones religiosas, incluyendo comunidades cristianas, y había también “adoradores del fuego”, identificados por Rhys como zoroastras. En la actualidad, los kurdos no se caracterizan por su uniformidad religiosa. Hay musulmanes suníes, o chiitas, alevíes, yazidíes, cristianos y judíos.
Diversos escritores resaltan la peculiaridad de los kurdos, que han enfrentado históricamente las ambiciones de imperios y religiones: romanos, persas, árabes, otomanos, etcétera. Los kurdos sostienen que su pueblo ha luchado por mantenerse al margen de estos controles estatales. De ahí su legendaria reputación como pueblo que ha preservado de facto la independencia en sus aldeas y comunidades, más allá de los afanes de control de imperios y estados nacionales.
La historia más reciente de los kurdos está marcada por la inclusión de su territorio en el Imperio Otomano, lo que provocó levantamientos contra ese dominio en los años 1806, 1831, 1842, 1855 y 1880. A fines del siglo XIX y comienzos del XX, el movimiento kurdo buscó su independencia y el establecimiento de un Estado nación. Durante la Primera Guerra Mundial, las potencias ganadoras derrotaron al Imperio Otomano, y tras su disolución se rediseñó el mapa de Medio Oriente: Francia se quedó con Libia y Siria, Gran Bretaña con Irak y Jordania, en tanto Persia se transformó en el actual Irán y el Estado Otomano se convirtió en Turquía.
En ese contexto, las organizaciones del pueblo kurdo buscaron su independencia. En 1918 se firmó el Tratado de Sèvres, bajo la protección de Estados Unidos, que prometió la independencia al Kurdistán. Este tratado fue incumplido, y en su lugar se firmaron los tratados de Laussane y Ankara en 1923, en los que se determinó que el territorio del pueblo kurdo estaría fraccionado en cuatro estados nación: Siria, Irán, Irak y Turquía. Esta fragmentación se mantiene actualmente.
Erol Polat, del Congreso Nacional del Kurdistán, quien visitó Guadalajara en junio de 2018, dijo entonces que esta división tuvo el propósito de controlar políticamente tanto a los kurdos como a otras naciones de Oriente Medio por parte de las potencias europeas: “Dividieron Kurdistán en cuatro partes, y con este pensamiento (político) controlan el imperio persa (iraní), controlan a los turcos (otomanos) y a los árabes nacionalistas que vienen con la religión del Islam, que vienen a dominar este territorio, porque este territorio es muy importante para el ser humano”.
Debido a estos antecedentes, los kurdos se proclaman actualmente como el pueblo más poblado sin un Estado propio. La población kurda se encuentra dividida ahora en las siguientes regiones, con su respectivo nombre en la lengua kurda (kurmanji): en Turquía al norte (Bakur), al sur en Irak (Bashur), al oeste en Siria (Rojava) y al este en Irán (Rojhilat). Hay cuatro idiomas principales: sorani, zasakí, goraní y kurmanji. Y si bien la religión predominante es el islam sunita, hay alevíes, chiitas, zoroastrianos, yezidíes y cristianos. Por la diversidad étnica, religiosa y de idiomas, esa región de la antigua Mesopotamia es considerada un “mosaico cultural”, como ha dicho Bozan Tekin, dirigente del PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán).
Actualmente se estima que hay cerca de 50 millones de kurdos, de los cuales unos 20 millones viven en Turquía, 13 millones en Irán, 8 millones en Irak y 3 millones en Siria. Además de esa población, la diáspora se extiende por Alemania, donde radican cerca de 2 millones de kurdos, y hay una población menor en Armenia, Georgia, Azerbaiyán y Kasajistán.
Las tentativas de colonización y opresión del pueblo kurdo pueden comprenderse al revisar la riqueza del territorio donde están parados. En su territorio corren dos de los tres ríos más importantes de todo Medio Oriente: el Tigris y el Éufrates (el otro es el Nilo, en Egipto). Además de poseer la mayor cantidad de agua que necesita Turquía, en el Kurdistán se encuentran las tierras más fértiles. También posee la mayoría de las riquezas petroleras: 100 por ciento del petróleo de Turquía y Siria está en las regiones kurdas; en el Irak kurdo está 75 por ciento del petróleo de ese país, y 50 por ciento del de Irán en el Kurdistán iraní.
PKK: del anticolonialismo al confederalismo
Cada región del Kurdistán ha organizado su lucha por su independencia, como es el caso de los kurdos iraquíes, que lograron su autonomía de facto dentro de Irak, tras la primera Guerra del Golfo, en 1991. Actualmente, en el Kurdistán iraquí viven unas 6 millones de personas y es un territorio que se mantiene en relativa autonomía respecto a las autoridades centrales. El 25 de septiembre de 2017 se celebró un referendo para preguntar sobre la independencia de esta región. Más de 76 por ciento de los 4,5 millones de votantes salieron a las urnas, y de ellos, casi 93 por ciento se mostró a favor de la independencia del Kurdistán iraquí. El gobierno de Bagdad calificó de ilegal la consulta popular, aprobó una serie de sanciones contra la autonomía kurda y retomó el control de la región conocida como Kirkuk.
Por su parte, los kurdos de la región de Bakur (Turquía) continuaron luchando en el movimiento de liberación nacional, comenzado en los años 60 del siglo XX, influenciados por los movimientos anticoloniales del mundo. Tras distintos esfuerzos de organización, un grupo compuesto mayoritariamente por universitarios fundó, el 15 agosto de 1978, el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, por sus siglas en kurdo), en el pueblo de Fis, provincia de Amed (Diyarbakir, en turco). Se fundó con una ideología marxista-leninista. Su objetivo declarado era liberar al Kurdistán del colonialismo y establecer un Estado independiente. El PKK llevó a cabo su primera acción armada el 15 de agosto de 1984, atacando dos cuarteles turcos. Luego de ese ataque, las columnas del PKK se concentraron en las cordilleras montañosas del Kurdistán, entre las fronteras de Irak, Irán y Turquía.
En 1986, en su tercer congreso, el PKK, que era un grupo guerrillero, decidió convertirse en ejército, aunque sin abandonar la estrategia de guerra de guerrillas. A mediados de la década de 1980, el gobierno turco intensificó la persecución de las fuerzas del PKK y, para inhibir el apoyo de la población, se desarrolló una estrategia represiva a gran escala. Erol Polat la recordó así: “En los años 80 y 90 comienza la guerra con armas y el Estado turco bombardea más de cuatro mil aldeas. Aún hoy no existen esas aldeas, y unos tres millones de kurdos tuvieron que salir a las ciudades”. Desde su nacimiento, el PKK apostó por crear organizaciones políticas que actuaran en el marco legal de cada país, y sin embargo todos los intentos fueron prohibidos por el gobierno turco.
Al igual que en el pasado, las luchas del pueblo kurdo por su liberación y su autonomía han sido reprimidas por los estados nacionales en que se divide el Kurdistán. Uno de los episodios represivos más recientes ocurrió entre los años 1994 y 1995 cuando más de 3 mil pueblos kurdos fueron arrasados y quemados por el ejército turco. Pero la represión no ocurrió al azar, sino que se concentró en poblaciones en cuyos territorios había yacimientos mineros o que estaban en tierras fértiles y cercanas a los ríos Tigris o Éufrates, donde el gobierno de Turquía tenía prevista la construcción de al menos 20 represas hidroeléctricas. Además de los miles de desplazados para la construcción de esos megaproyectos, se estima que murieron al menos 17 mil civiles. Este episodio revela que la guerra contra los kurdos es al mismo tiempo utilizada por los estados nacionales para despojarlos de tierras y recursos.
Como parte de esta guerra, Turquía ha perseguido al PKK y a sus dirigentes. Uno de los objetivos centrales de las fuerzas de seguridad turcas era la captura del dirigente Abdullah Öcalan, que fue detenido el 15 de febrero de 1999 en Kenya. En su captura participaron, además del servicio de inteligencia turco, la CIA estadounidense, el Mossad israelí y el M15 británico, según denunció el movimiento rebelde kurdo. Tras su detención, Öcalan fue llevado a Turquía, donde se le fincó un juicio en el que el gobierno pretendía presentarlo como el dirigente de un movimiento terrorista. Öcalan aprovechó su defensa para exponer que el PKK y las organizaciones del pueblo kurdo proponían una salida negociada y pacífica al conflicto, planteando el reconocimiento de las diferencias culturales y nacionales de los kurdos. Tras el juicio, Öcalan fue condenado a muerte, pero posteriormente le conmutaron la pena a cadena perpetua, confinado en la prisión de la isla de Imrali.
A pesar de su reclusión, Öcalan ha seguido trabajando en ideas y propuestas políticas para la liberación del movimiento kurdo y propuso la reformulación de la línea política del PKK para plantear, en lugar del objetivo de alcanzar la independencia del Kurdistán y la creación de un Estado nacional kurdo, el proyecto del confederalismo democrático con sus tres ejes: una democracia comunal y federada, una revolución de las mujeres y un movimiento ecologista.
De modo erróneo, muchos textos de divulgación del proceso revolucionario kurdo atribuyen a Öcalan el viraje de la ortodoxia marxista, que buscaba la liberación nacional y la constitución de un Estado propio, a la propuesta del confederalismo democrático. Incluso se ha escrito que el viraje hacia formas comunales y federadas de democracia y el acento en la revolución de las mujeres fueron conceptualizados y propuestos por el dirigente kurdo en escritos desde la prisión. Pero lo cierto es que el movimiento kurdo empezó a discutir colectivamente estos asuntos, especialmente al seno del PKK, antes de que Öcalan fuera secuestrado por los servicios de inteligencia y encarcelado en la prisión de Imrali.
Otros dirigentes han explicado que el proceso del cambio político del PKK desde el anticolonialismo y estatismo al confederalismo democrático se materializó en 1998, en el marco de su Sexto Congreso. El comandante Harun sostuvo que entonces surgió una nueva visión política táctica y estratégica: “Teníamos dos soluciones: guardar nuestra ideología clásica y dejar el socialismo, o transformar el socialismo en el socialismo comunitario. Elegimos la segunda ideología y la llamamos confederalismo democrático. Gracias a esta transformación ganamos más fuerza porque damos una respuesta a las necesidades de los pueblos (…) Estamos mostrando al mundo que sin tomar el control del Estado podemos hacer todo esto”, dijo Harun en entrevista con Alejandro Haddad y Leandro Albani.
Posteriormente, Öcalan, ya en prisión, reelaboró y conceptualizó esta propuesta política, retomando teorías y conceptos de otros autores, entre ellos, de manera destacada, el anarquista estadounidense Murray Bookchin y sus tesis del comunalismo y el municipalismo libertario. Bookchin fue un historiador, pensador y militante anarquista que en su juventud militó en organizaciones comunistas. Producto de esa experiencia en la izquierda ortodoxa, Bookchin dedicó buena parte de su activismo y reflexión a tratar de encontrar una alternativa libertaria para los movimientos que propugnan el cambio social. Su hija, Debbie Bookchin, sintetizó así sus ideas: “La pregunta para él era: ¿cómo construimos una nueva sociedad igualitaria? ¿Qué tipo de organización social alternativa puede crear una sociedad en la que seres humanos verdaderamente liberados puedan prosperar y que, al mismo tiempo, cure nuestra ruptura con el mundo natural? Realmente la pregunta es: ¿qué tipo de organización política es la que puede cuestionar el poder del Estado? Y así, a finales de los años 60, Murray empezó a escribir sobre una forma de organización a la que denominó municipalismo libertario. Él creía que el municipalismo ofrecía una salida al punto muerto entre las tradiciones marxista y anarquista”.
Confederalismo democrático
Nutrido de éstas y otras ideas, Öcalan publicó en 2005 un libro donde sintetizó su propuesta del confederalismo democrático. En este texto parte de reflexionar las alternativas que tenía a su alcance el pueblo kurdo para alcanzar su liberación, y sostiene que la “cuestión kurda” se convirtió en un asunto geopolítico que afectó a todo Medio Oriente: “El PKK nunca consideró la cuestión kurda como un simple problema de origen étnico o de nacionalidad. Por el contrario, según nuestra creencia, era el proyecto de liberar a la sociedad y democratizarla”. Y para “liberar y democratizar” a la sociedad kurda era necesario cuestionar la dominación capitalista: “También reconocimos una conexión causal entre la cuestión kurda y la dominación global del sistema capitalista moderno. Sin cuestionar y desafiar esta conexión, una solución no sería posible. De lo contrario no haríamos más que involucrarnos en nuevas dependencias”.
Desde esta reflexión, Öcalan y el movimiento kurdo se enfocan a un cuestionamiento de la modernidad capitalista: “Nuestro proyecto de ‘modernidad democrática’ se entiende como un borrador alternativo a la modernidad como la conocemos. Se construye sobre el confederalismo democrático como paradigma político fundamental”. Y en esta crítica se llegó a la conclusión que las formas políticas que ofrece la modernidad no son la solución, sino el problema para los pueblos y nacionalidades. Así lo escribió Öcalan: “Hasta ahora, con la mirada puesta en cuestiones de origen étnico y de nacionalidad como la cuestión kurda (…) parecía haber sólo una solución viable: la creación de un Estado nación, que era el paradigma de la modernidad capitalista en aquel tiempo. Nosotros no creíamos, sin embargo, que un proyecto confeccionado sería capaz de mejorar sosteniblemente la situación de la gente en Medio Oriente. ¿Y si hubieran sido el nacionalismo y los estados nación los que hubieran creado tantos problemas en Medio Oriente?”.
La crítica de Öcalan al Estado nación capitalista es demoledora: es enemigo de la gente y una colonia del capital: “Suele decirse que el Estado nación se preocupa por el destino de la gente común. Esto no es verdad. Es, más bien, el gobernador nacional del sistema capitalista mundial, un vasallo de la modernidad capitalista, la cual está más profundamente enredada en las estructuras dominantes del capital de lo que solemos asumir. Es una colonia del capital. Sin considerar cuán nacionalista el Estado nación pueda presentarse, sirve en la misma medida a los procesos capitalistas de explotación. No hay otra explicación para las horribles guerras de redistribución de la modernidad capitalista. Así, el Estado nación no se inmiscuye con la gente común; es un enemigo de la gente”.
Además de cuestionar el nacionalismo, la ciencia positiva y la religiosidad, Öcalan cuestionó también el sexismo sobre el que se sostiene el Estado en el capitalismo contemporáneo: “Otro pilar ideológico del Estado nación es el sexismo que impregna toda la sociedad. Muchos sistemas civilizados han empleado el sexismo para preservar su poder (…). Sin la esclavitud de la mujer ninguno de los otros tipos de esclavitud pueden existir o siquiera desarrollarse. El capitalismo y el Estado nación denotan al varón más institucionalmente dominante. Dicho más valiente y abiertamente: el capitalismo y el Estado nación son la monopolización del varón despótico y explotador”.
A partir de esta crítica, el movimiento kurdo y Öcalan renuncian al objetivo de construir un Estado nación como propusieron la mayoría de movimientos de liberación nacional en el siglo xx. En lugar de ello plantearon el proyecto del confederalismo democrático. Según Öcalan, “este tipo de autoridad o administración puede ser llamada administración política no estatal o democracia sin Estado”. Este proyecto se ha tratado de construir en distintas regiones del Kurdistán desde hace años, en localidades con influencia y hegemonía del PKK. Pero es en la parte kurda de Siria donde encontró el tiempo y la geografía para mostrar sus potencialidades.
La revolución de Rojava
Fue en el contexto de la Primavera Árabe que los kurdos extendieron a una región más amplia los principios del confederalismo democrático que venían aplicando en los territorios montañosos que controlan el ejército y las bases del PKK. Otro antecedente de la puesta en práctica del confederalismo democrático tuvo lugar con la llamada Primavera de Qamishli, una ciudad del noroeste de Siria donde, tras una represión estatal a kurdos tras una riña con árabes en un partido de futbol, se derivó en el establecimiento de consejos de autogobierno local convocados por el Partido de la Unión Democrática (PYD), establecido en 2003 como la rama siria del PKK encabezado por Öcalan, según ha contado Juan Carlos Castillo (Istor núm. 7, otoño de 2017).
En Siria, las protestas en el contexto de la Primavera Árabe comenzaron en marzo de 2011. Sectores de la oposición exigieron la salida del poder del presidente Bashar Al Asad. Inicialmente, los partidos kurdos decidieron mantenerse al margen. El 19 de julio de 2012, el ejército sirio se retiró progresivamente de las zonas kurdas; de manera inmediata, las Fuerzas de Defensa Popular (YPG, por sus siglas en kurdo) tomaron el control de dichos territorios. Las YPG fueron creadas por el Partido de la Unión Democrática (PYD), miembro de la Confederación Democrática del Kurdistán y del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Comenzó así la revolución kurda en Rojava, en sus tres cantones: Afrin, Kobane y Cizire.
Tras la salida del ejército de Rojava, el PYD y el Movimiento por una Sociedad Democrática tomaron el control de los tres cantones y los declararon autónomos. A partir de julio de 2012, la mayoría de pueblos y ciudades de Rojava se encontraban autogobernados por consejos y comunas convocadas por el PYD. Todas estas autoridades comunales fueron convocadas a integrar el Consejo de Pueblos del Kurdistán Occidental. En enero de 2014, las comunas de los tres cantones proclamaron su autonomía mediante la creación de administraciones autónomas democráticas.
El prestigio del PYD había ido en ascenso entre la población kurda de Rojava desde su fundación, en 2003. Pero el contexto de la guerra civil en Siria y el ascenso del fundamentalismo islámico, a través del Daesh (convertido posteriormente en Estado Islámico, ISIS), consolidó el prestigio de esta agrupación. Tras tomar control una parte del Kurdistán iraquí, ISIS pretendió hacerse del control del norte de Siria, considerado vulnerable por la salida del ejército sirio.
La defensa de Rojava estaba en manos de las Fuerzas de Defensa Popular (YPG) y del ejército constituido únicamente por mujeres, denominado Unidades de Defensa de las Mujeres (YPJ). Un episodio crucial fue la defensa de la ciudad de Kobane, asediada por ISIS entre septiembre de 2014 y enero de 2015. El cerco de ISIS a Kobane provocó la salida de cerca de 300 mil habitantes. En la resistencia de Kobane, las YPG y YPJ contaron con apoyo de kurdos iraquíes. La derrota del ISIS en Kobane implicó su retirada de la zona y el consecuente debilitamiento de esta opción fundamentalista tan violenta.
Riza Altun, comandante y uno de los fundadores del PKK, escribió sobre esta batalla: “Kobane fue un punto de inflexión. Hasta la resistencia en Kobane no había un solo poder regional o internacional que apoyara el movimiento de libertad de los kurdos en Siria”. Altun añadió que la victoria de las fuerzas autónomas kurdas sobre el Estado islámico le dieron a la revolución que ocurría en Rojava una legitimidad y una presencia internacional que hasta antes no tenía. Este mismo episodio estableció una alianza transitoria con Estados Unidos, Rusia y otras potencias, dada la necesidad de contener al Estado Islámico. Los kurdos están parados en territorios codiciados por Estados de Medio Oriente y potencias mundiales, por lo que juegan en una cancha de enormes intereses geopolíticos con la paciencia y la delicadeza de jugador de ajedrez.
Democracia confederada en la práctica
Desde que los partidos y fuerzas de autodefensa kurdas resguardan la región de Rojava, las ideas del confederalismo democrático se han materializado en formas de gobierno no estatales. En su Declaración del Confederalismo Democrático, de marzo de 2005, Öcalan consideró a esta propuesta como necesaria para resolver no sólo la cuestión kurda, sino los conflictos de Medio Oriente: “Un sistema de democracia confederal sería el modelo para la resolución de los problemas del Oriente Medio. Ni el sistema capitalista ni la presión de fuerzas imperialistas nos dirigirá a la democracia; excepto para servir sus intereses propios. La tarea consiste en asistir al desarrollo de una democracia basada en los pueblos. El confederalismo democrático es un sistema que toma en consideración las diferencias religiosas, étnicas y de clase dentro de la sociedad”. Esta “democracia de los pueblos” funcionaría así: “Dentro de Kurdistán, la democracia confederal establecerá las asambleas de pueblo, villa y ciudad y sus delegados serán confiados con la toma real de decisiones, la cual en efecto significa que las personas y la comunidad decidirán”.
La base de esta democracia confederada son las comunas por pueblo, villa o barrio en ciudades más pobladas; a éstas les siguen las asambleas de comunas, y posteriormente un nivel regional o federado de asambleas de pueblos y ciudades. Este sistema social de democracia confederal o no estatal se encuentra detallado en el Contrato Social de la Federación Democrática del Norte de Siria, aprobado por la Asamblea Constituyente de esta federación el 29 de diciembre 2016. En sus principios generales se precisa que “la Federación Democrática del Norte de Siria se basa en un sistema democrático y ecológico y en la libertad de la mujer”, es decir, los tres principios del confederalismo democrático: 1) democracia comunal, 2) respeto a la ecología, y 3) libertad de la mujer.
Otros principios del confederalismo democrático quedaron establecidos en el Contrato Social, en el artículo 11: “La Federación Democrática del Norte de Siria se basa en el principio de colectivización de la tierra, el agua y los recursos energéticos; adopta los principios de la economía social y la industria ecológica; no permite la explotación, el monopolio y la cosificación de las mujeres; aporta una cobertura social y sanitaria a todos los individuos”.
Tras establecer los principios generales y los derechos y libertades generales, el Contrato Social de los kurdos de Siria precisa el funcionamiento de este sistema social: “Los pueblos y grupos de la Federación Democrática del Norte de Siria organizarán su vida social libre y democrática sobre la base de la formación de comunas, instituciones sociales, sindicatos y asambleas. El sistema social democrático se establecerá y desarrollará a partir de estas instituciones”.
En este sistema social se considera a la comuna como “la forma organizativa fundamental de la democracia directa”; en tanto, a través las asambleas se “organiza la sociedad poniendo en práctica la democracia directa y estableciendo las reglas y los principios de la vida democrática y libre”.
Las comunas son la base de todo este sistema social. Luego de la organización en las comunas, el Contrato Social del Kurdistán sirio establece otros tres niveles consecutivos (de abajo hacia arriba) de organización, cada uno con su órgano ejecutivo.
El primer nivel son las asambleas cantonales y su correspondiente Comité Ejecutivo de Cantón. Las Asambleas se integran por dos vías: 60 por ciento de sus representantes son elegidos directamente por los ciudadanos y 40 por ciento por representantes de los sectores sociales representativos de toda la sociedad: mujeres, jóvenes, jubilados, profesores, profesionistas, propietarios, comerciantes, campesinos, entre otros. Tanto las comunas como las asambleas se rigen por la copresidencia: “El sistema es mitad mujer y mitad hombre, y con el sistema de copresidencia”, explicó Erol Polat. Este es el primer nivel del confederalismo democrático. El número de asambleas por pueblo ciudad depende de su población. Por ejemplo, Derik, al norte de Siria, tiene 60 mil habitantes y funcionan 600 comunas. La asamblea cantonal elige al Consejo Ejecutivo del Cantón. Este consejo ejecuta las decisiones de la asamblea cantonal, le informa y le reporta regularmente a esta asamblea.
El segundo nivel es la Asamblea Popular Regional, que representa a los pueblos y grupos de cada región. Al igual que en las asambleas cantonales, 60 por ciento se eligen directamente y 40 por ciento son representantes de los sectores de la sociedad. La asamblea regional cuenta, a su vez, con el Consejo Ejecutivo Regional. Y el tercer nivel del confederalismo democrático en Rojava es el Congreso de los Pueblos Democráticos, que es la asamblea representante de todos los pueblos que viven en la Federación Democrática del Norte de Siria. Esta asamblea cuenta también con su Consejo Ejecutivo.
El confederalismo democrático no se restringe a estas instancias o niveles de toma de decisiones. Así lo explicó Erol Polat en su visita a Guadalajara: “Todos estos consejos mandan sus representantes en el sistema de ciudad, cuando hay una ciudad, y todos los sectores también mandan sus representantes, y hay sectores que se organizan para toda la ciudad, por ejemplo los jubilados. Si hay un consejo para la ciudad, también hay un consejo de jubilados, o estudiantes, en realidad hay muchos sistemas. Adentro de todo el sistema hay muchos sistemas (de organización). Y las mujeres tienen un sistema propio de confederalismo, desde abajo hasta arriba”.
En apariencia, el sistema del confederalismo democrático podría ser similar con el sistema político liberal con sus tres niveles de gobierno (local, estatal, nacional) y sus órganos legislativos y ejecutivos. Pero sólo en apariencia. No hay que olvidar que todo el punto de partida son las comunas por pueblos, villas o barrios que animan y dan vida al resto de los niveles del sistema social. Y eso no existe en el sistema liberal que funciona en la mayor parte del mundo, México incluido.
En el documental “La revolución de las mujeres”, realizado por Deniz Xweseri y escrito por Zilane Dilber, y producido por la organización feminista kurda Kongra Star, se describe la vida cotidiana de las comunas. En el cantón de Cizire, en la parte este de Rojava, hay 620 comunas establecidas que constituyen la base clave de esta democracia directa. Cada comuna puede representar de 7 a 200 personas. Cada dos años se elige a un mínimo de tres personas para coordinar la comuna. Lo que intentan es crear espacios de mujeres y hombres para reunirse y discutir sus necesidades y buscar sus propias soluciones. Cuando surgen los problemas, se discuten primero. La población hace reuniones regulares donde se toman decisiones acerca de sus necesidades cotidianas, como protección y proyectos locales.
Suena simple, suena sencillo. Pero en ese mero acto de reunirse a exponer sus problemas y a discutir cómo resolverlos, están dándole la vuelta a cientos de años de formas estatales de organizar la sociedad. Con este simple pero potente acto de crear un espacio para reunirse y discutir sus necesidades y buscar sus propias soluciones, están ejerciendo su autonomía, creando zonas de libertad para decidir sin opresiones.
Y ése es un cambio fundamental. En los sistemas políticos liberales, la participación política ha sido monopolizada por los partidos, que además son formas organizativas que dividen a la sociedad al proponer opciones ideológicas y políticas sectarias y excluyentes. En el confederalismo democrático, los partidos son una entre otras formas organizativas. Así lo explicó Erol Polat: “La sociedad tiene diferentes riquezas, diferentes culturas, idiomas, vivencias. Por eso (en el confederalismo democrático), adentro de esas asambleas son doce sectores de sociedad, que son los partidos políticos; las mujeres, que son la mitad; jóvenes, estudiantes, sector deportivo, cultura, campesinos, clase de trabajadores y clase de patrones, y jubilados, que son todos sectores de la sociedad. Y estos sectores dentro de estas asambleas dicen que estos partidos no pueden hablar a nombre de la sociedad, y las religiones tampoco. Entonces yo voy a hablar en mi nombre adentro de estas asambleas: es más fácil, y puedo resolver mis problemas y puedo explicar mis problemas mucho mejor, y en ese sistema no hay gobernador u organizador. El (pueblo) se organiza solo. Cuando hay gobernador, puede decir: ‘Puedo vender todo el país’, cambiar todo lo que hay. Y el gobernador dice: ‘Dame tu voto para hacer cualquier cosa, lo que yo quiera’”.
Lo que subyace en este sistema social es una idea de política muy distinta a la que impera en las democracias occidentales, como la mexicana. Acá la política suele ser el ámbito de los profesionales: gobernantes, partidos, asesores. En la experiencia kurda, la política tiene que ver con resolver problemas de la sociedad, sin intermediarios. Erol Polat lo explicó de este modo: “En las asambleas dicen: ‘¿Qué problema tenemos que resolver?’, y esas asambleas se organizan dentro de comunas, y también dentro de diferentes sectores de la sociedad, por ejemplo, en una comuna en el sector de educación. En una no funciona bien, tiene problemas, pero en otro lado de la comuna funciona, entonces esa asamblea (del sector de la educación) dice: ‘Mira, aquí funciona, aquí no funciona’, y puedes intercambiar información, y ellos sólo organizan y apoyan lo que funciona en otro lado”.
La política no es el ámbito de los políticos profesionales, con sus triquiñuelas, sus maniobras y conveniencias, sino el ámbito de resolución de las necesidades de la mayoría de la sociedad. Organizada por sí misma.
En este sistema social, no político, todos participan, sostuvo Erol Polat: “Y el pensamiento de este movimiento es que, para que todos los pueblos puedan participar, puedan aprender cómo funciona el sistema, dicen: ‘Cambia, cambia siempre’. Cada mes se cambia adentro de las asambleas, por ejemplo a los voceros. Y después de un mes viene otro vocero. Y por eso el Estado turco, al detener al líder kurdo, pensó que iba a detener a todo el sistema, pero ellos no se organizan así. Hoy el pueblo kurdo ocupa 100 municipalidades de Kurdistán (turco) y más de 16 mil personas están en la cárcel por este pensamiento. Pero ahora hay elecciones y dicen que los kurdos van a ganar más que antes. Es decir, no funciona con líderes”.
La revolución de las mujeres
En Rojava hay un dicho: “No se puede destruir el capitalismo sin destruir el Estado; y no se puede destruir el Estado sin destruir el patriarcado”, dice una mujer en el documental “La revolución de las mujeres”. Si en algo se distingue el proceso revolucionario kurdo es en el lugar que han ganado las mujeres dentro del movimiento, y en la puesta en práctica de las ideas del confederalismo democrático. Un sistema de gobierno no estatal basado en la democracia comunal puede parecer novedoso, pero nada de esto existiría sin que antes este movimiento se hubiera definido como una lucha antipatriarcal.
Generalmente se destaca el papel del dirigente del PKK, Abdullah Öcalan, en el pensamiento revolucionario kurdo, pero se conoce menos la destacada participación de las mujeres en esa lucha para desterrar de esta organización un pensamiento de izquierda ortodoxo que dejaba en segundo plano los derechos de las mujeres.
La lucha de las mujeres al seno del PKK inició desde hace al menos 30 años. En 1987 se fundó la Unión de Mujeres Patriotas de Kurdistán (YJWK). En el libro Jineolojî (“ciencia de las mujeres” en kurdo), se lee que la YJWK “fue la primera organización de mujeres en Kurdistán, que se desarrolló con un carácter revolucionario y libertario, organizó y llevó a cabo trabajos excepcionales en el periodo entre 1987 y 1993. Los logros que obtuvieron las mujeres y las transformaciones que consiguieron con su lucha por la libertad en este periodo dieron como resultado una perspectiva y un marco teórico únicos sobre la liberación de la mujer dentro del PKK. Rompiendo con los esquemas mentales de la sociedad, este marco teórico encontró respuestas muy rápidas en una realidad práctica. Con la fundación del ejército de mujeres en 1993, se produjeron más cambios sociológicos fundamentales en el PKK”.
En su visita a Guadalajara Erol Polat, del Congreso Nacional del Kurdistán, explicó que el cambio del pensamiento marxista ortodoxo del PKK comenzó en la década de 1980, en buena medida alentada por mujeres como Sakine Canzis. “Esa lucha fue en el año 80, hasta que las mujeres dicen: ‘Bueno, la lucha no fue contra un país o un Estado, fue anterior’. Para cambiar la mentalidad dentro del movimiento y el pueblo kurdos, ellas dicen que la revolución de los kurdos es 80 por ciento de lucha interior y 20 por ciento contra un Estado en el Medio Oriente, el Estado turco. Y, de las mujeres, 90 por ciento de la lucha de las mujeres fue por cambiar la mentalidad, porque las mujeres dijeron: ‘No queremos una nación ni luchamos por una nación. Para nosotras hay un problema con nosotras’. Y así organizan un ejército, un partido político, un sistema político en el año 90, y discuten y analizan cómo podemos mejorar el sistema, cómo se podría organizar una igualdad entre los hombres y mujeres; no cómo liberamos Kurdistán, sino cómo organizamos dentro de los pueblos kurdos la igualdad entre mujeres y hombres”.
Sakine Canzis fue asesinada por los servicios secretos turcos el 9 de enero de 2013 en París, junto a otras dos militantes del PKK: Fidan Doğan y Leyla Soylemez.
La afirmación de la lucha de feminista en el movimiento kurdo las llevó a crear desde 1993 la primera columna guerrillera-militar integrada sólo por mujeres. Ahora hay columnas donde hay más mandos femeniles que masculinos. Una de las dirigentes del ejército del PKK, Rengin Botán, explicó el papel de las mujeres en las tareas militares: “Cuando vieron que las mujeres podíamos hacer todo, empezaron a aceptarlo. Tenemos muchas comandantes heroínas, que se sacrificaron por una mayoría de compañeros hombres. Ahora el PKK acepta, gracias a nuestra práctica, que una mujer en las áreas de guerra comete menos errores que un hombre. El hombre, porque viene de una historia machista, a veces se siente más fuerte y seguro, pero la mujer es más atenta y analiza punto por punto”.
En el movimiento feminista kurdo existe la convicción de que, sin la liberación de la mujer, no será posible la liberación de la sociedad. Así lo dijo la comandante Rengin Botan en entrevista para Leando Albani, en Resumen Latinoamericano: “Cada mujer tiene sus razones para participar en la lucha, pero cuando nos reunimos nos transformamos en una sola mujer. La liberación de una sociedad la podemos ver según el nivel de liberación de la mujer. Esta filosofía es nuestro principio: tenemos que liberarnos como mujeres para liberar a la sociedad”
Una revolución heterodoxa
Junto a la rebelión y el proceso de autonomía de las comunidades zapatistas de Chiapas, la experiencia del confederalismo democrático de las organizaciones kurdas puede considerarse como una de las experiencias revolucionarias más heterodoxas de la historia reciente.
Ambas experiencias revolucionarias coinciden en algunos puntos: renuncian a crear un Estado nación, a ser una guerrilla clásica, a esperar a un triunfo de su movimiento para poner en práctica sus ideales y a las estrategias ortodoxas de los movimientos marxistas-leninistas y guevaristas imperantes en el siglo XX. Kurdos y zapatistas coinciden también en poner en práctica sus proyectos de autonomía antes que seguir confrontándose con los Estados nación que los oprimen y dominan.
Son experiencias revolucionarias innovadoras que se saltan todos los cánones de las estrategias izquierdistas y guerrilleras del siglo pasado. Además de su propuesta del confederalismo democrático, en el movimiento kurdo hay otra idea política sobre la emancipación y el cambio social que merece ser resaltada. Su lucha no es por alcanzar el poder, sino para crear zonas de libertad donde cada sujeto puede vivir sin opresiones.
Así lo explicó Riza Altun, comandante del PKK: “Ahora todos luchan por reposicionarse en el Medio Oriente. Esto es muy importante. Tenemos que ver esto. Este centro de la crisis del modernismo capitalista está en el Medio Oriente en este momento. O bien el capitalismo se rearmará en el Medio Oriente y prolongará su vida por otros cien o más años, o el caos en el Medio Oriente abrirá un agujero dentro del sistema de modernidad capitalista como la región donde ha emergido la libertad. Ésta es la razón por la cual todos los poderes del mundo están en el Medio Oriente y luchan. Sería un enfoque muy superficial para explicar esto únicamente como ‘la guerra por el petróleo’. Éste es el terreno donde la depresión actual del sistema capitalista se ha convertido en una Tercera Guerra Mundial. Todo el mundo está aquí. La lucha aquí es ideológica, política y sistémica. El imperialismo global quiere desarrollar una hegemonía y un sistema mundial posmoderno a través de esta lucha. Los Estados regionales están tratando de proteger sus ganancias y ventajas, que les fueron provistas por el sistema del siglo XX. Los pueblos oprimidos y los círculos sociales están tratando de producir su libertad e igualdad a partir de este caos. Esto es lo que está sucediendo de hecho en Rojava en este momento”.
Con la confrontación entre estados nacionales, potencias mundiales y el proyecto del confederalismo democrático en Rojava, se abrió una insospechada zona de libertad en un pedazo del Medio Oriente. Así lo explicó el comandante del PKK Riza Altun: “Bajo estas circunstancias, ahora hay un área de libertad en un pequeño pedazo de tierra llamado Rojava, donde se ha formado un área comunal democrática. Estamos hablando de un área de libertad por primera vez. Con todo el apoyo material y moral de la sociedad, esta fuerza continúa su lucha. Mientras tanto, quiere establecerse resistiendo en medios ideológicos, políticos y económicos contra todo el poder del sistema capitalista mundial. Tenemos que pensar qué significa esta área de libertad para quienes defienden la libertad. Existe un enfoque imperialista y capitalista que quiere destruir esta área por completo. Por otro lado, hay una lucha para expandir esta área”.
De eso se trata la revolución en Rojava, de expandir las zonas de libertad por todo el mundo.
FUENTE: Rubén Martín / Magis