El pasado 19 de diciembre el presidente estadounidense Donald Trump anunciaba, a golpe de tweet, la retirada de las tropas militares de Estados Unidos de Siria. Una decisión tomada por sorpresa y de forma unilateral que, paradójicamente, hace aumentar las tensiones militares en el norte de Siria debido a la amenaza de invasión de Turquía. Esta decisión rompe la alianza militar que desde 2014 tienen los estadounidenses con las YPG (Unidades de Protección del Pueblo), hoy integradas en las SDF (Fuerzas Democráticas Sirias). Una alianza que se había demostrado exitosa en la lucha contra ISIS y en la pacificación del norte y este de Siria, lo cual había permitido el desarrollo sin injerencias de la Federación Democrática del Norte de Siria, el proyecto político nacido de la Revolución de Rojava.
Las intenciones turcas
La decisión de la retirada está dirigida a contentar al principal socio de Estados Unidos en la región, Turquía. La narrativa oficial de los dos países más poderosos militarmente de la OTAN es contradictoria pero complementaria. Se afirma que ISIS ha sido derrotado y que los esfuerzos antiterroristas de Estados Unidos serán sustituidos por una fuerza regional como la turca. Nada más lejos de la realidad, cuando ni ISIS ha sido derrotado, ni el objetivo de Turquía es la derrota de ISIS, si no imposibilitar la creación de una región democrática y autónoma de influencia política kurda en el norte de Siria, frontera con Turquía.
Es fácil intuir los propósitos y motivaciones de Turquía en esta nueva fase de la guerra: solo hace falta mirar a lo que llevan haciendo desde febrero en Afrin. La alianza del ejército turco con facciones rebeldes del Ejército Libre Sirio (FSA) realizó una operación de ocupación militar sobre el territorio kurdo-sirio de Afrin, lo que ha provocado decenas de muertes de civiles, el desplazamiento forzoso de más de 200.000 personas y un clima de caos e inseguridad en la región, provocado por las constantes detenciones arbitrarias, la supresión de las libertades políticas y religiosas, y el saqueo y confiscación de bienes por parte de los militares sobre la población civil. Esta es la realidad que le espera al resto del norte de Siria ante una eventual intervención turca. Si a esto le sumamos el odio étnico del Estado turco sobre todo lo que sea kurdo y su guerra abierta desde hace 40 años, tenemos los ingredientes necesarios para una nueva catástrofe humanitaria o, en el peor de los casos, un genocidio.
El papel de Rusia en Siria
La llegada de Rusia al conflicto sirio supuso un reequilibro en la guerra. No fue hasta que el gobierno de Bashar Al Assad se vio en riesgo real de caer definitivamente, que el ejército ruso intervino en la región. Defender al gobierno sirio era defender los intereses económicos –gaseoductos- y militares -salida marítima al Mediterráneo- rusos. Esta intervención, sumada a la alianza con Irán, ha supuesto la revitalización del gobierno de Assad, el avance militar sobre ISIS y los rebeldes, y el renacimiento definitivo de Rusia como nuevo actor mundial de primer orden.
Este nuevo papel de Rusia a escala mundial se enfoca en debilitar la hegemonía estadounidense. De nuevo en Siria podemos ver un ejemplo claro de esto con consecuencias aún hoy impredecibles. La alianza de Estados Unidos con las YPG kurdas ha supuesto un debilitamiento de la histórica alianza entre Estados Unidos y Turquía. Para Turquía las YPG son un grupo terrorista que amenaza la estabilidad de la República de Turquía.
Mientras que durante todo este tiempo Estados Unidos ha sido un impedimento a la invasión turca sobre Rojava al norte de Siria, Rusia -en un claro guiño a Turquía- dio luz verde a la invasión sobre Afrin, territorio bajo su supervisión. Por lo que un debilitamiento de las relaciones entre Turquía y Estados Unidos ha sido un fortalecimiento del vínculo entre Turquía y Rusia. Y esto ha concluido en la retirada de tropas de Estados Unidos para contentar a Turquía, y la victoria de Rusia como gran actor internacional en esta guerra de la que sale claramente reforzada. Hoy, la invasión de Turquía sobre Siria se debate entre los ministros rusos y turcos.
Alianzas o desaparición
Desde el inicio de la guerra civil siria, las fuerzas confederales y democráticas kurdas, representadas por el PYD (Partido de la Unión Democrática) y las YPG-YPJ (Unidades de Protección del Pueblo y la Mujer), han construido una tercera vía basada en la no agresión militar al gobierno de Assad, la lucha contra ISIS y la construcción de un sistema democrático fundamentado en el autogobierno comunal y la liberación de la mujer. Esta tercera vía ha podido desarrollarse con ayuda de la aviación militar de la Coalición Internacional encabezada por Estados Unidos.
Podemos afirmar que esta alianza no ha supuesto injerencias sobre el proyecto político y social de la Revolución de Rojava, pero sí que ha supuesto influencias directas en cuales han sido los objetivos militares prioritarios. Priorizar la conquista de territorio a ISIS en dirección sur hacia el Éufrates, en territorios de mayoría árabe, en vez de buscar la conexión física y territorial de los tres cantones originales de Rojava es una muestra de esto y de los intereses internacionales que se juegan en Siria.
Aun así, las fuerzas kurdas han sabido sumar y generar un proyecto político multiétnico, pluralista, secular y radicalmente democrático, que ha traído paz y estabilidad a las zonas bajo control de la Administración Autónoma. Las alianzas internacionales siempre van a estar fundamentadas en los intereses particulares de cada una de las partes, en el caso de las fuerzas kurdas la prioridad ha sido la expansión de los postulados de la Revolución de Rojava y su propia supervivencia como pueblo ante todas las amenazas. Mientras la alianza con Estados Unidos ha podido garantizar esto, la alianza ha sido provechosa.
Hoy, con la retirada de Estados Unidos, la única alianza posible para mantener estos intereses pasa por el acercamiento al gobierno sirio y Rusia. Un acercamiento que ha existido durante toda la guerra, ya que las YPG han trabajado con ambas fuerzas en distintas operaciones, como la defensa de Alepo en el barrio kurdo de Sheikh Maqsood, donde las YPG es la fuerza mayoritaria, en la defensa de Afrin con el apoyo de las NDF (milicia pro Assad) a las YPG o en el mantenimiento de parte del cuerpo de funcionarios sirios en zonas bajo control de la Federación Democrática.
Por lo que las alianzas de las fuerzas alrededor de las YPG y el PYD están fundamentadas en las garantías de supervivencia física del pueblo kurdo; ayer fue Estados Unidos, hoy podría ser el gobierno sirio y con ello un nuevo camino hacia la paz en siria.
La situación actual
Desde el anuncio de retirada de Estados Unidos se vive una nueva situación donde la guerra informativa, el movimiento de tropas y las relaciones diplomáticas están jugando un papel fundamental y con continuas novedades. Es complicado discernir lo real de lo propagandístico, y conviene ser cautos y esperar siempre a confirmaciones oficiales. Mientras que Turquía lleva semanas reforzando militarmente su frontera con Siria para entrar con todo, el punto más caliente se encuentra alrededor de la ciudad de Manbij.
Manbij es una ciudad de mayoría árabe, liberada del ISIS en octubre de 2016 por las Fuerzas Democráticas Sirias y su fuerza local, el Consejo Militar de Manbij. Esta ciudad suponía un enclave fundamental para ISIS, ya que era su puerta de entrada y salida comercial y militar hacia Turquía. La liberación supuso un hito para las YPG y las SDF, y desde entonces la ciudad se gobierna con un Consejo Civil independiente. La intención de Turquía es empezar la invasión de Rojava por Manbij, apoyándose en sus fuerzas mercenarias del Ejército Libre Sirio. La retirada de Estados Unidos acelera este proceso. El resto de actores mueven ficha. Francia ha movido tropas hacia posiciones fronterizas de Manbij y el Ejército Sirio ha pactado con las YPG un movimiento de tropas en zonas colindantes. Todo está preparado para defenderse de quien dispare la primera bala.
El futuro inmediato
En una guerra lo militar y lo político es inseparable. Los diálogos de paz entre la Federación Democrática del Norte de Siria, a través del Consejo Democrático Sirio (MSD), con el gobierno de Assad se vienen realizando desde hace meses. La cuestión militar acelerará estos diálogos y estrechará las posibilidades de acuerdo. En principio, pone a la Federación Democrática en una posición subalterna, pero no por ello sin poder y capacidad de maniobra: han dado más de 10.000 mártires por liberar Siria del terror, controlan un tercio del territorio sirio y tienen un gran apoyo popular.
La propuesta de la Federación Democrática es clara, una Siria descentralizada, federal, secular y con libertades civiles. La Federación respeta y defiende la integridad territorial siria, pero desea una forma de soberanía federal, fundamentada en autogobiernos locales y una sociedad civil organizada y con poder. Algo que probablemente pueda ocurrir es que de estos diálogos salga una autonomía para las zonas de mayoría kurda, la legalización de todas las organizaciones e instituciones democráticas, la integración de los árabes ahora en las SDF en el ejército sirio y la entrega de diversas ciudades y recursos naturales al gobierno central. Esta situación daría con una nueva Siria en paz, más libre y democrática. Para que esto pueda suceder es imprescindible detener la invasión de Turquía y la retirada de todas las fuerzas extranjeras de Siria, no solo de Estados Unidos.
La autonomía para las zonas conocidas como Rojava supondría la posibilidad real de estabilizar el proyecto democrático de las fuerzas kurdas, un proyecto que va más allá de la forma Estado-Nación, comprometido con la constitución de una sociedad democrática organizada en todos los planos de la vida cotidiana para la construcción de una vida comunal e igualitaria. Un espejo donde todos los pueblos del mundo podrían mirarse y aprender.
FUENTE: Arturo Martínez / El Salto / Fecha original de publicación 30 de diciembre de 2018 / Fotos: Joey L.