Todo indica un pacto Trump-Erdogan da vía libre a Turquía para ampliar su invasión al norte de Siria y extender la limpieza étnica en contra del pueblo kurdo y la limpieza ideológica en contra del confederalismo democrático, algo que ya está haciendo desde enero en Afrin. A cambio, Turquía volvería al redil de la OTAN y pondría una grieta en su alianza con Rusia, Irán y Bashar Al Assad.
La caja de Pandora
El retiro de tropas yanquis del mayor polvorín mundial, en el que pugnan militarmente las grandes potencias mundiales, así como las potencias de Medio Oriente, parece basarse en supuestos, al menos, inciertos. Trump ordenó sacar las tropas de Estados Unidos del norte de Siria / Rojava, aduciendo que el Estado Islámico ya está vencido. Pero nada parece indicar que sea así; más bien parece que estamos ante una nueva fake news del presidente norteamericano. El ministro de defensa Jim Mattis acaba de renunciar en rechazo a esta decisión, ya que considera que Estados Unidos no tiene futuro sin mostrarse como un socio confiable con sus aliados, reconociendo que el retiro de tropas rompe la alianza con la iniciativa kurda plurinacional de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) en la lucha contra el Estado Islámico (ISIS), dejando el campo libre para una invasión turca y reactivación de ISIS. En el mismo camino, este sábado 22 de diciembre renunció la máxima autoridad de Estados Unidos en la coalición global contra ISIS, Brett McGurk, en rechazo a la decisión de Trump. Trump entrega “el peón kurdo”, la mayor iniciativa democrática de Medio Oriente, a cambio de que Turquía rompa con el eje ruso/sirio/iraní, volviendo hacia los Estados Unidos. Pero el punto al que ha llegado la alianza de Turquía con ese eje (al que se suma el desembarco chino con las enormes inversiones de “la ruta de la seda”), no es probable que vuelva atrás. En el caso de la invasión turca a Afrin desde principios de este año, el eje ruso/sirio/iraní se mostró especialmente pasivo, por no decir cómplice.
La reacción en Rojava
Más de cien mil personas kurdas, árabes, asirios, armenios, sirios y de otras nacionalidades marcharon bajo sus nuevas autoridades políticas elegidas democráticamente. Se dirigieron en Kobane a la sede de la coalición global contra el Estado Islámico. Entregaron una declaración en la que reclaman “a las fuerzas de EEUU y de la coalición global que rompan el silencio para que no se conviertan en cómplices de los crímenes del Estado turco y pedimos el cierre de todo el espacio aéreo del norte de Siria a los aviones turcos. También pedimos a las Naciones Unidas que envíen las Fuerzas de Paz a la región contra los ataques estatales turcos”. Bajo esta acción unitaria, los pueblos del norte de Siria han entrado en efervescencia. Las cerca de tres millones de personas que venían realizando diversas experiencias autogestivas, feministas, cooperativas, en colaboración con las comunas y autoridades electas democráticamente, ven cuestionarse dramáticamente su actual marco de alianzas. Por supuesto, la desconfianza hacia los gobiernos de “occidente” estuvo siempre presente en las corrientes políticas y en el sentir popular. Pero también muchos ven que la lucha democrática en Rojava tiene amplias simpatías y afinidades en la sociedad civil occidental, en particular en sus luchas populares de contenidos feministas, ecologistas, sindicales, entre otros.
Un polvorín que puede explotar
El núcleo político revolucionario con mayor iniciativa y arraigo en toda la región es sin duda el PKK. El mismo está asentado firmemente hace más de treinta años en las montañas de Qandil, en el Kurdistán Iraquí. Desde allí, impulsa una estrategia que abarca globalmente la lucha social, cultural, política y militar. Los avances del movimiento kurdo en Turquía alcanzaron la conquista de cientos de municipios gestionados democrática y comunalmente. Y trabaron las chances de Erdogan de asumir la suma del poder público en ese país.
La reacción de Erdogan fue intervenir militarmente en aquellos municipios, desalojando del gobierno y de las tierras a los kurdos, asesinando a miles de ellos. Esta ofensiva se extendió, como ya dijimos, al cantón sirio de Afrin y también al norte kurdo de Irak. Decenas de miles de kurdos expulsados de Turquía se vieron hacinados en campos de refugiados en el norte de Irak. Dos de esos campos, el de Makhmur y el de Sinjar (en este caso en el que hay mayoritariamente Yazidies) fueron bombardeados recientemente por aviones de combate turcos, en un hecho con muy pocos antecedentes. Apenas el caso de Sabra y Shatila en 1982 se compara. Hasta el momento, la ONU y los gobiernos no se han pronunciado al respecto. Funcionarios del gobierno iraquí reconocieron que fueron avisados de que “asentamientos terroristas” serían bombardeados, aunque afirmaron que entendían que los campos de refugiados serían respetados.
FUENTE: Leo Rodríguez / ANRed