En medio de campos de trigo, a pocos kilómetros de los lugares que milicias del Estado Islámico (ISIS) utilizaban para decapitar, nace Jinwar, un pueblo construido y habitado por mujeres. Un lugar de refugio para ellas: las madres con hijos que perdieron sus parejas en la guerra, las que sufrieron violencia de cualquier tipo, las que quieren huir de la sociedad y las que quieren compartir la vida solo con mujeres. Será el espacio alternativo dedicado a todas las mujeres del mundo. La aldea se inaugura el domingo 25 de noviembre de 2018, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Jinwar es un proyecto único en Oriente Medio. Es el trabajo colectivo de decenas de asociaciones, organizaciones de defensa de derechos de mujeres y la cooperación entre la administración autónoma de Rojava (Kurdistán sirio) y agrupaciones feministas. “A principios de 2016 se fundó un comité en el que muchas organizaciones empezaron a presentar sus planes e ideas respecto a la creación de Jinwar. El 25 de noviembre del mismo año decidieron iniciar el proyecto”, dice Nujin, integrante del Comité de la Creación de Jinwar.
Tras un estudio en una reunión del consejo de Jinwar con ingenieros, geógrafos, personas expertas en tierra y arquitectas, se desarrolló el plan de construcción de la aldea de mujeres. “Decidieron que la forma de Jinwar sería triangular. Serían 30 casas con una, dos o tres habitaciones, y se distribuirían en los tres ángulos de una manera simétrica”, comenta Nujin. “La infraestructura del pueblo se basa en productos naturales: tierra, barro, forraje y madera. Son cosas ecológicas que no contaminan ni dañan el medio ambiente”, explica. Además, utilizarán maneras alternativas para obtener la electricidad. “En Jinwar se utiliza la energía renovable, principalmente la solar. La humanidad se enfrenta a problemas urgentes por el mal uso que le damos al planeta. Nosotras aquí, en Jinwar, dependeremos y viviremos de energías limpias”, añade.
Jinwar contará con lugares que ofrecerán servicios básicos a las residentes del pueblo: habrá un dispensario, una escuela, una cocina comunal, una librería, un horno, una tienda de verduras y frutas, una sala de exposiciones y un parque. Más adelante se construirá un museo en el que se exhibirán piezas artesanales hechas por mujeres y todo lo que está relacionado con la historia de la lucha feminista. “La mujeres en Jinwar trabajarán en el campo. Recibirán cursos de formación. Serán las que prepararán medicamentos de hierbas naturales y las que educarán a los niños en la escuela del pueblo”, explica Rumet, residente de la aldea. Además, serán ellas las que vigilarán el pueblo por las noches.
“En la plaza del centro del pueblo hay una estrella, símbolo de Ishtar, diosa babilónica de vida y de fertilidad. Nosotras consideramos que la mujer representa la vida y gracias a ella la humanidad sigue en pie”, dice Rumet. “También habrá una academia donde ofreceremos conferencias de temas de interés general: métodos de vida común entre las diferentes minorías y etnias, la economía natural alejada de beneficio material, la autodefensa, ciencias y medicina alternativa”, añade la vecina.
La economía de Jinwar dependerá de la producción del pueblo y del trabajo de sus residentes. Desde que se inició el proyecto se han plantado más de 400 árboles de frutas. También cultivan cereales en campos a las afueras de la aldea. Además, se ha construido en un granero para la cría de animales y proveer al pueblo de necesidades básicas como leche, carne o huevos. “Queremos que nuestra aldea se convierta en una fuente de paz, amor y convivencia sin el dominio del hombre. Jinwar es un pueblo sin precedente en la región”, explica Nujin. “Nuestro objetivo es la construcción de pueblos parecidos en todas las ciudades del Kurdistán sirio”, completa.
La aldea no será una cárcel para las mujeres, como se pueda pensar, porque no será un espacio cerrado. De hecho, no tiene muros alrededor ni ninguna especie de redes de protección. Todo lo contrario. Las mujeres del pueblo podrán salir y visitar a sus familiares, el pueblo recibirá visitas: hombres, turistas o periodistas. Eso sí, los hombres no podrán vivir en Jinwar ni dormir una noche aunque hayan ayudado en su construcción. Las asambleas se celebrarán en el centro del pueblo y son abiertas a las residentes.
“Jinwar tiene la fragancia del pasado y el olor de la época de los antepasados. Sus casas hechas de barro y forraje protegerán a sus residentes del calor del verano y el frío del invierno, a diferencia de otros pueblos que se convirtieron en mini ciudades con edificios y casas de cemento. En el pasado las mujeres estaban vinculadas con la naturaleza, la consideraban su refugio, pero con la vida moderna nos alejamos de nuestra madre: la natura. Queremos volver a aquella época y aprovechar los beneficios de la tierra y del campo”, explica Rumet.
Un fruto de la revolución de las mujeres kurdas
En la guerra contra ISIS, las mujeres son las combatientes que se sitúan en las primeras filas. También son las primeras víctimas. Violadas, agredidas, vendidas y obligadas a casarse. Son las madres que perdieron a sus hijos y las esposas que perdieron a sus parejas. Por todo este sacrificio, nacieron las Unidades de Defensa de la Mujer (YPJ, según sus siglas en kurdo), formadas por más de diez mil guerreras que abandonaron a la familia para unirse al ejército. Las mujeres representan casi el 30 por ciento de los combatientes de entre 18 y 30 años y están sometidas a un entrenamiento severo, igual que el de los hombres. Decidieron que la lucha para salvar a las mujeres tendrá rostro de mujer. La lucha no solo es armada, sino que es una revuelta contra una sociedad tradicionalmente patriarcal.
Las kurdas, que forman la mayor parte de las YPJ, tuvieron un papel importante en la liberación de muchas ciudades sirias y otras de mayoría kurda. Eliminaron la esencia y las banderas negras de ISIS. Construyeron el primer ejército de mujeres en Oriente Medio igual que el primer pueblo. De hecho, la liberación de la mujer y el feminismo son pilares principales del sistema político de la Administración Autónoma de Rojava. Un sistema basado en la igualdad entre las mujeres y los hombres. De aquí viene la idea de la copresidencia: todas las administraciones gubernamentales están lideradas por una mujer y un hombre.
En 2014, las autoridades kurdas de Rojava promulgaron una ley que buscaba algo de igualdad entre hombres y mujeres: prohíbe la poligamia, la violencia y la discriminación contra la mujer y condena duramente el matrimonio de menores de 18 años, así como la distribución de la herencia por igual entre las partes. Además, otorga a las mujeres el derecho a votar, a ser candidata, a ocupar cargos políticos y públicos, y a formar parte de organizaciones políticas, económicas, sociales y culturales. Prohíbe la dote como un valor material destinado a “poseer mujeres” (cantidad que paga un hombre a la familia de la mujer cuando se casa). En caso de divorcio, la ley otorga la custodia de los hijos e hijas menores de 15 años a la mujer.
Jinwar es un premio para las mujeres por sus sacrificios en la guerra. No nace por casualidad, es el trabajo y el fruto de años de activismo, de revoluciones y de un movimiento que cree en la liberación de las mujeres y la igualdad entre géneros.
FUENTE: Amina Hussein / Pikara Magazine