El 1 de noviembre de 2014 las milicias populares kurdas YPG (Unidades de Protección Popular) y YPJ (Unidades de Protección de la Mujer) declaraban la victoria contra el Estado Islámico (ISIS), tras una dura batalla por recuperar la ciudad de Kobane, localizada al norte de Siria, cerca de la frontera con Turquía. Durante 134 días, las y los combatientes kurdos se sobrepusieron a la maquinaria de guerra del terrorismo islámico, y contra todo pronóstico, humillaron y derrotaron al hasta ese entonces, aparentemente, invencible ejército yihadista del ISIS, convirtiendo a esta ciudad en un “pequeño Stalingrado”, marcando el curso de la Guerra Civil Siria en los siguientes años.
Cientos de mujeres y hombres darían su vida durante la liberación, abriendo camino a la construcción de una sociedad democrática, ecologista, anti capitalista, transversalizada por la liberación de las mujeres, proyecto conocido como Federación Democrática del Norte de Siria. Hoy esta experiencia única en Oriente Medio y el mundo entero, se encuentra amenazada por los pactos imperialistas, el resurgimiento del yihadismo, la complicidad de la comunidad internacional, y la ausencia de una izquierda revolucionaria mundial que pueda dar soporte en términos reales al proceso revolucionario.
Sobre la constitución de las Fuerzas Democráticas Sirias
Un año después de la liberación de Kobane se constituyeron las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), expresión “militar” de la Federación Democrática del Norte de Siria, como una agrupación multiétnica y multiconfesional conformada por milicia kurdas, árabes, turcomanas, asirias, circasianas, armenias, que desde ese entonces han desempeñado un papel fundamental en la liberación del norte del país de las fuerzas yihadistas del ISIS y de la filial siria de Al Qaeda, Hayat Tahrir Al Sham, antes conocida como Jabhat Al Nusra, así como de diferentes elementos extremistas ligados al controvertido Ejército Libre Sirio (ELS).
Durante el desarrollo de la guerra, las FDS se han constituido en más que una poderosa agrupación militar –cuentan con más de 75.000 combatientes entre hombres y mujeres–; el trabajo político desplegado en todos los niveles y organismos que la componen, les ha permitido trascender el aspecto meramente “militar”, conformando un una fuerza de defensa que construye junto a la sociedad civil el “nuevo poder”, mediante la creación de instituciones educativas, económicas, políticas, de autodefensa, etc., organizadas desde “abajo hacia arriba”, las mismas que están asumiendo el rol antes ocupado por el Estado árabe sirio en todos los planos de la vida.
El “militarismo y la violencia revolucionaria” típicamente asociado a la izquierda ortodoxa, ha sido asumido por la noción de autodefensa y autonomía, donde la vieja frase “el poder nace del fusil”, ha sido invertida, siendo el “poder” la expresión de la sociedad organizada, respaldada por una fuerza de autodefensa que no interfiere en la vida de las “instituciones civiles”. La liberación de Kobane es una prueba que el establecimiento del paradigma de la autodefensa, largamente sostenido por el Movimiento de Liberación Kurdo, ha superado las nociones verticalistas de la izquierda en materia militar, construyendo no un ejército, sino una fuerza de autodefensa respaldada por millones –sí, como usted lo lee, millones– de personas, cuyas estructuras no responden a la lógica autoritaria y violenta de los ejércitos profesionales, a veces emulada por la izquierda.
La Guerra Civil Siria y la revolución de Rojava ahora
La batalla de Kobane se libró, en un inicio, en una completa desigualdad de condiciones: más de 10.000 yihadistas del ISIS se movilizaron en su contra, los pocos cientos de combatientes kurdos, con apenas armas ligeras, opusieron la más fiera y heroica resistencia, avanzando palmo a palmo, armados con fusiles e ideología revolucionaria. Todos quienes les dieron las espaldas, empezando por el Estado sirio, el Gobierno Regional del Kurdistán Iraquí, y la Colación Internacional liderada por Estados Unidos, creían que la ciudad caería al poco tiempo, tal como lo “predijo” Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, quien al poco tiempo no tuvo más que tragarse sus palabras. No fue sino hasta entrado el combate que Estados Unidos y sus aliados accedieron a bombardear objetivos del ISIS.
Tras la aplastante derrota del ISIS en Kobane, se sucedió una alianza táctico temporal entre las FDS y la Coalición liderada por Estados Unidos, para combatir los remanentes terroristas; de allí avanzarían las operaciones conjuntas contra Raqqa, la capital del ISIS, y actualmente contra Deir Ezzor, siendo las milicias populares de las FDS el principal grueso de las operaciones. Dicha alianza despertó críticas y dudas sobre el rol del Movimiento de Liberación Kurdo, “ahora amigo” del imperialismo norteamericano, aduciendo que los kurdos de Rojava (norte de Siria), eran un peón más de la estrategia de Occidente para “balcanizar” la región. Varios meses luego de que estas acusaciones salieran al aire, el mundo entero miró expectante –incluida la izquierda– la invasión turca a Afrin, de la que tanto estadounidenses, rusos y sirios, hicieron la vista a un lado. De esta forma, quedó una vez más demostrado que Estados Unidos marcha sobre su propia agenda en el conflicto sirio, y que no piensa brindar respaldo diplomático o militar a la hora de defender a sus “aliados” más capaces en la lucha contra el ISIS: los kurdos; hecho que era conocido de sobra por el Movimiento de Liberación Kurdo antes de dicha “alianza”.
Tras la invasión de Afrin, las potencias insertas en el conflicto han trasladado sus ojos a Idlib, un territorio que alberga a miles de yihadistas, hoy cercado por el ejército sirio, que Estados Unidos y Turquía han salido a defender a toda costa. El resultado ha sido el desplazamiento de sus fuerzas hacia Afrin, para luego movilizarlas a través de Turquía con el objetivo de emprender un nuevo ataque contra Kobane, que ya empezó el 28 de octubre –y continúa–, posterior al inicio de la Cumbre de Estambul, donde Turquía, Alemania, Francia y Rusia discutieron el “futuro” de la Guerra Civil Siria.
De esta forma, el conflicto sirio continúa al ritmo que las clases dirigentes criollas y los intereses imperialistas, le imponen. El desenlace en Idlib, la tentativa de intervención turca en Manbij, el encubrimiento de las relaciones entre Turquía y el ISIS, las negociaciones entre el Estado sirio y la Federación Democrática del Norte de Siria, son temas que influirán decisivamente en el transcurso de la guerra y el proceso revolucionario en Rojava.
La Revolución de Rojava ha tenido que sufrir incontables bajas y reveses pese a la complejidad de la situación, sin embargo, hoy por hoy, nos demuestra que el haberse convertido en la experiencia revolucionaria más clara y contundente que el mundo puede conocer, no es un debate en el aire, ni la suma de las voluntades individuales sin perspectiva histórica, sino la materialización de los ideales de justicia y solidaridad en los cuerpos y almas de millones de personas que están dispuestas a todo, menos a retroceder hasta alcanzar la victoria. Nuestra labor, estando a tantos miles de kilómetros, debe ser organizar las mismas aspiraciones en nuestro contexto.
FUENTE: Carlos Pazmiño / Revista Crisis