La ciudad del norte de Siria, convertida por el Estado Islámico en la capital de su Califato, hace un año era liberada por las milicianas kurdas.
La plaza Al Naim de la ciudad de Raqqa, en el norte de Siria, se había transformado. Ese espacio, que fue el escenario de ejecuciones ordenadas por el Estado Islámico (ISIS), ahora mostraba algo que no sucedía hacía mucho tiempo: música, mujeres y hombres bailando, sonrisas multiplicadas, llantos emocionados, banderas flameando. De fondo, las primeras imágenes transmitían un gran telón desplegado sobre la plaza con la cara del líder kurdo Abdullah Öcalan, fundador del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Ese día, 19 de octubre de 2017, las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS) festejaban la liberación de la ciudad que se encontraba en poder de ISIS desde 2014. Dos días antes, habían anunciado que casi no quedaban mercenarios en los alrededores.
Durante cinco meses, las FDS (conformadas por las fuerzas kurdas YPG/YPJ y milicias árabes y de otras nacionalidades) combatieron a los grupos comandados por Abu Bakr Al Baghdadi, el misterioso y autoproclamado “califa” de todos los musulmanes y las musulmanas. Raqqa, la tercera ciudad en importancia en Siria, había sido declarada como capital del Califato que el Estado Islámico planeaba desplegar desde Alepo -en Siria-, hasta Bagdad -capital de Irak-.
Pueblo por pueblo, y aldea por aldea, las FDS recuperaron el territorio hasta llegar a la ciudad que supo albergar a un millón de habitantes antes de que se desatara la guerra de agresión contra Siria. Lideradas por la comandante de las YPJ Nesrin Abdullah, las FDS lograron en Raqqa uno de los golpes más demoledores contra ISIS. El grupo terrorista, que tuvo en vilo a Siria e Irak con sus masacres y avances territoriales, recibió una herida de muerte en Raqqa. Durante la campaña para liberar la provincia, los mercenarios y milicianos del Estado Islámico apenas resistieron el avance de las FDS y se pudo ver cómo escapaban hacia donde podían. En la actualidad, ISIS apenas controla el dos por ciento de territorio en Siria.
Cuando las FDS ingresaron a la ciudad, el ambiente era similar al de los pueblos que habían liberado semanas atrás: temor, oscuridad, enajenación, edificios y casas destruidas o saqueadas, las mujeres que no habían podido huir sumidas en la opresión. En las primeras horas de la liberación también se pudo observar a las mujeres que salían de sus casas y sin vacilar abrazaban a las guerrilleras de las YPJ. Lo mismo había ocurrido en Manbij, otra ciudad del norte de Siria liberada de ISIS por las FDS.
Las Fuerzas Democráticas de Siria, apoyadas en lo militar por la Coalición Internacional encabezada por Estados Unidos, llevaron a Raqqa una propuesta que se desarrolla hasta el día de hoy en el norte de Siria (Kurdistán sirio, Rojava): organizar un autogobierno, empoderar a las mujeres, impulsar asambleas barriales para construir una democracia directa, participativa e incluyente, que no deje de lado a las diferentes etnias y creencias religiosas. Al mismo tiempo, comenzaron el desminado del territorio, infectado por ISIS antes de su derrota.
En un informe publicado este jueves por la agencia de noticias ANF, se recordó que el mismo mes de la liberación la administración de la ciudad fue entregada a un Consejo Civil, que pasó de tener 60 a 200 integrantes kurdos, árabes, armenios, turcomanos y sirios. Como en todas las instancias de autogobierno en el norte de Siria, el Consejo Civil está precedido por un hombre y una mujer, y es el encargado de recoger las decisiones de las asambleas populares a lo largo de la provincia.
La destrucción y las muertes no fueron ajenas a la liberación. En los barrios de la ciudad que sufrieron los combates más intensos mucha gente todavía sobrevive en las calles. Pero al mismo tiempo, los mercados y las plazas volvieron a respirar vida, algo impensado bajo el control de ISIS. Aunque el Consejo Civil no cuenta con grandes recursos, las máquinas y trabajos de reconstrucción de casas, edificios y puentes prosiguen.
En el informe se detalló que “si bien casi todas las casas en Raqqa están conectadas a la red, en este momento solo se puede llegar a tres barrios a través del suministro eléctrico principal. Los otros barrios están provistos de generadores”. A su vez, se inició la reparación de las murallas históricas que se extienden alrededor de la localidad, un blanco de los terroristas, al igual que lo fue la fortaleza de Harun Rashid.
Con la ocupación de ISIS cualquier hecho de la vida cotidiana fue trastocado, como en el caso de las escuelas, convertidas por los terroristas en cuarteles militares. El Consejo Civil anunció que en este año se abrieron unos sesenta establecimientos escolares, donde los niños y las niñas aprenden, por primera vez, sus lenguas maternas. El Consejo Civil además indicó que 10 hospitales y decenas de centros de salud fueron inaugurados, en los que trabajan los médicos que no huyeron de la ciudad y el personal de la Media Luna Roja Kurda (Heyva Sor).
El costo de la liberación de Raqqa no fue menor: se calcula que el 80 por ciento de la ciudad fue destruida y cientos de civiles perdieron la vida en manos del propio ISIS y por los bombardeos de la Coalición Internacional, aunque todavía no se conocen cifras reales. Las FDS perdieron a más de 600 de sus milicianos y milicianas en los combates.
La liberación de la capital del Califato de ISIS no fue solo un triunfo militar para las FDS y la derrota más apabullante para los seguidores de Al Baghdadi. Con Raqqa liberada y en proceso de reconstrucción social, se concretó una victoria más para un modelo que avanza en silencio en el territorio sirio, pero también en todo Kurdistán: la propuesta de Confederalismo Democrática impulsada por Öcalan, quien se encuentra preso desde 1999 en la isla-prisión de Imrali, en Turquía.
¿Cuáles son los pilares de esa propuesta?: las mujeres como sujeto revolucionario, recuperar saberes ancestrales, incluir a todas las minorías olvidadas, que las diferentes religiones convivan, desarmar -con la guerra como telón de fondo- las estructuras estatales que sirvieron para oprimir, y rechazar la imposición de planes extranjeros para la región.
Esta utopía, que cada vez hecha raíces más profundas en Rojava, no cuaja con los planes de los países y potencias que se disputan el poder en Siria. Esto quedó en evidencia cuando Rusia, Estados Unidos, Turquía y el propio gobierno sirio pusieron el grito en el cielo cuando las FDS difundieron las primeras fotografías de la plaza Al Naim y sobre el cielo se recortaba, sonriente, la cara de Abdullah Öcalan.
FUENTE: Leandro Albani / La tinta