Había caído, 135 días se contaban desde el 6 de junio al 17 de octubre de 2017, 665 mártires, hombres, mujeres, kurdos, árabes, turcomanos, siriacos, brigadistas internacionales hermanaron su sangre en el campo de batalla para la liberación de Raqqa, la hasta ese entonces capital de facto del autodenominado califato del Daesh (Estado Islámico). “Milicias apoyadas por los Estados Unidos toman Raqqa”, rezaban tendenciosamente los titulares de los medios occidentales; celebraban una victoria que no les correspondía, victoria que se había conseguido con gran determinación, entrega e ideología.
Nesrin Abdullah, comandante y portavoz de las Unidades de Protección Femenina (YPJ), la milicia que humilló al Estado Islámico en la pequeña ciudad kurdo siria de Kobanê en 2014, y que ahora lo volvía a hacer, declaraba en la plaza al Naim de Raqqa la derrota total contra las “pandillas” terroristas del “ejército del terror”. El lugar desde donde Nesrim enunciaba el discurso de la victoria era muy simbólico: al Naim se había convertido en una vitrina de ejecuciones públicas, mutilaciones y castigos salvajes, propiciadas por la administración terrorista del Estado Islámico contra los habitantes de la ciudad. Ahora, cientos de mujeres y hombres la poblaban de colores y vida, trayendo la luz a lo que hasta hace poco había sido el mismo infierno en la tierra.
La ideología que las volvió invencibles
Las milicianas kurdas, junto a mujeres árabes, quienes formarían dos batallones en el transcurso del combate, y yazidíes de las Unidades de Mujeres de Shengal (YBS), venidas desde el Kurdistán iraquí exclusivamente para luchar en Raqqa, pelearon con algo más que fusiles. Había algo en ellas que las hacia invencibles, inmortales, una voluntad que superaba su existencia individual, recordándoles que la victoria trascendía las fronteras de Oriente Medio inscribiéndose en la historia como un hito. Combatían con ideología, su fortaleza se originaba en la “ciencia de las mujeres”, la Jineologî, elemento que les brindaba una superioridad moral única sobre el enemigo.
Peleaban no solo por la liberación de las mujeres de Rojava, Siria u Oriente Medio, lo hacían por todas las mujeres del mundo; cada disparo, cada gota de sangre derramada, fue en honor a todas y cada una de ellas. Eran las hijas de la historia, que habían vencido lo que el patriarcado dictaba como imposible.
La liberación de las mujeres es la liberación de la humanidad
Vistiendo sus uniformes y estandartes de combate estas mujeres dedicaban la victoria a todas las mujeres del mundo. En su discurso en la plaza al Naim, Nesrim también reconocía el triunfo a Abdullah Öcalan, líder del pueblo kurdo y presidente del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), quien sintetizaría la Jineologî. Hoy la “ciencia de las mujeres” es el elemento transversal del Movimiento de Liberación Kurdo; es, si se quiere, su razón de ser.
Öcalan no habría creado nada sin las mujeres, fueron ellas desde los inicios del PKK en la década del 70 en el Kurdistán turco, quienes dieron alma y vida al Movimiento de Liberación Kurdo, pese a las rabietas y regañadientes de los hombres; una lucha larga y dura contra quienes se decían compañeros, pero aún llevaban en su interior al “hombre dominante”. Muchas de estas mujeres ya no están, sin embargo, reencarnan una y otra vez en otras, quienes continúan con el ejemplo de Sara, Zilan, Beritan, tomando sus palabras y fusiles para ir a las montañas o a las ciudades.
No hay liberación posible sin las mujeres como vanguardia, afirma el Movimiento de Liberación Kurdo dentro y fuera del Kurdistán. La revolución en este sentido viene a ser concebida como un movimiento femenino, en el que los hombres debemos desarrollar la “sensibilidad femenina”, “pensar como mujeres”, dirá Abdullah Öcalan.
El significado de Raqqa
Raqqa no es simplemente una victoria militar excepcional, una obra de arte militar; es, sobre todo, el triunfo de las mujeres sobre el terror, el patriarcado, el Estado-nación de la modernidad capitalista, augurando una era de lucha y resistencia de dimensiones históricas para el movimiento de mujeres en el mundo entero, hoy en expansión, y cuyo desarrollo oxigenará la alternativa anti-capitalista.
Un grafiti en inglés durante la batalla decía: “Solo el amor y las YPJ pueden detener este odio”, y es que, efectivamente, la revolución no puede estar más que guiada por sentimientos de amor y desapego, y por un ejército de mujeres. Raqqa simboliza todo esto. Las mujeres que la liberaron, anunciaron una vez más que la liberación femenina, es la liberación de la humanidad.
FUENTE: Carlos Pazmiño / Revista Crisis