Como corresponde a un monumento conmemorativo al gran sacrificio, es un lugar solemne. Al vagar por sus avenidas, flanqueadas por 1300 lápidas, uno solo puede reflexionar sobre las vidas de los que están enterrados allí. A veces, sin embargo, hay pistas en las caras que se asoman desde las fotografías, enmarcadas en vidrio, que dejaron familiares y seres queridos.
La mayoría de los representados son jóvenes en su adolescencia y con apenas un poco más de veinte años. Algo bastante raro para un cementerio dedicado a los combatientes caídos, muchas son mujeres.
Cuando visité el cementerio de mártires en la ciudad de Kobanê, en el noreste de Siria, el día era gris y estaba cubierto de nubes de tormenta que surcaban el cielo como zeppelines gigantes.
Han pasado casi cuatro años desde el amargo asedio en 2014 cuando los yihadistas del Estado Islámico (ISIS) invadieron la mayor parte de esta ciudad cerca de la frontera con Turquía, solo para ser derrotados por la resistencia casi legendaria de los combatientes, principalmente kurdos.
Hoy muchos consideran que la batalla por Kobanê es un punto de inflexión clave en la guerra contra ISIS en Siria.
Desde entonces, algo extraordinario ha sucedido en este remoto rincón del norte de Siria, un lugar cuyo nombre en kurdo es Rojava o, literalmente, Kurdistán Occidental.
Es una historia que desafía las narrativas habituales sobre Siria y Medio Oriente. Una historia totalmente en desacuerdo con los dictados reaccionarios, jerárquicos, misóginos y vehementemente antidemocráticos propugnados por los yihadistas de ISIS.
Fue hace seis años cuando el régimen del gobierno sirio del presidente Bashar Al Assad se vio envuelto en una guerra civil. Fue en ese momento también que los partidos políticos kurdos en Rojava declararon la autonomía y comenzaron su proyecto extraordinario de autogobierno e igualdad para todas las razas, religiones, y entre mujeres y hombres. De esto nació la revolución de Rojava, como ahora se la conoce comúnmente.
Con la igualdad de género y religiosa consagrada en la constitución de la revolución, las mujeres, especialmente, juegan un papel crucial en la formación de la dirección política de este notable movimiento.
Con demasiada frecuencia, en el curso de la revolución, las mujeres o sus seres queridos también han hecho el máximo sacrificio por una causa en la que muchos creen de forma apasionada.
Se formaron las Unidades de Protección de la Mujer (YPJ) que lucharon junto a sus homólogos masculinos de las YPG, ambas fuerzas bajo el mando y control del principal partido político de los kurdos de Rojava, el Partido de la Unión Democrática (PYD).
“Venimos a plantar flores, lo hacemos una vez a la semana o cada vez que nos viene a la mente”, me dice Zuleyxa Bilad, mientras está de pie en el Cementerio de los Mártires junto a su hija Gardenia, al lado de la tumba de su esposo que murió en la dura batalla de Kobanê.
En un momento álgido de la lucha, el luchador de las YPG recibió un disparo de un francotirador de ISIS, en un día en el que también murieron 27 de sus compañeros, muchas mujeres entre ellos.
Le pregunté a Zuleyxa si su hija Gardenia, ahora de cinco años, sabía qué había sido de su padre. “Gardenia lo sabe todo porque le expliqué todo y a veces llora”, responde Zuleyxa.
“Más tarde comprenderá que su padre junto con sus hermanos y hermanas murieron defendiendo la revolución para todos nosotros, para que la vida sea mejor para ella y para la próxima generación cuando sean adultos”, agrega Zuleyxa, antes de que tanto madre como hija continúen adornando la tumba con las flores y las plantas que trajeron del mercado en Kobanê.
Las mujeres han llevado la peor parte de la lucha contra ISIS, por eso asumieron la responsabilidad de defender y dar forma a la revolución de Rojava de muchas maneras. Algunos como Zuleyxa han perdido maridos, hijos e hijas. Otros han servido y perecieron en la primera línea de fuego.
Muchas de las tumbas en el Cementerio de Mártires de Kobanê tienen los nombres de mujeres jóvenes inscritas en el mármol de sus lápidas, o tienen fotos de ellas sonrientes y vestidas con el uniforme militar color caqui de las YPJ.
Además de resistir a ISIS en Kobanê, las mujeres también estuvieron involucradas como parte de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), que comprende tanto a kurdos como a árabes en la feroz lucha que culminó en octubre del año pasado en la expulsión de ISIS de Raqqa, su autoproclamada capital, la mayor parte de la cual ahora se encuentra en ruinas y destruidas por las bombas.
Más recientemente, las mujeres han luchado y han muerto también en los campos de batalla que rodean la ciudad de Afrin. Allí, las fuerzas turcas y sus milicianos aliados, que tienen mucho en común con los yihadistas de ISIS, han avanzado, forzando a muchos kurdos y a otros pueblos a huir hacia el este a Kobanê.
“Los antepasados de nuestra familia han estado viviendo en Afrin durante más de 200 años”, dice Nuri Urik, un kurdo de 45 años que, junto con su familia y miles de otras personas, fue obligado a abandonar la ciudad. Hoy, él y su esposa, hijos y nietos se han instalado en Kobanê.
“Todo el viaje fue traumático con el constante bombardeo, pero en el momento en que nos fuimos de Afrin fue lo peor, nadie se quedó en el pueblo, todos se fueron”, recuerda Urik el momento cuando él y su familia huyeron.
Durante el viaje, su nuera Hemide Dede estaba embarazada. Una vez en Kobanê, dio a luz a su nieta Xedice, quien tenía solo unas semanas cuando hablamos.
Por dura que sea la vida en Kobanê, las mujeres de la familia de Urik se encuentran en un entorno muy diferente al que habrían estado si se hubieran quedado en Afrin, a merced de las fuerzas turcas ocupantes y sus aliados milicianos islamistas.
El corazón político palpitante del proyecto de Rojava es generado por asambleas comunales, en las que la gente local toma decisiones por sí misma, ya sea sobre empleos, el medio ambiente, la salud, la alfabetización, los derechos de los desplazados, o lo que sea. En todas las esferas, las mujeres reciben escrupulosamente la misma voz que los hombres, y las mujeres presiden todas las reuniones y asambleas.
Emina Bekir y sus colegas Almaz Rumi y Heval Heyad dirigen el Consejo de Mujeres de Kobanê, el extremo más agudo de una administración que se ocupa del trabajo cotidiano de proporcionar instalaciones para ayudar a las mujeres, desde guarderías hasta un proyecto de alfabetización para personas mayores.
“Las cosas están lejos de ser ideales y los recursos básicos siguen siendo nuestro mayor problema, pero tenemos todo el derecho de estar orgullosas de lo que hemos logrado hasta ahora y con un apoyo adecuado en el extranjero que sabe de lo que somos capaces”, dice Bekir, directora en Kobanê del Consejo de Mujeres. Desde grupos locales de defensa y Academias de mujeres que promueven la igualdad de oportunidades en educación, hasta las Casas de Mujeres donde aquellas que han experimentado violencia doméstica pueden encontrar refugio, apoyo y representación legal, hay mucho que admirar.
Por su parte, los críticos han afirmado que la revolución de Rojava es “sectaria”, “comunista” o “pseudo-marxista”, por mencionar solo algunas de las observaciones negativas que se abrieron paso. Pero si bien existen elementos de tales características, de cerca la Revolución de Rojava sigue siendo democrática de una manera que muchos en Occidente estarían envidiosos.
La gente real, en general, gobierna aquí, y no los políticos oportunistas y de carrera que han plagado tanto el gobierno en Occidente.
El verdadero funcionamiento interno de este sistema se hizo más claro una tarde en Kobanê cuando visité un centro cultural donde cientos de mujeres y otras personas desplazadas por la lucha de la ciudad de Afrin se habían reunido para una conferencia. Jóvenes y no tan jóvenes, todos eran miembros de Parastina Jin, un grupo de defensa de la comunidad local.
“En este momento aquí en Rojava hay una revolución dentro de la revolución”, insistió Ayse Efendi, quien es copresidenta del Movimiento para una Sociedad Democrática (TEV-DEM) y presidió la conferencia.
Casada con el ex copresidente del PYD, Salih Muslim Muhammad, como muchas mujeres de la revolución que conocí, insistió en que lo que está en curso en Rojava no es solo una lucha por los derechos de las mujeres kurdas sino también por las minorías no kurdas, en su mayoría árabes, pero también los sirios, turcomanos y asirios.
Esto no es solo una ilusión sino que se implementa en el nivel más básico. Si, por ejemplo, surgen dificultades de idioma durante las reuniones o conferencias, se proporcionan intérpretes, como lo pude presenciar.
No se hace distinción en función de la etnia o el origen y no se detiene allí. Más allá de la región, lo que representa la experiencia de Rojava, dice Ayse Efendi, es “la lucha por los derechos de las mujeres a nivel internacional”. Esta visión global y este sentido de solidaridad era algo que escucharía una y otra vez de las representantes de las mujeres en Rojava.
Hasta la fecha, los logros de las mujeres de Rojava son notables en una región tradicionalmente muy conservadora y que alberga normas rurales y campesinas. Aquí las “viejas formas” incluían las actitudes predominantes, que venían como algo cotidiano la existencia del matrimonio infantil y el mantenimiento de las mujeres en el hogar.
Muchas mujeres señalaron que históricamente los problemas que enfrentaron derivaron principalmente de dos fuentes: la familia y el Estado. La intimidación y el arresto fueron durante mucho tiempo comunes en esta parte de Siria para aquellas mujeres que no siguieron la línea establecida.
“Históricamente había ciertas personas en ambos sectores de la sociedad que creían que si las mujeres se educaban y emancipaban, se convertirían en una fuente de problemas para la sociedad en general y la infraestructura política existente entonces”, dice Nejbir Teyar, una portavoz de 24 años del Kongreya Star.
Kongreya Star es una confederación de organizaciones de mujeres de Rojava cuyo principio rector es que “sin la liberación de las mujeres, una sociedad verdaderamente libre es imposible”. El Kongreya Star ha sido fundamental en los avances significativos realizados en las relaciones de género en la región.
“Cuando se mira la historia kurda, las mujeres siempre han sido una influencia poderosa en la familia, pero hemos tomado esa influencia y hemos enfatizado sus factores positivos en lugar de los negativos”, explica Teyar.
Dije que Medio Oriente era un lugar desafiante -por decir lo menos para cualquiera- que buscaba mejorar los derechos de las mujeres, y le pregunté dónde podría estar la revolución de las mujeres de Rojava en un plazo de cinco años.
“No nos atemorizan esos desafíos, las mujeres han sufrido durante miles de años, pero si nos organizamos para llegar allí, entonces nada puede detenernos”, fue su respuesta, y remarcó la importancia de la solidaridad mundial.
“No nos vemos separados de las luchas de otras mujeres a nivel internacional, cuando vemos a una sola mujer sufrir, sentimos el dolor”, me dijo.
La mañana en que salí de Kobanê para comenzar mi viaje a casa comenzó temprano. Bajo la luz del amanecer llegamos al primero de muchos puestos de control donde una joven mujer, miembro de las YPJ, vestida con uniforme de camuflaje y con un rifle Kalashnikov comprobó nuestra identificación.
Poco tiempo después, en las afueras de la ciudad, pasamos frente al Cementerio de los Mártires, que estaba cubierto de llovizna, pero pude distinguir las figuras de otras mujeres miembros de las YPJ colocando flores en otra tumba. La revolución de Rojava continúa.
FUENTE: David Pratt / The National / Traducción y edición: Kurdistán América Latina