Las fuerzas militares turcas continúan provocando incendios forestales en las regiones kurdas, tanto dentro como fuera de las fronteras turcas, amenazando la vida silvestre, las tierras agrícolas y la seguridad civil.
Solo este verano se han reportado incendios en las ciudades de Tunceli (Dersim), Diyarbakir, Hakkari y Sirnak, así como en áreas del Gobierno Regional de Kurdistán en Iral y en el ocupado cantón de Afrin en Siria, donde Turquía lleva a cabo operaciones militares contra las fuerzas locales kurdas.
El daño más grave ocurrió en Tunceli. Según las noticias de ANF, los incendios se han desatado en 12 zonas diferentes de la región.
Este lugar ha enfrentado ataques similares en años anteriores. En 2017, una declaración de la Asamblea Central de Tunceli sobre los incendios del ejército turco, afirmó que “el aparato estatal turco ha estado tratando de obligar a la población originaria a huir o migrar de la región por diversos medios, incluidos ataques militares, construcción de presas y proyectos de minería de oro, utilizando métodos que son destructivos para el medio ambiente, con el fin de llevar a cabo una purga étnica y religiosa en Tunceli”.
En Afrin, 41 acres de tierra agrícola, pertenecientes a varias familias locales, fueron quemados solo en julio. La agricultura es esencial para la economía local en Afrin, especialmente después de que la invasión y ocupación de la región cortó los recursos externos.
Los ataques ecológicos también fueron característicos de la ocupación de Afrin. Muchos civiles informaron que quemaron, cortaron y robaron olivos durante la ofensiva, así como el bombardeo de fuentes de agua.
El ejército turco ha utilizado los incendios forestales como arma de guerra contra los grupos kurdos armados y las vidas y los medios de los civiles kurdos durante décadas. En 1990, durante las campañas de desplazamiento forzado, testigos presenciales informaron haber visto a las tropas turcas encendiendo bosques cercanos a áreas pobladas. El informe de Human Rights Watch, de 1995, “Transferencias de armas y violaciones de las leyes de la guerra en Turquía”, detalla varias instancias de este fenómeno.
Estudios más recientes del Movimiento de Ecología de Mesopotamia muestran que la mayoría de los incendios forestales en las regiones kurdas en Turquía fueron causados por los militares, y que todavía pueden ser considerados como “una forma más indirecta de aumentar la presión sobre los aldeanos para que abandonen sus pueblos”. El informe del Movimiento de Ecología de Mesopotamia también señala que las instituciones estatales no hicieron su parte para apagar los incendios, dejando el trabajo a “los aldeanos, los voluntarios y los empleados del municipio”.
Las Naciones Unidas prohíben el uso de “técnicas de modificación del medio ambiente” -incluido el encuadre deliberado de incendios forestales- para fines militares en virtud de la Convención sobre la Prohibición del uso militar o cualquier otro uso hostil de las técnicas de modificación ambiental, de 1976.
Turquía es signatario de este acuerdo pero no lo ha ratificado. Mientras tanto, sigue utilizando los ataques contra el medio ambiente y los recursos naturales como herramientas de guerra en todo Kurdistán, como el proyecto de la presa Ilisu en Hasankeyf, que sumergiría bajo agua a 50 aldeas y varios sitios históricos. Guner Yanlic, miembro de la Plataforma de Protección Hevsel, dijo a ANF que las represas en Kurdistán son una “extensión de la política de seguridad, así como un proyecto para crear trabajadores baratos en las grandes ciudades cortando la comunicación social y forzando a las personas a emigrar”. Esto es similar al propósito de los incendios forestales promovidos por el Estado, que también se usan para forzar el desplazamiento.
FUENTE: Meghan Bodette / The Region / Traducción y edición: Kurdistán América Latina