El principal partido prokurdo lucha bajo la represión para lograr el 10% requerido para entrar en el Parlamento, lo que pondría en peligro la mayoría de Erdogan.
Diyarbakir, la principal ciudad kurda de Turquía, vive la recta final hacia los comicios en calma, pero cada cincuenta o cien metros una tanqueta blindada de la policía recuerda que la paz se mantiene manu militari. En la Ciudad Vieja aún quedan zonas vedadas al paso de civiles, zonas cuyas viviendas han sido arrasadas hasta sus cimientos y dónde, desde hace dos años, solo crecen los matorrales. En una de esas viviendas hoy desaparecidas quedó atrapada Remziye Tosun con sus dos hijos a causa de la llamada “Guerra de las zanjas”, que entre 2015 y 2016 enfrentó durante meses a militantes del grupo armado kurdo PKK con las fuerzas especiales de la policía y del Ejército y dejó más de 3.500 muertos (que se suman a las más de 40.000 vidas que el conflicto kurdo se ha cobrado desde la década de 1980).
Durante 96 días estuvo Tosun encerrada en su casa, viviendo entre el sótano y los lavabos —las partes más seguras de la vivienda—, hasta que un corredor humanitario le permitió salir. “Yo pensaba que nos llevarían al hospital porque mi bebé se había desmayado por los gases que lanzaba la policía, pero en lugar de ello me arrebataron a mis hijos y a mí me encerraron en prisión acusada de terrorismo”, relata. Hoy, recuperada la custodia de sus pequeños y en libertad condicional a la espera de sentencia, se postula a diputada por las listas del HDP (Partido Democrático de los Pueblos): “En la cárcel tuve tiempo de pensar en cómo nos oprimen por ser mujeres y por ser kurdas. Por eso me metí en política. Sin la solución del problema kurdo, jamás habrá democracia en Turquía”.
El HDP es el actual tercer mayor grupo en el Parlamento turco y la formación a la que en las elecciones del próximo domingo votará la mayoría de los kurdos, la minoría étnica más extensa de Turquía. De eso hay pocas dudas. Lo que resta saber es si, en todo el país, el HDP logrará superar el 10% de los sufragios, cifra que marca la barrera electoral que otorga o no representación parlamentaria. Sobre ese número se construyen todas las estrategias electorales: de no superarla, los 80 diputados en juego en las provincias de mayoría kurda irían directamente a la segunda formación más votada en la región, en este caso el AKP de Erdogan. Los kurdos suponen unos 10 millones de votos (algo más del 15% del censo total de Turquía) por lo que, además de en las legislativas, su voto será crucial ante una eventual segunda vuelta de los comicios presidenciales.
“Respecto al HDP, estamos llevando a cabo diferentes estrategias. Esto no lo voy a decir en público, pero si ellos se quedan por debajo de la barrera electoral, nosotros obtendremos un resultado mucho mejor”. El autor de estas palabras no es otro que el presidente de Turquía, el islamista Recep Tayyip Erdogan. Las pronunció en un encuentro con representantes locales de su Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Posteriormente, alguien que grabó la reunión con su teléfono móvil las filtró a los medios digitales, con la consecuente polémica.
“Tras la guerra de las zanjas, el apoyo al HDP descendió por su negativa a condenar la violencia. Pero luego se han vivido cosas muy graves: el Gobierno no ha solucionado los problemas de los desplazados, miles de kurdos han sufrido las purgas y han visto cómo se detenía a sus alcaldes y a sus representantes políticos. Esto ha reforzado el nacionalismo kurdo”, explica Ilyas Akengin, director del periódico local Tigris Haber. “El votante kurdo más conservador está muy desilusionado con el AKP”, añade.
Desde 2016, el Gobierno ha intervenido 83 ayuntamientos en manos del partido kurdo, es decir, ocho de cada diez, incluidos los de grandes ciudades como Diyarbakir o Van. En total, 89 alcaldes han sido detenidos, además de los nueve diputados del HDP en prisión desde otoño de 2016, entre los que se encuentra el antiguo líder de la formación kurda y actual candidato presidencial, Selahattin Demirtas.
Incomprensiblemente, el AKP ha presentado unas listas poco atrayentes en las provincias kurdas, con candidatos de otras provincias en detrimento de locales notables. Extensos clanes kurdos como los Ensari o los Hashimi, que son cruciales en la región a la hora de articular el voto, han retirado su apoyo a Erdogan y optarán por otros partidos. “Para nosotros los nombres no son importantes, a nosotros solo nos importan Dios, el Estado y nuestro presidente”, defiende Servet Can, un dirigente local del AKP. “Los verdaderos kurdos apoyarán a nuestro partido porque saben que les damos buen servicio, un servicio como no habían visto en toda la historia de la República. Y saben que quien acabó con el proceso de paz fue el PKK, que está dirigido por gobiernos europeos dispuestos a derrocar a nuestro presidente a toda costa”, explica.
En las últimas semanas, Erdogan ha ordenado acelerar las operaciones militares en el vecino Irak con el objetivo de capturar a las bases del PKK en los montes Kandil, lo que estimularía el orgullo patrio e infligiría un duro golpe a la moral del nacionalismo kurdo. “Atacar durante el mes sagrado de Ramadán, eso no lo hacían ni los americanos en Irak. ¡Menudo islamista es este Erdogan que solo utiliza la religión para lo que le interesa!”, se queja Hasan, un anciano barbero kurdo.
La estrategia del AKP para frenar al HDP pasa precisamente por reforzar la idea de que es un partido inseparable de los “terroristas” del PKK. Así lo dejaron claro varios miembros del Gobierno la pasada semana, cuando un altercado en la localidad de Suruç entre miembros de ambos partidos culminó con cuatro muertos y casi una decena de heridos. Los islamistas culpan de ello a los “terroristas” y los nacionalistas kurdos a la “provocación” de Erdogan para evitar que su partido supere el umbral de votos necesarios. No ha sido el único obstáculo vivido por el HDP durante la campaña: sus puestos electorales han sido atacados en varias localidades y varios de sus miembros han sido detenidos. En la provincia de Van, mayoritariamente favorable al HDP, se han prohibido todos los actos de campaña. “Erdogan tiene al Ejército, a la policía, a la Justicia y a la prensa de su parte —se queja el taxista Senol—. Hará lo que sea posible para no perder. Y si hace falta, amañará las elecciones”.
FUENTE: Andrés Mourenza / El País