Todas las valoraciones sobre crímenes de violación en condiciones de guerra basadas en “satisfacción de las necesidades sexuales” se justifican, en esencia, en una profunda distorsión de la realidad. Ninguna violación o acoso sexual, efectuados individualmente o en grupo, pueden ser valorados solamente en virtud de los impulsos del violador.
La motivación psicológica más importante del acto de violación son las relaciones de poder y dominación que se quieren establecer sobre la identidad étnica a la que pertenecen esas mujeres y niñas violadas. La invasión, el pillaje, la violación son “muestras de fuerza” patriarcales. Incluye muchos objetivos concretos, como la disolución de la sociedad considerada como “los otros”, la limpieza étnica, la propagación del miedo y el desplazamiento.
Lo que el Estado turco y sus bandas querían lograr por medio de la invasión de Afrin es exactamente eso. A pesar de lo afirmado por algunas de las fuentes cercanas al Estado turco, esas violaciones no sólo son cometidas por “un par de pandillas salvajes y furiosas”. Ésta es una estrategia de guerra intencionada.
Incluso cuando ellos mismos tratan de ocultar las barbaries que cometen en Afrin, siguen revelando hechos por sí mismos. Como el reportero de Haber Türk Veysel Ateş que expone el salvajismo cometido por las pandillas del FSA (Ejército Libre Sirio) contra las YPG. En las entrevistas, los ancianos de Afrin llaman a esas pandillas “ladrones y terroristas” y comparten información importante: “Se llevaron nuestras pertenencias y mujeres; violaron a tres niñas de 15 años aquí anoche”.
Estas tres frases, expuestas por los kurdos de Afrin, son la expresión más obvia de la realidad del Estado turco. Pillaje, robo, terrorismo y violación. Nada puede evidenciar la realidad de la ocupación y la guerra de manera tan poderosa como estas frases.
Todas las estructuras basadas en el patriarcado describen la invasión de una ciudad como si de una mujer se tratara; lanzan los mensajes ideológicos y políticos de la guerra a través del cuerpo femenino. En este sentido, las guerras no sólo se desarrollan a través de las geografías. Es aún peor lo que está sucediendo a través del cuerpo de la mujer. Lo primero que hace el Estado turco, en línea con su propia tradición histórica, es aplicar esta espantosa tradición.
Los civiles de Afrin, que en su mayoría viven ahora en la región de Şehbha, aportan información que muestra las dimensiones de esta crueldad. La información que recibimos de las representantes de Kongreya Star, que es la estructura organizativa de las mujeres en Rojava, es aterradora.
Según Kongreya Star, cientos de mujeres están desaparecidas. De hecho, señalan que 150 mujeres han sido sacadas de Afrin y llevadas al territorio ocupado de Azaz.
Además, el número de casos de violación y secuestro no queda claro debido a las condiciones de ocupación. Un kurdo de Afrin que no quiere facilitar su nombre afirma que las bandas querían a la hija de una familia perteneciente al ENKS (Consejo Nacional Kurdo de Siria) y al no acceder, la familia los mató a todos y se llevaron a la niña.
Otra fuente con la que nos pusimos en contacto, que tampoco quiere compartir su nombre, dice que sólo en su vecindario 21 mujeres han sido violadas y el promedio de edad de estas mujeres es de entre 15 y 16 años.
Entre la información que recibimos, se relatan situaciones en que las jóvenes de Afrin se ven obligadas a casarse con los yihadistas; cuando las familias buscan a sus hijas en secreto, esas familias son arrestadas y torturadas o masacradas. Tras los múltiples daños y violencia contra aldeas alauitas, el hecho de que los yezidis se vean obligados a convertirse al islam demuestra por qué el Estado turco quiere invadir Afrin.
Es obvio que no se trata sólo de salvajismo, sino que el Estado turco quiere profundizar en la subjetividad de las mujeres por medio del genocidio y el femicidio. Conocemos esta política por las niñas perdidas de Dersim, cuyo número aún se desconoce, miles de mujeres yezidis de Shengal, mujeres kurdas que fueron vendidas a jeques árabes tras la masacre de Enfal.
El fascismo estatal turco, que equipara el cuerpo de la mujer y el saqueo de una ciudad, trata de completar el llamado proceso de ocupación por medio del triángulo formado por la violación de los cuerpos de las mujeres, la guerra y la ideología. Con esas violaciones, es obvio que intentan vengarse de la resistencia y el heroísmo de las mujeres que se ha concretado en las YPJ. La tortura del cuerpo de Barin Kobani tiene un mensaje ideológico.
Experimentamos la guerra, los daños, los edificios bombardeados, los coches que explotan, las vidas perdidas, las mujeres, los niños…
Hemos recibido una llamada histórica y tenemos una responsabilidad que nos llegan a través de las sentencias de una madre de Afrin cuya hija fue secuestrada y violada ante sus propios ojos: “Ojalá hubiera muerto en vez de pasar por esto”. Tenemos que enviar la barbarie a donde pertenece, a sus verdaderos dueños, con la realidad de nuestra lucha para no hacer que una mujer o una madre desee “que Dios le otorgue la muerte” y tenemos que asegurarnos de que el Estado turco sea juzgado por crímenes de guerra. Nuestra obligación es hacer más visible la realidad de las mujeres, la guerra y la rabia, investigar, registrar y luchar contra esta barbarie de forma más sistemática.
Lo que los violadores son incapaces de ver es que las mujeres kurdas ya han superado “todas las anquilosadas ideologías construidas sobre el cuerpo”, que han accedido a un entendimiento ilimitado de la libertad.
Una frase dirigida a los mecanismos/instituciones internacionales: el femicidio es la versión más profunda, los cimientos, del genocidio; es el núcleo del mismo. Sabiendo que esto es la realidad, debería daros vergüenza que la violación de mujeres no sea reconocida como femicidio ni por la UE (Unión Europea) ni por la ONU.
FUENTE: Rojda Yildirim / Yeni Özgür Politika / IC Afrin Resist / Traducido por Rojava Azadi Madrid