El presidente turco saca de su chistera una nueva sorpresa. Habrá elecciones parlamentarias y municipales en menos de ocho semanas, un adelanto de nada menos que 18 meses: las ha pasado de noviembre de 2019 a junio de 2018. El motivo oficial: “las circunstancias específicas de la región, especialmente la guerra siria y los acontecimientos en Irak”. ¡No intenten adivinar la relación!
Tanto los socialdemócratas seculares del Partido Republicano del Pueblo (CHP), como el izquierdista Partido Popular Democrático (HDP) han criticado duramente esta nueva maniobra del sultán turco, en unos comicios que darán comienzo a un cambio fundamental en la estructura del poder en Turquía: pasará de ser parlamentario a presidencial.
La popularidad de Erdogan, el mandatario turco con más años en el poder, ha ido cayendo hasta tal punto que para formar gobierno, su partido islamista de la Justicia y el Desarrollo (AKP) ha tenido que entrar en coalición con otro partido derechista, el Movimiento Nacionalista (MHP).
Motivos reales del presidente
1- Después de unos años de bonanza económica, con un crecimiento del 7,4% (2017), Turquía se enfrenta a graves problemas económicos, como la caída del valor de la lira frente al dólar, la alta inflación, el desempleo y la disminución de la inversión extranjera —sobre todo la árabe, como represalia por su colaboración con Irán en Siria—. En este país “islámico”, lo que determina el voto de los ciudadanos es lo mismo que en el resto del planeta: la situación económica. El gobierno temía que, con el incremento del descontento, su partido perdiera las elecciones en 2019. Además, pensó que los mercados mundiales reaccionarían positivamente ante la supuesta estabilidad política que generaría este adelanto electoral.
2- Una huida hacia adelante para prevenir la derrota de los candidatos del AKP en las elecciones municipales, que estaban previstas para marzo de 2019. En el referéndum de abril de 2017, convocado para reformar la Constitución y reducir las facultades del parlamento creando un superpresidente (que podrá emitir decretos ejecutivos, declarar estado de emergencia, disolver el parlamento y nombrar ministros y funcionarios de alto nivel), la victoria de Erdogan fue pírrica: por menos del 4% de los votos y con acusaciones del fraude electoral incluidas, mientras ganaba en las aldeas y perdía en las grandes ciudades. El AKP temía que la posible derrota de sus candidatos en marzo del 2019 impactara de forma negativa sobre las presidenciales de noviembre del mismo año.
3- Al haber poco tiempo hasta las elecciones, ha evitado que la oposición tuviera la oportunidad para exponer su programa.
4- Darse prisa en formar una alianza con otros partidos, como el CHP o el nacionalista Iyi Parti (Buen Partido), antes de que ellos tuvieran tiempo de crear una coalición para enfrentarse a Erdogan. Este partido, que está liderado por la ex ministra Meral Aksener, apodada la “Thatcher turca”, está ascendiendo en las encuestas y es la verdadera amenaza al poder del AKP.
5- Aprovechar el éxito de la incursión sobre Afrin (una región kurda de Siria), y explotar no sólo el chovinismo turco, sino vender la razón de la agresión militar: poder ocupar una región de Siria para repatriar a los tres millones y medio de refugiados, y así acabar con las críticas que recibe por su desastrosa política en el país vecino.
6- Conseguir mayor respaldo para sus intervenciones militares en Siria e Irak, bajo el pretexto de la “lucha contra el terrorismo” kurdo.
7- Impedir que las futuras bajas del ejército turco en Siria (tras caer en la trampa tendida por Assad) y en Irak, o la represalia del PKK en el mismo territorio de Turquía, afectasen las elecciones en 2019.
8- La fecha de la actual convocatoria es cercana al segundo aniversario del intento del golpe de estado de julio del 2016. Erdogan podrá volver a presentarse como la víctima de una conspiración imperialista. El dictador turco, que utilizó este golpe y la ley antiterrorista para asaltar los más elementales derechos humanos, detuvo a decenas de miles de universitarios, magistrados, policías y activistas de la oposición de derecha y de izquierda, cerró decenas de medios de comunicación independientes, y ha mantenido hasta hoy el estado de emergencia para su propio provecho político. Ha apartado de la escena política incluso a sus compañeros de partido, como el primer ministro Ahmet Davutoglu y el ex presidente Abdullah Gül.
9- Recientemente, el parlamento aprobó una enmienda a la ley electoral que permite alianzas entre los partidos. La oposición ha apelado al Tribunal Constitucional para anularlo y, si lo consigue, Erdogan, sin la alianza con el Partido del Movimiento Nacionalista, no podrá ser elegido como presidente. Debe adelantarse a la decisión del Tribunal.
10- Acelerar la implementación de los cambios constitucionales aprobados el año pasado, que lo convertirán en un verdadero califa, Sultán o como se llama hoy en Irán: un todopoderoso “líder espiritual y mundano”.
11- La Turquía de Erdogan abandona poco a poco la coalición con Rusia e Irán en Siria para volver a su posición inicial: colocarse al lado de EEUU y Europa. Es consciente de que en su avance por Siria chocará con Irán y quizás con Rusia, donde necesitará el apoyo de Washington, quien ha recuperado el plan de acabar con Asad y prolongar la estancia de sus tropas en Siria. Al malabarista turco hoy le sale rentable criticar a la Unión Europea y al imperialismo de EEUU para recoger los votos anti-occidentales de los sectores más tribales, mientras no se despeina en defender el último ataque de Occidente a Siria, y alejarse de las conversaciones de paz de Astaná.
Un ambicioso y temerario Erdogan ha dividido el país en dos y se prepara para hacerse con el control absoluto sobre la política nacional y exterior del país. En tal panorama sería una macabra broma esperar unas elecciones limpias, competitivas y justas en medio del estado de emergencia. Votes a quien votes, ganará el caudillo turco. Se acerca un período de incertidumbre política en uno de los países más determinantes del mundo.
FUENTE: Nazanín Armanian / Público