Manuel Martorell repasa en su último libro, “Kurdos”, la historia del Kurdistán, el mayor pueblo sin Estado del mundo y que ahora se encuentra ante una oportunidad irrepetible. El periodista e historiador muestra la realidad oculta de una región diversa y plural alejada de la visión estereotipada de Occidente y donde los kurdos juegan un papel fundamental.
Mem es un joven apuesto, hijo de un funcionario. Zin, una hermosa princesa que pertenece a otro clan, a otro mundo. Nada más conocerse, se enamoran, rebelándose contra el orden social establecido. Sin embargo, un malvado hombre, que no soporta tal sublevación, se interpone y provoca la muerte de ambos, lo que motiva que los amigos de Mem, como venganza, inicien una rebelión. La historia de estos enamorados, inspirada en el Romeo y Julieta de Shakespeare (publicado un siglo antes), es la historia de todo un pueblo. Él, los kurdos; ella, el Kurdistán. Y su amor imposible, la tragedia del mayor pueblo sin Estado del mundo.
La compleja composición poética, escrita en 1695 por Ehmede Xani, está considerada la epopeya nacional kurda, el primer alegato para unir a este pueblo en torno a un mismo proyecto político. Siglos después, un Kurdistán independiente sigue siendo igual de imposible.
Manuel Martorell (Elizondo, 1953) es uno de los mayores expertos en la cuestión kurda, sobre la que ha publicado numerosos trabajos. Su última obra, “Kurdos” (Catarata), recoge la historia de Mem y Zin para repasar la ancestral idiosincrasia del pueblo kurdo y, a través de ella, desmontar las mentiras que rodean a Oriente Medio.
“Occidente ha llegado a la conclusión de que en Oriente Medio todo es islamismo, que está lleno de integristas que no quieren democracia y que relegan a la mujer a un papel secundario. El pueblo kurdo, como en otras ocasiones, está evidenciando que eso no es cierto”, sentencia Martorell durante una conversación con Público.
El periodista e historiador muestra en su libro la realidad oculta de una región mitificada y estereotipada bajo el prisma occidental. “Lo que intento explicar es que existen minorías, pueblos, comunidades que tienen los mismos planteamientos políticos y sociales que nosotros y que en el fondo son nuestros mejores aliados”, explica. Y añade: “Hay una realidad desconocida que representa un Oriente Medio diverso, plural, desde el punto de vista político, social y, sobre todo, religioso, y en el que la mujer no tiene por qué jugar un papel secundario, como están demostrando las guerrilleras kurdas”.
El azote del Estado Islámico
Los kurdos, el pueblo más antiguo de la región, han saltado de nuevo al primer plano de la actualidad por su lucha contra el Estado Islámico. Los yihadistas, con sus decapitaciones, matanzas y destrucción del patrimonio histórico representan un Islam en el que muy pocos se reconocen. “Su posición radical no se corresponde con la vida cotidiana social y religiosa de la región”, enfatiza Martorell. Los combatientes kurdos han demostrado que el Estado Islámico no es invencible y, gracias a ello, se han convertido en el mejor socio de las potencias occidentales, que han perdido el apoyo de los regímenes dictatoriales desacreditados por la primavera árabe, para frenar la expansión islamista.
Curiosamente, los kurdos, de mayoría musulmana y además suníes, practican la misma religión que los combatientes del Estado Islámico, el Frente Al Nusra o Al Qaeda. Sin embargo, tienen una concepción radicalmente opuesta a esa interpretación rigorista del Islam. La actuación de sus fuerzas armadas tiene un claro carácter político ya que, explica Martorell, “para un kurdo la religión es muy importante, pero aún más lo es su proyecto cultural y político”.
Esa visión es ampliamente compartida entre el pueblo kurdo. Son casi 40 millones de personas detrás de una idea, de un propósito. Los kurdos son el cuarto pueblo en importancia demográfica en Oriente Medio por detrás de árabes, turcos y persas. El Kurdistán, su nación no reconocida, es tan extensa como la Península Ibérica y tan desconocida como la maldición histórica que, según defiende Martorell, ha acompañado siempre a los kurdos.
El Kurdistán forma un laberinto de valles y montañas que se asienta en una zona cuyo valor geoestratégico y económico no ha parado de crecer. Los kurdos, a merced de los intereses de tantas y tantas potencias, han sido condenados a vivir separados por muros, alambradas y campos minados. En Siria y Turquía niegan su existencia y en Irak e Irán su presencia ha quedado limitada a un territorio bien acotado.
Los representantes de las organizaciones kurdas más importantes saben y reconocen que crear un Kurdistán independiente es “objetivamente imposible”, señala Martorell. “Supondría hacer añicos el mapa de Oriente Medio, eliminar la tercera parte de Turquía, el norte de Siria, la parte más rica de Irak y el 10% del territorio de Irán, provocando una nueva guerra. Por eso ninguna fuerza política kurda relevante propone abiertamente la creación de un Estado kurdo independiente”, explica el periodista e historiador.
Autonomía a través de un modelo político de carácter federal
Los kurdos tampoco pretenden redibujar las fronteras de la región. Su objetivo es conseguir una autonomía dentro de los Estados en los que viven, crear un modelo político de carácter federal que respete la diversidad política, social y, sobre todo, cultural y religiosa. Y ahora ha llegado su momento, incluso en Turquía, donde la situación “es realmente terrible”, comenta Martorell. Tras un sin fin de tragedias, los kurdos se encuentran por fin ante una “oportunidad irrepetible, el momento histórico que esperaban”, destaca el periodista. Su lucha contra el Estado Islámico ha abierto muchos ojos. “Sus victorias permitirán que la comunidad internacional vea de otra forma las reivindicaciones kurdas”, augura el periodista.
El especialista en Oriente Medio pone de ejemplo a los kurdos sirios. Han llegado a crear un gran ejército, que derrota continuamente al Estado Islámico, y a plantear una “independencia de facto”, algo que hace sólo cinco años parecía una quimera: pedir un Estado federal donde poder tener su propio Gobierno y su propio Parlamento.
Martorell incide en su libro en que nadie como los kurdos tiene la capacidad organizativa y de combate moldeada por una historia casi interminable de resistencia. Las montañas, por las que tantas veces han tenido huir de sus exterminadores, han sido sus “únicas amigas”. Ahora, la comunidad internacional, que siempre había apoyado a sus enemigos, los necesita más que nunca. “Los kurdos se han convertido en una pieza fundamental del puzzle de la región”, argumenta el periodista. Veremos si sus nuevos amigos están a la altura. “Se trata de respetar lo que ha sido Oriente Medio durante 2000 años. Los kurdos han demostrado que existe un Oriente Medio, el que representan, basado en la diversidad de los pueblos y las religiones”, concluye Martorell.
FUENTE: Sergio León/Público (http://www.publico.es/)