“Los hombres, en concreto los jóvenes, son mucho más respetuosos aquí. A lo largo de un año he sido objeto de menos silbidos y acoso callejero que en una semana en el Reino Unido”, nos dice Dani Ellis desde su base en el norte de Siria durante el confinamiento.
Esta ingeniera eléctrica londinense de 32 años llegó a la región autónoma de Rojava hace 18 meses para trabajar como voluntaria con los kurdos y ahora ayuda a combatir la invasión turca.
Rojava, del tamaño aproximadamente de Eslovaquia, se autogobierna desde 2012 después de que un grupo de kurdos estableciera un sistema democrático laico, étnicamente inclusivo y participativo.
A diferencia del resto de Siria, las mujeres de Rojava gozan de una posición destacada y disfrutan de igualdad de derechos en el lugar de trabajo. La violación y la poligamia están penadas.
Dani nos explica su motivación para trasladarse a Rojava y dice a Metro: “Desde hacía algún tiempo, seguía las historias de voluntarios extranjeros que luchan contra los turcos y el ISIS en Rojava, pero lo que finalmente me animó a viajar aquí fue saber del asesinato de Anna Campbell por las fuerzas aéreas turcas durante la invasión de la ciudad de Afrin a principios de 2018”.
“No la conocía, pero era amiga de un amigo y escuchar su historia a través de él y de los que la conocían aquí fue lo que más me inspiró”, recuerda.
“Hizo que me diera cuenta de que no solo estaban viniendo a luchar ex soldados –agrega-, sino que también se estaban uniendo mujeres jóvenes de todo el mundo para contribuir en todos los aspectos de la sociedad”.
Dani también dice: “Leí todo lo que pude sobre la democracia multiétnica e igualitaria que se había levantado sobre las cenizas de la brutal ocupación de ISIS. Y me pareció un modelo de sociedad futura que abordaba muchos de los problemas que afectan a todos los países hoy en día: cambio climático, extrema desigualdad social, racismo y sexismo”.
“Enseguida me di cuenta de que quería contribuir personalmente”, remarca.
Dani viajó a Rojava en diciembre de 2018 para unirse a la revolución de las mujeres como miembro de un grupo ecologista.
Sin embargo, su enfoque varió en octubre de 2019, cuando una nueva invasión turca trajo graves consecuencias sobre la región.
Recuerda que estaba en una reunión tratando de recaudar fondos para construir una pequeña estación de energía solar, en un centro comunitario de mujeres, cuando se produjeron los primeros bombardeos aéreos.
Después de aquellos ataques, centró su atención en ayudar en todo lo que pudo en diferentes tareas, como la recuperación de cadáveres de entre los escombros y el reparto de ayuda. La huida dio lugar al desplazamiento de cerca de 200 mil kurdos-sirios nororientales. La mayoría de los refugiados eran mujeres y niños.
Dani también grabó imágenes con su propia cámara para cadenas de televisión que no podían enviar a sus reporteros a la zona por el peligro de la situación.
Esquivar las balas y, más recientemente, el coronavirus, son las amenazas a las que hay que enfrentarse. El 21 de marzo se impuso el confinamiento en el noreste de Siria y las fotos publicadas en la cuenta de Twitter de Dani (@lapinesque) muestran calles antes bulliciosas y ahora vacías de gente.
Estos últimos meses, se han prohibido todos los desplazamientos no esenciales entre ciudades.
A pesar de las condiciones extremadamente duras, Dani se ha contagiado del “sentido de buena vecindad y comunidad” que aún existe en Rojava.
Nos dice: “Es casi imposible pasear por las ciudades del noreste de Siria sin que al menos una familia te invite a un té o como poco a charlar y a hacerte una foto en grupo”. “Las personas a las que he conocido durante el confinamiento son valientes y tienen el ánimo alto”, asevera.
Dani añade que la “coalición de municipalidades” que forma Rojava ha sido “increíblemente proactiva con el confinamiento y la distancia social” y, en consecuencia, se han confirmado pocas muertes a causa de la Covid-19.
La joven londinense vive ahora en una casa compartida con otras mujeres que trabajan en la sanidad.
El sistema sanitario de Rojava ha sufrido gravemente a causa de la guerra, y solo unos pocos hospitales permanecen totalmente operativos, aunque cuentan con muy pocos suministros.
En su afán por ayudar a la situación médica, Dani ha estado trabajando en el taller de un hospital, en el que es responsable del mantenimiento del equipamiento eléctrico y médico.
Su horario de trabajo suele ser de 14 a 15 horas, pero asegura que no le importa porque “el trabajo es muy gratificante”.
Cuando quiere relajarse un poco, Dani dice que le gusta hacer autostop o trasladarse con el equipo de una ambulancia para visitar a amigos en otras ciudades.
Y reflexiona: “Uno de los mayores placeres es la amabilidad de los desconocidos y las conversaciones que acabas manteniendo cuando alguien te lleva en coche o en el transporte público”.
A Dani le ha inspirado el empoderamiento de las mujeres que ha descubierto en Rojava, aunque afirma que la sociedad de esta región es más conservadora en muchos sentidos que en Occidente.
Por ejemplo, llevar pantalones cortos o camisetas de tirantes es algo que no se hace a menudo en público.
No obstante, al mismo tiempo, es muy común ver, por ejemplo, grupos de chicas con ropa de estilo muy occidental, unas con hijab, otras sin él y algunas con ropa árabe o kurda más tradicional.
Al preguntarle acerca de qué opina su familia de que se encuentre en una zona en guerra, Dani dice que, como es obvio, le preocupa su seguridad, pero al mismo tiempo piensa que se siente orgullosa de que esté haciendo algo en lo que cree firmemente y que esté ayudando a un pueblo que lleva siglos oprimido.
Antes de irse a dormir para prepararse para otra jornada de trabajo de 15 horas, con el riesgo de sufrir bombardeos aéreos o contraer el coronavirus, Dani se despide con un pensamiento sobre la región que ahora considera su segundo hogar: “Creo que demasiado a menudo la gente cree que Siria es un Estado fallido o un callejón sin salida. Pero el noroeste de Siria es un increíble ejemplo de paz y prosperidad en medio de una guerra civil de casi 10 años de duración. A pesar de que ISIS ha dejado enormes zonas reducidas a escombros y de la brutal ocupación llevada a cabo por Turquía y ex miembros de grupos como ISIS y Al Qaeda, kurdos, árabes y sirios cristianos se las han arreglado para crear una sociedad multicultural muy unida que yo, sinceramente, creo que representa el modelo de un sistema político y cultural que debería adoptar el resto de la humanidad para superar las enormes dificultades que presenta este siglo”.
“Si quisiera resumir Rojava con palabras de la gente de aquí, diría: ‘Jin, Jiyan, Azadi’. Significa ‘mujer, vida y libertad’ en kurdo, los tres pilares más importantes de esta revolución”, finaliza.
FUENTE: Sadie Whitelocks / Metro News / Traducción: Rojava Azadi