Una mujer revolucionaria latinoamericana de las YPJ

“Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos,

y a partir de este momento es prohibido llorarlos

que se callen los redobles en todos los campanarios,

vamos cumpa carajo…!”

Alí Primera

La combatiente latinoamericana de las Unidades de Protección de las Mujeres (YPJ) Alina Sánchez (Lêgerîn Çiya) ha caído mártir en un accidente automovilístico. “Lêgerîn estaba llena de un gran compañerismo, de ánimo y entusiasmo, y estaba ligada al líder Apo (Abdullah Öcalan) con gran amor y conciencia”, expresaron desde las YPJ.

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Cada palabra es una roca, y cada roca endeble, a punto de poder quebrarse. Pero nos seguimos manteniendo firmes en esta idea de cuestionarlo todo, de pensar que todo aquello dado es equivocado, y que podemos hacer las cosas mejor. Para el pueblo kurdo, y para los pueblos de la Anatolia-Mesopotamia, la roca es como la muerte: extensiones de la vida. Puesto que para hablar de una combatiente mártir, en la lucha por la liberación, hay que hablar de su vida, de su búsqueda, de sus ideas que todo lo cuestionan.

La conocí arribando a casa, como se conocen los kurdos y las kurdas entre sí. Apenas una mochila al hombro, su cuerpo en algarabía y la convicción firme de par en par: de que la vida no se puede vivir sin luchar. Ella daba cátedra de medicina, como también daba cátedra sobre la organización confederativa de los pueblos democráticos kurdos. Incansable feminista, agotadora luchadora, su disciplina no le permitía a uno seguirle el ritmo.

Nacida en San Martín de Los Andes, en Neuquén, Argentina, y con su mayoría de edad, decidió incursionar en las sierras mambisas del caribe americano, en Cuba, para estudiar medicina. La Escuela Latinoamericana de Medicina es, entre otras, una de las más importantes del mundo y de América Latina. Heredera del pensamiento revolucionario del Che Guevara, la escuela de medicina pregona, entre sus estudiantes “que un mundo mejor está a nuestro alcance” y que la salud socialista juega su rol fundante en ese mundo.

Con ideas libertarias, junto a Berta Zuñiga Cáceres, de Honduras, se solidarizó con el pueblo kurdo y la lucha de las mujeres por su liberación. Consecuente con sus ideas, abrazó esa lucha, y comenzó a incursionar en la filosofía confederal democrática que tiene como máximo exponente a Abdullah “Apo” Öcalan. No contenta con ello, con las ideas firmes de que la teoría no basta, tomó del suelo “la caja de medicina” que dejara el Che, enfilándose hacia Rojava (Kurdistán). Nuevamente las sierras, ese florecer de roca que emerge desde las entrañas de la tierra le anima a seguir, a buscar(se), a encontrar(se).

Su internacionalismo se hizo carne, realizó un suicidio de clase, se deconstruyó para construirse junto a los kurdos y las kurdas en su lucha por un mundo democrático y ecológico. Un mundo donde las mujeres sean la revolución, no un camino para la liberación, sino la revolución que encarne la paz duradera de las naciones.

Cuando se fue conversábamos sobre lo hermoso, lo lindo que tiene el pensamiento y la práctica del Partido de los Trabajadores del Kurdistán. De cómo Serok Apo no es un líder revolucionario pragmático, sino que es un filósofo de la revolución con ideas sustentables en la vida democrática de un mundo en guerra. Apenas si mantenía su uniforme de diplomática kurda en territorio argentino. Es que, a fin de cuentas, toda nacionalidad coloca su nacimiento en las civilizaciones de la Mesopotamia.

Su vida es un ejemplo, es un paradigma que sólo puede apreciarse con el llano contacto de su existencia. Su muerte, es, nada más ni nada menos, que una extensión de su vida. Vive una revolucionaria kurda-latinoamericana en los pueblos democráticos del mundo todo.

Aquí, en otoño, las hojas tienden a caer de los árboles. Allí, en primavera, con el florecer de las rosas florece la lucha aún más encarnizada.

FUENTE: Alejandro Azadî / Kurdistán América Latina