Un Erdogan debilitado se enfrenta a las elecciones más decisivas de su trayectoria

La victoria de quien ha gobernado Turquía durante 16 años no está asegurada. La imparable inflación, el desempleo y la creciente desigualdad podrían pasar factura al Gobierno

Es uno de los principales feudos de Erdogan en la gran ciudad de Estambul, el barrio que le vio crecer -Kasimpasa- y cuesta encontrar un sólo vecino que tenga previsto acudir al gran mitin del líder en Yenikapi el domingo previo a las elecciones. “La lluvia”, “el Bayram -festividad nacional-”, “cuestiones familiares”, son las excusas que dan en las calles del vecindario donde pasó su infancia el actual Presidente. Son muchos los que alardean de haberle conocido, haber recibido su visita, o haber jugado al fútbol con él. Pero ninguno de ellos tiene tiempo para escuchar su discurso del domingo.

Los autobuses de línea gratuitos, organizados por el Ayuntamiento, conducen semivacíos al embarcadero. Hasta allí llegan poco a poco los seguidores del partido en el poder, el AKP -Partido de la Justicia y el Desarrollo-, con enormes pancartas del rostro de Erdogan. Uno de ellos es la representación de Piyalepasa, dentro del barrio Kasimpasa, que posa tras una rótulo en el que puede leerse: “Piyalepasa, detrás de su ‘reis’ -como sus fieles apodan a Erdogan-”. “¡Piyalepasa está al lado de su hijo!”, grita una mujer cubierta con un pañuelo tradicional “basortusu” y que exhibe con orgullo haber sido vecina del hombre más poderoso del país.

Mehmet*, su mujer Elif y sus dos hijos pequeños acuden con los vecinos al gran mitin de Yenikapi. Este funcionario dice que no se ha perdido un discurso de Erdogan en Estambul desde el año 2002. “Cada vez que le escucho me transmite amor, hermandad, respeto…”, manifiesta a El Confidencial. Mientras el barco atraviesa el Cuerno de Oro, el grupo de hombres entona cánticos desde la proa: “¡Recep Tayyip Erdogan, Recep Tayyip Erdogan!”. “Estoy seguro de que ganaremos con el 54% de los votos”, afirma. Sobre el programa político, Mehmet manifiesta no conocer los detalles del sistema presidencialista del AKP pero afirma apoyarlo sin condición.

La esposa, Elif, y el hermano, Celal, enumeran algunas de las razones típicas del argumentario del AKP: “Antes no se podía ir con velo a la universidad, mis padres no pudieron venir a la graduación de mis hermanos porque mi madre llevaba el velo”, afirma en alusión a los años posteriores a la fundación de la República en los que gobernaba la élite secular. “Cuando mandaban otros líderes, ellos no nos respetaban. Con Recep Tayyip Erdogan ahora nos respetan”, repite Celal mientras posa con el signo de Rabaa -un cuatro con los dedos- de los Hermanos Musulmanes de Egipto y que también simboliza los cuatro principios del AKP -una patria, un Estado, una bandera y una nación-.

A los pocos minutos de llegar al recinto de Yenikapi, una plataforma hercúlea construida exclusivamente para los actos del partido, la familia de Mehmet decide regresar a casa. “Es por los niños”, comenta Elif, angustiada por la masa de asistentes, cientos de miles, según la prensa nacional. El Presidente Erdogan acaba de hacer aparición en escena y apenas ha iniciado el discurso pero parte del público se dirige hacia la salida. Todavía una sólida parte del público permanece en la parte más próxima al escenario. Pero durante todo el acto filas de espectadores salen por las puertas de salida, como si se tratara de un evento al que acudir por mantener las apariencias y no por descubrir el contenido.

Sobre el escenario, un Erdogan visiblemente cansado centra el discurso en las grandes obras públicas de Estambul, en una retórica triunfante pero ausente de las frases emotivas con las que ha conquistado al electorado años atrás. El Canal de Estambul, el tercer aeropuerto o el parque Millet Bahçesi que “será tres veces más grande que el Central Park de Nueva York” son el núcleo de la oratoria del mandatario turco. Además del electorado típico del AKP, entre el público también pueden verse numerosos inmigrantes afganos, sirios y de países africanos.

El ‘reis’ pierde popularidad

De momento, Recep Tayyip Erdogan es el candidato presidencial que sigue liderando todas las encuestas. En los comicios parlamentarios, que se celebran durante la misma jornada, también es la coalición formada por el AKP y el MHP -Cumhur Ittifaki- la que encabeza la intención de voto. Pero la victoria de quien ha gobernado el país durante 16 años no está asegurada y probablemente se celebrará una segunda vuelta. El segundo favorito, el socialdemócrata Muharrem Ince, del partido CHP, ha aumentado varios puntos en los sondeos de las últimas dos semanas e incluso podría ser la apuesta de otros votantes que quieren que pierda Erdogan.

Desde el golpe de Estado fallido en julio de 2016, el Presidente de Turquía ha ido perdiendo en sus índices de popularidad. En esa fecha contaba con un 67,6% de aprobación, según la compañía de encuestas MetroPoll; pero en junio de 2018, suspende con un 45,8%. “La economía es el factor principal”, afirma a El Confidencial Ozer Sencar, el director de la empresa de sondeos, “así como la alta tasa de cambio y la deuda en moneda extranjera y la caída del poder adquisitivo. Es por ello la gente está perdiendo la esperanza en el futuro”. La imparable inflación de la economía turca, junto al desempleo y la creciente desigualdad son otros de los factores económicos que están asfixiando a la población y que le podrían pasar factura al Gobierno.

Detrás de la pérdida de apoyos al líder turco también hay fundamentos políticos. La gran ambición de Erdogan, instaurar un sistema presidencialista basado en una autoridad unipersonal, podría ser precisamente el germen de su declive. “Son problemas que ha creado el propio Erdogan”, expresa a El Confidencial Murat Somer, Profesor de Política Comparada en la Universidad de Koç, “existe cierta atrofia cuando alguien está en el poder durante 16 años”. El hecho de que haya extendido el Estado de emergencia para adquirir poderes legislativos -y gobernar por decreto- “ha creado un tipo de gobierno ineficiente” que no satisface al electorado. “Y concentrar en él todo el poder le está agotando”, apunta.

El debilitamiento de sus seguidores también tiene lugar dentro del espectro conservador. “Erdogan ha dirigido de un modo erróneo el período posterior al golpe de Estado fallido”, sigue Somer, “ha castigado a quienes estaban asociados con los gulenistas por motivos económicos (…) y esta gente piensa ‘nosotros lo hicimos porque nos lo recomendaste tú’”. También dentro del propio AKP, el profesor cree que el afán de aglutinar todo el poder en el cabeza de partido ha excluido a figuras clave de la formación, “algo que también ha originado tensiones dentro del AKP”, y que podría llevar a la formación a una futura partición y la consecuente desilusión de sus incondicionales seguidores.

*Nombres ficticios para proteger a los entrevistados.

FUENTE: Pilar Cebrián (desde Estambul) / El Confidencial