“Turquía trata de exterminar a los kurdos con el silencio cómplice de Occidente”

Aún no han pasado ni 24 horas desde que aterrizara en Barcelona y Amina Hussein sigue sin poder sacudirse una angustiosa mezcolanza de sentimientos tras visitar el Kurdistán sirio, azotado por Turquía y por grupos armados locales tras la espantada de Estados Unidos de la zona. Confiesa que viene “cambiada” y que no puede evitar sentirse “culpable” por tener una residencia europea que le sirve de salvoconducto para salir de un infierno que otros no pueden evitar. Ni siquiera su denuncia ante los medios para que el drama de su gente no caiga en el olvido consigue aliviarla.

-¿Cómo es la realidad de la comunidad kurda tras la salida de las tropas de Estados Unidos de Siria?

-Durísima. Como dice el poema de un amigo kurdo ‘La guerra descansa por la mañana y empieza de  noche’. Los bombardeos empezaban a las 16.00 y acababan a las 8 de la mañana. Los niños se despertaban a las 4 o 5 de la mañana. Tenían miedo y lloraban. No sabíamos qué hacer. La zona atacada en Rojava toca la frontera y la gente no sabe adónde ir. Más de 300.000 personas huyen de sus hogares. Pese a la tregua oficial, grupos de yihadistas apoyados por Ankara siguen atacando a convoyes de civiles que huyen, a campos de desplazados, a prisiones de Estado Islámico (ISIS). No son rebeldes sirios, son ex miembros de ISIS y amenazan no solo a los cinco millones que viven en Rojava sino a todo el mundo, porque ya han avisado de que se están reorganizando.

-Usted denuncia una situación extrema en la zona de Serekaniye y Tell Abyad.

-Es una situación de genocidio y limpieza étnica. Esta mañana se ha sabido que los primeros refugiados sirios árabes llegaron a la zona de Serekaniye y Tell Abyad son árabes no kurdos, y en otras zonas como Homs y el norte de Damasco, lejanas de zona de frontera con Turquía. Evidencia que sí hay limpieza étnica. Ankara no quiere que desplazados kurdos vuelvan a sus casas. Como consecuencia, más de 100.000 niños no pueden ir a clase porque los colegios están ocupados por desplazados. Hay hambruna, los precios de productos básicos están desorbitados. A veces pasan días sin agua. Una situación que te destroza.

-¿Los que se quedan lo hacen porque tienen esperanzas o porque no tienen más remedio?

-Desde 9 de octubre hasta hoy, más de 15.000 refugiados kurdos llegan al Kurdistán de Irak, donde construyeron un campo de refugiados cerca de frontera. Pero cada persona debe pagar entre 600 y 800 dólares para cruzar frontera y llegar allí.  Y hablamos de nueve años ya de guerra en Siria. No todos tienen dinero para pagar, huir y poder vivir tranquilo y seguro. A muchos, solo les queda seguir luchando y resistir.

-¿Cómo son las circunstancias en las que viven los desplazados?

-Están en una situación especialmente vulnerable. Me destrozó el caso de una chica con su bebé de tres días en un colegio en Hasaka. Murieron en combate el padre del bebé y su tío y perdió la vida el abuelo al ir a recuperar los cadáveres en otro ataque. Y ella ya ni podía llorar. Había perdido la esperanza para ella y para su hijo. ¿Para qué había venido ese pequeño al mundo?

El Kurdistán se siente olvidado. Desde el 9 de octubre ha habido siete ataques con coche bomba en ciudades kurdas. No he visto eso en los medios, ni los civiles que han muerto en esos ataques. Pero si fuera una bici bomba en cualquier calle de Occidente, seguro que sería portada.

-Para un pueblo tan acostumbrado a ser perseguido, ¿es el peor momento de su historia?

-Antes de la ocupación de Afrin, en el 2018, pensaba que era el mejor momento para los kurdos, incluso sin la creación de un Estado independiente, que es muy difícil, casi imposible. Ahora, poco más de un año después, pienso que es el peor momento. Por el intento de exterminio, de aniquilar a los kurdos con un silencio internacional cómplice. Estados Unidos se retira un día antes y Turquía empieza a atacar horas después. Y lo mismo pasó con la salida rusa de Afrin.

La culpa sobre todo es de Estados Unidos y de Rusia, por más que Moscú dijera hace poco que no dejaría que Turquía comenzara a atacar de nuevo. Pero todo el mundo tiene algo de responsabilidad: son nueve años de guerra en Siria, y nadie hace nada. Cada día es peor.

-Ejecuciones de civiles, secuestros, equipos médicos bloqueados… ¿Hay esperanza de que la comunidad internacional finalmente actúe?

-No hay ninguna esperanza allí. La gente esperaba mucho más después de luchar seis años contra ISIS, en los que los kurdos pierden cerca de 12.000 jóvenes y sufren más de 13.000 heridos. Por culpa de una lucha contra un enemigo común, también para Europa. Los ataques de ISIS siguen en zona kurda y siria en Irak. En Europa, por suerte, ahora no pasa. Pero ellos eran los que luchaban también y pese a pagar ese precio, de repente se ven abandonados frente a Turquía, el segundo ejercito de la OTAN, ante los ojos y la connivencia de la comunidad internacional.

-¿Cómo se explica esa impunidad de Turquía?

-No sé por qué tiene tanta impunidad para poder hacer todo esto. Si se hiciera en nombre de ISIS, tendríamos una nueva coalición internacional para hacerles frente, pero lo hace Turquía y no pasa nada. Quizás tenga que ver con la relación secreta que, al parecer, mantiene un yerno de Trump con Erdogan. Otra vez, los intereses políticos y económicos por encima de la vida de miles de personas.

-¿Qué se encuentran las mujeres occidentales al sumarse a ISIS?

-Entrevisté a varias, incluida una alemana que tenía cinco hijos con cinco hombres diferentes. Ella no quería volver, decía querer morir con sus hermanas, las mujeres de ISIS. Cada vez que moría uno se casaba con otro, decía que la función de la mujer es tener hijos para que el Ejército de Dios fuera más grande y algún día poder acabar con los infieles del mundo. La mayoría son como ella y quieren quedarse. Sorprende que una persona occidental, formada e informada, quiera quedarse en ISIS pese a ver lo que sucede a su alrededor, ese odio. Dudas si es gente normal, si son conscientes… Y luego ves sus videos y compruebas que sí es gente normal, mujeres con estudios universitarios, doctoras… Y no lo entiendo, si hasta yo, que he nacido y pasado media vida allí, echo de menos la seguridad y la vida en Europa.

-Sorprende la rebelión de muchas mujeres yazidís, que han pasado de ser esclavas sexuales a guerrilleras. ¿Cómo ha culminado esa transformación?

-Es como una venganza. Entrevisté a una mujer alemana que fue esclava sexual de ISIS por dos años. Su familia la pudo liberar pagando 10.000 dólares para poder volver a casa. Si es mucho dinero aquí, imagina allí. Tras estar en Alemania para un tratamiento psicológico completó seis meses de entrenamiento militar antes de formar parte de la Unidad de Defensa de Shengal (YBS). Empezó a luchar contra ISIS, decía que le ofrecía la posibilidad de ser una mujer libre, fuerte y que acabaría con los yihadistas. Y también que liberaría a sus hermanas y familiares que siguen desaparecidas.

-En sus crónicas da mucho protagonismo a los niños. ¿Cómo es la huella que está dejando la guerra en ellos?

-No se habla de los niños, que han perdido su infancia, a sus padres…  En mi primera noche,  mi sobrino de cinco años que dormía conmigo se despierta con un ataque y me dice: ‘Tía, por favor, no quiero morir’. Esa frase resuena en mi cabeza cada noche. Y En Hasaka, donde viven muchos de estos desplazados, una niña de 7 años me dijo: ‘Por favor, no llores’. Porque yo, al ver tanta necesidad y tanta situación de emergencia no pude contener el llanto. No es un lugar para vivir. La abracé y me sentí inútil. ¡No podía hacer nada! Y una niña me decía que no llorara. Están obligados a tener una mentalidad muy fuerte. Juegan cuando pueden, pero cuando les preguntas… Un niño me dijo que atacaron la casa de sus abuelos y que Erdogan les quería matar. ¿Cómo puede ser que un niño de 4 o 5 años piense eso? Están matando su infancia. Les obligan a ser adultos.

FUENTE: Víctor Vargas Llamas / El Periódico