Turquía o cómo “construir” al enemigo desde la infancia

La política negacionista del Estado turco no sólo se advierte en el discurso político o el sistema judicial. También se expresa de manera más sutil al modelar un imaginario colectivo a lo largo de todo el ciclo de educación y formación.

Pensemos por un momento que durante décadas los textos escolares hubieran omitido deliberadamente el Cruce de los Andes, proyectado y conducido por el general José de San Martín en el verano de 1817. Imaginemos que tampoco se hubiera mencionado palabra alguna sobre las campañas del Libertador, y que se hubiera dado por cierto que el militar nunca luchó contra los españoles en Chile y Perú.

Luego hagamos el ejercicio de preguntarle a cualquier niño o adolescente sobre la campaña de los Andes, cómo fue el cruce de la cordillera, con cuántos hombres, en qué condiciones, etc. La respuesta casi segura será que tal suceso no existió, que San Martín nunca llegó a Chile y que afirmar lo contrario es parte de una historia inventada, vaya a saber uno con qué intenciones ocultas.

Salvando las distancias, más o menos esto es lo que ocurre hoy con el tema del genocidio armenio en Turquía. Ya se acumulan décadas de un sistema educativo y una matriz de representación simbólica, a través de bienes culturales -literatura, periódicos y revistas, cine, producciones audiovisuales- que reproducen la palabra oficial sobre el hecho innombrable, “Ermeni soykırımı”, o genocidio armenio, para decirlo en criollo.

La política negacionista es el ocultamiento total o parcial de determinados hechos históricos, que se funda en un recorte arbitrario de la historia, apelando a una construcción verosímil -no verídica- de los acontecimientos, que es elevada a la categoría de verdad absoluta por el poder hegemónico.

En esa estrategia juega un rol clave la repetición a lo largo de meses, años y décadas, de esa versión reescrita de la historia, en la que determinado suceso o fenómeno es sistemáticamente ocultado o tergiversado.

Esta política no es nueva pero en los últimos años adquiere ribetes dramáticos. Apenas un mes después de que Recep Tayyip Erdoğan asumiera como primer ministro en Turquía, en marzo de 2003, el diario turco Cumhurriyet y artículos en varios periódicos en idioma armenio publicados en Turquía, revelaban que el gobierno, a instancias del ministro de Educación Huseyin Celik, había decretado que todas las escuelas debían emplear los recursos disponibles para combatir los “reclamos armenios”, y también negar que el gobierno turco haya ordenado acciones contra las minorías griega y asiria a comienzos del siglo XX.

En esa lógica, se pidió a los colegios que convoquen a expertos sobre las “acusaciones armenias”, y organicen conferencias para negar los hechos vinculados al genocidio armenio. El punto más urticante de la denuncia es que los estudiantes serían evaluados sobre este contenido al final de cada trimestre.

En la misma línea, el diario turco Hurriyet informó que el ministro Celik urgió a los administradores escolares a organizar concursos de ensayos sobre el tema de que “las llamadas denuncias de genocidio de los armenios carecen de fundamento”.

Era abril de 2003, el momento en que numerosos intelectuales reconocían abiertamente la existencia del genocidio. Junto a defensores de los derechos humanos turcos habían emitido una declaración, afirmando que estaban “en contra de los esfuerzos por contaminar a sus hijos con las semillas del odio y también están en contra del uso de jóvenes con fines de propaganda”.

A fines de 2014, meses previos al centenario del genocidio, el gobierno de Erdoğan reforzó la política negacionista al interior de la sociedad turca, frente a la campaña global por el reconocimiento que se avecinaba.

Esa política tenía como un eje al sistema educativo turco, en especial los contenidos impartidos en los niveles primario y secundario. El discurso político y el mensaje que recibieran los niños y adolescentes, debía ir en el mismo sentido, negando la existencia de los hechos denunciados.

En un estudio titulado Libros de texto y el genocidio armenio en Turquía, rumbo a 2015, el investigador turco Tanner Ackam analizó los contenidos del programa educativo de ese año, y encontró algunas evidencias alarmantes. En los textos escolares se caracteriza a los armenios como “traidores” y personas “incitadas por extranjeros, que pretenden separar el Estado y el país y que asesinaron a turcos y musulmanes”. Y define al “asunto armenio” como la mayor amenaza a la seguridad nacional.

En un contenido para el nivel primario, tras enseñar que el problema armenio es una amenaza a la nación, los alumnos deben producir un texto acerca de “los poderes que amenazan a Turquía y la seguridad nacional”, y se les pide que digan qué debería hacerse como país y qué debería hacer cada ciudadano, construyendo psicológicamente la imagen del “enemigo armenio”.

Al abordar las masacres hamidianas de 1894-1896, que dejaron entre 80.000 y 300.000 armenios masacrados, según Ackam, para los textos escolares turcos fue un período donde no hubo muertos. Sí se afirma que “los comités armenios instigaron sus primeras rebeliones en 1890 en Erzerum y Adana. En 1893, asesinaron a 25 soldados después de abrir fuego contra fuerzas de seguridad en Merzifon”. Otro tanto ocurre con la masacre de Adaná, de 1909, que dejó un saldo de 20.00 armenios asesinados, un suceso que es caracterizado como “la rebelión de los armenios de Adaná”.

Según comenta Ackam, los textos están plagados de errores de fechas y personajes que no se condicen con la realidad. Pero donde el contenido raya el absurdo es cuando aborda el tema del genocidio.

En textos obligatorios para el nivel secundario, bajo el título Eventos armenios de 1915, Ackam explica que tras las clásicas denuncias de que los armenios se pusieron del lado de los rusos -enemigos en la Primera Guerra Mundial- y describe cómo las organizaciones armenias Hnchák y Dashnák iniciaron rebeliones en gran parte de Anatolia.

Estas organizaciones “no dudaron en matar a los armenios que no se unirían a ellos”, con amenazas del tipo “si quieres sobrevivir, primero tienes que matar a tu vecino”, afirman los textos escolares. En base a esto -continúa- los armenios asesinaron “a muchas personas que viven en aldeas, incluso niños, atacando aldeas turcas, que se habían vuelto indefensas porque todos los hombres turcos estaban luchando en los frentes de guerra”.

Hülya Adak es profesora asociada de literatura comparada en la Universidad Sabanci de Estambul, especialista en temas de género y profesora invitada en estudios de genocidio en la Universidad Postdam (Alemania). Con larga experiencia en la formación de grado, comenta que a menudo se encuentra con alumnos que “han recibido una educación nacionalista”, y llegan a la universidad “sin saber nada del genocidio armenio o negándolo por completo”.

En un ensayo publicado por la Asociación de Lenguas Modernas de Estados Unidos (Teaching the Armenian genocide in Turkey: curriculum, methods and sources, 2016), Adak aseguró que “la negación del genocidio armenio sigue siendo generalizada en Turquía”, y que eso incluso ocurre en universidades como Sabanci, una de las escasas universidades liberales del país, que dicta cursos que desafían los mitos nacionales turcos.

En el ensayo, Hülya Adak recuerda que en los estudios historiográficos 1915 es recordado como el año en que tuvo lugar la Batalla de Gallipoli, en la que las tropas otomanas vencieron a las fuerzas aliadas británica y francesa, y no hay mención alguna al genocidio armenio.

En los raros casos en que “los mitos negacionistas reconocen la muerte de armenios otomanos, lo justifican como ‘retaliación’ por las muertes de turcos musulmanes durante las Guerras Balcánicas de 1912 y 1913”, sostiene. O reproducen incluso la tesis adoptada por Talaat Pashá en sus Memorias, al sostener que en el transcurso de la guerra hubo millones de muertos, tanto armenios como turcos.

FUENTE: Carlos Boyadjian / Diario Armenia