Turquía, deja de brutalizar a las mujeres de Siria

La semana pasada, varias mujeres fueron encontradas desnudas en una celda de la prisión abarrotada en Afrin, en el norte de Siria. Las mujeres fueron descubiertas luego de un enfrentamiento entre milicias que comenzó con una disputa por una pequeña suma de dinero en una tienda y terminó con varios civiles muertos.

Más tarde, un video mostró a mujeres siendo sacadas del lugar de detención por miembros de otra milicia. No se les ha permitido regresar con sus familias. Algunas probablemente nunca lo harán.

Esto suena como muchas de las peores historias que salieron del territorio de ISIS, en el apogeo del poder del grupo. Pero Afrin, anteriormente la región de mayoría kurda más antigua de Siria, está controlada por Turquía, un miembro de la OTAN y un aliado de Estados Unidos, y el Ejército Nacional Sirio (ENS), el brazo armado del gobierno provisional, cuya autoridad como representante legítimo del pueblo sirio es reconocida por muchos estados.

Estos informes pueden parecer impactantes. Pero han arrojado luz sobre algo que ya sabemos en el norte y este de Siria. Mientras las mujeres sirias han estado en la primera línea defendiendo a sus comunidades de ISIS, los grupos que Turquía apoya han tratado de implementar un reino de terror misógino muy poco diferente de lo que ISIS hizo en la región.

Las mujeres en el video no fueron las primeras en haber sido secuestradas por representantes turcos en Afrin. Las organizaciones de derechos humanos en el norte y este de Siria informan que más de 1.000 mujeres y niñas han sido secuestradas en Afrin desde que comenzó la ocupación en 2018. Muchas han sido liberadas después de que sus familias pagaron rescates. Otras han desaparecido.

Conocemos muchas de sus historias. Una madre que trabaja para la compañía de agua de la ciudad fue separada de sus hijos no una sino dos veces, por el delito de ser kurda. Una niña de 15 años fue obligada a subir a una camioneta frente a su casa, porque había protestado por la detención de su padre. Una joven que desapareció de su aldea en Afrin, fue encontrada días después en un hospital en Idlib, con graves heridas de tortura y agresión sexual. Una viuda yezidí y su hija, entre los últimos miembros de su comunidad que permanecieron en su aldea, fueron secuestradas con pocos días de diferencia.

También sabemos por qué fueron secuestradas: por su negativa a retirarse de la vida pública, a dejar de existir como mujeres de las religiones y culturas históricamente diversas de Afrin. Muchas víctimas de estos crímenes son acusadas de “tratar con la Administración Autónoma”, a menudo porque ejercieron su derecho fundamental de votar en una elección o sirvieron en un cargo electo antes de la ocupación.

Soy una mujer kurda que ha dedicado años de mi vida a la causa de la libertad de las mujeres en Siria. También soy madre y abuela, con muchos familiares que huyeron de Afrin a raíz de la invasión, porque sabían lo que les sucedería si se quedaban. No guardaré silencio cuando las mujeres de mi comunidad sean expulsadas de la vida pública y separadas de sus familias por capricho de los hombres armados. La comunidad internacional tampoco puede negarse a actuar.

Primero, debe haber una investigación internacional imparcial sobre los casos de las mujeres encontradas detenidas por el Ejército Nacional Sirio esta semana, y de todas las víctimas de tales secuestros y detenciones arbitrarias. Ni Turquía ni la oposición siria parecen dispuestos, o capaces, de hacer justicia por estos crímenes. Las organizaciones humanitarias deben tener acceso a Afrin para documentar el alcance y la escala de las violaciones, y los individuos y las facciones responsables deben enfrentar las consecuencias. Cualquier cosa que sea menor a esto, pone a cada mujer de Afrin en riesgo de ser la próxima víctima.

También debe haber consecuencias para el liderazgo político de esos grupos, que afirman representar la lucha siria por la libertad mientras imponen un brutal reino de terror a las mujeres de Siria. Los hombres que hoy secuestran y torturan a nuestras madres, hijas y hermanas en Afrin, mañana no deberían poder pedir apoyo internacional en las Naciones Unidas, especialmente mientras las mujeres del norte y este de Siria, que luchan contra esta violencia, están excluidas de las conversaciones para resolver la crisis.

Como parte de cualquier acuerdo político, Turquía debe retirarse de Siria. Su conducta en las áreas que invadieron no ha traído más que dolor y sufrimiento a nuestra gente. La comunidad internacional debe actuar para garantizar que las fuerzas de ocupación y los grupos afiliados a ellas abandonen Afrin, y brindar apoyo para que los cientos de miles de personas desplazadas puedan regresar, de manera segura, a sus hogares.

En última instancia, mientras son víctimas de formas despreciables, en realidad las mujeres sirias no son víctimas. Somos líderes en diplomacia y política, en la lucha contra ISIS y en nuestros hogares y comunidades. La comunidad internacional no puede permitir que los autócratas y los milicianos pretendan representarnos un día y asaltarnos al día siguiente. Para lograr una paz justa en Siria, los crímenes de la semana pasada en Afrin deben detenerse, y nuestras soluciones para los problemas de todas las formas de violencia que enfrentamos, deben ser escuchadas.

FUENTE: Sinam Sherkany Mohamad (codirectora de la misión estadounidense del Consejo Democrático Sirio) / Syrian Democratic Times / Traducción y edición: Kurdistán América Latina