Su cuerpo fue mutilado, pero con el espíritu de las diosas, sus hermanas de las YPJ la vengarán

Dos depredadores hablan entre ellos.

“¡Es preciosa, tío!”, dice uno de ellos.

“Hay otra allí”, masculla otra voz con tono lujurioso y apresurado pero triunfante.

No hacen falta más que unos segundos para darnos cuenta de que éste es un diálogo entre hombres, el tipo de fastidio al que se enfrentan las mujeres en su vida diaria. En las calles, el puesto de trabajo, la escuela, la fábrica, la empresa, incluso en casa, las mujeres están hartas de esta mirada lujuriosa. Muchos hombres, pública y libremente, no dudan en utilizar estas expresiones depredadoras para mostrar su masculinidad. Éste es el discurso del acoso y la violencia, y es masculino.

Pero ¿cuándo comenzó este diálogo entre hombres? Cuando el primer hombre se sintió con derecho a su recompensa estaba mirando a su presa. “¡Es preciosa, tío!” denotaba lo que tenía que cazarse, una fuente nutritiva “contundente”. Podemos imaginar el escenario así: un cazador le dice a su compañero -también cazador- que “vale la pena cazar esta presa, que es hermosa y gruesa”. El otro respondería “¡Sí, y hay otra!”. Y así daría comienzo la competencia entre hombres, cada cazador presumiendo de su fuerza, y cada uno demostrándolo mediante el sometimiento de tal presa. Un diálogo corto en palabras, pero profundo en contenido histórico. Éste es el origen del diálogo entre los hombres. Sin embargo, no fue sino hasta el establecimiento del patriarcado que la presa se convertiría en la otra mitad de la sociedad, en la fuente misma de la vida, la mujer.

Genealógicamente hablando, el diálogo entre hombres ha perseguido su comportamiento desde la prehistoria. Con la aparición del proto-estado, se redirigió a las esferas privada, social y política con el fin de dominar y subyugar a las mujeres. Los hombres formaron una nueva coalición compuesta por los cazadores, los ancianos y los chamanes, combinando la fuerza física del cazador, la experiencia y el conocimiento de la clase de los ancianos, y la “magia” y la tecnología de los chamanes. Se forjó una nueva alianza para manipular y, por tanto, administrar una nueva sociedad a lo largo de líneas coercitivas. La humanidad iba a estar plagada de patriarcado, y luego evolucionaría hacia una raza basada en el Estado con sus propios reyes, sacerdotes y jefes militares.

El lector puede sentirse perdido, confundido en cuanto a por qué estamos hablando de reyes, sacerdotes, cazadores y presas en primer lugar. Más importante aún, tal vez se pregunta quién es “ella” de la que se está hablando…

Pero ella misma interviene en nuestro diálogo.

“Soy una combatiente de las YPJ”, responde. “Vengo de Kurdistán. Crecí en una sociedad patriarcal pero educada dentro de la larga tradición revolucionaria de las mujeres. Llevo mis armas y libros para luchar contra la mentalidad de los cazadores, luchar contra el patriarcado que ha sido consagrado durante 5.000 años, y rendir homenaje a mujeres fuertes como yo, mujeres como Zilan, Beritan, Arin y Mirkan. Las mujeres que lucharon contra los patriarcas de Turquía y contra los hombres que supervisaban un Estado islámico en Siria. Yo aspiro a ser estas mujeres; yo soy ellas”.

Su cuerpo puede haber perecido, pero las mártires nunca mueren.

Como miembro de las YPJ, participó en la batalla para defender Afrin frente al Estado turco y sus representantes yihadistas que operan bajo la bandera del “Ejército Sirio Libre” (FSA). En una heroica batalla asimétrica, con los pueblos armados, por un lado, y el ejército de la OTAN acompañado por mercenarios por el otro, fue asesinada por yihadistas partidarios de Erdogan. La desnudaron, mutilaron su cuerpo y le cortaron los senos.

Odiaban todo lo que representaba, porque no sólo era una mujer libre, sino que estaba a la vanguardia de un proyecto liderado por kurdos en el norte de Siria que se asienta en los pilares de la democracia radical, el empoderamiento de las personas, el feminismo y la ecología social. Ella, junto con otras mujeres, había buscado defender un proyecto que aseguraba la estabilidad, la paz, la camaradería entre diferentes grupos étnicos y religiosos, y vigilaba un santuario para los que huyen de la dictadura de Assad, la tiranía de los grupos del FSA y el patriarcado teocrático del ISIS.

En una palabra, su propio ser fue interpretado como una amenaza para la “seguridad nacional” de Turquía, en parte porque lo era: una mujer libre que existe como lo opuesto a lo que representa el Estado-nación turco, patriarcado, nacionalismo e islamismo radical.

¿Por qué cometieron tal violencia sobre su cuerpo? La combatiente de las YPJ, una vez más, nos da la respuesta:

“Porque mis hermanas y yo los aplastamos en Kobani. Porque destruimos su llamada capital en Raqqa. Porque nos metimos en el camino de sus planes. Ahora vienen por venganza” continúa. “Mis hermanas y yo haremos pedazos esa mentalidad patriarcal”.

Desde el comienzo de la invasión de Afrin, el Estado turco ha utilizado aviones de guerra para bombardear la ciudad, matando e hiriendo a cientos de civiles, la mayoría de los cuales son mujeres y niños. Al igual que el Estado Islámico, el Estado turco también se ha comprometido en una campaña calculada para luchar contra el patrimonio, destruyendo una maravilla arqueológica en Ain Dara, el templo sirio-hitita. El Estado turco ha convertido un oasis en medio de una guerra en un campo de bombardeo que ya ha desplazado a 16 mil personas. Y por lo que respecta a hoy, habitantes y funcionarios de la Federación Democrática del Norte de Siria han llegado a declarar que el Estado turco está usando napalm contra civiles.

La mujer de la que hablamos, que fue brutalmente mutilada, no debe ser recordada solo como una víctima del FSA y la misoginia del Estado turco. No, no debemos cometer el error de los principales medios de comunicación, que a menudo han pasado por alto la ideología por la que luchó y murió. No la convirtamos en un objeto. Ella fue la inspiración para muchas más que aspiran a ser ella, esas mujeres que lucharán valientemente contra las fuerzas patriarcales de este mundo.

Esta heroica mujer, que ha llegado a representar físicamente la guerra de liberación contra la barbarie, puede o no haber terminado la escuela primaria, pero ha sido muy profundamente educada en una escuela de Jineologî establecida durante la revolución de Rojava. De hecho, tenía un conocimiento que a menudo se pasa por alto en las escuelas de pensamiento occidentales: el conocimiento de los 5.000 años de dominación masculina y la clave para superarlo. La palabra Jineologî, se deriva de dos términos: Jin, en kurdo, significa ‘mujer’, y logos, en griego, significa ‘razón’. Así, la Jineologî es la ‘ciencia de las mujeres’. Este término fue propuesto por Abdullah Öcalan, un teórico político y líder ideológico del PKK, en su libro “Sociología de la Libertad”.

Entrenada en Jineologî, esta mujer aprendió sobre la historia de sus hermanas y su lucha a lo largo de la historia. Aprendió sobre la era del Neolítico y el papel de las mujeres en la administración de la sociedad a través de líneas relativamente libertarias e igualitarias. Aprendió sobre el ascenso de la jerarquía, la dominación, el patriarcado, el Estado y el clasismo. Sin embargo, lo más importante era que estaba equipada con una ideología y un método para superar estas estructuras de dominación, inspiradas por las diosas de las mujeres; deidades como Inanna, Ishtar, Star y Tiamat. Luchó dentro de un legado del que estaba orgullosa: las tradiciones libertarias de Asia occidental, y también hizo uso de la herencia de los movimientos feministas occidentales.

Fue en la escuela de Jineologî donde se enteró de que la primera palabra grabada fue ‘libertad’ (Amargi). La mitología, la religión, la filosofía y la ciencia, en una palabra, la experiencia humana, le enseñaron que la libertad era deseada y posible. Para ella, la historia consistía en una lección, educación: un medio para construir una personalidad lista para participar social y políticamente en la vida cotidiana, y conocimiento: sinónimo de práctica.

Muchos de nosotros nos enfurecimos cuando vimos las imágenes de su mutilación. Fue filmada el martes, después de que los yihadistas de Erdogan encontraran el cadáver de la joven en la aldea de Qurna, cerca de la frontera con Turquía, al norte de Afrin.

En la grabación, una docena de hombres, algunos armados, se reunían alrededor de su cuerpo mutilado en el suelo. Allí, de pie sobre su cuerpo, dos hombres entablaron el diálogo entre hombres, creyendo falsamente que habían vencido. Sin piedad, pisaban sus pechos, ingenuos ante el hecho de que todo su sistema quedará aplastado por la liberación global de la mujer, del mismo modo que sus compatriotas del ISIS tuvieron que aprenderlo cuándo fueron las mujeres combatientes de las YPJ quienes anunciaron la liberación de Raqqa.

De acuerdo con Amad Kandal, un oficial con las Unidades de Protección de las Mujeres, “ella no se rindió. Luchó hasta la muerte”. Kandal prometió que vengaría a su camarada: “Este tipo de comportamiento solo servirá para reforzar nuestra determinación de resistir hasta la victoria”.

Mutilar el cuerpo de una combatiente femenina no es nada nuevo en la perversidad de la guerra. Encontramos que el mismo acto ocurre en la antigua epopeya de Enûma Elish. Después de derrotar a Tiamat, Marduk cortó su cuerpo en pedazos. En la épica, el dios masculino, Marduk, es asimilado al orden y heroísmo epistolar, mientras que se supone que la diosa madre Tiamat representa el caos y el mal. La lucha en la épica no es meramente una batalla entre dos ejércitos, sino más bien una guerra continua entre la herencia de la sociedad orgánica y la del estado patriarcal.

Para Abdullah Öcalan, la sociedad orgánica se compone de un legado de instituciones no jerárquicas estructuradas en torno a la ética, la cooperación y los valores e instituciones relativamente igualitarios. Se enfrenta a la jerarquía, el patriarcado y los intereses de clase entrelazados en el corazón del Estado. Y es el Estado el que se perpetúa con dos armas: la coacción informal y la sumisión violenta. La herencia del dios masculino Marduk quedó embebida en las religiones monoteístas abrahámicas. Esto explica por qué Dios es un hombre en el discurso religioso, mientras que la diosa madre fue condenada a ser un objeto sin poder y a obedecer las órdenes del varón. Pero aunque Tiamat fue derrotada, su legado de resistencia permaneció. Esto también debería explicar por qué los yihadistas imaginaban que la mutilación era un acto de Dios.

A esto, la luchadora de las YPJ tiene su propia respuesta: “Esta vez, mis hermanas harán historia. Vengaremos a nuestra diosa Tiamat y aplastaremos el legado de Marduk”.

Defenderla es defender a la humanidad contra la barbarie, la razón libre contra la razón instrumental, la racionalidad contra acciones irracionales, la libertad contra la jerarquía y la dominación, el feminismo contra el patriarcado, el empoderamiento del pueblo contra la falta de poder y la pasividad, la esperanza contra la desesperación, la debilidad y el sinsentido, la utopía contra el obstructivo orden social establecido. En resumen, la vida contra la muerte.

Fuente: Cihad Hammy/The Region/ Traducido por Rojava Azadi