Si vine a Rojava fue también para encontrar libertad para ti

Con el Quinto, el Quinto Regimiento*, madre yo me he vuelto al frente, para las líneas de fuego. ¡Anda jaleo, jaleo! Suena una ametralladora y ya empieza el tiroteo, y ya empieza el tiroteo.

(Canción popular revolucionaria sobre la resistencia contra el fascismo en la Guerra Civil Española en 1936)

Existen tantas cosas que me gustaría contarte de esta tierra, de esta lucha, de las mujeres que he conocido. Sé que algún día nos sentaremos y podré explicarte mi tiempo aquí, todo lo aprendido, todo lo vivido. Sé que a veces se te hace duro que esté tan lejos, pero siempre has apoyado mi corazón rebelde y mis decisiones, y sinceramente, si dentro de mí se albergan ideas revolucionarias, en parte es por ti, por la lucha que he visto que como mujer llevas en tu día a día. Y aunque sé que la estructura familiar impuesta perpetúa las ideas de nuestro enemigo, siempre te has esforzado en no crear estructuras jerárquicas entre nosotras. Has apostado por ser esa madre y mujer que escucha y entiende a su hija, siendo capaz de compartir tus miedos y dudas, tus experiencias, y de sentarnos a debatir sobre lucha y resistencia. Por amor, por protección, también por responsabilidad.

Hay mucho trabajo que tenemos que hacer las dos aún por destruir la esclavitud de las mujeres dentro de la familia. No es fácil: capitalismo y patriarcado también nos atraviesan y manipulan a su antojo, creando patrones y actitudes que asumimos sin darnos cuenta, y así reproducimos los “roles de mujeres” diseñados dentro del entorno familiar.

Quisiera poder transmitirte todo el significado que Rojava me está enseñando sobre el rol de las mujeres en la lucha por la libertad. Y las miles de veces que he pensado en ti, en nosotras y en cómo la historia de las madres que he conocido aquí me recordaban a la tuya. Mujeres de familias trabajadoras, infancias llenas de trabajo dentro y fuera de la casa, de orígenes oprimidos, lengua y cultura castigadas por regímenes totalitarios, deseos de libertad que crecen como fuertes raíces de olivo dentro de sus corazones, escasos recursos para mantener a una familia numerosa, y de fondo, el ruido de tanques de guerra, de memorias sobre los días de resistencia contra el fascismo, años de opresión, de castigo, de miedo, pero también momentos de complicidad con otras mujeres, hermanas, vecinas, militantes clandestinas… ¿Te acuerdas de todo esto? Ésta también es tu historia mama…

Vine aquí para aprender, para participar de esta revolución porque entendí que en el Norte de Siria las mujeres se alzaron juntas contra el poder, crearon sus propios espacios, estructuras y perspectivas, incluyendo y apostando en compartir estos procesos con todas las mujeres en lucha. La liberación de la mujer para liberar al pueblo es la base de este valle. Es la visibilización tras años de oscuridad y feudalismo. La luz sólo puede hacerse intensa desde la unidad, desde el traspaso generacional de mujer a mujer. Desde el amor y el coraje que las madres construyen para que sus hijas crezcan en una tierra donde existan las herramientas para luchar contra su esclavitud. Ahí está la gran importancia de la creación y la defensa de estructuras autónomas. La lucha contra el patriarcado tiene que generarse desde el día a día. En hogares, calles, escuelas, plazas, pueblos y ciudades, estructuras de defensa, pero también dentro de nosotras mismas y en nuestras propias relaciones. Por esa misma razón, el concepto de familia ha sido fruto de análisis y reflexiones, motor transformador del rol de las mujeres dentro de este entorno y de la conexión entre madres e hijas, para fortalecer esta alianza que destruya el anclaje del sistema familiar.

Y cuando visitaba a familias y hablaba con las madres, me explicaban contentas y orgullosas que sus hijas trabajan para la revolución en Kongra Star, o en las YPJ, o de cualquiera de las maneras dentro del Movimiento de Mujeres, donde ellas mismas también trabajan apasionadamente, y me acordaba de ti. Me acordaba de cuando te dije que quería venir aquí, que con un poco de miedo en tu mirada me decías lo contenta que estabas de que yo y mis compañeras tuviéramos el corazón rebelde. Vi que comprendías que necesitaba venir, para ver con mis propios ojos y sentir con mi propio corazón la revolución de las mujeres de Rojava. Aportar mi semilla en el largo camino de la lucha por la libertad. Vi que sabías que es una labor colectiva, que no estoy sola, que nuestro esfuerzo en estas tierras es para intentar hacernos a todas más libres, sin importar bordes o fronteras. Que compartimos opresor. Las madres de aquí nos acogen como si fuéramos sus propias hijas, porque parte de la lucha es el hecho de destruir la posesión como actitud naturalizada en entornos familiares. Ellas nos decían “vosotras sois nuestras hijas, porque sois hijas de la revolución”, y recordaba cuando ibas a visitar a mis compañeras de nuestra ciudad, y cómo ellas te veían como a una compañera a la que cuidar, sin relaciones jerárquicas, una más por la que luchar.

Si vine también fue para encontrar libertad para ti, no hay paso que dé que no tenga presente tus palabras. Tantas veces que me habías dicho “respeto tu camino”, y aquí lo sentí, no es mi camino, es nuestro camino. “Porque cada mujer que lucha hace a las demás más libres”, me dijo un día una compañera. Y lo creo, lo siento y lo defiendo. Intentamos que nuestros días puedan ser esas pequeñas piedras necesarias para seguir construyendo este camino. Intentamos ser las primeras gotas de agua antes de la gran tempestad.

Te he llegado a conocer bien, eres testaruda y perseverante, apasionada por la vida. Te he visto superar obstáculos, enfermedades y nunca perder la sonrisa. Esa es la esencia de las luchadoras, infatigables y comprometidas como tú. Tú me enseñaste el valor de cuidarnos las unas a las otras, de levantarme contra las adversidades, de quererme a mí misma y a las demás. Compartiendo conmigo tus experiencias me acerqué al feminismo, me adentré en los movimientos de lucha de género, en la lucha contra el fascismo y el poder. Una de las más preciosas cosas que una madre puede decir a su hija: “Aprende a vivir y a luchar siguiendo los latidos de tu corazón”. Y aunque eso significó en muchas ocasiones estar lejos la una de la otra, los kilómetros nunca rompieron nuestro amor. Contenta explico a las madres de estas tierras que mi madre es compañera de lucha, igual que ellas, igual que las mujeres de Rojava.

El amor por la tierra libre significa el amor por las mujeres y por todas aquellas a las que el sistema castiga con definiciones patriarcales. La jerarquización del sexismo intenta infiltrarse en nuestras mentes y acciones. Nuestra resistencia será la base para construir un camino donde ninguna mujer quede atrás. Todas seremos esclavas si no creemos que esta lucha es responsabilidad de todas para todas. Significa trabajar en perpetuar los valores donde se alberga dentro una vida libre. Lucha, compromiso, unidad, resistencia, amor y memoria histórica. Luchar por las que están, por las que vendrán, con la misma pasión que lo hicieron las compañeras que cayeron. Hay que trabajar fuerte en el cambio en nuestras mentes, tenemos que esforzarnos para reconstruir un nuevo “nosotras”. La construcción de una personalidad militante no podrá ser completa si no destruimos el patriarcado impuesto en nuestras propias estructuras. En este camino, quiero andar a tu lado. Queremos andar al lado de todas las madres que estáis esperando que volvamos. Quiero explicaros que vuestras hijas están aquí aprendiendo de las mujeres del Kurdistán y de las estructuras de vida colectiva, porque deseamos veros libres a vosotras. Queremos andar juntas, y estar a vuestro lado para romper con el rol asignado que nos ha dado el sistema familiar. Nuestra unión va más allá de la relación madre-hija, nos queremos porque defendemos la libertad para todas las mujeres.

¿Qué es la libertad si no es colectiva? Os necesitamos para contribuir con vuestras experiencias en este camino, para llenar de entusiasmo las nuevas generaciones y no dejar ni una compañera más sola frente las garras del patriarcado.

Recuerdo cuando nos calzábamos las botas de montaña e íbamos al Tagamanent**. Yo pensaba que no sería capaz de subir al pico de esas montañas. Tú me hacías coger castañas, cómo estrategia para que mi mente dejara de pensar en las dificultades que yo misma creaba en mi cabeza. Y una vez alcanzada la cima me sentía libre, rodeada de naturaleza salvaje, árboles, flores y el canto del viento. Allí crecía dentro de mí, cerca de ti me sentía libre; ahora te propongo luchar juntas para serlo.

“No paséis pena por mí; procuraré que no me pase nada: pero por si casualidad me sucediera algo, pensad que otros como yo también habrán caído. Si yo supiera que dando mi vida se podría terminar con los asesinos de la clase trabajadora, gustosa la daría. Si os dijeran que la lucha no es propia de las mujeres, decid que el cumplimiento del deber revolucionario corresponde a toda persona que no sea cobarde”. (Palabras de Elisa García Sáez a su madre, antes de partir al frente como miliciana en una de las columnas de la CNT durante la Guerra Civil Española. Procedente de Barcelona y comprometida con la lucha obrera, Elisa caía herida en el Frente de Aragón. Perdía la vida el 25 de agosto del 1936, dando paso a uno de los ejemplos más inspiradores para las que defendieron que el papel de las mujeres en la guerra también estaba en las líneas del frente).

Notas:

*El Quinto Regimiento. Formado durante el estallido de la Guerra Civil Española en 1936. Fue un cuerpo militar de Milicias Populares, voluntarios, durante la II República Española. Se formó por iniciativa del Partido Comunista de España y las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Este Regimiento se creó de manera autónoma y participó activamente de la defensa de la ciudad de Madrid y alrededores durante los ataques del ejército fascista.

**Tagamanent. Montaña que forma parte de la reserva natural del Montseny, en la comarca del Vallés Oriental en Catalunya.

FUENTE: Luz Miranda / Buen Viaje / El Salto Diario