Rojava: No hay otra opción que valga

Llegué nueva en marzo, hacía mucho frío y todas me acogieron cálidamente. Cerca de la estufa se apelotonaron todas, trajeron çay y cigarros. Me miraban con ojos grandes, me preguntaban: “¿De dónde eres?”. Alguna dijo, bajito, “es de Europa”. “¿Cómo has llegado? ¿Entiendes el kurdo?”. Sentí una emoción no fácil de explicar… Las tenía delante de mis ojos, miembros de las YPJ, del tabur* de Serekaniye. Jóvenes compañeras, algunas madres de hijos a los que cuidaban sus madres, porque se unieron a las Fuerzas de Defensa del Pueblo; algunas que se habían unido escapando de sus familias porque no querían ser esclavas de maridos desconocidos y bebés no deseados; algunas de familias arrasadas por la guerra, algunas convencidas de la defensa del Confederalismo Democrático y las palabras de Serokatî (Abdullah Öcalan) , algunas por vengar a familiares y amigos caídos; árabes, kurdas, musulmanas… todas juntas bajo la misma promesa. Y yo, que aún no sabía todo lo que me iban a enseñar sobre el significado de la vida habiendo nacido mujer en el Medio Oriente.

Gran parte de las mujeres de estos pueblos, de diferentes creencias y religiones, viven y comparten territorio en Rojava. Mujeres armenias, árabes, kurdas, yazidíes… La consigna es clara al nacer mujer. De ahora en adelante tu vida es la vida de “cuidar a los demás”, que significa rápido pasar de la infancia a ser adulta; no hay posibilidades de decisión a veces. Se te asignará un hombre como marido y después de tu boda serás madre de preciosos hijos e hijas que desearás que puedan ser libres, pero no podrás expresarlo, porque estarás tan cansada del trabajo dentro y fuera de la casa (lavar, hacer la comida, ir a recoger leña…) que por las noches sólo podrás pensar en esa amiga con la que jugabas cuando eras “libre”, y que ahora miras a escondidas en una fotografía dónde lees en voz baja “şehid (mártir) Beritan Cudî”, y recuerdas que la última noticia que tuviste de ella era que se había unido a las YPJ y que contenta partió al frente de Manbij, a luchar contra la invasión del Daesh y liberar territorios de las manos de los que quieren a las mujeres como esclavas.

Así que un día, le explicarás a la pequeña de tus tres hijas la historia de şehid Beritan Cudî, y ella te abrazará y guardará esta valiosa historia hasta que alcanzará los 18 años, cuando decidirá ella también unirse a la defensa de su tierra, ser parte del ejemplo de dignidad y compromiso que son las mujeres de Rojava. Y con el velo puesto en su cabeza, sentirá que también es su responsabilidad contribuir en la construcción de una sociedad justa y democrática, así como defenderla.

Y así es como conocí a Fatma, bajo el nombre de guerra de Zîlan. Pasaba desapercibida, tímida, con pelo recogido y fuertes brazos de cargar a sus hermanos arriba y abajo. Y me di cuenta que más de la mitad de las compañeras que me acompañarían hasta que explotara la ocupación de Turquía, compartían la misma historia.

Los siguientes meses aprendí de ellas, de sus historias y su lucha, de sus miedos y pasiones. No era todo perfecto, cada una tenía sus problemas en casa que arrastraban en el día a día; algunos días sólo les apetecía dormir, algunos días bailábamos y eran pacientes con mi torpeza, algunos días hacíamos deporte juntas. Y mientras me enseñaban árabe y kurdo las miraba, y sentía el más profundo sentimiento de respeto hacia todas ellas. De esta manera, empecé a conocer más la realidad de Zîlan, compartíamos cigarros, reflexiones, nos explicábamos la vida, hacíamos deporte, cocinábamos para las demás y escuchábamos canciones revolucionarias kurdas para que pudiera cantarlas yo también cuando las compañeras cantaban sentadas en las escaleras del sitio donde vivíamos.

Y las seguía mirando… y pensaba: éstas son las mujeres de Rojava, diferentes e iguales; me sentí afortunada de poder conocer a esta parte de la sociedad, que se entrega al pueblo, para defenderse las unas a las otras.

Y Turquía abrió fuego y empezó a bombardear Serekaniye; a algunas ya no las vi más, y a otras sólo el primer día, bajo columnas de humo, artillería y aviones las pensaba, y mi valor se hacía grande cuando las recordaba.

El compañerismo con el que me habían acogido era de la manera que las recordaba. Pensaba en ellas, la vida en el tabur, lo duro y lo fácil, lo hermoso y lo difícil, bajo el cielo de las bombas se convertían, desde mi punto de vista, en el vivo ejemplo de şehid Beritan Cudî, y deseo que para todas aquellas mujeres que buscan la libertad, poder decirle que ellas pueden y merecen ser libres, que merecen poder luchar y resistir al lado de sus pueblos, como mis jóvenes compañeras de las YPJ.

Y llegué a Til Temir, donde el frente de resistencia se encontraba en los pueblos de alrededor. Y pensaba en todas y cada una de ellas. En las madres y las hijas que no abandonaron sus casas, aún con el enemigo a las puertas, encontré otro de los más valiosos momentos de resistencia y valor de las mujeres de Rojava. No se fueron, madres de familia no se fueron de sus pueblos. Pensé en que probablemente algunas de las madres de mis compas de las YPJ habrían tomado la misma decisión, no rendirse. Y entendí, generaciones y generaciones de mujeres defendiendo la vida, la libertad, y defendiéndose las unas a las otras.

Y en una de estas noches de húmedos caminos, con la luna de testigo de nuestros pasos hacia líneas enemigas, con una sonrisa en mis labios después de tres horas de operación, con todas las compañeras de vuelta ilesas y contentas de sentir que juntas contribuíamos en la resistencia de los pueblos de Til Temir, cuando ya teníamos las furgonetas cargadas, dispuestas a volver a nuestra noqta**, escuché “¡Heval Sara, heval Sara!”. ¡Era ella! No la había vuelto a ver desde que la invasión turca en Serekaniye había empezado. ¡Era ella! Era la compañera, de 18 años, que tanto amor me había dado cuando vivíamos juntos en el tabur cerca de Serekaniye. ¡Era ella! Que sin darse cuenta me había dado una de las lecciones más grandes de mi vida… al prevalecer firme en la decisión de unirse a la lucha contra los enemigos de una vida libre.

Nos abrazamos, reímos, nos volvimos a abrazar. Me temblaban las piernas, hasta ese momento no sabía dónde estaba, si había sido herida en Serekaniye o si había decidido volver con su familia, que tuvo que abandonar la casa al empezar la guerra. Nada. Sólo la esperanza de volverla a ver, de poder continuar luchando juntas, aunque ahora en unidades diferentes pero juntas de cualquier manera.

El compromiso y el valor en sus actos me han ayudado a entender a esta parte de la población de Rojava. He empezado a comprender cómo de difícil tiene que ser nacer en una familia kurda, ser mujer y experimentar desde pequeña como familiares y amigas son asesinadas en la defensa de la Revolución de Rojava. “No hay otra opción que valga”, me decía muchas veces, había enterrado a tres miembros de su familia bajo las siglas de las YPG/YPJ ¿Qué me esperaba? ¿Qué ella no iba a seguir el legado de años de opresión y resistencia? ¿Qué me esperaba? ¿Que con muchas más razones que yo, ella no iba a coger su AK47, tragar saliva y unirse a la resistencia junto a otras compañeras de las YPJ? ¿Qué se piensa este maldito mundo? ¿Que tienen otro futuro, que no se juegan la vida hasta las últimas consecuencias? Amor por la vida y la dignidad de las mujeres, así es como definiría a las compañeras más jóvenes que he conocido aquí. ¿Qué se piensa este maldito mundo? ¿Que ninguna madre más llorará la pérdida de alguna de sus hijas en el campo de batalla?

Venid compañeras, venid a Rojava. ¡Tenéis que conocer a Zîlan y a todas las demás! Tenéis que ver con vuestros propios ojos, que todas compartimos la misma historia. ¡Venid compañeras, venid! Que los falsos privilegios que nos ha dado el capitalismo y el patriarcado no son más que cadenas, y aquí se ayudan las unas a las otras para romperlas. Igual que la madre de Zîlan le abrió el camino a la libertad, igual que Zîlan me abrió el camino para entender nuestra resistencia.

¡Venid compañeras!

NOTAS:

* Batallón militar

** Lugar de reposo

FUENTE: Emma Sabater / Buen Camino / El Salto Diario